jueves, 17 de diciembre de 2015

Turn: Espías de Washington

                      




La oferta de AMC tiene su génesis en un libro de Alexander Rose, que ha sido adaptada por los creadores de Nikita (Craig Silverstein y Barry Josephson). Original propuesta dentro del subgénero de series históricas, ya que se aproxima a unos hechos escasamente conocidos y nunca tratados en la pantalla. Durante la guerra de Independencia Norteamericana, un grupo de granjeros se convierte en la primera cadena de inteligencia militar, influyendo en el desarrollo de la contienda. Difícil lo tenía la aventura para salir adelante teniendo como referentes en la cadena series del éxito de “Breaking Bad”, “Walking Dead” “The Killing” o la aclamada “Mad Men”, su alto nivel de calidad y número de seguidores. 

Las cartas que desvelaron la trama de espías no fueron descubiertas hasta 1930, lo que añade un plus a lo novedoso del argumento. Apasionante recodo de la historia apenas explorado, consigue aumentar la densidad de la trama cada capítulo, a pesar de no presentar un inicio espectacular (actitud muy inteligente) con promesas vanas o pirotecnia que después agonizase a lo largo de los capítulos. Jamie Bell (escapado de la piel del niño bailarín Billy Elliot) asume un protagonista torturado por las circunstancias, que en los inicios no termina de cuajar por sus modos interpretativos.
 










Los siguientes capítulos asientan al personaje y sus hábitos dubitativos, su aparente inexpresividad (diríase que carece de sangre) se van olvidando cuando se hace con el personaje y lo moldea hasta convencer. AMC mima sus series y el diseño de producción es de lo más destacable. La ambientación histórica y el detalle están cuidados. Los estudiosos de la uniformología podrán comprobar la verosimilitud y trabajo de archivo realizado. 


Estos espías se encuentran en Las Antípodas de los remilgados James Bond y los adrenalínicos Bourne (indespeinables y glamorosos) Sufren en sus carnes los avatares de la contienda y la miseria del anonimato. No pueden confesar a nadie lo que hacen. Los equívocos y circunstancias empiezan a hacer mella en sus vidas familiares y caracteres. Armados de poco más que tinta invisible, se enfrentan al ejército más poderoso de la época; una ironía que el protagonista sea británico; las tropas de Su Graciosa Majestad que no debían hacer ninguna gracia a los colonos. Rodada en Virginia, aprovecha localizaciones de la película “Lincoln” y utiliza uno de los parques históricos estadounidenses en Williamsburg (barrio multirracial y hipster) o el casco antiguo de Petersburg, lo que da una idea del esfuerzo por realizar una producción certera y ambiciosa. Turn mantiene el clasicismo conceptual de la narración histórica al uso, con la desventaja de enfrentarla a otras ofertas de criterio más contemporáneo y tratamiento menos puritano. 

Quizás su excesivo academicismo formal la haya relegado de las grandes ligas, frente a propuestas más asimilables por un público ávido de incorrecciones políticas, violencia y sexo explícito, como los que pululan en las series de máxima audiencia. El primer episodio lo dirigió Rupert Wyatt, el británico que sorprendió con la notable “El Origen del Planeta de los Simios”. La utilización de la luz nos remite a aquellas escenas iluminadas con velas que Kubrick rodara para otra producción de época, la excelente “Barry Lyndon”. Las interpretaciones son potentes, destacando el carisma de actores como el escocés Angus McFayden (Saw), que interpretase a Robert Bruce en “Braveheart”. Aquí dota de vida a Richards Rogers, comandante de los irregulares Rangers de la Reina, de presencia icónica. Excelente recreación del jefe del destacamento británico, la que oferta Burn Gorman (Torchwood, Rises, The Dark Knight) plena de matices. 

Notable el descubrimiento de Samuel Roukin, que recrea al retorcido villano británico (Capitan Simcoe), o el mismo torturado e hierático Georges Washington, interpretado por Ian Kahn (Dawson Crece, Castle), el militar que encabezó el levantamiento de las 13 colonias en 1776, contra los ocupadores británicos, con el resultado que todos conocemos. Completa el elenco primordial, el correcto Kevin McNally (Piratas del mar Caribe, Yo, Claudio) de físico ideal para el personaje del padre de Jaime Bell. Aunque peca el conjunto de un cierto maniqueísmo en cuanto a la presentación de las distintas nacionalidades, manteniendo los roles clasicistas de malo/malísimo y héroe abnegado, pero no exento de la humorada que ya se encontraba en las obras de Cecil B de Mille como “Policía Montada del Canadá” o “Los Inconquistables”, pero con matices de sadismo que no permitiría el rígido Código Cinematográfico de aquellos años. 

El enfrentamiento verbal y el duelo psicológico, son casi tan importantes como las espectaculares escenas bélicas, rodadas con oficio y utilización correcta del paisaje. La cabecera de la serie es un notable trabajo de sombras chinescas y recortables de gran creatividad, con una melodía obsesiva. La segunda temporada potencia la trama de espionaje y dota de entidad a los personajes, culminando en una espectacular batalla donde el final abrupto (cliffhager) deja al espectador pendiente de la habilidad de los guionistas en la siguiente entrega.  El desarrollo de la historia busca más el sedimento, el estrato moral de los personajes y su desarrollo, que la espectacularidad bélica y el derroche de hemoglobina. En el capítulo “croma”, destacar algunos excesos visuales en las escenas portuarias o con barcos, que devienen artificiales. Recomendable escucharla en versión original. Para aquellos interesados en continuar disfrutando de esta época, existe otra excelente producción (ahora las llaman “fresco histórico”) de la HBO sobre los “casacas rojas”: llamada John Adams con Paul Giammatti (Sideways, El Ilusionista) y Sarah Poley (La Vida Secreta de las Palabras) basada en la biografía del que llegó a ser presidente de E.E. U.U y que arrasó en los Globos de Oro.




miércoles, 16 de diciembre de 2015

Condenados. Miedo a lo diferente

                                     




 ¿Dónde está Atom Egoyan? Es la pregunta que le surge al cinéfilo desde las entrañas tras concluir el visionado de esta acomodaticia realización, con envoltorio de telefilm y desgana narrativa. El director, de capa caída desde su; ausente de riesgo; Clhoe (2009), o la irregular “Adoration”. En Clhoe, realizaba el innecesario remake de la francesa “Natalie X” (Depardieu, Fanny Ardant), acusaba cobardía en el tratamiento del submundo de la pareja, y dejaba escapar la oportunidad de ser un film perturbador, bajo el engañoso envoltorio de la puesta en escena preciosista. Pese a la esforzada interpretación de Julianne Moore, la correcta (como siempre) de Liam Nelson y el añadido de una Amanda Seyfried que desnuda su piel, pero no su alma, y desaprovecha las opciones sicológicas del personaje, desbarrando en su tramo final con las peores influencias de bodrietes como “Atracción Fatal” y similares. 
No hay nada en “Chloe” del antaño realizador de obras notables como “Next of Kin” “Exótica”, “El Liquidador,” “Ararat”, “El Viaje de Felicia”, o su obra mas notable “El Dulce Porvenir”. Nada de la insanía, de la sexualidad heterodoxa o la ambigüedad perversa de aquellas. El argumento peca de políticamente correcto. Es éticamente lo opuesto a las anteriores apuestas del autor armenio-canadiense. Un argumento prefabricado envuelto en papel celofán, música de Vivaldi, y énfasis en lo visual, con detrimento de lo conceptual. A diferencia de la tensión que el original creaba entre los actores, Egoyam deja escapar lo mejor en cuanto a jugar al despiste narrativo, y dilapida el juego erótico de la palabra desarrollado en el original francés, que no precisaba de piel expuesta. Nunca terceras partes fueron buenas. 
Por ello la versión de Egoyam de “Atracción Fatal” que a su vez es un plagio del “Escalofrío en la Noche” del ínclito Eastwood, no figura entre lo mejor del antaño ganador en Cannes. Un envoltorio correcto y minucioso, pero alejado del cromatismo de la riqueza visual y el “nada es lo que parece” de “Exótica” su obra/bandera. 
El reverso de lo cotidiano, la normalidad morbosa, tan hábilmente manejados en otras cintas, se escamotean al espectador en la trama de “Condenados”, siendo tan sólo una leve insinuación en los títulos finales que siembran el desencanto. La historia prometía. Unos hechos reales conocidos como “Los Tres de Memphis”, abordados en el recomendable documental “West of Memphis” (2012), que podrían haber devenido en un estudio antropológico sobre el “hecho diferencial”. 
O en un análisis de la religiosidad extrema, del fanatismo o del rechazo a los que se consideran “diferentes” en estas pequeñas comunidades, donde los redneck (paletos) campan a sus anchas. El ritmo narrativo lento, se dilata innecesariamente. Toda la película está imbuida de una profunda e innecesaria tristeza (también narrativa) El desaprovechado personaje de Colin Firth, no termina de explicar su anodina presencia en el argumento y Resee Whistempoor no posee precisamente el registro dramático que requiere un suceso de estas características. El eje argumental, basado en hechos reales, nos muestra la desaparición de unos niños que entraron al bosque en bicicleta y la posterior acusación de homicidio a unos jóvenes marginados. Los adolescentes góticos fueron relacionados con cultos satánicos. La ignorancia y los intereses ocultos hicieron el resto. Lástima de potencial desaprovechado en aras de construir un telefilm de sobremesa, con los actores vagando de un lado a otro, sin saber muy bien cual es su situación en el drama. La película parece haber sido concebida desde el bostezo o la atonía, desde lo confuso y la desgana autoral.  

En manos de Fincher o algún otro, este thriller podía haber dado mucho juego, pero inexplicablemente se deja sumergir (y ahogar) en las procelosas aguas donde encontraron los cuerpos de los niños. La sensación de contrariedad cinéfila, de insatisfacción ante la falta de respuestas, es total en el epílogo del film. Incluso se hubiera agradecido un añadido ficticio en el guión, que eliminara el desasosiego de este viaje a ninguna parte en que nos embarca el canadiense. Es un puzzle del que se han perdido las piezas finales para completarlo, y se remata con convención y parámetros acomodaticios al uso, que hacen naufragar en el pantano de la mediocridad y la condescendencia, esta caza de brujas de los que no encajan en la comunidad. En “Furia” (1936) Spencer Tracy llegaba a una población donde también le acusaban de algo que no había cometido, pero el desarrollo narrativo se encuentra a años luz (filmicamente hablando) de esta película. Quienes deseen profundizar en el misterioso suceso pueden bucear en la trilogía “Paradise Lost”, una de ellas nominada al Oscar al mejor documental, dónde se repasa exhaustivamente, con ritmo soberbio, aquellos terribles (e inexplicados) sucesos. Realizada por Joe Berlinger y Bruce Sinosky, producida por HBO. Un repaso al truculento caso de “Los Tres de Menphis” desde la calidad narrativa. Certera crítica al fanatismo y al sistema judicial. Acertado retrato del país de las “oportunidades”.

lunes, 14 de diciembre de 2015

The Babadook. Los Sótanos del Subconsciente



Los recovecos de la mente son abruptos, sinuosos e indescifrables. The Babadook es carne de sofá de psicoanalista (para quienes aún defiendan tan aleatorias doctrinas) y haría las delicias de Jung y Freud (aunque este último rechazara el uso de este término, y se decantara por el inconsciente). Esa parte de la mente que no vemos, que se nos oculta en la cotidianeidad, y nos hace temer cuando corremos el delicado velo que aísla los dos mundos. “El sueño de la razón produce monstruos”, y aquí vais a empezar a pagar. Si me permiten mixturar la frase de D. Francisco de Goya, con la cinéfila referencia a la academia de "Fama". De clara referencia polanskiana, esta narración de conflictos reprimidos, envuelta en el disfraz engañoso de una horror-movie, es un descenso a los pensamientos reprimidos. A los demonios que han de convivir con nosotros pero no queremos que salgan a la luz. 

Es el origen de la censura mental, de la barrera que dará nacimiento a este Babadook. Erich Zann bebe sin duda la fuentes como “Tenemos que hablar de Kevin” de Lynne Ramsay (2011), la aterradora historia de psicópata juvenil con una Tilda Swinton en estado de gloria, fotografía esplendida y habilidosa composición en los planos, arropada por la dramática banda sonora de Jonny Greenwood. También debe su existencia a la precursora narración de Kubrick en la mítica “El Replandor", y  a los distintos pisos de la mansión de "Psicosis". Habilidoso estudio sobre el mal como regalo genético. 


Algo similar le sucede a Amelia (Essie Davis) perdida en los procelosos mares del sufrimiento cotidiano, del estress irresoluble, de un devenir inexistente, merced a la patología de su hijo Samuel (Noah Wiseman), al que culpa de la muerte de su marido. Concebida como una “huis clos” polanskiana (Repulsión, El Quimérico Inquilino), Babadook es una set piece opresiva, donde los pisos de la mansión relejan los distintos niveles de consciencia. El niño que ha robado todo a la madre, incluso su uso de la sexualidad como vemos en una secuencia, el niño que succiona todo la energía vital a su alrededor como un vampiro emocional es el detonante de este Sr. Babadook, que un día aparece en las siniestras ilustraciones de un libro de cuentos. Revisitación jungiana del hombre del saco, Babadook es el reflejo de la frustración y los pensamientos reprimidos de la madre cautiva, cuando el monstruo al que tiene que enfrentarse se encuentra en tu propia casa. “Cuanto más me niegues, mas fuerte me haré”. Lastima que la madre abnegada no hubiera leído a Freud antes de empezar a rellenar las páginas en blanco del cuento. Babadook no es otra cosa que los demonios que nos atrapan cuando nos vemos forzados a situaciones que no hemos provocado, pero ante las que debemos dejar el alma. 

Ese Pepito Grillo que atormenta sin piedad, haciéndonos sentir culpables por no desear el sacrificio absoluto que exigen algunas situaciones, y que enterramos en lo más profundo. Es entonces cuando aparece el "Babadook". Un monstruo de diseño casi expresionista, con influencias de Segundo de Chomón y de las fantasmagorías de Mélies. La febril interpretación de Essie Davis imprime un atormentador designio a la cinta, de colores neutros y atmósfera irracional, secundada por un excelente Daniel Henshall, al que el espectador desearía estampar contra la pared en algunos momentos. 
Este monstruo remite a la deforme sombra que representaba el inconsciente de Próspero, protagonista de “Planeta Prohibido”. Si aquél, era la válvula de escape de su atormentado cerebro frente al desarrollo hormonal y la posibilidad de pérdida de su hija; la neumática Altea; en Babadook la espoleta está en el lado contrario. Es la imposibilidad de librarse de la carga que supone la patología del hijo. Prometedora opera prima de Jennifer Kent cuyo final consigue exorcizar los demonios interiores. Nada mejor para controlar al Babadook que reconocer su existencia, encerrarlo en el sótano y alimentarlo. Aprender a sobrevivir, en pocas palabras.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Viaje a Sils Maria. La Servidumbre del Tiempo

                                            

 Tempus Fugit. El Tiempo Huye. Nunca una verdad fue tan certera. Junto a la acerada sentencia de Tomas de Kempis “Las cosas pasan, y tu con ellas”. Del paso del tiempo, de sus consecuencias devastadoras trata este film de Oliver Assayas, que gravita sobre la creación inmensa que regala Juliette Binoche de su personaje: la actriz Maria Enders. Ejercicio sobre la nostalgia del tiempo pasado y la irrecuperibilidad del mismo. Cuando ya solo nos quedan recuerdos de aquello que fuimos. Pero sobre todo análisis descarnado de esa resistencia que ofrecemos a la adaptación. A la obligada aceptación de que, aquello que somos, es el resultado de lo que fuimos. Maria Enders se encuentra cerca de esa edad en que los papeles que le ofrecen van a cambiar por completo. En ese momento e tientan para trabajar junto a Jo-Ann, una prometedora, díscola y desnortada actriz, que no reúne los valores que requeriría su éxito, y su vocación. Esto produce un seísmo en la vida de María, que aumenta cuando le ofrecen el papel antagonista de aquel que le diera la fama. Ahora es la joven promesa la que tiene en sus manos el caramelo dramático que la lanzó al estrellado hace años. 












La sombra de Bergman planea sobre esta emocional partida de ajedrez, y no sólo en el personaje ausente del director (amigo y Pigmalión de María), que fallece en la montaña. Esta es una sombra iluminando muchos otros dramas, que han bebido de las fuentes del director sueco. Este juego de espejos que ha nos ha dejado obras como “Passion Fish” (1992) de John Sayles, donde una actriz sufre un accidente que cambia su vida, “Tres Mujeres” de Robert Altman, que bebe directamente de las fuentes de “Persona” (Bergman) donde los personajes intercambian su estado en relación a los demás, o la poética La Doble Vida de Verónica” de Kièslowski (que también dirigió a Binoche en “Azul”), hasta la retorcida paradoja sobre el lado oscuro de “El Cisne Negro”, bucean en la frustración y la represión de las emociones (vía Mankiewicz). Ejercicio de metateatro. Acertado estudio sobre la sumisión, que permite vislumbrar en paralelo los dos planos (el real y el imaginario) que confluyen como un torrente, en la realidad de las tres protagonistas. Las interpretaciones son frescas, naturalistas, pero en la superficie se adivinan los tormentosos procesos que se ocultan bajo tierra. Kristen Stewart, redimida de sus incursiones adolescentes, define su papel con certeza y frescura (que se agradece). Binoche desata al personaje, que vive anclada en un pasado que no volverá, para enfrentarse a sus fantasmas. 
La evolución de Maria corre paralela a los ensayos del guión, que comienza a planear peligrosamente sobre la realidad de las dos mujeres, regalándonos momentos de extraordinario cine, conteniendo ácidas críticas sobre la vacía cultura juvenil actual y sus referentes cinematográficos. En cuando al personaje de Chloë Grace Moretz. ¿un remedo de Lindsay Lohan?, breve y conciso. No necesita más para enamorar al espectador. Profundo homenaje a la vocación actoral y rendido homenaje a la personalidad de Juliette Binoche, con el que Assayas obsequia a la veterana actriz francesa. Cine dentro del cine, con el protagonismo cedido al documental de Arnold Frank “Das Wolkephänomen von Manoja”, presente en el espíritu del drama, ya que la obra antaño representada por María se titulaba “La Serpiente de Maloja”. María derrama una ácida crítica de sagas galácticas, protagonizadas por la incipiente actriz que le hace sombra. 

Viaje a Sils Maria es una recreación de “Evas” con aromas de Mankiewicz, un triángulo tormentoso, un viaje interior sin retorno, escrito en el viento. La aparente frialdad de la dirección, esconde volcanes en erupción, procelosas corrientes subterráneas. Dividida en tres actos como una obra clásica de teatro. Cine dentro del cine, donde Binoche comenta que ha trabajado con Harrison Ford y Sydney Pollack. Assayas retoma a la actriz francesa desde el estrellato alcanzado en “La Cita” de André Téchiné (Rendez-Vous. 1985), donde el había trabajado como co-guionista, para desmontarla, desfragmentarla y operarla a corazón abierto.

Si en aquella ardiente película, la Binoche ya regalaba amplios registros de epidermis, en este viaje no sólo desnuda su alma. La actriz hace donación, para el agradecido espectador, de un maduro, esplendoroso y europeo desnudo, que causo la sorpresa de una pacata norteamericana Kristen Stewart, que optó en esta ocasión por braga-faja de componente antilúbrico. La renuncia y desaparición de la asistente de Maria Enders le permite, con su sacrificio, repetir en la vida real el rol que añora sobre las tablas teatrales. Para la californiana supone ascender un peldaño tras sus aventuras vampíricas tras el intento de desmarcarse de las “teenmovies”. Lo hizo con sus papeles en las apreciables “On The Road” (2012), una road movie de la contracultura, basada en Jack Kerouak, y con el film músical “The Runaways” (2010). El guión es un vórtice dramático donde convergen el texto interno (obra teatral) con el externo (las postrimerías de los personajes) hasta desembocar en un ejercicio metaliterario con la vida misma como definición, y la resistencia al paso del tiempo como eje. Un collage femenino (y feminista) donde brillan con luz propia las tres interpretes, pese a la sobria y contundente perfomance de los representantes masculinos. 















Esta revisitación de la Margo Channing (Bette Davis) de “Eva al Desnudo” pasada por el tamiz nietzscheiano (Nietzsche enontró su Sangri-La entre los valles suizos) detrás de su aparente frialdad oculta un mundo de turbulencias y desasosiego. De hecho no hay nada más trascendental que las actitudes ante el paso del tiempo y la decadencia física, que amenazan al personaje (casi bipolar) interpretado por Juliette Binoche, consciente de la lozanía de su secretaria y de la arribista (magnética Chloë Grace Moretz) y su paso a segundo plano en este baile de máscaras. Ambigua la relación entre actriz y secretaria, entre actiz y teatro, entre la arribista y el cine como arte. "Viaje a Sils Maria" nos habla de la soledad, de la derrota, de la duda, de las relaciones condicionadas por la primacía de otro, de la previsible derrota ante el tiempo, a través del viaje poliédrico de las protagonistas.  La temática no lejana a otras obras del autor: Clean, Las Horas del Verano, L´Eau Froide o el cine dentro del cine que planteaba en su obra maestra "Irma Vep". Oliver Assayas levanta el edificio sobre la contundencia de la palabra, lo apuntala sobre el plano secuencia y el fundido a negro, para nivelar este equilibrio de poderes que se solventa mediante el verbo. Pese a tratarse de una creación seminalmente literaria, hay que reseñar la notable fusión de la palabra y el ámbito sonoro, aportado por obras clásicas como el hermoso Canon en Re Menor para Cuerda y  Bajo Continuo, que se vuelva casi simbiótico en las secuencias de la lengua de niebla sobre el valle, interpretado por French Jean-Francois Paillard Chamber Orchestra. 



El canon fue marcado originalmente para tres violines y bajo continuo y emparejado con una giga. Ambos movimientos están en la clave de Re mayor. Aunque un cierto canon al unísono en tres partes, también tiene elementos de una chacona. Ni la fecha ni las circunstancias de su composición son conocidos, y la copia manuscrito más antiguo de la pieza data del siglo XIX.


Tambien utiliza el score  la "Sonata nº 2 en D Minor de Haendel" o la Paavin of Alberti" del Hespérion XX, liderado por el  español Jordi Savall y grabado en el disco "Elizabetan Consort Music". La BS, nos permite escuchar el melancólico “Largo “de la opera “Xerses” de Haendel. En el terreno de lo contemporáneo el soundtrack se decanta por obras jazzísticas como "Revue Parisiense. Blues and Root". After in Paris de Patrick Chantol o la banda escocesa de rock "Primal Scream", en un inteligente ejercicio de eclecticismo extremo.





miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Escuela de los Vicios. Compañía Morfeo Teatro

In Memorian de Javier Leoni.
Teatro López de Ayala

¡Voto a bríos, tamaño atrevimiento! Nada menos que adaptar para la platea el conceptismo, la concisión y la elipsis del esquinado autor de la sátira político-social de la Hispania profunda y la subversión irreverente. Acomodar el verbo del más acerado autor del Siglo de Oro, acontecía empresa harto penosa. El uso “quevedesco” de la anfibología (palabras con doble sentido) y la esticomitia (transformar cada verso en sentencia de sentido completo) o la utilización de paradojas, laconismos y asociaciones ingeniosas, dificultaban su adaptación al pueblo llano, dada la densidad del verbo. El cartel es toda una declaración de intenciones. Un remedo burrezco del caballero de “El Caballero de la Mano en el Pecho”, con la mano en una cartera Ministerial, realizado por Santos Ibáñez. Morfeo Teatro, especializado en nuestros clásicos, consigue, hacer emanar de un académico diablo (nada cojuelo) la formación para unos necios en el arte de la corrupción, la mentira o el medrar. Titulaciones que, con esa habilidad que posee la necedad para instruirse en malicias y marrullerías varias, es obtenida por los dos aprendices con notable provecho. El escenario con reflejos se proyecta hacia el infinito en el mastodóndico espejo del fondo. La cotidianidad se tiñe de extrañeza para arropar el carro del demonio/nigromante. Unas sillas completan el espartano decorado. Morfeo Teatro desarrolla esta afilada sátira desde el engañoso envoltorio del humor. 



Un humor negrísimo y cortante. Con el cuchillo de la palabra como arma que destila toda la mala baba del autor castellano. La adaptación de la compañía es inteligente (con el peligro que esto conlleva), arriesgada para el espectador medio. Golosa para el entusiasta fogueado en  salas de butacas, que disfrutará del lenguaje florido y el mensaje políticamente incorrecto, pero habitado de verdad y certeza. Obra arriesgada para plazas provincianas con escasos “connaisseurs”, pero ideal para festivales asentados que atraen aficionados versados y foráneos, que perciben lo que van a degustar, y saben apreciarlo en su justa medida. El eclecticismo de la obra comienza por la música elegida en su inicio. La impresionante “Sarabande” de Haendel, que ya utilizara Stanley Kubrich para Barry Lyndon, y sirve de introducción certera, para las miserias y devenires del siglo en que transcurren las vivencias de los aprendices de necios. Esta pieza se utilizará posteriormente en una adaptación, llegando a arroparse con la banda sonora de “Love Story” en otro momento, o la despedida “achirigotada” y gamberra que versiona el “Poderoso Caballero es Don Dinero”, hasta culminar con el "Te Deum" de Carpentier. Texto difícil para el espectador poco fogueado en estos menesteres. Si Quevedo es de difícil digestión en texto escrito, por la profundidad hiriente de sus crudas reflexiones y el nivel literario del concepto, enfrentarse a su desarrollo verbalmente, sin tiempo para la reflexión o la captación de matices, es tarea ardua y osada. Pero Morfeo Teatro desarrolla con elegancia y aparente sencillez el retruécano quevedesco, adaptando la palabra en un juego escénico dinámico y eficiente. 







Las interpretaciones son fruto de un amplio estudio, la proyección es eficiente, la comprensión, cercana, el nivel literario, supremo. La estructura es dinámica, convirtiendo cada visita de los protagonistas al armario/buhonero para transformarse, en una nueva subtrama donde los comediantes cambian el registro, las voces y la tesitura. Casi como si un Paso o Entremés del siglo referente se tratara. El humor es afilado como un estilete. Si acaso una profunda sensación de tristeza invade al espectador al percibir como las miserias humanas, las nefandas políticas, las nauseabundas prebendas, son de total actualidad. Nadie diría que el texto está escrito hace varios siglos, dada su actualidad candente. No hemos avanzado mucho desde entonces. En el epílogo, un enorme lienzo pintado que recrea las pinturas negras de Goya (La Pradera de San Isidro, pletórica de mendicantes) nos muestra el espejo de nuestra sociedad que si ha evolucionado en corrupción y desatino, ha sido para su  desafortunado perfeccionamiento.

 No nos dejemos engañar por el envoltorio. La herida infligida al carácter hispano no es leve. Esa conciencia popular que ensalza al pícaro que triunfa y envidia sus cuitas, es tan culpable como el propio corrupto. El disfraz de la comedia oculta acidez y desengaño. De ahí, el enorme merito de transmutar en carcajada (triste, eso sí) la negrura de la realidad y en jocosidad (sentida, eso también) la corruptela y el abuso de poder. Francisco Negro dirige con sapiencia los 90 minutos del montaje, haciéndolos leves y certeros. 
El díscolo nigromante/diablo interpretado con elegante eficiencia por Mayte Bona, nos conduce a las cloacas de la humanidad de la mano de estos dos bobos/listos (si se me permite el juego de palabras). Bobos en la rectitud, pero avispados para la molicie y el provechoso tejemaneje. A los espectadores se le rememoran, en la cercanía, nombres y apellidos ajenos al Siglo de Oro. El registro de clow, sin excesos ni desmesuras, permite a Felipe Santiago, de naturalidad pasmosa y Felipe Negro, llevar adelante (a nivel físico y vocal) estos dos pícaros, nombrados Magistrados en sus indignos menesteres. El registro de Mayte Bona le consiente cambiar el personaje fluidamente en los diversos cuadros. Eficiente y agradecido el lenguaje corporal, en esta critica ácida de la satrapía hispana (de antaño y de hogaño). Obra para los cinco sentidos, pero especialmente para el oído, acariciado por el verbo certero (y profundo), por la reflexión lúcida (y afilada), por la belleza aúrea de la palabra quevedesca y la adaptación (respetuosa y semiótica) de Morfeo Teatro. Quevedo terminó en la cárcel por uno versitos erróneamente dirigidos. Si contemplara nuestra actualidad, donde es difícil enviar al mismo lugar a defraudadores y corruptos, retornaría a su celda con amargura. Valiente empresa, como tantos aventureros que aún llevan por nuestros teatros obras de esta época y mantienen viva la literatura más excelsa, frente a otras opciones más comerciales y agradecidas en lo económico. 


Estas sátiras y discursos de Quevedo parecen escritos ayer y publicados en el B.O.E. El pollino diabólico que tienta a los amorfos (Su Burreidad), podría transmutarse en cualquiera de los rostros que nos asedian y mortifican desde los medios de comunicación. Reírse de las penas, siempre ha sido una inteligente manera de aproximarse a las miserias y desventuras. El ritmo impreso por la compañía consigue que las cáusticas cargas de profundidad y las espoletas retardadas soltadas por el autor, se transformen en sonrisa y catarsis colectiva. El desfile de esta cofradía de pillos, avaros, mezquindades y truhanes, esta habitado de contemporaneidad. La Corte de los Milagros podría trasladarse a nuestros habituales foros y villas. Frente a estos advenedizos y rufianes “No Queda Sino Batirnos”, que diría el Quevedo nacido de la pluma de Perez-Reverte. Vestuario acertado y notable, diseñado por la propia actriz. Utilización de la máscara como en la más purista "Comedia del Arte". Una empresa modélica y osada, ácida y corrosiva, pero tremendamente divertida. Comedia negra de una España aún más negra, llevada a puerto con coraje y osadía. Un estudio sobre la mediocridad solventado con profesionalidad y amor a las tablas ¡Voto a bríos, noble empresa!
 
P.D : Los acerados látigos del verbo y la literatura sardónica que Don Francisco de Quevedo y Villegas utiliza en estos menesteres mundanos, no deben hacernos olvidar sus otras facetas. La creación del más hermoso verbo de Amor que la Lengua Castellana viese…

 AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.


viernes, 4 de diciembre de 2015

Mariza. Mundo, música del corazón




Hace ya cinco años de la última grabación de esta monarca del fado. Hace quince que comenzó a llevar su música y peculiar estilo por los escenarios. Después llegarían cinco Álbumes en estudio y una grabación en vivo, treinta discos de platino y doble nominación a los Grammy Latinos. Su voz poderosa, aterciopelada, sutil, con lejanos ecos nasales, nos regala un disco pleno de experiencia y aventura, con ritmos donde no hay miedo a experimentar y avanzar en su peculiar e intimista universo. En este disco reinterpreta clásicos junto a composiciones hechas a la medida de su portentosa garganta, elevando al fado a un nivel pasional y colorista o atreviéndose con ritmos tribales de cadencia criolla. 

La musa se aventura con todo, incluso con aires de clara reminiscencia andaluza. Atrás han quedado los años de adolescencia en que cantaba en la taberna “Zalala”(recuerdos del litoral Mozambiqueño) propiedad de su padre y le decían que ”cantaba diferente”, los años en el barrio de La Morería donde entraba agua de lluvia en la casa, los años de la huída de Mozambique. Todo un mundo que la cantante lleva dentro de si misma y que ahora comparte con nosotros. El fado es lo que Mariza quiere que sea. Ella alquimiza y amplia los registros del género, los enriquece con matices sutiles o cadencias personalísimas, demostrando que la música no es algo esclerótico, momificado, sino un crisol donde aportar nuevas propuestas de futuro, al que ella contribuye con su particular color interpretativo.
 Mariza ha conseguido incluso atraer a los puristas más acérrimos con su colocación vocal, técnica, afinación y riqueza armónica, acercándoles a su fado renovado. Hay un antes y un después en el Fado. Y esa frontera imaginaría se encuentra en Mariza, “Mundo” es un traje de alta costura hecho a la medida, confiesa la artista. No cabe la menor duda. Tras su audición es difícil decidir si se desean catar los temas compuestos para su voz, o las personalísimas versiones que se lleva a su terreno y doblega hasta extraer nuevas notas en su vitriolo vocal. La portada del CD es toda una declaración de intenciones. La diva se muestra relajada, habitada de rojo sobre un fondo de hermosa azulejería portuguesa para una grabación de madurez. Un trabajo donde la artista muestra todo el “Mundo” que fluye a través de su experiencia en los escenarios y en la vida. Apoyada por las composiciones de sus amigos que le aportaron temas que se ajustaban al mundo que la cantante quería exteriorizar. Baladas para susurrar al oído del espectador. A estas composiciones se unirían las versiones novedosas de temas que hacía tiempo quería trabajar.
 
La producción ha caminado de la mano del madrileño Javier Limón. Aunque se ha dedicado con preferencia al flamenco, este compositor, productor y guitarrista, ha conseguido una fructífera fusión con el concepto musical de Mariza para extraer las canciones de este álbum. Javier Limón ha trabajado con Bebo Valdés, Diego el Cigala, Buika o Andres Calamaro. Músico versátil que ha presentado programas en TV, impartido clases o compuesto y producido para artistas como Paco de Lucía, Wynton Marsalis o Joan Manuel Serrat. Todo un ecléctico de la música. Con su productora “Casa Limón”, trabaja en proyectos de vanguardia sobre un sello de calidad. Ha participado en diversos festivales y colabora en programas de radio o en la sección de cultura de “El País”. Compuso bandas sonoras para películas como Manolete, La Piel qUe habito o Bienvenido a Casa.


 En su haber se encuentran varios premios Grammy. Esta fusión ha sido la más adecuada para explotar el cromatismo vocal de la lusa y su potente modulación. El anterior trabajo de Limón con Mariza dio como fruto la grabación de “Terra” (2008). Hace dos años que la diva, con su cabello plateado cortado al dos, su silueta ahusada y sus movimientos de africana pantera aparecieron en estas páginas con motivo de su actuación en Badasom hace ahora diecisiete meses. Estas son las canciones de su nueva aventura sonora. Un “Mundo” pleno de sensibilidad y referencias personales donde vierte y comparte sus vivencias y experiencias.  

Rio de Mágoa.
El inicio de todo. De Rosa lobato Faria/ Mário Pacheco. Este “Río de Tristeza” abre la grabación, en la línea intimista y cercana de la cantante. Una hermosa composición, donde el eco nostálgico de la guitarra portuguesa marca el sendero. Un canto de amor al río (que no se llama Tajo, ni Montego) con predominio de “punteos” y una letra profundamente evocadora de “un río que lleva todo el daño de un corazón que se despide”.

Melhor de Min.
Un tema compuesto por AC FirmiNo/ Tiago Machado
Sútiles arreglos que comienzan casi “a capella” con Mariza susurrando acompañada del teclado y una bonita técnica de guitarra apagada. En la parte central los instrumentos van subiendo en intensidad acompañando a la cantante. Una letra que habla de la esperanza “Se que lo mejor de mi está por llegar” Delicados acordes para una letra que nos anuncia que “La tormenta pasará, hay que perder para luego ganar”. Un hermoso mensaje de vida.
 
Alma
El peculiar acento de la caboverdiana, interpreta en español una canción de Javier Limón, el productor del disco. Una balada para jugar en las Ligas Mayores de la música. Cadencia donde no es difícil rastrear aromas flamencas, con una letra intensa y potente. Un temazo de amor en toda regla al que la fadista, en su brevedad, es capaz de extraerle emocionantes matices, arropada por la guitarra flamenca del productor: Javier Limón.
 
 “Saudade Solta
El coro sorprende con un estribillo casi dentro de la Word music. Reminiscencias africanas y ritmo étnico en una letra que habla de arrancar “las malas hierbas” de la vida y “cosechar alegría donde se sembró tristeza. Ha sido compuesta por Pedro de Silva Martins/ Luis José Martins/

Sem Ti”.
Evocadora, con un tempo lento y los instrumentos susurrantes que permiten el lucimiento de la voz. Una hermosa letra de amor salida de la pluma de Miguel Gameiro, donde la voz de Mariza nos narra el vacío ante la ausencia del amado “Sin ti la lluvia es fuerte, sin ti la noche es oscura”. Una línea melódica con predominio del teclado, intimista e intensa vocalmente. Con un final casi una nana de amor.

 


Maldiçao (Fado clavel) Fado Cravo
Esta versión de un fado interpretado por Amalia Rodríguez, comienza en rítmica cadencia de compasillo (2x4). Es un canto al desamor, al desasosiego que producen algunas relaciones, a la lucha entre la razón y el latir de los corazones. Los que nunca están satisfechos. Que das todo y no tienes nada…En esta ocasión la composición y letra ha corrido a cargo de Amando Vieira Pinto/ Alfredo Marceneiro “Joiner”/ Fado Calvo. Esta es una composición que nos retorna la Mariza más clásica desde los primeros compases aclara que estamos en territorio lusófono. Predominio de la guitarra portuguesa en compases sincopados. Mariza demuestra una vez más que bebiendo de raíces traiciónales lleva el espíritu del fado a otros territorios donde ella es la soberana absoluta. Con reminiscencias de Amalia Rodríguez. En el disco ha colaborado como bajista Joel Piña, un joven de 95 años, acompañante de Amalia Rodrigues, para los dos temas que grabó en su día la antaño embajadora del Fado. Joel estaba deseoso de trabajar con Mariza.
 
Padoce de Céu Azul
El arpegio inicial da paso a un estribillo atípico inesperado. Un coro tribal, de africanas reminiscencias, repite como una letanía la hermosa melodía criolla (Crêtcheu, Crêtcheu) que se aleja dejando paso en un solo de la guitarra que se apaga. Un canto apasionado al Cabo Verde natalicio de Mariza. Original versión de una morna que ya había sido cantada por la lisboeta, de origen caboverdiano (y abanderada del criollo) Lura, en su disco “Corpu de Ku Alma” (2005), lanzado por el sello Lusafrica. En aquella grabación Lura interpretaba morna, funaná o batuque fusionando los aires africanos con cadencias contemporáneas occidentales. Lura fue descubierta accidentalmente cuando Juka le pidió que realizase un dueto descubriendo su potencial, el timbre profundo, y las inflexiones de su voz dulce y caústica. También Tito Paris grabó este tema en su disco “Wilhelmina” (2002) 


La Morna es un género caboverdiano que guarda relación con el fado, el tango y el lamento angoleño. Un gemido que trata de reflejar la “saudade”, la realidad insular de Cabo Verde,  la emigración forzada y la diáspora. Esta canción fue escrita por VLU (Valdemiro Ferreira) uno de los grandes músicos de la isla, autor de éxitos como “Hey Morena”(1984) o “Rua de Lisboa” La gran Cesaria Évora también ha cultivado el género, en una isla repleta de talentos como Carmen Souza, a quién ya trajimos a esta sección con su interpretación en  el Festival de Jazz.


Caprichosa
Mariza añade en este tema  cadencias del folklore más tradicional. Un tango de 1930, (aunque en las referencias aparece como Fado) interpretado por Carlos Gardel y compuesto de Floilán Aguilar. (aunque en otras reseñas asienten como autor de la letra a Alfredo Le Pera y Gardel a la partitura)  Fondo sonoro de guitarra portuguesa, con ecos que nos hacen imaginar paisanos bailando siguiendo el compás. La versión del zorzal criollo mantiene el aroma de arrabal rioplateño, Mariza lo traslada a su terreno y la habita de música tradicional alentejana.  A pesar de la evolución que se produce en este disco, la lisboeta no abandona su terruño, introduciendo estos ritmos que tanto agradan en los directos y el público acompaña con palmas, ritmos que en su voz trascienden desde lo tradicional para convertirse en referente universal. Mariza es ecléctica y su voz se ha mixturado con artistas como Sting, el flamenco Miguel Bóveda o la soprano Kiri Te Kanawa. En este caso el tango y el fado se hermanan en su espíritu, sentimiento y brumas de puerto. Nada mejor que un tango que habla de Portugal.





"Paixao"
Esta tremenda balada es el buque insignia de la grabación. Una melodía compuesta por el compositor, cantante y productor Jorge Fernando, (de quien grabó “Chuva”) que fluye hacia un estribillo donde el coro crece y se pregunta “como apagar esta pasión” Prima la guitarra, efectiva y de técnica apabullante. El vídeo promocional, grabado en las doradas planicies del Alentejo es de una belleza excepcional.
 
Anda o Sol na Minha Rua.
Un fado robusto grabado por la clásica Amalia Rodríguez. Fado en estado muro, tamiz en la guitarra portuguesa. Un fado visceral, desde las tripas. Escrito por David Mourao-Ferreira y música de Fontes Rocha. Mariza acelera ligeramente el tempo de la original y dota de colorido el tema, apoyada en los arreglos de cuerda. Un recuerdo de las callejuelas lisboetas huérfanas de sol de la infancia. Una vez mas “el profesor” Joel Pina en el bajo portugués y sus notas melancólicas.

"Adeus"
Cabral do Nascimento y el guitarrista Pedro Jóia escribieron esta “Mañanas serenas, pálidas. Días sin sol”. Teclado y percusión llevan de la mano la potente voz de Mariza con interludios de guitarra para una canción de una gran belleza. Tempo relajado en un tema para disfrutar. Reminiscencias flamencas en las notas de guitarra para la voz afelpada de la lisboeta.
 
Missangas
Folclore luso, sonido de la tierra para un tema que habla de una chica “con el cabello recortado y cuentas de colores” que va a buscar agua a la fuente. La Mariza mas festiva y bucólica se resiste a apagarse.

Sombra.
Repite el autor Jose Fernando en esta “Sombra”, donde “la soledad infinita” lleva a una nostálgica partitura. Aquí la melancolía de la guitarra es la guía en simbiótica unión con la voz

Meu Amor Pequenino
Una nana inmensa, un regalo de lujo del autor Paulo Abreu Lima, dominada por el teclado cristalino de Rui Veloso, donde la artista susurra a su pequeño (Martín) para llevarlo al mundo de los sueños. La nana que todas las madres querrían cantar a su hijo.

Dorme, dorme meu menino
Nos sonhos que a vida tem
Mas guarda de sempre un cantinho
Ao colo de tua mâe

Mundo es un avance significativo en el sendero de la cantante portuguesa. Un trabajo realizado con mimo y con amor. Canciones para compartir, casi como en un susurro. La misma calidez con que se canta al hijo antes de dormir…