lunes, 10 de noviembre de 2014

Carmen Souza en el XXVII Festival Internacional de Jazz de Badajoz



Desde el inicio, en un escenario con la arquitectura primordial e intimista de una formación básica jazzísitca; un trío: teclado, ritmo y contrabajo; toda una declaración de intenciones: Jazz directo, sin grandes bandas que impidan o vicien la cercanía, la intimidad entre público y artista. El silencio se  rompe como un velo, cuando la diosa de ébano regala toda la parafernalia de que esta dotado su instrumento vocal. Carmen Souza se desliza como una pantera sobre el escenario, aterciopela la voz, la desgarra a voluntad o la convierte en maullido afelinado, en africano sonido tribal. 
Para recordarnos a los humanos que; aunque habite el paisaje de la síncopa jazzística; no olvida sus orígenes caboverdianos. Hay ecos de godspell en esta voz elástica, que juega a imitar instrumentos; en un delicioso y prodigioso scat; (con permiso de Ella Fitzgerald). Sentada frente al teclado deja fluir desde su versátil garganta una difícil, original, llena de swing, versión de My Favorite Things, la canción creada por Rodgers and Hammerstein para el musical Sonrisas y Lágrimas, El tema original del musical es un vals en mi menor, de ritmo algo acelerado, con una estructura tonal muy simple en el comienzo, de solo tres notas. Su prodigiosa garganta regala todo un engranaje de vocalización, un ejercicio avanzado de talento: Donna Lee", el "temazo" de Charlie Parker, "un gran desafío" para ella porque ha transformado el "bee-bop" de la melodía y ha añadido letra en criollo. Llega arropada por tres virtuosos, Ben Burrell, que lo entrega todo en un piano cristalino, ensoñador. Elias Kacomanolis, permanece en un segundo plano (como debe ser), sin estridencias en la percusión, con compás preciso como una brújula. Como un corazón metálico que insufla vida al conjunto sin enfatizar su presencia, pero imprescindible para que alienten las melodías. Virtuosismo en el bajo electrónico y en el contrabajo de Theo Pascal, recorriendo el mástil como un horizonte inabarcable, con esa facilidad con que aparentan suceder las cosas difíciles, cuando el esfuerzo y el talento andan hermanados. Carmen Souza ha saltado de los micrófonos de los clubes de jazz lisboetas a sacudir el panorama musical de la world music y del jazz hibridado, con cercanías vocales a Billie Holiday, retazos a lo Nina Simone o Carmen McRae. Pero es todas y ninguna, porque la originalidad vocal de esta representante de la diáspora caboverdiana, va más allá, entronca con el rugido de la selva, con la cálida sutileza de la samba o el exotismo criollo, pasando por versionar a Edif Piaf. Carmen es, además, instrumentista. Domina la guitarra o acaricia el teclado para regalarnos acordes afro-latinos empapados del más puro jazz contemporáneo. Aquí están presentes las raíces lusoafricanas, pero también el amplio bagaje musical y la capacidad de síntesis de la artista, que nos regala un amplio espectro, que camina de puntillas sobre los géneros, para llevarlos al terreno de su prodigiosa y personalísima voz. Capaz de fundir el jazz más académico, con la morna y el batuque de su terruño. La artista se mete al público en el bolsillo, invitándoles a la catarsis, interpretando el tema Áfri Ka. Por un instante recuerda a su compatriota Mariza, (otra lusófona) cuando saca en sus conciertos la artillería pesada, e invita a todos a compartir su canción fetiche: Rosa Branca. Se sienta al piano para donar una versión de Song of my father de Horace Silver, que ya tomaron "prestada" Stevie Wonder o Paul Weller, o deja perplejo al respetable con los excesos vocales de la endiablada partitura de Kachupada. Hay un momento para el minimalismo intimista. Arbola la arquitectura musical con su guitarra y un contrabajo para  desgranar una deliciosa versión de Sous le ciel de París de Edith Piaf, donde el diálogo entre el terciopelo de la voz y las notas profundas del instrumento; que demuestra que con cuatro cuerdas puede componer una edificio sonoro pleno de matices; nos conduce directamente a las buhardillas de Montmartre. Carmen Souza sabe conectar con el público, a su voz desgarradora le añade una espontaneidad apasionada. Ella, ha asimilado y transformado por completo sus influencias sonoras nativas. Las ha potenciado hasta transformarlas en un vocabulario personal con un espectro amplio. Elegancia y tradición que se dan la mano, y la han convertido en un vendaval dentro del World Jazz. Hermosa y melancólica, la velada que nos regaló en el Teatro López de Ayala. Para guardarla en ese rincón que reservamos a las cosas que de verdad importan.


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