La prohibición eclesiástica que
impedía la participación femenina en los cantos litúrgicos, propició el
desarrollo de los coros de voces blancas. A la sombra de éstos, la selección de
aquellos niños cuyas cualidades sonoras les hacían destacar, procedentes
lógicamente en su mayoría de niveles sociales misérrimos. La iglesia
excomulgaba a quienes practicaban la emasculación a los niños, para su
conversión den "castrati"y los conservatorios respetaban la prohibición.
Aunque la primera, repartía a los cantores en sus coros, y los segundos,
cribaban los candidatos para eliminar los menos adecuados, practicando un doble
juego como empresarios y detractores. Carlo Broschi; conocido como Farinelli
(harinero); destacó entre el abanico de los eunucos musicales por sus
cualidades humanas, físicas y sonoras. Libre de las malformaciones corporales
comunes a los castrados, con una extensión vocal capaz de alcanzar tres octavas
y media, poseía una innata resonancia afectiva y lacrimógena, que cautivaba al
público. Gerard Corbiau mueve los hilos de su producción entre la prudencia
ante la clasificación como producto de culto o elitista. La dificultad de
reflejar un periodo histórico de un elevado nivel musical, es resuelta con la
calidad y veracidad necesarias para convertirla en una obra fascinante. Junto a
las ficticias relaciones de los hermanos Broschi (cantante y compositor,
respectivamente) con sus aventuras amorosas compartidas, gracias a que las
damas consideraban a Carlo como un método anticonceptivo de la época, aparecen
anécdotas reales. Su duelo con un trompetista, acabó con el instrumentista
exhausto, mientras el cantante continuaba; sin interrumpirla respiración;
elevando y variando las notas, ante un teatro rendido a sus pies.
Carlos VI le
rescata de los auditorios, y le aconseja huir de las piruetas laríngeas y
exhibiciones vocales al uso en los escenarios. Carlo Broschi se alejo de las
ornamentaciones y de los Da Capo,
para emocionar en lugar de asombrar con sus trinos y ejercicios armónicos.
Acercarse al ambiguo universo de los castrati,
requiere bucear en las grabaciones especializadas. Es recomendable escuchar Los Castratien Tiempos de Mozart, del sopranista Aris Christofellis. Aunque en
el siglo XVII, se denominaba sopranista al castrado que dominaba tesituras
particularmente agudas (alcanzando hasta el Do5), actualmente el término se
refiere a quienes conservan la octava aguda femenina. Sonando más cercano al
castrati que el contratenor y llegando más arriba. Christofellis tiene dominio
de los ornamentos (mordente, trinos, etc) y controla los saltos entre notas
agudas y centrales. También es recomendable la audición de cualquiera de las
grabaciones de Alfred Deller, o la excelente Flow myTears, donde el
melancólico John Dowland es cabecera cronológica para la interpretación del
contratenor Jean-Loup Charvet. Hoy en día sólo es posible imaginar como
sonarían estas voces prodigiosas. Las reflejadas en la banda sonora devienen de
una unión artificial, mediante la mezcla digital de las voces de Ewa
Malas-Godlewska, una soprano de origen polaco, y Derek Lee Ragin un contratenor
estadounidense, con el objetivo de recrear una voz auténtica de castrati. Mezcladas
en estudio, son imaginario reflejo del irrepetible instante en que un castrati volcaría toda su sabiduría
vocal en el escenario. En esta banda sonora se puede encontrar una de las más
hermosas arias de la ópera: Lascia la Spina de Handel, de la
que podemos encontrar versiones de las sopranos Montserrat Figueras, Ceciia
Bartoli, Philippe Jaroussky, ademas de varias adaptaciones como las de el
grupo Celtic Voices. Curiosamente, el estreno de Rinaldo se
realizó con la participación de dos de los castrati más famosos de la época,
Nicolò Grimaldi (Nicolini) y Valentino Urbani, dada la prohibición religiosa de
que las mujeres interpretasen en público. Aunque el melómano nunca tendrá
oportunidad de escucharlas en las tesituras y en las voces para las que fueron
escritas.
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