lunes, 19 de diciembre de 2016

Vozes Alfonsinas. Centenario do Arquito Distrital de Évora


Dentro de los Conciertos Conmemorativos do “Centenario do Arquito Distrital de Évora”, uno de los más interesantes eventos fue la interpretación de esta agrupación especializada en modos medievales y en rescatar antiguas partituras. Comenzó el concierto con una epístola cantada llamada “tropo” que estaba extraída del “Misal de Mateus” que estuvo en uso en la región de Braga durante el siglo XII. Un potente comienzo este “Tropo Gaudeamus”, que ya introdujo al público en las cadencias propias de la época, que estos músicos dominan y saber hacer llegar. Estos “tropos” consistían en unos breves textos con música, que se interpolaban durante el oficio litúrgico. Cuando más tarde comenzaron a ser recitados, alternativamente por el cantor y el pueblo, constituyeron el origen del “drama litúrgico”. A finales del siglo IX evolucionaría, dando lugar a los autos sacramentales. Los orígenes del “tropo” se hayan, probablemente, en el canto del “Aleluya”, incorporando con frecuencia antiguos melismas de origen griego y romano. Una narración (única superviviente de la liturgia medieval) que trata sobe el traslado del cuerpo de San Vicente a la Sé (Catedral), sirvió al grupo para interpretar un “excerto” (fragmento) do Oficio Lisboeta, fechado en el siglo XIV, que estos músicos ejecutaron con su proverbial conocimiento de las estructuras de la época, trasladando al público a catedrales románicas y envolventes aires medievales. No era interpretado desde tiempos de Felipe II, lo que da cuenta de la importancia de este hito. 


El responsorio anónimo “Ut cum sacrum passu gravi” Esta obra ha sido encontrada recientemente en el “Arquito da Casa da Moeda”, única superviviente de las distintas Casas de la Moneda” que existían en el vecino país, con lo cual constituía una primicia, imaginamos que apasionante para los espectadores lusos que llenaban el Teatro.
Luego vino el tiempo de las “Polifonías do Santoral”, con la elección del monje benedictino Aymeric Picaud y su”Ad Honores fegis summi”. Picaud fue el autor de la primera guía turística de la historia, incluida en el Codex Calixtinus.


A dos voces se impregnó el recinto del Teatro García de Resende.  Un “Verso para Santiago de Compostela” en esta ocasión del Siglo XII, y otro himno (Exultat celi curia), para San Bernardo, que fue encontrado en Arouca. Se trata de la pieza polifónica portuguesa mas antigua que se conoce, “Exultat Celi Curia), lo cual ya era un primicia y un aliciente para los aficionados.
También se ejecutaron un Ofertorio cisterciense de Alcobaça (cuya melodía ya había sido utilizada por el Rey Alfonso  para una Cantiga de Santa María), titulado “Recordare Virgo Mater” y monodias y polifonías de Lorvâo, (Benedicamus Domino) Leiria (Kirie Christ Cuius) y Évora. Don Dinis y sus canciones de trovadores llenaron de aires del medioevo el recinto, con aportaciones alegres y vitalistas (Com´eu en dia de Pascoa, Quer´eu em maneira de proençal, etc)

El motete sustituyó las cadencias medievales, seguido de varias polifonías del sublime “Cancionero de Elvas”, una de las fuentes más importantes de música profana, que contiene tanto obras en portugués como en castellano. Descubierto por el musicólogo Manuel Joaquin en la Biblioteca Municipal de Elvas, es uno de los cuatro cancioneros que han llegado hasta nosotros. Dos piezas del violagambista sevillano Gonzalo de Baena y su hijo, Antonio de Baena, (en estreno absoluto. Gonzalo fue el autor del libro “Arte Novamente Inventada Pera Aprender a tanger”, escrito para tecla e impreso en Lisboa en 1540. Imprescindible para el repertorio de la tecla en el Renacimiento. Un músico que acabó siendo Marques, en base a sus esfuerzos de guerra y abandonó la música.

Del vihuelista valenciano  Luis Milán, de su libro “El Maestro, se extrajo la “Fantasía”. En estas obras, Milán demuestra un estilo contrapuntístico muy maduro, cercano a ala  improvisación.
Durante la segunda parte del concierto la tendencia se acercó más al Renacimiento.  A continuación y del “Cancionero Masson”, un excelente anónimo titulado “Senhora quem vos disser”, tras el cual se desgranaron otras “Endechas de Canarias” tambien anónimas.



Vozes Alfonsinas están ligados estrechamente a la investigación y difusión de la musica medieval y del Renacimiento, en relación a al cultura portuguesa. Su grabación inicial sacó a la palestra las canciones del trovador gallego Martin Codax: As Melodías de Martín Codax (1998). Otras de sus grabaciones son “El Tiempo de los Trovadores”, (Cantigas de Milagre, Estremoz), Cantigas de Amigo) etc. “Seul Plaisir Mon”, basado en el Códice 714 de la Biblioteca de Oporto y dedicado a la liturgia bracarense. Ha realizado diversas giras mostrando el acervo cultural luso. Un terceto  anónimo “Na Fonte está Lianor, del Cancionero Masson, sirvió para rematar el programa. La agrupación consta de los siguientes músicos. Susana Teixeria (Mezzo), Gonzalo Pinto (tenor) Sérgio Peixoto (tenor), Victor Gaspar (barítono), Madalena Cabral (viola de arco y rabel), Nuno Torka (laud, vihuela) Manuel Pedro Ferreira (dirección). La vocación de Vozes Alfonsinas es la recuperación de la música y la memoria pérdidas del vecino país.
 



jueves, 15 de diciembre de 2016

Animales Fantásticos y donde encontrarlos.

                                 
 
No han sido pocas ocasiones en las que, participando en tertulias radiofónicas donde se daba un repaso la cartelera semanal, al llegar al espinoso terreno de las películas denominadas “infantiles” nos hallamos en una tierra de nadie. En ella, el silencio, la salida de tono o el mohín de menosprecio eran la moneda más corriente. Por una parte el progrecultureta de turno, que  traía aprendidos intraducibles nombres de directores; lo más exóticos posibles; de filmografías vagas e inasequibles, para lucimiento de su militancia. Por otra, el cinéfilo académico, cuya propuesta se apuntala en la teoría de que el buen cine terminó de realizarse en los años setenta y que “todo lo demás es sueño y los sueños, sueños son”. El sesgo final consistía en pasar de puntillas e ignorar la cinta, cuando la realidad de la función era; con frecuencia; la falta de conocimiento acerca de ésta y su no-visionado por parte del personal. Tocaba de hacer de abogado del diablo y recordar al foro que estábamos hablando de un género con todas sus particularidades, estilemas y requisitos, y había que juzgarlo por su calidad o falta de ella. Nunca por su adscripción generacional. Tarea harto difícil cuando el resto de la concurrencia no había visionado ninguna obra de estas características. 
Siempre me ha encantado el cine mal denominado “infantil”. 
Es por ello, que defiendo a capa y espada cualquier intento de ninguneo. Con mayor intensidad si el comentario nace desde los abismos del desconocimiento, o la carencia de información. 

El fenómeno de Harry Potter es una franquicia que ha reventado las taquillas y conseguido; a nivel de industria; unos ingresos exitosos y deseables para cualquier producción. Lo ha conseguido en base a la construcción de un universo perfectamente reconocible por los aficionados, pergeñado de una imaginería prodigiosa, introduciéndolos en otra realidad fascinadora, donde el humor, la oscuridad y la fantasía se dan la mano con precisión y creatividad. Los “frikies” de la saga, conocen perfectamente los nombres, situaciones y anécdotas que rodean este mundo, cuyas versiones cinematográficas; nacidas de los libros de J K Rowling, han enriquecido notablemente el imaginario colectivo del original literario. El cosmos "potteriano", es ya una entidad pon derecho propio. Una de esas enriquecedoras cosmogonías, que pocos autores consiguen llevar a término, Equiparable al mundo de Narnia imaginado por C S Lewis, o a la épica tolkeiniana de "El Señor de los Anillos". 

Este firmamento literario maneja un lenguaje propio (dementores, mortífagos, muggles, quiddicth, No-majs. Pero también ha creado personajes icónicos reconocibles en sus actos, y en muchos casos por su no presencia, como el oscuro villano Voldemor. La panoplia de secundarios es prodigiosa y esta perfectamente definida en sus personalidades y actitudes, siendo una de las claves de su éxito mediático. Cualquier seguidor reconocería al profesor de pociones atormentado: Severus Snape (excelente Alan Rickman), podría encontrar en un mapa el lugar donde habita el fantasma de Myrtle “La Llorona”, reconocería el lenguaje (Parsel) que utilizan las serpientes o gustaría de acariciar el leal Hipogrifo, mascota y amigo del protagonista. Pero es que además el mapa del mundo  de Potter tiene vida propia. Está lleno de lugares, ya venerados por los fervientes seguidores, como el fabuloso castillo de Hogwarts, la escuela de magia; el anden 9 y ¾, la puerta al mundo alternativo, o el irrepetible callejón Diagon, centro comercial donde conviven o encuentran sus pócimas y varitas los protagonistas. Amén de la andrajosa posada “El Caldero Chorreante”. 
Por no hablar del desfile de criaturas: duendes domésticos, acromántulas, banshees (extraídas del folklore irlandés), el terrible basilisco, o el anhelado bicornio, cuyo apéndice es usado para pociones. Las películas de la Saga Potter tuvieron el acierto de ir creciendo con sus espectadores, de ir haciéndose más oscuras y ambivalentes. En definitiva, alejándose de cualquier etiqueta del cine denominado “infantil. 
De ahí el peligro de que esta “herejía”  de precuela, fuera arrojada al tormento y al fuego por los adoradores del original y masters en “potterología”.

David Yates había realizado; entre otras; la entrega que resultó más floja de la saga “Harry Potter y la Orden del Fénix”, debido a su escasa impronta autoral. Sobre todo en comparación con la huella que Alfonso Cuarón imprime al mago en “Harry Potter y el Prisionero de Azkaban”. En esta precuela del fantástico firmamento (ya no hogwartiano, sino ilvermornyano), ya que el protagonista (un irritante Eddie Redmayne), llega a una suerte de Ellis Island, con una maleta cargada de animales prohibidos y consigue pasar la aduana. Los diálogos sobre las escuelas de magia (Hogwarts e Ilvermorny) y las diferentes visiones del mundo de los magos británicos y norteamericanos, dan lugar a líneas de texto sarcásticas e inteligentes. Continuando con la mejor tendencia de esta Saga. El diseño de producción, recreando escenarios de los años 20 es uno de los aciertos de un guión, abocetado para mostrarnos otro rostro de esta mitología y; sin duda; captar a nuevos adeptos a la causa potteriana. A nivel actoral, destacar la lúcida y encantadora interpretación de la cantautora indie y pianista Alison Sudol, que compone un personaje fascinante (una Betty Boop telépata), la sobriedad de Catherine Waterson (Michael Clayton, Steve Jobs), compañera de aventuras del mago recién llegado, la correcta perfomance del siempre eficiente Collin Farrel y la (excesiva) expresión corporal de Eddie Redmayne. 



Añadir la presencia icónica de John Voight, y un "tuneado" e irreconocible Ron Perlman, como el taimado globlin  Gnarlack. A nivel infográfico, poco hay que decir. Desde la primera película de la serie el derroche visual ha sido la marca de la casa. Reseñar el fabuloso mundo-maleta, las asombrosas y divertidas criaturas que dan título la cinta, el “tuneo” de Ron Perlman, las escenas de persecuciones, los momentos mágicos. 
Todo esta cuidado al máximo para hacer creíble el opulento firmamento de la escritora J K Rowling. Conserva el film los rasgos primordiales de la saga genésica, aunque se pierde esa antigua tradición británica en aras del nuevo “mundo”. La literatura juvenil es suplantada por la iconografía del “Chicago años 20”. Las tabernas laberínticas se transforman en garitos casi “gansteriles”, habitados por goblins, flappers y cantantes de jazz antropomorfas. Locales donde el encanto de la Ley Seca y el contrabando están a la orden del día. El mundo moderno engulle el humor casi montyphytoniano de sus predecesoras. Retazos de la screwball comedy, iluminan los; antaño; tortuosos callejones Diagon,  Los planos regalan un cielo pleno de rascacielos frente a los nauseabundos pantanos y páramos irlandeses de entregas anteriores. Desaparecen las referencias y juegos de palabras (vía Lewis Carrol), para mostrar un mundo más diáfano (al menos en la superficie) y menos metaliterario. Aunque bebiendo directamente de las criaturas imaginadas por el escritor británico.  




También desaparecen escenarios clásicos (y ya fetiches), como las impresionantes escaleras-biblioteca (aunque siempre nos quedará visitarlas en Oporto). Gran parte del mérito es del director de fotografía Phillippe Rousselot (The Nice Guys). Si allí, el neón era la coartada,  aquí es capaz de recrear un Nueva York a caballo entre otro mundo, jugando en la paleta cromática con pinceladas de sepia/gris. 
Le apoyan en esta terna el diseñador Colleen Atwood, recreando con esplendor una época atemporal y casi onírica en el vestuario. La arquitectura vintage nos remite al "Brasil" de  Terry Gillian, y la ciudad en contrapicado homenajea "Luna Nueva" de Hawks (aunque en versión Steampunk). El diseño de Gotham City también tendría algo que decir a este respecto. 


El guión no pierde de vista los referentes británicos, Como en la charla en que se hace referencia al profesor de Hogwarts; August Dumbledore. Metaliteratura flagrante. A cambio se ofrece un Bestiario al uso medieval (o a lo Georges Lucas), que promete nuevas entregas, con criaturas fabulosas (vía Roald Dahl, autor seminal de "Los Gremlins"), inquietantes o tremendamente divertidas. como "Pickett" el insecto/palo que utiliza el protagonista como mascota. Sin olvidar el divertido topo cleptómano. utilizado como Macguffin
El argumento deviene parábola macartiana  sobre la “caza de brujas”, donde los que son diferentes tienen que ocultarse, donde no faltan los fanáticos seudo-religiosos con sus panfletos sectarios, la disfuncionalidad, o la amenaza de la guerra. Un sello que ya caracterizara la “era Potter” y continua vigente en este spin-off que transcurre en los felices años veinte, sin olvidar la reivindicación animalista o la denuncia de los malos tratos. Newt Scamander (que tan sólo aparecía en un mapa de "El Prisionero de Azkaban", lucha por que no se extingan estas fabulosas especies.
Macusa, el organo gubernamenta,l es una especie de “Gran Hermano” que trata de expandir sus telarañas, controlando el mundo mágico y; por ende; el mundo de los “No-majs”. 

El epílogo, con la breve aparición-cameo de Johnny Deep como Grindelwald, es la oferente promesa de futuras entregas en clave de franquicia. Esperemos disfrutarlas (como niños). 
La excelente Banda Sonora de James Newton Howard, consigue expresar los momentos tenebrosos, mixturados con la clásica aventura. Destaca la utilización de coros, que en alguna nota remiten al epílogo de Eduardo Manostijeras, y el recurso de modos estilísticos de la época, como  esa melodía Rag-Time al piano que acompaña alguna escena. Incluye un tema escrito por Rowling y Mario Grigoro, del mas destilado sabor "flapper", titulado Blind Pig. Después de los compositores William Ross, Patrick Doyle, Nicholas Hopper y Alexandre Desplat, el músico tenía una difícil tarea, tomar el relevo del maestro del Score “John Williams.
La grabación de la banda sonora se realizo en los Estudios Abbey Road en Londres, Inglaterra, con una orquesta compuesta por 97 músicos y un conductor. La BSO utiliza escasamente un prometedor “leiv motiv”. La ambientación sonora de la época es correcta y el uso de los coros, emocionante, logrando transmitir las emociones de los personajes con precisión.







Lo mejor: "Las criaturas mas feroces del planeta, son los seres humanos".
                  Que promete mas oscuridad para próximas entregas.
                  Que este universo va a crecer totalmente independiente de sus                        orígenes
                   La sorpresiva interpretación; casi naif; de Dan Fogler.
Lo peor:  Que a Remairke se le haya quedado actitud de Quasimodo desde                    que interpretó  a Stephen Hawking, y mire a la cámara en scorzo.

                 Que todavía piensen que estas son películas para niños.
















miércoles, 14 de diciembre de 2016

Tres Recuerdos de mi Juventud. Arnaud Desplechin

                 





“Trois Souvenirs de ma Jeunesse”, es una pasional producción francesa, donde esta presente esa querencia del autor (Arnaud Desplechin) por el personaje literario y la sombra alargada de Truffaut. El francés no se corta a la hora de desectructurar la narración o de marchar contra el guión, con profusión del uso de la máscara (y viñetas) para destilar estados de ánimo, con narrador omniescente o recurriendo al actor dirigiéndose a cámara en el más académico distanciamiento “brechtiano”. Las peripecias evocadoras del personaje (excelente y sobrio Quentin Dolmaine) pasan por una infancia sin cariño paterno, una; casi aventura de espías en la guerra fría; para desembocar en el nudo gordiano de su vida: su arrebatada relación con Esther, a la que da vida una sorprendente y joven Lou Roy-Lecollinet. La elección narrativa de Desplechin es como una ruleta rusa que distancia del discurso al espectador no entregado, o al adocenado acostumbrado a la duración estándar de una película y el “tempo” palomitero. Su sendero al margen de lo convencional, sorprende (o aleja) al neófito espectador de este amor “fou” contracorriente. 

La radiografía de un primer amor; dionisíaco y elegíaco al tiempo; aderezada con leves retazos de aventuras adolescentes, gravita con entidad propia sobre el resto de flashback que se ofrecen casi de guarnición (o Macguffin) para el primer plato de este chef a contracorriente. Paúl Dédalus, el protagonista de la historia, no es un primerizo en la ficción cinematográfica. Ya en 1996, este Dédalus (casi un alter ego) aparecía en Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle). El personaje de Esther podría tener reminiscencias (en modo nínfula) de aquella Emmanuelle Devos, que protagonizara la precuela. Tiene este plato un sabor a “NouvelleVague”, a un primerizo Jacques Rivette, pleno de elipsis, de rupturas argumentales, de experimentación outsider y estructura laberíntica, con balbuceos casi de improvisación en la sala de montaje. Retoma el director a su actor-fetiche, un impasible Mathieu Amalric, que nos conduce a través de su viaje iniciático en una era pre-internet en la que los adolescentes cool escriben misivas (o las leen directamente a cámara) como retrato de una generación.
 “Tres Recuerdos de mi Juventud”, es una creación claramente “française”, con todo lo que esto conlleva frente al espectador. Un retrato de vida bohemia, en narración “interrutpus” y con querencia de la elipsis. Un tríptico vital con relación epistolar, utilizando la banda sonora de forma casi no perceptible, pero imprescindible y ecléctica banda sonora que mixtura el mundo clásico con el pionero del “funk” George Clinton , dinamitando géneros y lógica narrativa.  Esta herida del primer (y quizás único) amor de Dédalus, le acompañará toda su vida hasta la eclosión final, como en una catarsis a destiempo y casi inútil. Narración de remembranzas y nostalgias, con reminiscencias del “tiempo perdido” proustiano (o del Anthony Doinel o el estudiante de Georges Pérec en “Un Hombre que Duerme”) y ¿porqué no, del Roquentin protagonista de “La Naúsea”. Este film esta impregnado de la querencia del imaginario francés por el artista/intelectual/amante y el amor desbordado, anegado por la corriente. Un amor mayor, si cabe, al concepto mismo del sentimiento arrebatador e idealizador que a la realidad del objeto amado. 
Sin obviar el ramalazo sado-anímico de que se nutre el protagonista: “En general me molesta la inteligencia en las mujeres. Me parece demasiado vulgar”. Caldo de cultivo para la dependencia emocional de Esther y el enriquecimiento del ego depresivo y atormentado de Paul Dédalus. 
El director muestra en breves pinceladas el devenir del tiempo, la caída del Muro de Berlín, los hombres pájaro de Pentecostés, durante los estudios de Antropología, la mención a Trosky en el piso donde lo acogen, etc. Citas que le sirven como referencia de una generación y al mismo tiempo de linea temporal narrativa. 
Gran trabajo de fotografía (Irina Lubtchansky), de amplia paleta cromática que arranca lo mejor de la gestualidad (o inexpresividad) de los juveniles rostros o la abrupta geografía facial de Amalric. Obra desprejuiciada; y con algo de circense trapecio;  mixtura de aliento bergmaniano y comedia satírica con evocaciones de Joyce (el protagonista de Ulises y Retrato del Artista Adolescente se apellida Dedalus), conduce al espectador a un sendero donde el amor es una herida de fuego candente que nunca acaba de cerrarse. Un Mathieu Amalric excepcional, secundado por jóvenes promesas. Un poema emocionante, envuelto en apariencia de “matroskas” y capas sucesivas, que nos  habla sobre la persistencia de la memoria, sobre aquello que nunca nos abandona, sobre la debacle del mundo adulto incursionando en el amor adolescente. Ese equipaje que estamos condenados a llevar de por vida, aunque hallamos perdido las maletas, y el verbo ya no sirva para expresar nuestra alma.


Tres Recuerdos de mi Juventud. Cine Club en el C.O.C

Casi como colofón al ciclo ofrecido en el C.O.C. por el Cine Club Badajoz, se proyectó esta pasional producción francesa “Trois Souvenirs de ma Jeunesse”, donde esta presente esa querencia del autor (Arnaud Desplechin) por el personaje literario y la sombra alargada de Truffaut. El francés no se corta a la hora de desectructurar la narración o de embestir contra el guión. 
Hay profusión del uso de la máscara (y viñetas) para destilar estados de ánimo, con narrador omniescente o recurriendo al actor; dirigiéndose a cámara; en el más académico distanciamiento “brechtiano”. Las peripecias evocadoras del personaje (excelente y sobrio Quentin Dolmaine) navegan por una infancia sin cariño paterno. Entrelazada con una leve aventura de espías adolescentes, para desembocar en el nudo gordiano de su vida: su arrebatada relación con Esther, a la que da vida una sorprendente y joven Lou Roy-Lecollinet. 

La elección narrativa de Desplechin es como una ruleta rusa, que distancia del discurso al espectador no entregado, o al adocenado acostumbrado a la duración estándar de una película y el “tempo” palomitero. Su sendero, al margen de lo convencional, sorprende (o aleja) al neófito espectador de este amor “fou” contracorriente. La radiografía de un primer amor; dionisíaco y elegíaco al tiempo; aderezada con leves retazos de aventuras postpúberes, gravita con entidad propia sobre el resto de flashback que se ofrecen casi de guarnición (o Macguffin) para el primer plato de este chef a contracorriente. Paúl Dédalus, el protagonista de la historia, no es un primerizo en la ficción cinematográfica. Ya en 1996, este Dédalus (casi un alter ego) aparecía en "Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle)". 
El personaje de Esther podría tener reminiscencias (en modo nínfula) de aquella Emmanuelle Devos, que protagonizara la precuela. Tiene este plato un sabor a “Nouvelle Vague”, a un primerizo Jacques Rivette, pleno de elipsis, de rupturas argumentales, de experimentación outsider y estructura laberíntica, con balbuceos casi de improvisación en la sala de montaje. Retoma el director a su actor-fetiche, un impasible Mathieu Amalric, que nos conduce a través de su viaje amoroso-iniciático en una era pre-internet en la que los adolescentes "cool" escriben misivas (o las leen directamente a cámara) como retrato de una generación. “Tres Recuerdos de mi Juventud”, es una creación claramente “française”, con todo lo que esto conlleva frente al espectador. Un retrato de vida bohemia, en narración “interrutpus” y con querencia de la elipsis. Un tríptico vital con relación epistolar, utilizando la banda sonora de forma casi no perceptible, pero imprescindible, una ecléctica elección, que mixtura el mundo clásico con el pionero del “funk” George Clinton, dinamitando géneros y lógica narrativa. Esta herida del primer (y quizás único) amor de Dédalus, le acompañará toda su vida hasta la eclosión final, como en una catarsis a destiempo y casi inútil. Narración de remembranzas y nostalgias, con reminiscencias del “tiempo perdido” proustiano (o del Anthony Doinel o el estudiante de Georges Pérec en “Un Hombre que Duerme”) y ¿porqué no?, del Roquentin protagonista de “La Naúsea”. Película impregnada de esa querencia del imaginario francés por el artista/intelectual/amante y el amor desbordado, anegado por la corriente. Un amor mayor, si cabe, al concepto mismo del sentimiento arrebatador e idealizador, que a la realidad del objeto amado. Sin obviar el ramalazo "sado-anímico", de que se nutre el protagonista: “En general me molesta la inteligencia en las mujeres. Me parece demasiado vulgar”. Caldo de cultivo para la dependencia emocional de Esther, para el enriquecimiento del ego depresivo y atormentado de Paul Dédalus.


El director muestra en breves pinceladas el devenir del tiempo, la caída del Muro de Berlín, (los hombres pájaro de Pentecostés, durante los estudios de Antropología), la mención a Trosky en el piso donde lo acogen, etc. Citas que le sirven como referencia de una generación y al mismo tiempo, de linea temporal narrativa. Gran trabajo de fotografía (Irina Lubtchansky), de amplia paleta cromática que arranca lo mejor de la gestualidad (o inexpresividad) de los juveniles rostros, y de la abrupta geografía facial de Amalric. Obra desprejuiciada; y con algo de circense trapecio; mixtura de aliento bergmaniano y comedia satírica con evocaciones de Joyce (el amigo del protagonista de "Ulises" y "Retrato del Artista Adolescente" se apellida Dedalus), conduce al espectador a un sendero donde el amor es una herida de fuego candente que nunca acaba de cerrarse. 
Un Mathieu Amalric excepcional, secundado por jóvenes promesas. Un poema emocionante, envuelto en apariencia de “matroskas” y capas sucesivas, que nos  habla sobre la persistencia de la memoria. Acerca de aquellos sentimientos que nunca nos abandonan. Nos aproxima a la debacle del mundo adulto incursionando en el amor adolescente. Ese equipaje que estamos condenados a llevar de por vida, aunque hallamos perdido las maletas, y el verbo ya no nos sirva para expresar nuestras almas.


lunes, 5 de diciembre de 2016

Coro Amadeus. Ciclo: Carmina Antiqva. Músicas para un año jubilar. Guadalupe 2016. Salón de Plenos de Diputación de Badajoz

                  



El Concierto que ofreció el Coro Amadeus en el hermoso Salón Plenos de la Diputación de Badajoz, supone el epílogo del Ciclo “Carmina Antiqva”. El programa posee el atractivo de estrenar obras rescatadas de los archivos del Monasterio de Guadalupe. Partituras nacidas en nuestro terruño y ahora sacadas a la luz, tras arduo (y con certeza satisfactorio) trabajo. Uno de los grandes compositores del Renacimiento y de la música sacra española; el sevillano Francisco Guerrero; principió la interpretación de Amadeus con el “Dúo Seraphim”, de reposado concepto y hermosas melismas. Se aprecian en esta obra ese recogimiento místico característico del autor, amante de las texturas homofónicas, que en este motete; de motivos bíblicos; alcanza momentos sublimes, interpretados por la habitual calidad y empaste vocal del coro. Para este programa; casi monográfico de autores de vocación religiosa; salvo Palestrina que estaba casado; la agrupación eligió atrevidas armonías a ocho voces o dos coros. El motete permite un mayor grado de libertad artística al autor, condición que casi lo convirtió en un género experimental en la polifonía religiosa, al que Josquin des Prés daría el formato definitivo. La Escuela Veneciana utilizaría el Motete policoral con creación de efectos espaciales, ecos, etc. Guerrero fue un maestro en estas lides, dejando a la posteridad más de un centenar de Motetes. Guerrero había jugado con la fiesta de la “Trinidad“ para elegir “tres” coros y doce voces para este texto.


Sanctus Dominus Deus Saboath.
Plena est omnis terra gloria ejus.

Tres sunt, qui testimonium dant in coelo:
Pater, Verbum et Spiritus Sanctus:
et hi tres unum sunt.
Sanctus Dominus Deus Sabaoth.


Francisco Guerrero es como un viaducto histórico entre Morales (su maestro) y el autor de la siguiente obra del programa: Tomas Luis de Victoria. Este abulense se encuentra llamando a las puertas del primer Barroco, siendo alumno del siguiente compositor a escena, el sublime Palestrina, cuyo estilo aprendió a “plagiar”. Del primer libro de este clérigo: "Libro primero de Misas y Salmos," (Venecia. 1576), se interpretó la Antífona mariana “Salve Regina” (apenas diferían en esta época del Motete) a ocho voces mixtas y doble coro. (Órgano añadido en 1600). No hay división en partes ni alternancia con las invocaciones gregorianas como si sucede en la Salve Regina a 5 del mismo año. Hay alternancia entre versos cantados por un coro e imitativos (como “Et Jesum”) y otros a dos coros (“Eia ergo”, “O Clemens”) en estilo homofónico. En algunas referencias aparece esta obra como reseñada en el Segundo Libro, dedicado al Príncipe de Baviera, publicado en Venecia (Ángel Gadán) en 1576. Curiosamente existe una adaptación anónima para laúd, de un manuscrito del siglo XVII. 



Se trata de una obra hermosa y densa, resuelta por la agrupación con brillantez y profundo sentimiento. Nada extraño teniendo en cuenta el pensamiento musical de Victoria, cuya arquitectura musical; pulida una y otra vez; estaba dirigida “ad Dei Gloriam majorem”. El resultado es esta enorme y atemporal pieza de polifonía litúrgica, donde se utilizan pasajes grandiosos con los recursos de ambos coros, contrastes y secciones que manejan pocas voces, y que el autor dividió en siete secciones. El Oficio Divino era menos florido y tenía menos piezas polifónicas en la época de Victoria, un autor que prefiere construir la música sobre fuentes "regocijantes e implorantes antes que sobre la gravedad y el dolor".
La magnificencia sonora de las ocho voces se presenta como solución lucida ante las nuevas corrientes declamatorias que buscaban la accesibilidad de los textos religiosos, planteando esta alternancia antifonal entre dos coros. La petición de los fieles; ante aquellas obras que deleitaban el oído, pero eran ininteligibles para la razón; propició que autores como Palestrina y Victoria crearan respuestas sonoras al clamor de los fieles. La profecía musical de Victoria (algo manierista) adelanta la expresividad barroca, sublimando el dramatismo y el ascetismo heredados de Palestrina, traspasando las fronteras del Renacimiento polifónico.


Los Motetes del prolífico Palestrina se caracterizan por destilar estados de ánimo y utilizar variedad de técnicas. El coro hizo una hermosa interpretación de uno de sus "laudates, el difícilmente escuchado “Laudate Dominun in sanctis eius”. Palestrina logró conjugar la estética del gregoriano con la técnica francoflamenca en un concepto claramente reformista y “trentiano” de lo musical.

 

La “segunda” parte del Concierto regaló al respetable la rescatada obra de  Fray Melchor de Montemayor, conocido para el mundo como Melchor Cabello, uno de los compositores que actuaron en la Catedral de las Palmas y el más antiguo del que se conserva la música en este recinto. De este organista jerónimo, que tomó los hábitos a los 28 años, se desgranaron dos obras el responsorio “In Manus Tuas” y el invitatorio de Navidad “Christus Natus est Nobis”. Dedicado a la labor de componer y enseñar música, tuvo muchos discípulos, dándose por completo a la música y a permanecer en su celda. Su obra se recoge en cuatro volúmenes de atril, que desaparecieron del Monasterio de Guadalupe. Existen obras en El Escorial y publicadas por Hilarión Eslava en la Lira Sacro-Hispana. Polifonista y policoralista con cerca de medio millar de obras. Alguna de marcado interés folklórico, componía cada año villancicos para los músicos de su capilla. Fue reemplazado en Las Palmas por Joaquín García que llegaba con desenfadadas partituras de aroma diechicochesca. Sobre su persona de encuentran diversos errores históricos como “que tomo el hábito a avanzada edad” y otros en los que por la particularidad del contexto, no nos extenderemos.


Estilísticamente el concierto da un quiebro con la incorporación de obras condicionadas a la temática “popular,” en  villancicos con tono a lo divino. Se aleja un poco de la majestuosidad de las obras de Palestrina o Victoria para acercarse  a la “chanza” con todo su concepto festivo y “ligero”. La ornamentación, con incorporación del clave (Jose Luis Pérez) y de los violines (Marutxa Vázquez/Miguel A. Navarro) contiene instantes con un “aire” netamente barroco. Especialmente emotivo el estribillo “Eso de quedar iguales, amo y criado”. Un paso más en esa obra que lleva a cabo esta agrupación en la recuperación de nuestras raíces musicales.
 


Fray Manuel del Pilar está considerado el compositor de mayor fecundidad creativa del XVIII en Guadalupe. Sobre él también existen errores históricos como nacerlo de Zamora, cuando era de Aliaga, (Teruel). Con 300 obras conservadas, las cuales incluyen 36 cantadas de Navidad donde experimenta en el terreno de la tonalidad. Alonso Gómez extrae, directamente de los manuscritos originales, los villancicos “Un Maestro de Capilla” y “A Belén a ver al Niño”, compuestos por este “Manuel Piquer” de mundano nombre. Ya el Coro de la UEX había grabado obras de estos dos maestros jerónimos en su CD del 2006. Este autor recorre con facilidad todas las partes de la liturgia, villancicos, letanías, vísperas etc. También fue un notable poeta y letrista. Al día siguiente la agrupación partía para el Monasterio de Guadalupe. Escuchar estas composiciones revividas en el lugar  donde se gestaron después de tantos siglos, es sin duda, una experiencia inolvidable.

jueves, 1 de diciembre de 2016

AFFETTI AMOROSI. XII CICLO DE CONCERTOS “MÚSICA DO INVERNO”. CONVENTO DOS REMÉDIOS DE ÉVORA

                        





Es todo un lujo para cualquier melómano escuchar una agrupación de estas características. Lo es por la calidad de las intérpretes y también por la originalidad de la mezcla instrumental. Es inusual escuchar un "consort" tan atípico como el presente, que no se encuadra en ninguna de las categorías, y que incluye entre sus instrumentos la viola de gamba con su melancólico y evocador timbre. Lo es, aún más; si se acompaña de guitarra barroca y tiorba. En escasas ocasiones se deleita el público de estos instrumentos conjuntamente. Ciertamente existen agrupaciones que se aproximan al periodo Barroco/Renacimiento, utilizando instrumentos y cuerdas de tripa de oveja, con los consiguientes problemas de afinación en lugares húmedos o con climatología adversa, que les obligan a estar ajustando constantemente los instrumentos. 

Este trío de féminas, es una verdadera rareza. No es fácil escuchar, como dije, una viola de gamba. Si además se interpreta con la técnica y la precisión de Carmina Repas Gonçalvez, es un verdadero regalo para los sentidos. Para abrir el programa (y jugar con ventaja, sin duda) se eligió al ínclito laudista John Dowland y su conocida obra “Come again:Sweet love doth now invite. “Ven de nuevo, dulce amor, ahora invito”. Se trata de un estándar para las agrupaciones musicales, de letra anónima y con la característica de que se trata de un SATB, es decir puede ser interpretada por voz solista o acompañada de un grupo vocal.  En música, SATB es una sigla para soprano , alto , tenor , contrabajo , definiendo los tipos de voz requeridos por un estribillo o coro para realizar una obra musical en particular. Piezas escritas para SATB (la combinación más común, y utilizados por la mayoría de las melodías de himnos ) pueden ser cantadas por coros de géneros mixtos, por coros de hombres y niños, o por cuatro solistas. Este "Come Again", es un tema dulce y amargo al mismo tiempo, dentro de la querencia melancólica del compositor británico. Además, se trata de una homofonía (Conjunto de notas musicales que se producen al unísono.) Esta pieza es tan famosa que hasta el cantante Sting ha hecho una respetable versión en su grabación “Songs From The Labyrinth” (2006). La interpretación de la agrupación fue de una belleza plena de matices.

Come again! sweet love doth now invite
Thy graces that refrain
To do me due delight,
To see, to hear, to touch, to kiss, to die,
With thee again in sweetest sympathy.

A continuación, el trío interpretó composiciones de Dowland que se pueden encontrar en el “Primer libro de Canciones”: Awake, sweet love, thou art return’d, compuesta originalmente para cuatro voces y laúd. Adopta la forma de “Gallarda”  y en la voz de Sandra Medeiros, esta cadencia melancólica, resulto una experiencia irrepetible.  Dowland fue un laudista de altibajos anímicos, casi depresivo que vertió sobre sus partituras las experiencias internas y fue un cantautor de éxito en la época. El dominio del laúd de Helena Raposo, mixturado con la voz de Medeiros arrancó instantes sublimes a las composiciones del músico isabelino, como durante la ejecución de la hermosísima “Flow my Tears”, recreando las notas largas, con una cadencia que hoy denominaríamos “New Age”. Esta pieza esta basada en una pavana con motivos comunes en la era isabelina, comenzando por un motivo lagrimeante en "La" y descendiendo hasta el “Mi”, tono por tono. La versión original era puramente instrumental y se titulaba “Lachrimae Pavan”. 



De otro británico, el compositor Robert Johnson (1583/1624) que trabajó en el teatro con William Shakespeare, era el momento de interpretar una de sus “Allemandas” para laúd. (lute solo).
Del francés Pierre Grédon (1570/1620) se interpretaron “Si Parles et le Silence” un aire de corte, de texto anónimo (Opus 31), que pueden escuchar en la grabación de “Attaignant Consort”:Le Parler et le Silence”. Esta pequeña danza está extraída de uno de sus seis cuaderno de “Airs de Cour á Quatre et Cinq Parties". Grédon, como músico de la corte de Enrique IV de Francia, compuso muchos de estos aires y ballets. A continuación se dio paso a uno de sus más destacados “aires”, titulado: Cessés mortels de soupirer (Dejad, mortales de suspirar), de clara intención danzística y desgranada espléndidamente por Sandra Medeiros.
 

Tobías Hume quedó representado por la obra “Preludio al 5º Tono para viola de gamba”. Hume luchó por promover la viola frente al laúd; que con autores como Dowland; dominaban la escena y las Cortes. Digitación, técnica y sentimiento notables en la violista Carmina Repas Gonçalvez. Una preciosa interpretación de certera digitación para un instrumento que se ha recuperado, después de perder en su día la batalla frente a la familia de los violines, debido a su menor volumen sonoro, frente; al brillo y fuerza de los  nuevos instrumentos. Pasó al olvido aplastada por la potencia del violonchelo

A continuación del organista Giovanni Stefani fue recreado con sus obras "Occhi Crudeli", "Amante Felice" y “Afetti Amorosi.” También Giulio Cacinni, el equivocado autor del “Ave María,” que en realidad no fue compuesto por él, fue representado con la gozosa “Amarilis, bella mía”, uno de sus madrigales más conocidos. Escrito en bajo continuo, esta preciosa obra es una "sprezzatura", concepto aristocrático acuñado por Baldassarre Castiglione en 1528, referido a la distancia emocional -hieratismo o desafecto- propia de la nobleza, al estilo silábico de la melodía, y al solo contradicho por los líricos melismas que adornan el último verso. Pero también al reducido ámbito de la melodía (apenas una séptima), situada en un registro relajado que permite una expresión cercana a la declamación.


El excelente y ecléctico programa se complementó, entre otras con el aria “Sweeter than Roses”. La segunda parte de "Más dulce que rosas" se basa en un ostinato rítmico de dos octavas partes las que siguen dos notas negras, los octavos siempre saltando por un tercero. En do mayor, la segunda parte es tan simple como armónicamente la primera, sin aventurarse más allá de la dominante. La repetición constante en el bajo contrasta con melodías floridas, especialmente un melisma extendida sobre "victorioso". 
La tragedia "Pausanias, el traidor de su país", es una semi-ópera con letras de Anthony Henley. También del enorme Henry Purcell  (de la semiópera “The Indian Queen”). Hay tres versiones de una de las canciones más famosas de Purcell. La tercera versión de Purcell musíca la historia del Coronel Henry Heveningham (1651-1700) que adaptó un texto que declama Orsino, un personaje de la comedia de Shakespeare Twelfth Night, traducida al español como “Noche de Reyes”.  "Si es el alimento del amor", se imprimió en julio de 1695 en el segundo libro de Deliciae musicae. Como la famosa y emotiva canción "If music be the food of love ", de la cual el trío extrajo todos los matices posibles.
Un legado musical del mejor compositor en la época de restauración de los Estuardo. Quizás el mejor compositor ingles de todos los tiempos. Un escenario irrepetible, el Convento Dos Remédios, de Evora, para una experiencia que los buenos aficionados supieron valorar. Es de agradecer el trabajo de estas interpretes para divulgar obras inmortales y mantener los cánones instrumentales y de ejecución de la época. Detrás existe una formación y una profesionalidad apabullantes.