No
han sido pocas ocasiones en las que, participando en tertulias radiofónicas
donde se daba un repaso la cartelera semanal, al llegar al espinoso terreno de las
películas denominadas “infantiles” nos hallamos en una tierra de nadie. En ella, el
silencio, la salida de tono o el mohín de menosprecio eran la moneda más
corriente. Por una parte el progrecultureta de turno, que traía aprendidos intraducibles nombres de directores; lo más exóticos posibles; de filmografías vagas e inasequibles, para
lucimiento de su militancia. Por otra, el cinéfilo académico, cuya propuesta se
apuntala en la teoría de que el buen cine terminó de realizarse en los años
setenta y que “todo lo demás es sueño y los sueños, sueños son”. El sesgo final
consistía en pasar de puntillas e ignorar la cinta, cuando la realidad de la
función era; con frecuencia; la falta de conocimiento acerca de ésta y su
no-visionado por parte del personal. Tocaba de hacer de abogado del diablo y recordar al foro que
estábamos hablando de un género con todas sus particularidades, estilemas y
requisitos, y había que juzgarlo por su calidad o falta de ella. Nunca por su
adscripción generacional. Tarea harto difícil cuando el resto de la
concurrencia no había visionado ninguna obra de estas características.


Siempre me ha encantado el cine mal denominado “infantil”.
Es por ello, que defiendo a capa y
espada cualquier intento de ninguneo. Con mayor intensidad si el comentario nace desde los abismos del desconocimiento, o
la carencia de información.
El fenómeno de Harry Potter es una franquicia que
ha reventado las taquillas y conseguido; a nivel de industria; unos ingresos
exitosos y deseables para cualquier producción. Lo ha conseguido en base a la
construcción de un universo perfectamente reconocible por los aficionados,
pergeñado de una imaginería prodigiosa, introduciéndolos en otra realidad fascinadora,
donde el humor, la oscuridad y la fantasía se dan la mano con precisión y
creatividad. Los “frikies” de la saga, conocen perfectamente los nombres,
situaciones y anécdotas que rodean este mundo, cuyas versiones
cinematográficas; nacidas de los libros de J K Rowling, han enriquecido
notablemente el imaginario colectivo del original literario. El cosmos "potteriano", es ya una entidad pon derecho propio. Una de esas enriquecedoras cosmogonías, que
pocos autores consiguen llevar a término, Equiparable al mundo de Narnia imaginado por C S Lewis, o a la épica tolkeiniana de "El Señor de los Anillos".

Este firmamento literario maneja un lenguaje propio (dementores, mortífagos, muggles, quiddicth, No-majs.
Pero también ha creado personajes icónicos reconocibles en sus actos, y en
muchos casos por su no presencia, como el oscuro villano Voldemor. La
panoplia de secundarios es prodigiosa y esta perfectamente definida en sus
personalidades y actitudes, siendo una de las claves de su éxito mediático.
Cualquier seguidor reconocería al profesor de pociones atormentado: Severus
Snape (excelente Alan Rickman), podría
encontrar en un mapa el lugar donde habita el fantasma de Myrtle “La Llorona”,
reconocería el lenguaje (Parsel) que utilizan las serpientes o gustaría de acariciar
el leal Hipogrifo, mascota y amigo del protagonista. Pero es que además el mapa
del mundo de Potter tiene vida propia. Está
lleno de lugares, ya venerados por los fervientes seguidores, como el fabuloso castillo de
Hogwarts, la escuela de magia; el anden 9 y ¾, la puerta al mundo alternativo, o
el irrepetible callejón Diagon, centro comercial donde conviven o encuentran
sus pócimas y varitas los protagonistas. Amén de la andrajosa posada “El Caldero
Chorreante”.

Por no hablar del desfile de criaturas: duendes domésticos, acromántulas,
banshees (extraídas del folklore irlandés), el terrible basilisco, o el anhelado bicornio,
cuyo apéndice es usado para pociones. Las películas de la Saga Potter tuvieron
el acierto de ir creciendo con sus espectadores, de ir haciéndose más oscuras y ambivalentes. En definitiva, alejándose de
cualquier etiqueta del cine denominado “infantil.
De ahí el peligro de que esta
“herejía” de precuela, fuera arrojada al tormento y al fuego por los adoradores del original
y masters en “potterología”.

David
Yates había realizado; entre otras; la entrega que resultó más floja de la saga “Harry Potter y la Orden
del Fénix”, debido a su escasa impronta autoral. Sobre todo en comparación con
la huella que Alfonso Cuarón imprime al mago en “Harry Potter y el Prisionero de
Azkaban”. En esta precuela del fantástico firmamento (ya no
hogwartiano, sino ilvermornyano), ya que el protagonista (un irritante Eddie
Redmayne), llega a una suerte de Ellis Island, con una maleta cargada de
animales prohibidos y consigue pasar la aduana. Los diálogos sobre las escuelas
de magia (Hogwarts e Ilvermorny) y las diferentes visiones del mundo de los
magos británicos y norteamericanos, dan lugar a líneas de texto sarcásticas e
inteligentes. Continuando con la mejor tendencia de esta Saga. El diseño de producción, recreando
escenarios de los años 20 es uno de los aciertos de un guión, abocetado para
mostrarnos otro rostro de esta mitología y; sin duda; captar a nuevos adeptos a
la causa potteriana. A nivel actoral, destacar la lúcida y encantadora
interpretación de la cantautora indie y pianista Alison Sudol, que compone un
personaje fascinante (una Betty Boop telépata), la sobriedad de Catherine
Waterson (Michael Clayton, Steve Jobs), compañera de aventuras del mago recién llegado, la correcta perfomance del siempre eficiente Collin Farrel y la
(excesiva) expresión corporal de Eddie Redmayne.

Añadir la presencia icónica de
John Voight, y un "tuneado" e irreconocible Ron Perlman, como el taimado globlin Gnarlack. A nivel infográfico, poco hay que
decir. Desde la primera película de la serie el derroche visual ha sido la marca
de la casa. Reseñar el fabuloso mundo-maleta, las asombrosas y divertidas criaturas que dan título la cinta,
el “tuneo” de Ron Perlman, las escenas de persecuciones, los momentos mágicos.
Todo
esta cuidado al máximo para hacer creíble el opulento firmamento de la escritora J K
Rowling. Conserva el film los rasgos primordiales de la saga genésica, aunque se pierde esa antigua
tradición británica en aras del nuevo “mundo”. La literatura juvenil es
suplantada por la iconografía del “Chicago años 20”. Las tabernas laberínticas se transforman en garitos casi “gansteriles”, habitados por goblins, flappers y cantantes de
jazz antropomorfas. Locales donde el encanto de la Ley Seca y el contrabando están a la
orden del día. El mundo moderno engulle el humor casi montyphytoniano de sus predecesoras. Retazos de la
screwball comedy, iluminan los; antaño; tortuosos callejones Diagon, Los planos regalan un
cielo pleno de rascacielos frente a los nauseabundos pantanos y páramos
irlandeses de entregas anteriores. Desaparecen las referencias y juegos de palabras (vía Lewis Carrol),
para mostrar un mundo más diáfano (al menos en la superficie) y menos
metaliterario. Aunque bebiendo directamente de las criaturas imaginadas por el escritor
británico.

También desaparecen
escenarios clásicos (y ya fetiches), como las impresionantes escaleras-biblioteca (aunque
siempre nos quedará visitarlas en Oporto). Gran parte del mérito es del
director de fotografía Phillippe Rousselot (The Nice Guys). Si allí, el neón era la coartada, aquí es capaz de recrear un Nueva York a caballo entre otro mundo,
jugando en la paleta cromática con pinceladas de sepia/gris.
Le apoyan en esta terna el diseñador
Colleen Atwood, recreando con esplendor una época atemporal y casi onírica en el vestuario. La arquitectura vintage nos remite al "Brasil" de Terry Gillian, y la ciudad
en contrapicado homenajea "Luna Nueva" de
Hawks (aunque en versión Steampunk). El diseño de Gotham City también tendría algo
que decir a este respecto.
El guión no pierde de vista los referentes británicos, Como en la charla en que se hace referencia al profesor de Hogwarts; August Dumbledore. Metaliteratura
flagrante. A cambio se ofrece un Bestiario al uso medieval (o a lo Georges
Lucas), que promete nuevas entregas, con criaturas fabulosas (vía Roald Dahl, autor seminal de "Los Gremlins"),
inquietantes o tremendamente divertidas. como "Pickett" el insecto/palo que utiliza
el protagonista como mascota. Sin olvidar el divertido topo cleptómano. utilizado como Macguffin.
El argumento
deviene parábola macartiana sobre la “caza de
brujas”, donde los que son diferentes tienen que ocultarse, donde no faltan los
fanáticos seudo-religiosos con sus panfletos sectarios, la disfuncionalidad, o la amenaza
de la guerra. Un sello que ya caracterizara la “era Potter” y continua vigente
en este spin-off que transcurre en los felices años veinte, sin olvidar la reivindicación
animalista o la denuncia de los malos tratos. Newt Scamander (que tan sólo aparecía en un mapa de "El Prisionero
de Azkaban", lucha por que no se extingan estas fabulosas especies.
Macusa, el organo gubernamenta,l es una especie de “Gran Hermano” que trata de expandir sus telarañas, controlando el mundo
mágico y; por ende; el mundo de los “No-majs”.
El epílogo, con la breve aparición-cameo de
Johnny Deep como Grindelwald, es la oferente promesa de futuras entregas en
clave de franquicia. Esperemos disfrutarlas (como niños).
La excelente Banda
Sonora de James Newton Howard, consigue expresar los momentos tenebrosos,
mixturados con la clásica aventura. Destaca la utilización de coros, que en alguna nota remiten al epílogo de Eduardo Manostijeras, y el recurso de modos estilísticos
de la época, como esa melodía Rag-Time al piano que acompaña alguna escena. Incluye un
tema escrito por Rowling y Mario Grigoro, del mas destilado sabor "flapper", titulado Blind
Pig. Después de los compositores William Ross,
Patrick Doyle, Nicholas Hopper y Alexandre Desplat, el músico tenía una difícil tarea, tomar el
relevo del maestro del Score “John Williams.
La
grabación de la banda sonora se realizo en los Estudios Abbey Road en Londres,
Inglaterra, con una orquesta compuesta por 97 músicos y un conductor. La BSO
utiliza escasamente un prometedor “leiv motiv”. La ambientación sonora de la
época es correcta y el uso de los coros, emocionante, logrando transmitir las
emociones de los personajes con precisión.
Lo
mejor: "Las criaturas mas feroces del planeta, son los seres humanos".
Que promete mas oscuridad para
próximas entregas.
Que este universo va a crecer
totalmente independiente de sus orígenes
La sorpresiva interpretación; casi naif; de Dan Fogler.
Lo
peor: Que a Remairke se le haya quedado actitud de Quasimodo desde que
interpretó a Stephen Hawking, y mire a la cámara en scorzo.
Que todavía piensen que estas son
películas para niños.