miércoles, 26 de noviembre de 2014

Carmen de Lubitsch en Jazziberia. Filmoteca de Extremadura.

FICHA TÉCNICA
Título original: Carmen (Gypsy blood en EEUU)
[Muda]
Año de producción: 1918
Duración: 80 minutos.
Director: Ernst Lubitsch
Guión: Grete Diercks, Norbert Falk, Hanns Kräly
Productor: Paul Davidson
Fotografía: Alfred Hansen
Reparto:
Pola Negri (Carmen)
Harry Liedtke (Don José Novarro)
Leopold von Ledebur (Escamillo)
Paul Biensfeldt (García)
Paul Conradi (Don Cairo)

Un piano de cine. Músicas e imágenes fundidas o la posibilidad de sentirse como los pioneros que contemplaba a  Buster Keaton trepando  edificios y los Keystone Kops, persiguiendo a Charlot, bajo los acordes de un pianista perdido en la penumbra de la sala. Es una de las escasas oportunidades para degustar un espectáculo de estas características. Tan sólo recuerdo un Nosferatu en Sevilla, con banda acompañante, o los días de infancia en el cine de los Maristas con piano a pie de pantalla. Los músicos: Arsénio Martins (piano) y Mateja Dolsak (saxofón) desgranan una partitura donde la música incidental y la descriptiva se llevan la palma (algo obvio en el cine silente) sin olvidar piezas no descriptivas de gran belleza, como la melodía que acompaña a Carmen comprando en el mercado, o el pentagrama para la escena en Gibraltar. La imaginería de Lubitch para este film abarca todos los tópicos de las estampas costumbristas, en una Andalucía preñada de gitanas con rizos en la frente, bandoleros y toreros que caminan  por la calle vestidos de luces, con montera y ¡con el estoque! Una Sevilla de postal decimonónica, con reminiscencias de la ópera de Bizet (trágico final  en las puertas de la plaza de toros, el personaje de Escamillo la llegada de la guardia, etc.) pero vía Merimée en su texto original. La Carmencita, como denominan a la protagonista es una hembra recial de armas tomar. Hay pinceladas del futuro toque Lubitch, un germen del futuro director de obras memorables como Ser o no Ser (To be or not to be) o Ninotchka. La copia que se estrenó con el título de Gypsy Blood (Sangre Gitana) en EEUU, parece ser la que visionamos, acompañada de estos dos instrumentos que acercaban a los personajes mediante un leitmotiv, o describían las situaciones anímicas, mixturando aires  esencialmente andaluces o flamencos con expresiones jazzísticas. Un difícil trabajo resuelto con solvencia por este dúo. El mal estado de las copia pide a gritos una restauración, y unos subtítulos en español para el espectador que no hable inglés, le ayudarían a seguir detalles de la trama. Lubitch rodó esta película  con 26 años tras su éxito Los Ojos de  la Momia.  La protagonista es Una de las primeras vamp de la pantalla, Pola Negri, cuyo matiz sexual, es incomprensible a ojos actuales. 
Hay pinceladas de humor en este Lubitch primerizo, pintoresquismo en escenarios y vestuario y las escenas de muerte adquieren connotaciones de un expresionismo incipiente. Carmen es una mujer fatal, de armas tomar y que busca su propia supervivencia en un mundo dominado por hombres bragados. La escenas de lidia no están excesivamente conseguidas, debido a su dificultad técnica, y la Sevilla presentada no refleja la realidad ni  humana, ni arquitectónica. Añadir que  secuencia del baile de la protagonista semeja más un campamento de zíngaros. Todo parecido con algún palo flamenco es pura coincidencia. Carmen es la crónica de una muerte anunciada, en esa España de tópicos, honores ultrajados, machismo galopante. El destino de una mujer como La Carmencita, está escrito en las palmas de la mano donde ella lee el futuro (otro topicazo). La interpretación de Pola Negri es correcta y consigue una protagonista llena de vitalidad, intrigante, sin escrúpulos para enfrentarse al mundo, pero que arrastra la fatalidad consigo. Queda la sensación de recortes en el metraje, dada la falta de conclusión o precipitación de algunas escenas. Es lo que sucede con estas cintas tan antiguas, lo que hay es lo que tienes, y es difícil saber el metraje inicial o las escenas que pueden haberse perdido,  O si están  circulando en otras copias. Cumpliendo con perfección su papel los dos músicos hacen confluir el discurso sonoro con el cinematográfico, imprimiendo carácter a los personajes con las notas, definiendo situaciones y emociones. Utilizan la polisemanticidad de la música en todas sus vertientes para establecer signos sonoros. Asociaciones semántico -convencionales como palos flamencos  en escenas Andaluzas o folklóricas, asociación por analogía, descripción con percusión en escenas de masas y asociación de carácter estético: timbres, colores, rapidez para definir personalidades y situaciones. Una experiencia novedosa que debería ser más frecuente para dar la posibilidad de visionar obras a las que de otra forma es difícil que se acerquen incluso los cinéfilos más recalcitrantes, pero que con el atractivo de la música permite que pervivan estas grabaciones, como la presente que se desarrolló en las instalaciones del Centro de Ocio Contemporáneo.





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