Siempre
hay que recomendar prudencia a la hora de aproximarse a ese pretendido “género
histórico” que; hoy en día; parece instalarse con comodidad en el mercado. Aunque
también lo haga entre lectores poco proclives a continuar; tras la lectura del
libro; la investigación particular para averiguar que aspectos han sido
novelados (in stricto sensu) e investigar que personajes, situaciones y
conceptos han sido cambiados o aprovechados por el autor, navegando muy por
encima de las realidades históricas y antropológicas. No es preciso que estas
obras sigan la estela de monumentos literarios como “El Nombre de la Rosa”;
enciclopédica aproximación histórica; plena de detalles fidedignos, conceptos y personajes
verosímiles. Habitada de criaturas reales y palpitantes. El principal escollo
que encuentra el lector amante de esta variedad literaria, es el sinnúmero de
ediciones “pretendidamente” históricas, cuya única relación con el género consiste
en situar a los personajes en un determinado escenario cronológico. Pero sin
aportar geografías, hechos verídicos y (sobre todo) pensamientos o acciones
conformes al ideario de la época. Otro de los peligros, nace de los que
reescriben la historia alimentados de ideologías funestas o sectarismos
interesados. Autores de los que hay que escapar “a toda priesa. Su
aportación; cuando menos; devendrá opúsculo mostrenco y manipulador. Juan Manuel
de Prada aborda el sitio de Baler (Filipinas) con notable conocimiento de
lenguajes, costumbres y formas de pensamiento acordes a la época.
Trata con
respeto al lector (lo cual es de agradecer). Se ciñe a hechos históricos, pero
sin detrimento de la capacidad de novelar, de crear personajes sólidos,
certeros y ¿por qué no? con variaciones que enriquezcan el corpus novelístico,
sin afectar en exceso la verosimilitud histórica. Es el caso del personaje, reinterpretado por el autor, del capitán Saturnino Martín Cerezo, presentado como un
desnortado, víctima de los acontecimientos personales. Quienes hayan leído el
libro “El Sitio de Baler, notas y recuerdos”, escrito por dicho oficial, sabe
que nada tiene que ver aquel equilibrado miajadeño, con la creatura nacida del
imaginario de Juan Manuel De Prada. No es De Prada un autor accesible para el
lector medio. Su fresco histórico sobre la resistencia (absurda y heroica) del último reducto español en Filipinas, es la mostración de un imperio de
cartón-piedra. Un imperio donde se ya se estaba poniendo el sol. El estoque para esta quimera lo daría la
historia durante la Guerra del Rif. Al igual que en Filipinas, tan sólo trajo
dolor y destrucción absurda de vidas humanas, para devolver territorios que no
correspondían a la bandera de España. En aquella contienda estaba latente el
germen de la guerra que después partiría en dos la sociedad. Una guerra cuyas
consecuencias aún se sufren, cuyas heridas siguen abiertas. Juan Manuel de
Prada había revisitado esta contienda en su obra magna “Las Máscaras del Héroe”. Una
novela coral (sin duda de las mejores de los últimos tiempos). Homenaje
nada velado al esperpento, a la bohemia y ajuste de cuentas (valleinclanesco,
por supuesto) con determinados personajes históricos e ideologías. El escritor hace uso de
una cruda narrativa; áspera y escatológica; creada con diáfana intención de “epater le
burgeois". Posteriormente en “El Séptimo Velo” el autor refleja, con su
habitual prosa, la Francia ocupada. Sin duda sus cimas estilísticas se hallan en “La Vida Invisible, una road-movie anímica en
busca de una pin-up de los años 50. Barojiana busca. Sórdida, con gran
destreza narrativa y juegos con los paralelismos. Una apuesta metafórica de gran
inventiva. En el libro de cuentos “El Silencio del Patinador”, el virtuosismo
estilístico de este heterodoxo llega a su cumbre. No sólo en lo externo o la
envoltura. La capacidad que posee la
pluma de De Prada para la ironía, para fustigar a los enfermos de mediocridad
en este aquelarre lingüístico, roza la matrícula de honor. Por “Desgarrados y
Excéntricos, desfila toda una “Santa Compaña” de gárgolas literarias, de
deformidades volitivas, parodias de humanidad con nombres de “literatos
bohemios que soñaban con ser literatos” (entre ellos el propio protagonista de “Las
Máscaras del Héroe), junto a la fracasada comparsa de literatos malditos como
Buscarini o Silverio Lanza. En Su obra primeriza “Coños, una burla metódica de
los géneros, con un nada oculto “título-homenaje” a Gómez de la Serna, ya
aparecía su gobierno insuperable de la retórica. El goce de coquetear con la fina
ironía. Ese barroquismo “sucio” donde lo sicalíptico, lo grotesco y lo grosero
se subliman a través del lenguaje ¡Y que lenguaje!
“Morir
Bajo tu Cielo” narra una historia absorbente con un envoltorio estilístico que
no gustará a determinados lectores. De Prada se halla en ese dudoso podio donde
también se sitúan autores como Muñoz Molina o Javier Marías, de digestión harto
difícil para algunos lectores más habituados al “fast food. O para aquellos
adoctrinados y de lectura sectaria, que no consiguen ver el bosque a causa de los
árboles. La obra está documentada con seriedad, incluso con el uso de la
variedad lingüística de la zona; algo que agradece el lector con pedigrí de
novela histórica. Hay un respeto cronológico en lo épico y en lo cotidiano y
las tramas paralelas se funden sin que chirríe la lógica narrativa. No
renuncia el autor a la dialéctica de
matices filosóficos o morales, pero sin abandonar nunca su domino de la ironía
y el sarcasmo. Los personajes tienen fisicidad. Son palpitantes y reales, a
pesar del anacronismo que se desprende de algunas conductas, perfectamente
admisibles en el terreno de la ficción. Son pocas las situaciones que ha
reformado o adaptado con respeto a los
hechos históricos, únicamente las que se derivan de las acciones o
pensamientos de los personajes imaginados. La novela es un catálogo exhaustivo
de aquel momento histórico, de personajes y situaciones que se introducen bajo
la piel por su humanidad y excepcionalidad. Sórdidos lupanares, la terrible
sociedad secreta Katipunan, villanos patológicos y rocambolescos, los cazadores
de cabezas ilongotes, monjas anacrónicas; adelantadas a su tiempo; desertores,
espíritu folletinesco y toda una panoplia de seres humanos plenos de virtudes y
bajezas. Con algunos instantes deudores del más puro wenstern, frente a
diálogos donde la crítica social o la denuncia de unos gobiernos ineptos y
nefastos, causantes de las desgracias de sus ciudadanos, aparecen con dolor y
tristeza. Aquella España de la Restauración, espejo de otras posteriores, donde
campaba la corrupción, el fariseísmo y la codicia, recibe un repaso contundente
y necesario. Quien desee avanzar en el conocimiento real de esta “hazaña”
histórica tan solo debe acercarse al libro escrito por el protagonista real de
los hechos, donde en idioma arcaizante;
como corresponde; podrá seguir el devenir real de aquellos acontecimientos que
llevaron el sufrimiento innecesario a tantos hombres, en la pluma del capitán, oriundo de Miajadas.
Otro libro escrito por
Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March,, correspondiente a los
Episodios Nacionales Contemporáneos, tomo nº 2, titulado “Héroes de Filipinas”,
se encuentra lejano al acontecer político e histórico, que ya había sido
tratado en el tomo correspondiente a Cuba. La visión de este matrimonio de escritores está centrada en incidentes
novelescos, de exaltación épica de la lucha colonial en aquel archipiélago.
Prevalece la vitalidad narrativa, más que la insistencia en corruptelas
políticas o denuncias sociales. El periodista Manu Leguineche; profeta de la
narrativa periodístico/histórica; escribió “Yo te diré”, homenajeando el título
de la canción que se utilizaba en la película “Los últimos de Filipinas”. Con
su habitual y entretenida prosa, a caballo entre el reportaje y el guión
cinematográfico, nos cuenta los últimos días del Imperio de Ultramar, con
aparición del escritor extremeño Felipe Trigo. Lorenzo Mediano es el autor de
“Los Olvidados de Filipinas”, una novela donde predomina la acción, basada en
su abuelo y en hechos reales, no exenta de presentar personajes abyectos en
todos los bandos. La novela es un paseo bastante completo por Filipinas, sus
pueblos, su cultura y las consecuencias de una guerra no convencional. La
profunda religiosidad de la época y los testimonios que aseguran todo lo
contrario. En cuanto a las versiones cinematográficas nos encontramos con dos
claros ejemplos de manipulación ideológica. “Los últimos de Filipinas”, de
Antonio Roman (194 5) es un claro ejemplo de cómo la producción española se
dividió en dos claros frentes: el folklórico y el de exaltación
bélico/nacional, para reflejar las virtudes y mitos del ideario nacional.
Ejemplo señero de utilización ideológica y panfleto del Régimen, con los
valores de la falsa epopeya. Teñida de un rancio concepto de militarismo y
sentimiento patriotero, para mostrar al mundo una nueva epopeya numantina. En
el caso de “1989. Los Últimos de Filipinas, de Salvador Cano (2017) nos hallamos ante
el frente contrario.
Una notable producción cinematográfica, donde la manipulación (o el
desconocimiento) intentan imbuir en unos personajes de aquella época,
pensamientos, actitudes y motivaciones imposibles históricamente, en aras de
una nada sutil ideologización con diálogos dudosos y anacrónicos. Analizar el impacto en
el público de una novela de estas características precisa de un conocimiento
previo del terreno. Siendo el cainismo una de las características mas
arraigadas en nuestro terruño, donde a locutores, escritores o artistas se les
juzga por pertenencia (o no) a la cuerda de cada uno. No es difícil escuchar
anatemas, sapos y culebras contra determinados profesionales en función de que no
pertenezcan a la ideología (o al sectarismo) de quien se expresa. Estos
parámetros para juzgar asuntos culturales, no tienen cabida en un país maduro,
que debe juzgar el trabajo de un profesional por su calidad o aportación.
Independientemente de la cuerda. Hoy por hoy esto es un sueño en nuestra
sociedad.
Por
esto, De Prada levanta tempestades, como el título de su novela ganadora del Planeta. Adivino que le
traen al pairo el rasgado de vestiduras entre sectores radicales y ágrafos.
En
“Morir Bajo tu Cielo” están las constantes y estilemas del autor: la querencia
por el adjetivo, los neologismos, la redención del sustantivo arcaizante, las persistentes
referencias culturales y juegos de palabras, que dificultan el acceso para el
prototipo de lector “reader´s digest”, de digestión rápida. Los personajes
están vivos, palpitantes, preñados de ese “dolor de España” noventaiochista. Con
algún desliz maniqueísta en los villanos y una acción trepidante. Incluso en
los instantes de reflexión sesudo/filosófica, el lector avezado disfrutará de
la profundidad de los diálogos y el hábil
manejo de un lenguaje barroco. Un idioma virtuoso, de los que se echan de menos
en las estanterías y anaqueles. Novela histórica con mayúsculas, habitada de
héroes fordianos, con pies de barro. Henchida de espíritus indomables, con
aroma de folletín decimonónico. De Prada se ríe, con su pluma espeleológica, de
los peces de colores. Se burla de la literatura que tras una pretendida
“modernidad” esconde la ignorancia de oración/sujeto/predicado. Amén del
desconocimiento de adjetivos, juegos lingüísticos y contradicciones, que él
maneja con precisión de orfebre. Se parte la caja de la literatura que
únicamente esconde tras la torpeza (y la pobreza) de su arquitectura narrativa,
la pestilencia de panfletos sectarios y
adoctrinamientos. Eventos celebrados con bombo y platillo por los pesebreros,
monaguillos y palmeros varios de la cuerda reinante. “Morir Bajo tu Cielo”,
verso extraído de un poema de Jose Rizal, es una novela con mayúsculas. Un
desfile procesional de masones obnubilados, revolucionarios pordioseros,
yanquis trapaceros, descripciones solanescas, para una epopeya quijotesca e
innecesaria (como toda epopeya), con homenajes a “La Reina de África”. Fue pergeñada
hace años como guión, para una posible película con Jose Luis Garci. Una novela
enorme, densa, nacida de la pluma
agraciada de uno de los mejores escritores de su generación. Si a alguien le
pica, recomendamos el rascado compulsivo…
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