lunes, 29 de julio de 2019

Pablo López. La Alcazaba encendida


                                     


Una ligera brisa comenzaba a acariciar las laderas de la Alcazaba pacense, cuando Pablo López se sentó al piano para dar comienzo  a un concierto potente, intenso y lleno del carisma del cantante malagueño. Pablo lo mismo sirve para un roto que para un descosido, y se permite recordar a Freddy Mercury y sus improvisaciones vocales o introducir la melodía de “La luna de miel,” (que popularizara Gloria Lasso), para enlazarla con una de sus canciones. La noche acompañaba, el entorno era de ensueño, y la breve afonía del cantante no deslució esta segunda edición del Alcazaba Festival. El malagueño lo da todo sobe el escenario y con su mera presencia, aún sin sentarse al piano, ya tenía ganados a todos los seguidores  que desde temprana hora esperaban en la Puerta del Capitel. Gritos de “Pablo” “Pablo” y luego la locura, que alcanza su cenit en el quinto tema cuando el cantante saca de su arsenal la bellísima “El Patio, una canción que habla de liberarse de los fantasmas, coreada por un público que conocía las letras y las disfrutaba sílaba a sílaba. Frase a frase. Un público que bailaba y se dejaba llevar por la magia del espectáculo, que vivía con intensidad el mensaje de cada canción. “Santa Libertad” había llegado a Badajoz, y los espectadores estaban dispuestos a que se quedara un buen rato el cantante, que estaba disfrutando de la “impresionante” Alcazaba. La primera fila enloquece y “Sigue jugando ¿Qué más da? A estas alturas, Pablo López nos cuenta que “ya no queda nada” y se ha metido al publico en el bolsillo, haciéndolo cómplice de su alquimia, repartiendo sentimientos y vivencias. Compartiendo y consiguiendo que todos coreen y disfruten esta hermosa canción, convirtiéndose en “niños con los pies descalzos”
Más de 20 metros mide el impresionante escenario, ocupado por el piano, guitarra, bajista y batería. Los músicos, acertados en todo momento, arropados por las elaboradas proyecciones de maping y las reproducciones de las distintas canciones (con elaborados iconos lumínicos) que se iban proyectando en base al tema cantado, siendo una de las más celebradas Mi gato”. En ella cuenta, que su gato Freddy “es mejor persona que yo”. 

Un tema emotivo, de una sensibilidad extraordinaria que sólo entenderán quienes disfruten (o hayan perdido) de la compañía de uno de estos peludos, algo egoístas e individualistas. La estructura de la canción es portentosa, con ritmos quebrados, cambios de intensidad breve y pujante. Y una letra soberbia, plena de metáforas, que los entregados espectadores disfrutaban y bailaban. A partes iguales. Ya había aludido el cantante al hermoso entorno para “pasar la mejor noche de mi vida”, una hermosa propuesta con diferentes cambios de ritmo, romántica, con una progresión melódica que invita a acompañar al protagonista. Algo, que a estas alturas, ya no hacía falta solicitar de un público, que conocía todos los pormenores de las letras y aprovechaba los instantes musicales para aplaudir o gritar desaforadamente el nombre del malagueño. “El Niño es una historia desgarrada, triste, desoladora, que Pablo López desgrana con el sentimiento que es su marca de clase, consiguiendo esa magia que lo ha colocado en primera línea de la música. 


La canción  Vi comienza con un poderoso arpegio para dar paso a un ritmo sincopado, dejando el estribillo para el público. Pablo posee un sentido innato del tiempo, maneja los instantes, improvisa y pregunta ¿dime que me quedo yo? Una confesión sobre el apoyo que el cantante David Bustamente le prestó cuando se encontraba sin esperanzas. 

Lo más destacado de este creador es su cercanía. Su bonhomía sobre el escenario. La sensación de estar escuchando a alguien próximo, que derrocha sentido del humor  y enamora, golpea o acaricia a su amante-piano, mientras bromea sobre temas cotidianos o sube a una chica del público (María Galván) a cumplir su sueño de cantar con él. Un ejercicio de humildad por parte del cantante y defendido con solvencia  por la emocionada invitada. El Camino”, sirvió de tema central para la película: Ti Mai: Rumbo a Vietnam. Una balada intensa con una letra que destila sabiduría emocional: “Y te juro que vale la pena caerse y partirse la cara”, donde el cantante saca todo su pellizco hablando del miedo a la perdida. DJ Luigi (su hermano recibe el delicado homenaje de El Incendio”. La brisa va perdiendo su nombre, pero el público; ya ha rendido sus naves y apenas la siente, entregado en ese incendio. La pasión y la entrega del cantante, que se está dejando la voz en el intento. 



Una historia, aparentemente banal, con desenfado rítmico, que habla sobre un teléfono apagado (El Teléfono), deja una vez más sobre el albero de la Alcazaba esas letras que misturan lo cotidiano con lo poético, lo lírico con lo rutinario de forma magistral como esa frase de ecos sabinerospor ser becario en la oficina del derroche”. Uno de los instantes más intensos donde derrocha todo su saber hacer y ese feeling que tiene con el público, lo dio un temazo como “Lo saben mis zapatos”.  A lo largo de la noche se sucede la mezcla de canciones de su nuevo álbum con trabajos anteriores. 

La emocional “Lo Imposiblehabla de caos y derrota, de encuentros inesperados. Otro de los aciertos musicales de este tercer álbum del cantante. Después, la apoteosis. “Tu enemigo” sirve de denuncia y de catarsis para un público que acompaña como coro improvisado. Pablo López exprime, reinventa y recrea la canción, golpea el piano con su peculiar estilo. A estas alturas la “brisita” ya no puede calificarse como tal y el cantante ha extraído todo el elixir de su voz. Ha terminado el exorcismo emocional. La Alcazaba vuelve a señorearse del instante mientras los últimos espectadores remolonean para retrasar el regreso a lo cotidiano. Enhorabuena a la organización por esta segunda edición. Hasta la próxima.




lunes, 22 de julio de 2019

Música de cine. Orquesta de Extremadura. David Hernando. 25 Festival Ibérico de Cinema


               
Alejandro  Pachón y Pascal Gaigne

Un programa ecléctico, grato y celebrado por el público el que desarrolló la OEX, bajo la experta batuta en estas lides, del director invitado:David Hernando. La composición de Roque Baños “Balada Triste de Trompeta” abrió el concierto. Esta es una banda sonora portentosa, cuidadada, de reminiscencias hermannianas. La OEX extrajo con pericia esas dos líneas con las que juega el sounddtrack. La poética intensa (en cierto modo patética), y lo implacable del motivo obsesivo, manejando el dramatismo y romanticismo enfermizo a partes iguales. Un duelo musical devastador y valleinclanesco. Como una pintura negra de Goya.
La delicadeza de “Loreak” llenó el salón del Palacio de Congresos de Badajoz. Esta es una banda sonora escasamente narrativa. Más emocional y poética que discursiva. A nivel de epidermis, con ese leitmotiv que va floreciendo a delicadas pinceladas. El poliédrico compositor Pascal Gaigne se encontraba entre el público y recibió un “Onofre entregado por el director del Festival: Alejandro Pachón.
A continuación la orquesta interpretó “Lasa y Zabala”, una partitura descriptiva, vigorosa, con evocaciones de Morricone; en estructura y finalidad; extrayendo un sonido poderoso, compacto y de intenso dramatismo.


El Elegido”, de Arnau Bataller, gira alrededor de un tema principal que crece en dramatismo. Una sugerente partitura
Un cambio de tercio lleva al mundo de la animación, con una escritura de Zacarías Martínez de la Riva que fagocita los códigos del cine de aventura y los seriales. “Las aventuras de Tadeo Jones” y “El Secreto del Rey Midas” recibieron la lectura descriptiva y el énfasis que solicita el soundtrack, sin perder esa faceta lúdica y de divertimento de un género con sus propios estilemas: peligro, sustos, épica, etc. Notable resolución de las diferentes líneas que requiere el pentagrama.

A continuación la agrupación entraba en el territorio de lo mítico con la obra maestra de Max Steiner “Lo que el viento se llevó”. Steiner fue uno de esos europeos que emigraron a Estados Unidos en una época en que los estudios comienzan a apostar por compositores desconocidos y a alejarse de los “prestamos musicales” de compositores clásicos. Esta partitura marcó un antes y un después a la hora de componer para el cine. El público pudo disfrutar de los evocadores acordes que; sin duda; rememoran a “Tara”. La orquesta imprime una melancolía serena al intenso cromatismo de este poema sinfónico, compuesto por el padre del leitmotiv en la pantalla, exhibiendo su habitual empaste y elegancia.

Otro instante de gran emoción fue la interpretación de “El oboe de Gabriel”, extraída de la película “La Misión. Una de las composiciones más intensas y reconocibles del inmenso Ennio Morricone. El oboísta extrajo (con férrea columna de aire) la delicadeza y el apasionado hechizo de esta melodía. Inicio en los contrabajos y timbales, anunciando el tema principal que primicia el oboísta. Acompaña la cuerda en suave contrapunto melódico hasta crear una atmósfera emotiva, densa, suave. Una hermosa coda final, bellamente concluida con el leve ritardando. Numerosos aplausos del público ante la belleza de la ejecución.


David Hernando

James Newton Howard dispuso de escaso tiempo para componer su “King Kong”, una obra (casi una elegía) sustentada en dos motivos musicales que se alternan y combinan. La profunda y serena belleza, se mixtura con acordes que causan inquietud y un poderoso hálito fantástico. La amenaza que representa la isla está presente en este score, del que la orquesta extrae un sonido nítido, compacto, para uno de los trabajos más difíciles del autor, a caballo entre el sinfonismo de Williams y Goldsmith.
Alejandro Pachón y Pascal Gaigne














Al británico Harry Gregson-Williams le correspondió el  honor de musicar algunas de las obras de la heptalogía de C. S. Lewis “Las Crónicas de Narnia”. La espectacular composición se integró con las imágenes, sin fuegos de artificio. Respetando el hálito épico y fantástico del la obra genésica.
El epílogo del concierto estaba reservado para uno de los grandes: John Williams. El compositor creó para Spielberg, una extensa suite, de asombrosa lucidez tonal. Una partitura a caballo entre el musical y el ballet; con toques oníricos; en la que emplea toda una amalgama de géneros.
La experta batuta del conductor, David Hernando, extrajo hermosas pinceladas de la orquesta; nítida y equilibrada en las familias; dentro de un  programa que permitía lucirse a todas las secciones. Certeros y emotivos los vientos. Intensa y vibrante la percusión, con amplio despliegue de medios. Emotiva (o épica) la cuerda, según lo solicitara la temática de la obra.
Todo un acierto del Festival Ibérico de Cinema y de la OEX la programación de estos conciertos.






martes, 16 de julio de 2019

Raiva. Oscuro western alentejano con proscrito. 25 Festival Ibérico de Cine


                                        

Raiva es la adaptación de la obra de Manuel da Fonseca, una de las principales figuras del neorrealismo portugués, fallecido en 1993. Su vida transcurrió en el Alentejo, viviendo de cerca las inquietudes del campesinado, siempre presente en su obra (todo un himno al Alentejo) desde su perspectiva de militante político. Algunas de sus obras han sido llevadas al cine. Creador de frescos ásperos, áridos como la tierra del Baixo Alentejo donde se desarrolla su obra “Seara do Vento” (1958), no se doblega ante el folclorismo, ni ante lo social, predominando la psicología de los personajes, despojados de cualquier rasgo de civilización, para mostrarlos en su estado natural. La pluma de Fonseca supera en esta novela el naturalismo fotográfico que caracterizó al movimiento en sus inicios. 
Raiva ha sabido destilar la esencia de la novela de esa tierra “sembrada de viento”, desde esa secuencia de una mujer enlutada que entra en la misérrima casa quejándose de “Este maldito viento”.  La película dibuja el final de los años cincuenta del salazarismo, el enfrentamiento con los grandes latifundistas, la inmensa pobreza de quienes tienen que disputarle una presa a un águila y mendigar pan en la población. El film de Sérgio Tréfaut bebe de diversas fuentes estilísticas. Algunas de las secuencias son verdaderos tableaux vivants. La excelente fotografía (Acácio de Almeida), remite a los cielos zuloagianos, con horizontes estilizados que semejan pinturas y referencias a las nubes bergmanianas de El Séptimo sello. La composición esta cuidada detalladamente. Desde esa escena de la muerte de los Sobral, donde las escaleras cumplen la función de líneas de fuga que dirigen hacia el cadáver, con el cuerpo de la hija rompiendo la estructura como elemento extraño, hasta el modo de agrupar a las mujeres junto a la puerta o la chimenea.



 La España negra está presente, teniendo en cuenta la cercanía física y social de la época. Cualquier escena posee una estudiada estética: la esposa asomando tras una ventana, el recorrido en los rostros desolados de los vecinos que buscan refugio en la religión durante la misa, el contraluz de los contrabandistas a la orilla del río, los contrapicados del protagonista. 

La acertada elección de un blanco y negro, con ligeros matices de virado a sepia, los bultos oscuros de las mujeres enlutadas, la escasez de diálogos (propia de un Graciliano Ramos en “Vidas Secas”), los instantes habitados de silencios, contribuyen a crear malestar e incomodidad. Ayudan a sentir de cerca el sufrimiento de quienes nada tienen, la ausencia del niño discapacitado, el fatum contra el que nada podrá hacerse, salvo seguir sus pasos. La banda sonora consta de escasos instantes con canciones alentejanas e himnos anacrónicos (Santa Bárbara) o el Ave María, que crean una sensación de atemporalidad y malestar. Hugo Bentes (Palma) ha desarrollado su vida profesional en la música alentejana como cantante y técnico de sonido y es la revelación de este film con su interpretación lacónica, serena, que se apoya en un físico peculiar. Un papel para el que se preparó, incluso físicamente, acudiendo al gimnasio.  El director le ofreció el papel, tras haber sido el rostro del cartel de “Alentejo, Alentejo”, documental que fue el origen de esta película. La estética y el espíritu del western, en su vertiente más oscura, se encuentran en la narrativa. El enfrentamiento de Palma con las autoridades, la ejecución del latifundista, el protagonismo del paisaje, los poderes fácticos frente a la libertad. 

Los poderosos paisajes de Monument Valley son transmutados en las áridas llanuras alentejanas, en ríos amenazantes. En soberbios contraluces. Una estética que recuerda las técnicas de Welles en sus películas de bajo presupuesto. Todo ello teñido de una fotografía irreal, que se convierte en un personaje más de la tragedia. Isabel Ruth es una de las más grandes actrices del cine luso (Vale Abraâo, A Caixa). Su interpretación es serena, sobreponiéndose a esa fatalidad que sobrevuela la planicie estéril, destilando silencios y miradas cargadas de intensidad. Juega Raiva con el retroceso en el tiempo, narrando à rebours, mostrando las cartas desde el principio para destacar la irreversibilidad del destino. Este íncipit no es más que un atípico Macguffin, con el objeto de dirigir al espectador hacia los motivos y orígenes de los asesinatos. 


Los personajes se mueven asfixiados, conducidos por un destino de tragedia helénica. Un fatum imposible de evitar, que transcurre en un paisaje deudor de la fotografía antropológica de Rafael Sanz Lobato. Un paisaje que destila poesía insana, envuelta en magistrales claroscuros. Aunque es mayor la aridez del paisaje humano. El arcaico cinismo vital de Amanda (Isabel Ruth), la aceptación dolorosa de Julia (Leonor Silveira), el individualismo suicida de Palma (Hugo Bentes), que lo lleva a la incomprensión de las soluciones sociales que propone Mariana (excelente Rita Cabaço), la sinuosa personalidad del sargento (José Pinto) o la pretendida superioridad social de Elías Sobral (Diogo Dória). La cultura matriarcal está presente en el rol de las mujeres. Hembras poderosas, sólidas, curtidas en la dureza de los días. Raiva es un sólido recital de interpretaciones, honesto, envuelto en la rigidez de la composición simétrica de los planos. Con indudables evocaciones de Béla Tarr (El Caballo de Turín). El tempo, en apariencia lento, posee un ritmo narrativo interno potente y sin altibajos. La evocación visual destila un potencial lírico subyugante, no exento de metáforas. Como la escena del halcón al que disputan la presa o esa tela de araña, inmediatamente posterior a la detención, simbólica analogía del poder de la clase dominante. Los ecos remiten al western fordiano de espíritu indomable, pasando por la viscontiana “La Terra Trema” o pinceladas del Salvatore Giuliano de Francesco Roci. A pesar de su génesis neorrealista, el director luso se aleja de los postulados italianos con su puesta en escena con cierta teatralidad y el sesgo de las interpretaciones (el talento del director para la construcción de personajes es notable). También se aleja del neorrealismo clásico debido a la atemporalidad de la película que, aunque ambientada en el desgarrado Alentejo, posee un carácter de mitología universal, de discurso ecuménico y sublimado por esa textura de realismo mágico que le otorga el juego de la paleta bicromática. Frente a la tridimensionalidad de los elementos del escenario, la fisura de Raiva se encuentra en el monocromatismo de los personajes. En la tesis antropológica consigue detalles de un amplio calado humano y social (casi documentalista), pero la elección de un mundo arquetípico donde campa el maniqueísmo, perjudica la épica del pathos. 
Los personajes solicitan más aristas para no convertirse en unidimensionales. Los mejores pespuntes en esta metáfora, son para los personajes de Mariana y Clara Sobral (María Villaverde Cabral) que se mueven entre dos mundos con matices y devienen más poliédricas que los caracteres; algo acartonados; de otros personajes. La pérdida de humanidad conduce a un distanciamiento emocional y se pierde empatía por el camino.  Raiva es una obra hipnótica, de notable plástica, que narra; con economía de medios; sentimientos universales. Una poética sinfonía de gradaciones en grises, blancos y negros. Una soberbia, seca y precisa narrativa, con la severidad prototeatral del cineasta luso y con articulaciones bressonianas en el lenguaje. Los “cuadros”, artificiosos en la forma, y la búsqueda del verismo crudo, consiguen destilar desde el artificio del realismo una tragedia primordial y ancestral. Algo más cercano a la leyenda. Algo que surge de la tierra, de la sangre derramada, del sudor de generaciones.  Raiva, narra el problema universal del status quo, de los poderes fácticos que quieren seguir siéndolo, de los menesterosos azotados por el viento y el hambre. Una historia que, hoy en día, sigue estando tristemente vigente. Un ciclo de revuelta social que se repite como el mito de Sísifo. Una y otra vez.

‘Raiva’ fue la gran triunfadora de los Premios Sophia 2019, que concede la Academia de Cine Portuguesa. La película se llevó seis Premios Sophia: Mejor Película; Mejor Actriz (Isabel Ruth); Mejor Actor (Hugo Bentes); Mejor Actor Secundario (Adriano Luz); Mejor Guion Adaptado (Sergio Tréfaut y Fátima Ribeiro); y Mejor Fotografía (Acacio de Almeida). A estos se suman otros premios conseguidos en festivales y certámenes de cine internacionales. La película cuenta con la colaboración especial del actor español Sergi López.

martes, 9 de julio de 2019

Dulce Pontes. Festival de Flamenco y Fado de Badajoz. Saudade Sinfónica





Apenas anochecía cuando Dulce Pontes ya se apoderaba del público lusibérico que abarrotaba el Auditorio Ricardo Carapeto Burgos. “Cinema Paradiso” de Morricone y el templado instrumento vocal de la cantante portuguesa, sirvieron para ir calentando motores en este concierto que celebraba sus 30 años de carrera. La trovadora; que quiso ser bailarina y fue vocalista de un grupo de rock; ofreció la composición “Os Amantes”. Un tema que habla del lugar donde viven los amantes, con ese mar siempre presente en sus poéticas letras.  Mikis Theodorakis escribió la música como una banda sonora de la película "Les Amants de Teruel" en 1962, y Edith Piaf fue la cantante. A estas alturas estaba claro que el director y comandante de la armada, Dèlio Gonçalvez, templaba con precisión los parámetros de la OEX, integrando en perfecto empaste a los instrumentistas habituales de Dulce: Luis Salgado en la batería y Alexandre Carvalho en el bajo. Da gusto escuchar un bajo alejado de usos que son habituales en otros conciertos, como volumen excesivo o distorsión, cumpliendo su función de base con elegancia y precisión en los contrapuntos. 
En “Bailados do Minho” el más puro folclore luso se apodera del escenario. La simpatía y particular coreografía de la cantante se funden con sus exquisitas improvisaciones vocales sincopadas.  Dulce juega con el ritmo y la palabra, se detiene, se recrea, improvisa en una canción habitada del más puro sabor alentejano. Con “A ilha do meu fado” llega toda la tristeza atlántica. Una historia sobre callejones sin salida, despedidas y dolor en el pecho. Esta canción de Zeca Medeiros es una de las más hermosas del concierto, donde la OEX extrae unas ricas texturas a unos arreglos de un lirismo emocionante y nostálgico. Morricone retorna con un tema vestido de saudade, sostenido por el teclado que nos habla de un “Barco abandonado” en la noche oscura, en la voz de las tormentas… 
Dulce sostiene los agudos con una precisión milimétrica, navegando en la zona baja y media con soltura. Destilando la tristeza a pequeños sorbos, manejando el vibrato como quien sale a pasear. La canción que escribió, dedicada a José Alfonso “O primeiro canto” permite el lucimiento de toda su extensión vocal, de esa agilidad que luce con naturalidad y excelente gusto. “Garça Perdida” es una de las mejores canciones de la montijense. Una preciosa letra que nos narra como una garza perdida en la arena perdió las plumas, pero volverá a volar sin parar por toda la tierra. El tempo melancólico y la voz, perfectamente modulada, hasta culminar en ese sorprendente agudo de tremenda belleza.

Soledad” es la canción que nunca llego a grabar Amalia Rodrigues. Las falsetas que imprime Daniel Casares a su guitarra flamenca son un prodigio de belleza. Tremenda técnica y digitación sorprendente la del malagueño, con ese sonido poderoso, casi furioso, que arranca de las seis cuerdas mientras introduce luminosos picados entre las frases, se recrea en un cristalino trémolo (trino) o hibrida los acordes más jondos con la saudade del fado. Un instante mágico este abrazo entre la profunda dolencia atlántica y la alegría andalusí.
Pero no ha terminado la simbiosis entre las seis cuerdas y ese beber en las fuentes del fado que surge de la voz de musgo de Dulce Pontes. Es el momento de “Extraña forma de vida”. El diálogo es de una belleza impactante. Los arpegios guían la voz, se superponen, retornan en un flujo y reflujo oceánico y melancólico. Daniel Casares posee una técnica que es precisión quirúrgica. Dulce hace gala de un instrumento apabullante y versátil. Está claro que la vuelta a los orígenes le beneficia. Hacerlo acompañada de los acordes pausados, limpios, de los adornos del guitarrista, ya es para nota. Una de las canciones más celebradas por el público. Tanto por los visitantes portugueses como por los amantes del flamenco. Y es que esto es el Festival de Flamenco y Fado de Badajoz. Hibridación, alquimia, mestizaje. Creación de nuevas texturas.
La versatilidad de la cantante portuguesa la lleva a saltar de la copla a llevarse a su terreno un icono como es “La leyenda del tiempo”, que popularizara Camarón, basada en textos de García Lorca. Si alguien dudaba lo que es la fusión, aquí está la prueba. Esta canción ha sido incluida por Dulce Pontes en su álbum “Peregrinaçâo”.

Meu amor sem Aranjuez” es la particular versión de Dulce sobre la obra de Joaquín Rodrigo para su disco “Peregrinaçâo”. Una hermosa relectura que permite el lucimiento de su versatilidad en simbiosis con la OEX. Daniel Casares recorre el mástil de cabo a rabo con cristalinos mordentes y hábiles ornamentos que; curiosamente: no coinciden con la escritura para la guitarra del concierto original.
Indios da meia Praia” es una canción de carácter social de José Alfonso. También es el nombre dado a los residentes del barrio 25 de abril en Meia-Praia, quienes se beneficiaron de un conjunto de apoyo del proyecto "SAAL". Este tema permita a Dulce sacar toda su artillería de modulaciones, adornos y lenguaje gestual y dominio de la desmesura.
Cançao do mar” es probablemente la canción portuguesa más identificable fuera de sus fronteras. Cualquier espectador reconoce los primeros compases que invitan a seguir el compás con los pies. Dulce ha popularizado este tempo de querencia mediterránea con reminiscencias árabes. Esta adaptación del antiguo éxito de Amalia Rodrigues está habitada de vocación de mar, ese mar que baña las costas de Portugal. Hermoso el cromatismo desarrollado por la OEX, ya ducha en estas lides. La cantante extrae un intenso dramatismo desde sus personales ornamentaciones vocales y ese amplio recorrido hipnótico que posee su instrumento.
“Amor a Portugal “es la obra señera de la colaboración entre la cantante y el compositor italiano. En esta obra, Morricone alcanza extraordinarias cotas de lirismo. El recorrido se presta al lucimiento del abanico vocal de Dulce, pleno de emoción y sentimiento.
El epílogo, apoteósico. La cantante inicia un diálogo con la guitarra de Daniel Casares en el más puro estilo jazzístico scat, jugando con los cromatismos, escalando las sílabas, hibridándose con las seis cuerdas, recorriendo todo el abanico sonoro del mástil para deleite del publico portugués y español que abarrotaba el auditorio. Una gozada.



lunes, 1 de julio de 2019

Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns. 65 Festival de Teatro Clásico de Mérida.


       
                       
Siempre existe gran expectación en el aficionado cuando la programación del Festival de Mérida anuncia una ópera. No en vano existen ilustres precedentes. Desde esa formidable Medea (Caballé, Carreras), que ya subyuga desde su intensa, majestuosa y dramática obertura (anticipando la ópera romántica), pasando por la grandilocuencia trágica de Herodiade, habitada de la intensidad romántica de arias tan enormes como “Il es doux, il est bon”. La “Salomé” https://elgabinetedekaligari.blogspot.com/search?q=salome de Strauss, dejo un altísimo nivel entre las piedras milenarias, con un montaje espectacular en lo musical y en la imaginería. No tuvo tanta suerte Camille Saint-Saëns en lo operístico como en el resto de su obra. Esta ópera, con reminiscencias de oratorio, es la que se representa con más regularidad. Los intérpretes se enfrentaban a un desafío marcado por la orquesta, casi a la misma altura, sobre la que tenían que proyectar la voz y a una puesta en escena casi cecilbemillesca, con gran cantidad de actores y movimiento escénico. Casi un peplum operístico. La rigidez del primer acto se transmitió a la voz del tenor Noah Stewart, en esta sección (con ecos de los grandes oratorios haendelianos), mostró un timbre velado, que fue creciendo y relajando a medida que transcurría la historia. Aunque su papel solicitaba mayor densidad dramática y peso (vocal y escénico), pese a poseer un físico envidiable, acorde con el mítico personaje bíblico. Sansón y Dalia solicita un tenor heroico. Casi de raíces wagnerianas. Este papel es todo un desafío para los tenores.





Maria José Montiel es un animal escénico desde su primera aparición. Su presencia solemne, voluptuosa, bastaría para rellenar el instante, pero si a eso le añadimos ese fiato controlado, los hermosos pianos, el modo de desenvolverse en  la zona central y baja, la limpieza de los agudos, el lirismo sensual de la sinuosa melodía, entendemos que el israelita se postre a sus pies. La mezzo utiliza todas sus herramientas vocales y dramáticas para el personaje más fascinante (después de Carmen) que ha dado la ópera francesa. Una ópera que ha confiado sus papeles protagonistas a mezzosopranos en abundancia de ocasiones.
 El aficionado disfruta esa forma de dibujar a pinceladas las semicadencias, del descenso; nada escolástico; de semitonos en “Mon coeur s´ouvre à ta Boix”. Esa emisión redondeada, ese color cálido en “Printemps qui commence”. Resulta comprensible que el pobre Sansón no pudiera resistirse a tal nivel de seducción. Este es un caramelo para las mezzo y una de las piezas que definen la ópera francesa. Para la bacanal, el compositor realizó una divertida parodia del estilo grandilocuente del teatro francés. Este es uno de los instantes más difíciles para el Coro de cámara de Extremadura; dirigido por Amaya Añúa; que se ve obligado a realizar un “tour de force” para empastar las voces; rodeados de un voluptuoso cuerpo de baile. 
Envueltos y participando en una coreografía de bacanal, que no favorece precisamente la concentración del cantante. Sublime el instante en que cantan desde las escaleras. Con el añadido de llegar sin aliento después de recorrer un largo espacio. O ese estremecedor coro masculino (Hymne de Joie), de raíz monódica, con reminiscencias del canto bizantino (plainchante), que celebra el éxito de la rebelión. Certero empaste y clara definición de las líneas con un bellísimo resultado. Segura, limpia y potente la proyección de voz de David Menéndez (Sumo Sacerdote), de amplio registro dramático, que se escuchaba con nitidez incluso en aquellas secciones del teatro en que daba la espalda. Poderosa voz cobriza del bajo Simón Orfila (Viejo Hebreo) y notable en su rol de Abimelech, el barítono Damián del Castillo, de poderoso instrumento. En su tercer segmento, la ópera se llena de melodías recurrentes, casi autoreferentes, donde predomina lo sinfónico sobre el canto. 
El director, Paco Azorín, ha optado por situar históricamente el argumento en una vivencia contemporánea y triste. Un complicado montaje que utiliza caballos, con más de trescientos actores, pertenecientes a diversos colectivos de discapacitados que enriquecen; con su profunda humanidad; el escenario. Con instantes de pura y sincera emoción y dolor, grabados por la cámara de una reportera de guerra. Los actores encargados de coordinar los diferentes grupos cumplen un papel hermoso y esencial para la agilidad dramática. La escenografía (Carlos Martos) juega con unas enormes letras con el nombre de ISRAEL. Las proyecciones contienen mensajes sociales y reivindicativos en los textos. Un lúcido análisis de la ilógica del ser humano con disfraz actual, pero errores de todas las épocas.
Destacar la participación de colectivos de personas con discapacidad de Extremadura: la ONCE, la Asociación de Discapacitados Auditivos de Badajoz (ADABA), la Asociación de Padres de Niños Autistas de Badajoz (Apnaba), la Asociación de Padres de Personas con Discapacidad Psíquica límite de Badajoz (AEXPAIMBA), el colectivo de afectados por el síndrome de Asperges de Extremadura (ASPERGEX), Plena Inclusión Montijo, Plena Inclusión Llerena, Plena Inclusión Zafra, Plena Inclusión Mérida y la Asociación de Discapacitados de Mérida AFADISCOP. Otra de las imprescindibles aportaciones es la de los grupos de teatro aficionados. Aldaba Siglo XXI, Cambaluz, Candilejas, Createatro, Espacio Trece, Garnacha, Orozco, IES Emérita Augusta y Cooperativa Santa Eulalia, La Porcíuncola, Plétora Teatro, Sienteteatro, Tam, Teatro para la vida y TAPTC?

La orquesta, con una dirección de Álvaro Albiach pasional y plena de lirismo que planeaba suavemente durante los instantes de acompañamiento vocal y volaba en los instantes plenamente orquestales, llenándolos de plenitud lírica o intensidad dramática (o de plegaria); sin furiosos golpes de pincel; según solicitaba la escritura. La OEX extrajo todo el ardor tímbrico de la orquestación, para combinarlo con la severidad de la construcción musical. Excepcional esa Danza bacanal de sabor arábigo, lúdica y vitalista. Preciso juego en todas las secciones, destacando los contrabajos y chelos o el descriptivo y simbiótico trabajo del viento metal, tan necesario  en pasajes descriptivos. Un espectáculo enriquecedor, pleno de matices. Sirva como excusa para solicitar más apoyo a la realización de ópera en nuestra región. Profesionales “haberlos, haylos”. Y de los buenos…