martes, 31 de enero de 2017

El Olivo. Teatro López de Ayala/ Filmoteca de Extremadura


   


La Academia del Cine Español, con la colaboración del Teatro López de Ayala y la Filmoteca de Extremadura, ofreció este evento único dentro del ciclo Gas Natural Fenosa de Cine Itinerante, con la proyección de una de las películas nominadas a la 31 edición de los Premios Goya, presentada por David Garrido Bazán, director de la Filmoteca y la presencia de la protagonista Anna Castillo, con posterior coloquio.   

"El Olivo" es una propuesta honesta, sencilla, sentimental (no sensiblera) que navega por el océano de las emociones humanas. Sin renunciar a la amargura de temas como la reciedumbre del mundo rural, los efectos catastróficos de la crisis o la desertización del planeta. Parábola en clave costumbrista y paisaje sereno
Con predominancia de cámara en mano, naturalismo en las interpretaciones, y ese punto de locura necesaria para llevar a cabo una empresa utópica, pero necesaria para el espíritu.


"El Olivo" es un cuento postmoderno, con un aura mágica y positiva que hace prevalecer las emociones sobre el espectáculo y lo interior sobre la pirotecnia visual. Parábola que elige el naturalismo frente a la afectación (no hay más que ver la presencia de Manuel Cucala, el yayo) y el inconformismo sobre lo acomodaticio. Icíar Bollaín consigue equilibrar los momentos dramáticos y cómicos sin transición, surgiendo directamente de la cercanía de personajes con fluidez y espontaneidad para enlazar las subtramas. El espíritu de Ken Loach gravita sobre esta cinta. No sólo por la intervención de su guionista-fetiche: Paul Laverty, sino por ese universo cercano, verosímil y punzante  que comparten. 


 La acerada crítica social que está presente en toda la filmografía de Bollaín, se vierte sobre la quijotesca empresa de Alma (excelente Anna Castillo), acompaña de dos escuderos de solvente interpretación, como el versátil Javier Gutiérrez (Alcachofa) y el lacónico Rafa (Pep Ambrós). Jugando con esos efectivos primeros planos de Alma, donde la actriz demuestra que no es necesario el histrionismo (poner caras) para destilar emociones, y con largas panorámicas mixturadas con acertados y nunca excesivos flashbacks.


 En la paleta cromática, uso natural de la luz de Sergi Gallardo (Los Niños Salvajes, Elisa K). En el soundtrack, una proporcionada partitura que sólo suena en los momentos precisos, dejando a la naturaleza el resto del pentagrama. El olivo, símbolo del territorio perdido de la infancia, quizás es solo excusa argumental. No importa demasiado que Alma pueda estar equivocada y la enfermedad del yayo no tenga nada que ver con el olivo, sino con la naturaleza de las cosas. La alegoría es tan importante en este microcosmos como la propia verdad. En esta fábula (entre rural y road-movie castiza), el mensaje está por encima de las excusas argumentales. Por encima del tópico, como ya es habitual en las películas de Icíar Bollaín. La lucha contra los gigantes (o molinos), el David derribando a Goliath, y la lucha por las propias raíces. Bollaín resuelve un guión agridulce, en el que no renuncia a continuar con su militancia, ya manifestada en obras anteriores: El matriarcado rural, la burbuja inmobiliaria  y la España Profunda en “Flores de Otro Mundo”, la violencia de género; pictóricamente reflejada; en “Te doy mis Ojos”, el impacto del Descubrimiento y el  legado colonial en “También la Lluvia". La arquitectura del film se sostiene sobre la capacidad actoral de Anna Castillo que se merienda la cámara (literalmente), la sobriedad (aparente) de Pep Ambrós en un registro que solicita mucho más de lo que aparenta,  el carisma y versatilidad de Javier Gutiérrez, capaz de trascender del drama a la comedia en segundos y el naturalismo de el yayo (Manuel Cucala). Un paseo por el territorio perdido de la infancia, por el regreso a las raíces. No es un cuento con final feliz. 
No es una fábula complaciente. Es una historia naif de perdedores. Es cine de autor, cine social, drama, ocasional comedia costumbrista, Cine español…de calidad.




Banda Sonora: 
Pascal Gaigne colabora por cuarta vez con la directora. El pentagrama está estrechamente relacionado con las situaciones vitales. Una sección más vital y dinámica, que nos refiere la parte de la road movie, los instantes intimistas y las emociones, tomado como referencia el olivo. El protagonismo instrumental se resuelve con variaciones donde juegan teclado, maderas y cuerda, incluso un acordeón. Con un cierto aroma minimalista. La BSO transmite emociones y la evolución de los personajes. Hay una división bipolar que se adapta a la historia. Juega con notas sostenidas que utiliza para emocionar y transmitir recuerdos, emociones vitales con notas pausadas. El epílogo es un elegante diálogo cuerda/piano lleno de esperanza. El tema 1 es un inicio cristalino, ligeramente edulcorado, melancólico pero decidido, que se convierte en leitmotiv.  No huye el score del sintetizador y la celesta para evocar la memoria y las raíces. Para exponer esta obra dual, que diferencia marcadamente (musicalmente) los personajes de el abuelo y Alma, o los lugares geográficos (España y Alemania) para desarrollar una obra de “aparente” sencillez compositiva. El músico ha nominado las piezas con los nombres de “Parte 1” hasta “Parte 5”. Estas secciones están claramente definidas y son un prodigio de ilustración de personajes y situaciones. Su anterior obra El Faro de las Orcas, ya fue reseñada en este blog. La solvencia de Gaigne está presentes en obras como la excelente “El Sol del Membrillo”, o  en la partitura minimalista y nostálgica de “Azul Oscuro, casi Negro”. Con ejecución de la Orquesta Sinfónica de Bratislava, comandada por la experta batuta de David Hernando Rico, con predominio de la cuerda y diálogos de pizzicatos. En el piano, un habitual, Javier Pérez de Azpeitía. El propio compositor utiliza la celesta y la mandolina. También hace su aparición el arpa y algún solo de clarinete y violoncelo, para una partitura estructurada en forma de “suites”.



Lo mejor: Que las empresas se involucren en proyectos culturales, A cambio se puede visionar un apreciable, esperpéntico y divertido cortometraje. Obviamente de cariz publicitario.
Que el público que no acudío a las salas, pueda visionar cine español de calidad.

Lo peor: Como siempre sucede en “todo de gratis”: la presencia de espectadores que jamás van al cine y no saben comportarse, o directamente no les gusta el cine.
La “extraña” situación de filas vacías con localidades bien situadas, mientras desde una esquina de la sala, ves la película en escorzo…



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