martes, 21 de octubre de 2014

Perdida. David Fincher


La adaptación a la pantalla del best-seller Gone Girl, de Gillian Flynn por un director tan contundente y certero como Fincher, se gesta dentro de su género predilecto. Como ya demostró en Seven, esta elección particular (thriller),  profetiza lo que se va a obtener de ella: ambientes sórdidos, encuadres perfectos, esos giros de tuerca; marca de la casa; envueltos en fotografía espléndida, la insanía infiltrada en lo cotidiano, sumada a una experta dirección de actores. Esta perversa aproximación al mundo de la pareja, descansa su peso literalmente sobre el cuello de garza de la hermosa Rosamund Pike, que se enfrenta al reto de desarrollar  una de las más completas psicópatas vistas en pantalla, para salir triunfante del desafío. Precisamente es ahí dónde flaquea el desarrollo del guión, en algunos instantes más seducido por el impacto, basado en lo inesperado y la sorpresa, que por el desarrollo o la construcción de caracteres. Esto hace peligrar el edificio, presentando personajes unidimensionales en la luz o la oscuridad, que solicitan una mayor complejidad en sus motivaciones ocultas y deseos. A pesar de recrearse en un tempo lento, la cinta transcurre como el agua de un arroyo, fluida, canalizada certeramente. Este es otro de los escollos de un argumento; por otra parte excepcional; que hubiera necesitado dilatarse hasta el infinito si se hubiera detenido en la mostración de recovecos sensoriales, motivaciones soterradas o ese peregrinaje por el interior del personaje, que se echa de menos. Estos aparecen como conducidos, inexorablemente, de la mano de un demiurgo fatídico. Arrastrados sin voluntad en su éxodo, hacia una anhelada oscuridad. Los personajes de Affleck y Pike, forman una pareja atípica, basada en la manipulación y la aceptación. Ambas partes del binomio se someten al acuerdo tácito; no escrito; en el cual la sociópata marca las reglas y el ritmo. La ruptura de este pacto pervertido, por parte del marido, provoca que despierte toda la sintomatología, que la bella esposa ocultaba, cuando el mundo giraba a su alrededor: Frialdad afectiva, falta de empatía, manipulación. El diario de la protagonista en paralelo a la acción real y los flashback, nos van acercando a un mundo sórdido, donde nada es lo que parece, haciendo evolucionar el thriller hacia el humor negro, acercarnos a un cinismo nihilista y retorcido. Esta no es una película que brinde otra vuelta de tuerca sobre el matrimonio, tampoco sobre la crisis de la pareja, como se ha publicitado. Ni es un estudio sobre la diferencia económica o la crisis. La omnipresencia de los medios de comunicación, es meramente coyuntural. Esta es una certera narración sobre dos personajes alienados, condenados a la destrucción voluntaria en una relación preñada de insanía, de la que no pueden escapar. El trabajo de los secundarios es impecable, Carrie Coon como la hermana del protagonista y la cerebral policía pergeñada por Kim Dickens. El cómico Tyler Perry, aprovecha el metraje para hacer lo suyo como un abogado vividor y carroñero. Bebe la protagonista femenina ( sin llegar a superarla) de la arpía interpretada por Gene Tierney en Que el Cielo la Juzgue, aunque se la desmitifique dentro de la gama de sicópatas impávidos al uso, permitiendo que la humillen dos pardillos. Pero después de este contratiempo, resurge la mente calculadora, fría, que utiliza su incapacidad afectiva como arma, para conceder un impactante, incómodo e inesperado final. Ben Afflleck tiene un registro actoral limitado, aunque en este caso quizás su inexpresividad y perplejidad beneficien a un personaje obtuso, de una simplicidad irritante, que navega entre la sumisión y la adicción, sin resultar del todo creíble. Su faceta como director ha dado frutos mucho más maduros como ArgoAdios pequeña, adios. No nos equivoquemos, esta no es una mirada ácida, ni cínica sobre el matrimonio. La esposa es una sociópata de manual y el marido adolece de un puntillo de insanía y ginedependencia, que no deja claro nunca que esta pensando. Perdida, es un rompecabezas rocambolesco sobre la ambigüedad, que trata de funcionar como un mecanismo de relojería. Aunque bien mirado ningún thriller resiste un análisis exhaustivo sin que comiencen a aparecer flecos y retalillos. Los personajes nunca acaban de resultar traslúcidos, incluso el pagafantas interpretado por Neil Patrick Harris (Cómo conocí a vuestra madre), cuyas intenciones parecen ser dejar encerrada en su castillo/mansión; vigilado por cámaras; a la oscura princesa, rezuma sospechosas intenciones (lúbricas, sádicas, libidinosas o vaya usted a saber) Como cualquier otro thriller, Perdida precisa de la complicidad del espectador. Donde unos verán giros imaginativos, montañas rusas argumentales, precisión milimétrica y matemática del guión, otros verán saltos sin red, incoherencia guionistica y tosquedad narrativa. Lo que nadie podrá negar es la presencia incorpórea, sin manierismos, absorbente, de Rosamund Pike, que refleja en esos ojos almendrados toda la oscuridad y turbación del mejor Fincher. Nadie duda que Affleck es un tipo listo, coguionista de El Indomable Will Hunting, director de The Town (2010), no quiere resignarse al rol de guaperasenpeliculasdeaccion, con que tratan de encasillarlo. Busca ser un hombre del Renacimiento, aunque todavía necesita curtirse interpretativamente. Aunque este cuento de hadas pervertido pone su acento en los embaucadores medios de comunicación, que con su circo mediático y su manipulación, son culpables en parte de que el desenlace pueda desarrollarse en esos términos surrealistas, no nos equivoquemos. Que los árboles nos dejen ver el bosque. No hay ningún análisis sociológico del matrimonio moderno. Los periodistas son mera excusa narrativa. Fincher, envolviéndolo en una excusa argumental mediática y de crisis social, nos regala uno de sus obsequios envenenados. Al igual que el epílogo de Seven, esputaba una pregunta retorcida en el rostro del espectador, para que no quedara indiferente: ¿Cómo habríamos reaccionado al encontrarnos en el lugar del personaje interpretado por Brad Pitt? Aquí el regalo fincheriano, es de mayor calado. Después de pasearnos por el cosmos sombrío, por la afectividad pervertida de dos personajes que viven al límite del abismo y la anormalidad, la escena final se condensa en una escalofriante pregunta, oculta tras los increíbles ojos de Rosamud Pike. ¿Que habríamos hecho nosotros?
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