lunes, 8 de septiembre de 2014

La Ladrona de Libros


La ladrona de libros

A pesar de presentarse como una coproducción (Estados Unidos/Alemania) La Ladrona de Libros podría incluirse; sin duda; por su estética y desarrollo, dentro de ese cine Europeo de calidad que nos ha regalado otras obras sobre la temática del nacionalsocialismo. Baste recordar las excelentes NAPOIA, visión sin concesiones acerca de las academias infantiles del nazismo, GHETTO; contundente denuncia de la impunidad que inútiles y opacos adquieren durante periodos de guerra; sin olvidar otra excelente película como LA REDADA (no estrenada en nuestro país), donde se muestra la vergonzosa colaboración de un sector del país galo en las deportaciones de judíos y republicanos. Podríamos reseñar dentro de este grupo la emblemática AMEN, del Director Costa-Gavras, contundente denuncia sobre la grisura histórica del Vaticano a la hora de enfrentarse con las monstruosidades del nacionalsocialismo, y su obsesión visceral por el comunismo. Otra película altamente recomendable para conocer la infancia del otro lado es LORE, donde se narran las vicisitudes de una generación perdida, adoctrinada en la perversión política que les toco vivir. No olvidemos la parábola de EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS, hachazo frontal sobre las ramificaciones del mal en propia piel. En La Ladrona de Libros, se dan características comunes con algunas de las obras citadas. Prima lo cotidiano sobre la pura acción, la intensidad dramática y los gestos humanos sobre esa truculencia, que tan cara es a esta faceta del género histórico. La cámara, enamorada de la mirada de la pequeña Sophie Nélisse, apoyada por grandes característicos como Geoffrey Rush o Emily Watson, consigue transmitir la fuerza de la convicción y el valor frente al horror y vacuidad que les ha tocado vivir. Resistir frente al espanto cotidiano. Es lo que hacen los personajes de esta historia, en la que todos resultan de un modo u otro, perdedores que no se rinden frente a la injusticia. Desde los ojos inmensos de la protagonista desfilan una serie de personajes; unos como marionetas que se dejan llevar por el momento histórico y político; los otros, sobrellevando como pueden, desde el humor, desde la aspereza, frente al absurdo histórico que les ha tocado vivir. Sin perder su humanidad y superando su miedo cada día. La Ladrona de Libros es sobre todo un hermoso homenaje a la fuerza de la palabra como transmisora de luz, la palabra como arma para combatir el oscurantismo y que se sobrepone a las quemas de libros, a todas las Inquisiciones, a la censura analfabeta y cruel. Es una embajada sobre el poder del verbo y el necesario ocaso de las ideologías. Un mensaje que se envía, utilizando las armas de una fotografía excelente; que recrea en los planos de los ojos insondables de la protagonista; una mirada hacia el futuro por encima de la estulticia de las doctrinas, o de la banalidad del ser humano. No se trata, en definitiva, de un film con querencia lacrimógena, pese a que toca con firmeza nuestras fibras más recónditas. La banda sonora del inmenso John Williams, intimista, de un minimalismo  vocacional; en  simbiosis perfecta; evoluciona con los personajes y refleja su mundo interior. Esta partitura ha sido acusada de ser una obra menor del maestro del neorromanticismo cinematográfico. La melodía de esta preciosa banda sonora, puede gustar o no gustar. El melómano puede ejercitar el derecho de preferir la ampulosidad wagneriana de otros backgrounds, (Indiana Jones, La Guerra de las Galaxias) plagada de leitmotiv, o considerar insípidos scores como Las Cenizas de Ángela, o decantarse por el lirismo clásico y melancólico de La Lista Schindler. Pero sería como acusar a las intimistas creaciones de Erick Satie; cuya influencia; por cierto, está presente en algunos momentos; de ser obras menores. La Ladrona de Libros es una película altamente recomendable, un acercamiento alternativo y honrado, a la vida cotidiana en un periodo histórico del que casi toda la información esta lastrada por clichés y lugares comunes. Y es que para que no sucedan estos horrores, existen los libros.

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