viernes, 27 de diciembre de 2019

Mientras dure la guerra. Sobrevivir entre los “hunos” y los “hotros”


                                            




Cualquier acercamiento a temas tan controvertidos como la propuesta de Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar.2019), obliga al crítico a caminar cautelosamente. A sobrevivir entre los “hunos” y los “otros”. En cualquier reseña que se realiza sobre un film, surgen diversas y contrarias opiniones. A veces se tiene la sensación de que no se ha visto la misma película, o de que; determinados espectadores; viven sus conceptos ideológicos de forma tan intensa (llamémoslo así) que son incapaces de desprenderse de esa piel que les habita, para aproximarse al arte y la cultura. Simplemente. Amenábar ha optado por presentar un momento concreto de la historia. Aquí, lo importante no es lo que nosotros pensemos, no lo que (a priori) estemos dispuestos a opinar, si esta opinión no se centra en aspectos exclusivamente cinematográficos. Efectuar una labor de arqueología en el argumento, corresponde a los historiadores.

Es cierto que el guión está habitado de diversos errores históricos, pero  la pregunta que debemos hacernos es, si este particular afecta a la diegética narrativa. No contemplar la historia que nosotros hubiéramos deseado que se contara. Eso no es cine, eso es veredicto personal. Y no sirve para valorar el hecho artístico. Aquí es Unamuno el protagonista. Su profundo sentido de encontrarse en medio de una tormenta, su lucha contra la contradicción, su actitud frente a las atrocidades humanas, vengan de donde vengan. El resto es puro atrezzo. El enfrentamiento entre la intelectualidad y la reflexión del hombre que trata de encauzar su vida por el camino de la lógica, frente a la barbarie que habita a su alrededor. Barbarie que no es exclusiva de ninguna ideología. Es la España goyesca, con dos gañanes empecinados en golpearse, en lugar de ayudarse para salir del agujero donde están enterrados. En este sentido hay una secuencia modélica donde Unamuno discute con su amigo el arabista Salvador Vila, enfrentando la forma de ver la vida y el mundo. Pero dentro de unos parámetros racionales y no violentos. Karra Elejalde está inmenso y transmite con certeza ese “sentimiento trágico de la vida” que arrastra su personaje. El discurso está soportado sobre un diseño de producción y una fotografía sobresalientes. Unamuno está atrapado, como tantos otros, entre dos aguas. Ve lo que está sucediendo y se equivoca, pero es capaz de rectificar su error, a costa de su salud y su vida. El contexto histórico es tan sólo un envoltorio para una historia que se nos antoja universal. La del hombre enfrentado al salvajismo, encerrado, constreñido por las circunstancias que le ha tocado vivir. Que nos tocan vivir a todos. 

No es posible acercarse a una película, habitado de clichés, lugares comunes, filias y fobias. Máxime en un terruño donde el analfabetismo histórico se tiene por bandera y el afán de investigación del personal termina en el último gol que ha marcado su jugador de cabecera. La lectura del pasado en presente, es uno de los crasos errores cometidos por quienes anteponen la visceral a la realidad. Aquellos que bucean en la historia, son conscientes de que; el pecado original en la investigación histórica; es tratar de juzgar hechos pasados con parámetros actuales, Si además le añadimos la falta de preparación y conocimiento, el cóctel es explosivo (con certeza un cóctel Molotov).
Es la “España Invertebrada” de Ortega, son las “dos Españas” certeramente machadianas. Desde ninguna perspectiva, que no sea la exclusivamente histórica, se pueden abordar estos particulares, si realmente queremos comprender, aprender y extraer conclusiones enriquecedoras o cauterizadoras. En la pantalla el defecto suele ser el contrario. El exceso de academicismo puede lastrar la narrativa, convirtiendo en didactismo histórico y clase de biografía o anales, lo que debería desarrollarse con estructura dramática (planteamiento, nudo, desenlace). Quizás el eslabón más débil de la propuesta amenábariana es el aspecto formal. Esa pulcritud, que lastra la creatividad y una tendencia a potenciar el envoltorio. El aspecto externo, frente a la veracidad cotidiana de la historia. En la otra vertiente, encontramos la positiva humanización de los personajes. Unamuno desciende de su pedestal de ilustre pensador, del creador trágico, del filósofo que se angustiaba por la división entre lo real y lo ideal. Por otro lado, los personajes del bando sublevado son presentados sin fomentar el arquetipo, huyendo del peligroso lugar común o envueltos en su vida familiar. 


Este es uno de los peligros del cine “de tesis”. Presentar personajes que no son humanos. Paradigmas biográficos, moldes que rozan con el cliché y alejan del verdadero horror. La realidad es que todos los participantes en los espantos históricos, eran personas comunes (en el amplio sentido de la palabra). Este es el verdadero horror. Las personas, una vez inoculado el veneno de las ideologías, son capaces de realizar actos terribles en nombre de entelequias y seguir con sus vidas cotidianas. Mientras dure a guerra no es ambigua. Frente a la crítica que pueda hacerse, acerca de que tan sólo aparecen dos victimas en una cuneta) a lo largo de la película, de que se obvia el horror y la sangre que estaba corriendo, también podría objetarse que no se presentan en ningún momento las motivaciones de Unamumo para apoyar a los sublevados en un principio. No eran otras que el horror y la sangre que ya llevaban un tiempo apoderándose de las calles. Mientras dure la guerra muestra la verdadera naturaleza de las cosas. La vida diaria que convive con la oscuridad. Frente a esa oscuridad, Unamumo rememora los instantes en que reposaba su cabeza en el regazo de su esposa. Frente al horror, el recuerdo del amor. Frente a la barbarie, la ternura de amar a otro. Y a día de hoy, seguimos sin aprender nada…


viernes, 13 de diciembre de 2019

Una Lisístrata inclusiva y reivindicativa. La Porciúncula


                          




Ha llovido un poco desde que en 1993, se constituye un taller de teatro inclusivo para integrar a personas con discapacidad visual, aunque con cabida para otras discapacidades. Ha llovido, digo, desde “La Heroica Villa” de Carlos Arniches hasta esta apuesta por una Lisístrata inclusiva y; sobre todo; reivindicativa. La trayectoria de la agrupación teatral la ha llevado, fundamentalmente, por el terreno de la comedia. Miguel Mihura, Carlos Arniches, Miguel Murillo, Oscar Wilde han sido algunos de los autores que han llevado a las tablas, siendo dirigidos por diferentes profesionales del mundo teatral extremeño. Mª José Mangas Durán adapta y dirige esta adaptación de la comedia de Aristófanes. 
Como era acostumbrado en el comediógrafo, el texto (aparte de la vida cotidiana ateniense), destila su actitud frente al absurdo de la guerra. Partiendo de una huelga sexual femenina frente a la pérdida humana que supone el belicismo la agrupación presenta una divertida, desenfadada y picante versión en una Hélade, donde los hombres caminan sufriendo de priapismo permanente a causa de la abstinencia. Vuelve a utilizar el ateniense una asamblea de mujeres, como ya hiciera en Las Asambleístas. 
Esta Lisístrata fue la primera heroína del teatro aristofánico. Un espartano atrezzo (si se me permite el juego de palabras), compuesto por algunas ruinas y columnas sirve a la compañía para desarrollar una historia de completa actualidad, donde están presentes diversas reivindicaciones. Las mujeres ocupan la Acrópolis  para controlar los impuestos y mantienen a ralla el furor varonil en divertidos y bien diseñados diálogos que los espectadores agradecen. 


El autor juega con el doble sentido (¿Qué asunto es ese grande, grueso, agitado durante los insomnios?), o “las de Salamina han hecho la travesía de madrugada, bien abiertas de piernas y montadas en sus potros”. La unión de las mujeres es grande frente a la pueril amenaza masculina y los intentos de revertir la situación chocan con la unidad y valor de las mujeres. También revolotean temas como la corrupción (los cargos públicos que andan revolviendo algún tumulto para poder robar) o las situaciones ridículas (postureo) donde puede verse a un guerrero impresionante, con escudo de Gorgona, comprando corvinas en el mercado. 
Hay un mesurado y efectivo uso del semicoro  y los picantes diálogos son tratados con un vodevilesco sentido del humor: “Padecemos de jodientitis, para decirlo con suma brevedad”, se queja la heroína. Si hubiera sido musicada esta obra podría formar parte de aquel género sicalíptico que invadió los proscenios a principios del siglo XX. Algún apunte personal como la escena entre Mirrina y su marido Cinesias donde, tras largas dilataciones para no practicar la unión carnal, Mirrina le echa un perfume (en el original Perfume Rodio) Aquí, el castrador bromuro. La Porciúncula solventa con soltura este texto, donde se invita a “hacer el amor y no a guerra”, divirtiendo (que no es poco). Hace uso del espacio coral, sobreponiéndose a las limitaciones y consigue provocar las risas de los espectadores, en una reivindicación con disfraz de comedia. Una Lisístrata inclusiva y reivindicativa ¿Qué más se puede pedir?



martes, 26 de noviembre de 2019

Laberinto, anatomía del presente. Marino González Montero/ de la luna libros. Mérida. 2019


      



 Aunque todavía puede uno enzarzarse en alguna de esas polémicas inanes sobre si el teatro es; o no es; un género literario, una única verdad prevalece: el teatro también se lee. Aunque el modo de abordar una obra dramática requiere una visualización más activa que en otros géneros, la cual suele residir; paralelamente; junto al número de obras que haya visionado el lector. Ayudan (y mucho) las acotaciones-descriptivas, que el autor sitúa, con notable clarividencia, para ayudar a describir personajes y situaciones. Y es que nada es liviano en el intramundo teatral de Marino González Moreno. En “Laberinto, anatomía del presente” vuelvan a aparecer sus estilemas, obsesiones y remembranzas. Porque un laberinto de estas características tan sólo puede tener su génesis en la propia esencia vital, en el leve parpadeo del instante breve que huye, en el somnoliento guiño de lo ya vivido. Una vez más vuelve a aparecer el autor que no agradará al consumidor de inmediatez mediática (porque no comprenderá ninguna de las interrogaciones que como dardos se le lanzan), ni al devorador de posmodernidades y postverdades (que de todo hay), encerrado en su cápsula de tecnologías y estímulos guiados por la apariencia (y/o) la ignorancia en estado latente. El autor alquimiza la palabra como arma, contra esa invasión de oscurantismo, de querencia por la tiniebla que se esconde detrás del postureo actual, detrás de la liviandad de las relaciones y actitudes vitales. Pá tinieblas, las mías”, parece decir (en castizo), desde la profundidad de este texto, rico en metáfora vital, en existencialismo cotidiano, en riqueza matriz. 


Porque bebe del mito ancestral, primigenio, atávico, para presentarnos una tragedia helénica desaforada en lo conceptual, pero contenida con la introducción de un humor que; como en su anterior obra; está situado en el momento y el lugar exacto. Casi hemos dado la definición de literatura: Situar la palabra más exacta en el lugar más correcto. Retornan  obsesiones y personajes de “Muerte por  Ausencia” ¿Quizás el boceto de un trilogía sobre el abismo y la orfandad humana frente a la muerte y lo desconocido? Ahí lo dejo. Retornan los espacios inquietantes. Si allí lo fueran un catafalco y unas velas; donde la soledad acompañada de sus criaturas, desarrollaba su ceremonia de ausencias; aquí es un extraño laberinto, unas cabezas de alambre. Si allí el personaje elíptico era la base de todo el diálogo y las inquietudes de los personajes, aquí toma forma como diosa poliglota, envuelta en poncho. Dispuesta a llenar de inquietudes las vidas de “Hombre” y “Mujer”, y también de enseñarles a caminar entre el absurdo que denominamos vida y extraer la esencia de las cosas, como ese Juan Ramón que declamaba:
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
La esencia de las cosas. Ese desprendernos de la túnica de la inocencia antigua hasta aparecer desnudos. Pero la desnudez que nos muestra Marino González, es un viaje en barca para el que nunca estamos preparados. Porque Caronte conoce todas nuestras miserias. Un Laberinto donde el Minotauro borgiano tan sólo desea la espada de Teseo en su corazón.
-Lo creerás, Ariadna. El Minotauro apenas se defendió…


Como el mítico animal antropomorfo, Hombre y Mujer, desconocen el sentido de su presencia en el laberinto y anhelan escapar a la soledad de sí mismos. Para ello deberán aprender a escuchar. A escucharse. Como en la poesía de Juan Ramón, el anhelo que subyace en la obra de dramaturgo cacereño tiene una triple vertiente (o una triple sed).
Sed de belleza (lo cual queda patente en el respeto por el verbo, por las referencias culturales y la forma, por el homenaje a la cadencia del riesgo, por el disfraz de la palabra.
Sed de conocimiento: Porque la belleza de lo externo es un modo de conocimiento. Porque el antifaz del léxico es como una nota escrita en la partitura. Inerte, expectante, pero palpitante, llena de vida cuando surge de los labios del intérprete.
Sed de eternidad. De búsqueda, de anhelo de lo inmarcesible. La búsqueda de la belleza absoluta pasa necesariamente por los estratos del dolor y la angustia existencial.
Laberinto es un texto difícil, arriesgado, alejado de lo común. En él, el autor sienta sus claves a caballo entre el teatro del absurdo, sazonado (con un humor cínico y existencialista), la helénica y genésica tragedia, el abismo nietzcheano; al cual se asoman para que el abismo mire dentro de ellos; y una certera reivindicación de pensamiento sobre superstición, de lo atávico sobre lo acomodaticio del instante histórico. Las dudas primordiales de la humanidad, los dolores más acerados y punzantes. Como esa muerte “que había ido a vivir a mi casa”. Una muerte que está en casa de todos, ya que es la única certeza que tiene el hombre.


Marino González Montero conjuga con maestría y sabiduría dramática (más sabe el diablo) un verbo, ora teñido de lirismo, ora de existencialismo. Ora de un humor amargo y lacerante, ora de un filosófico beber del instante. Prima la desnudez escénica (otro de sus atributos), pero la desnudez emocional es la marca de la casa. Y es que nada más se necesita cuando el sendero trazado nos conduce a los sentimientos más intensos del hombre/mujer en este paraíso perdido. Cuando el jardín de senderos que se bifurcan no ofrece sino redención (el dolor no es opcional) frente a la derrota. Las canciones ofertan un lirismo intenso, juguetean con el khoros helénico o la modernidad, con referencias a Pablo Milanés. Toda la obra está teñida de la fatal predestinación de ese “animal que camina  con un féretro”. Ese animal que es capaz de escribir y emitir palabras que son “deidades momentáneas”. Las palabras de esta obra también ejercen de demiurgos para guiarnos hacia más allá del velo. Hacia el laberinto. Origen y fin de todas las cosas.


jueves, 21 de noviembre de 2019

María Joâo y Carlos Bica Quartet. XXXII Festival Internacional de de Jazz de Badajoz

                                 


La voz exótica de María Joâo, acompañada del “Carlos Bica Quartet”, sonó dentro de la XXXII Festival Internacional de Jazz de Badajoz. La trayectoria de la cantante dentro del jazz es luminosa y ha regalado su estilo único por los escenarios de todo el mundo, siendo la única artista portuguesa nominada para el Premio Europeo de Jazz. Pocas vocalistas pueden transformas las canciones del modo en que lo hace María Joâo. La lisboeta alquimiza cada fraseo, explora el territorio desconocido de cada nota y lo transforma en el crisol de su prodigiosa garganta. 

Su forma de acercarse con nuevos prismas a los temas estándar, a clazicazos que solicitan respeto en la reelaboración, es de un apabullante desparpajo. Pero no nos confundamos, para llegar a transmutar una (casi irreconocible) Norwegian Wood en un regalo auditivo, hacen falta muchas tablas, mucho terreno ganado al tiempo. La vocalista juega con lo intimista, se mueve con levedad mientras reescribe en su garganta las partituras. Uno de los pies permanece siempre en las cadencias jazzísticas, en el feeling atávico de la selva, en los sonidos del club, habitado de humo. La otra, puede estar en cualquier parte. Desde las onomatopeyas vocales de Björk, hasta la música medular de Caetano Veloso. Desde apropiarse del espíritu de Billie Holiday hasta desembocar en ese potente y recreado himno a la felicidad que es “What a Wonderful World”, donde la cantante se recrea en registros imposibles y su flexibilidad vocal le permite bromear con la tesitura de “Satchmo” (Louis Armstrong).  No cabe duda de su capacidad para la improvisación y ese formidable dominio del scat, que le permite crear sílabas, proyectar sonidos imposibles, juguetear con los matices, exprimir la fonética hasta límites insospechados. 

Los fraseos de María Joâo pugnan en duro combate entre la técnica y la emoción. Entre el aullido desgarrado y el matiz que nace de esa destreza que dan las horas de estudio. Hay calidez y altas dosis de empatía cuando se descuelga con un cover de “Come Together” para quitar el hipo y hace participar al público en el estribillo. 

A lo largo del concierto se rastrean las influencias brasileñas, africanas, lo experimental, el pop. Aquí el mestizaje es la marca de la casa y la creación de nuevos espacios adentra al público en texturas desconocidas que están impregnadas de un sello particular que bebe de diversas raíces. María Joâo y Carlos Bica se reencuentran después de 25 años, añadiendo la guitarra de André Santos y el teclado de Joâo Fariñas. La cantante lisboeta es capaz de crear atmósferas etéreas, de navegar entre suaves acordes de teclado cercanos a la new age o de recrear un estándar como Proud Mary, dotándolo de una renovada identidad. La guitarra, jugando en armónicos, el contrabajo; unas veces en imitación, otras en contrapunto; el teclado fluido y los ornamentos vocales de María Joâo, conformaron una noche mágica dentro de la XXXII Festival Internacional de Jazz de Badajoz. 

El Conde de Montecristo. Samarkanda Teatro. Muestra Ibérica de Artes Escénicas. Cáceres





Adaptar para las tablas una novela-río con las características de El Conde de Montecristo; de amplia raigambre e infinitas versiones; que forma parte del acervo cultural de un sinnúmero de lectores, cuyos personajes son iconos dentro del inconsciente colectivo, como lo son otros tantos a los que la literatura (y sus posteriores adaptaciones) han dotado de vidas y espacio en nuestro mundo, es empresa arriesgada. Edmundo Dantés; junto al abate Faria y Mondego; forman parte de nuestro mundo literario, al mismo nivel que el Tarzán de Burroughs, Don Quijote, y tantos otros que consiguen escapar de las páginas para convertirse en imagos.
En habitantes del imaginario colectivo, perfectamente identificables. Una cumbre que muy pocos escritores alcanzan. Es por esto que la odisea es aún mayor. Llevar por vez primera estos personajes palpitantes, señeros, dolientes, que protagonizan una de las mejores novelas de aventuras de la literatura, exige un profundo respeto por la obra genésica y un; también profundo; conocimiento del medio al que se va a adaptar. El resultado es espectacular. 
Una soberbia recreación de Paloma Mejía Martín, con respeto del pathos y el eros dumasiano (que de todo hay en la obra), y un sentido certero de lo trágico, sin desmesuras. De la pasión, sin excesos. El montaje de Samarkanda Teatro es un apasionante y trágico juego humano, pleno de aventura, pero al mismo tiempo de introspección. Los hallazgos visuales son notorios, desde esas máscaras caminantes sobre zancos, que preludian la obra; junto al niño fantasma; y luego serán retomadas en el epílogo, hasta coreografías de duelos de gran riqueza estética y dramática. El Conde de Montecristo es una panoplia de humanas emociones, de amores frustrados, de pasiones intensas, de frustraciones y venganzas. Toda una paleta de intrigas, bajezas, redención y aventura, acertadamente resumida en las dos horas de duración de la obra. La arquitectura dramática se apuntala sobre las intensas y soberbias interpretaciones de todos los actores (con algunos irrelevantes titubeos). Guillermo Serrano extrae todo el carisma de un personaje que conjuga pasión, cinismo a raudales y un cierto patetismo. A modo de superhombre nietzscheano, se cree por encima del bien y del mal cuando se trata de sus reglas morales. 
El actor extrae con vehemencia esa lucha entre luz y oscuridad, con una correctísima proyección de voz, plena de matices, y formidable expresión corporal en las distintas fases del personaje. El juego dramático superpone; acertadamente; las distintas etapas vitales del personaje. Incluso uniéndolas en un mismo diálogo o conjugando distintos instantes a un tiempo. Este recurso hace avanzar la obra dinámicamente, al tiempo que juega con la plástica y los diversos posicionamientos de los personajes, siempre buscando un efecto estético que se complementa con una notable luminotecnia de Fran Cordero. El aliento épico se balancea con los instantes introspectivos, incluso con los humorísticos, dentro de la inmensa tragedia. El acertado control de los tiempos y el vertiginoso ritmo, permiten avanzar a una obra, densa en su génesis.  El concepto coreográfico de las escenas, convierte en levedad, la complejidad argumental. Rafael Núñez; con sabiduría escénica; compone un Abate Faria lleno de humanidad, un personaje lleno de bonhomía  y sensibilidad. El Danglars, alquimizado por Fermín Núñez, está resuelto con intensidad, elegancia y convicción. La versatilidad de Juan Carlos Castillejo consigue dotar a sus creaciones de una particular visión. Ciertamente estos personajes socarrones, de mundana sabiduría (como de andar por casa), le vienen como un traje hecho a medida. La espectacularidad del decorado y el vestuario llegan de la mano de Luisa Santos. 

Las reproducciones de la ropa de época recogen, acertada e intensamente, todo el concepto de enfermizo romanticismo que refleja el argumento o sirven para diferencias los distintos roles y etapas de los sufridos protagonistas: Jirones durante la prisión, ropajes de lujo o trajes funerarios, dentro del más estricto luto de la época. Sin olvidar esos acertadísimos y siniestros personajes-máscara de oscura levita. Mercedes es uno de esos personajes cuya presencia cambia el curso de los ríos, y Ana Batuecas sabe extraer toda la savia de una mujer enamorada, llena de candor y, al mismo tiempo, de sufrimiento. El desarrollo presenta instantes acertados en lo estético y lo dramático. Numerosos hallazgos escénicos contribuyen a enriquecer la estructura visual. Impactantes los instantes del niño-espectro junto a los enmascarados, las proyección de la cruz durante el duelo a espada, la celda con trampilla donde conviven Dantés y el Abate Faria o la construcción a modo de tablero de ajedrez de los cuatro enemigos en las esquinas, con Dantés en el centro. La paleta cromática de intensos azules, burdeos y ocres introduce en la esencia de cada instante, destilando un aroma atemporal y surrealista. 



La música de Miguel Ángel Grajera y Jorge López está perfectamente imbricada en la acción, definiendo certeramente los instantes, desde los etéreos acordes de piano del prólogo con el niño-espectro subiendo las escaleras, hasta el leitmotif que se desarrolla en distintas peripecias, los coros espectrales o el triste vals que acompaña al amor imposible. Todos los elementos de esta obra, una de las mejores ofertas extremeñas de los últimos tiempos, son pequeñas piezas de un puzzle perfecto, emocionante y pleno de ritmo narrativo. 



Lo son la caracterización de Pepa Casado e Isabel Martín, el dominio de la esgrima de Javier Mejía, la presencia escénica de José Antonio Lucía,  el desparpajo conceptual de José F. Ramos, las patentes tablas de Gloria Villalba o la juventud arrolladora de Alberto de Morcef.  Paloma Mejía y Samarkanda han logrado condensar, en 120 gloriosos minutos, una historia universal de desaforado y arrebatador romanticismo. Una tragedia, de dimensiones helénicas, que consigue compendiar (en toda su extensión) y destilar la novela original, solventando del gran riesgo de esta adaptación. El resultado es un montaje altamente recomendable,  que respeta y enriquece la génesis literaria !Esto es teatro!             

viernes, 15 de noviembre de 2019

XIV Festival de Cine Inédito de Mérida

La programación del XIV Festival de Cine Inédito de Mérida se mantiene en su apuesta por la calidad, la internacionalidad y la variedad de géneros. Desde el 21 al 30 de Noviembre la sección oficial contará con diversas ofertas de lo más atractivas, junto a las secciones “Cine y Escuela” o la “Gala de Clausura” donde se hará entrega de los premios “Miradas”.
21 de Noviembre. Madre de Rodrigo Sorogoyen se mueve en un terreno ambiguo, pedregoso. Los tabús de la sociedad se ponen sobre la mesa en un viaje complicado y doloroso. Estamos ante una película adulta, no apta para un público medio. “Madre” es una ampliación del corto de ficción por el que obtuvo el Goya en 2018 y nominación a los Óscar. Soberbia interpretación de Marta Nieto y dirección inteligente. Una espléndida fotografía contrastada con planos íntimos con juego del gran angular. Una película audaz, trasgresora e inquietante. No apta para todos los paladares.
22 de Noviembre. Parásitos es una comedia oscura, atípica donde los monstruos son los humanos. Un ataque formal a ciertos estilos de vida. Extraño híbrido entre el realismo social, el suspenso o la sátira más sombría. Hay un marcado contraste visual y estético entre las castas sociales, donde la farsa con reminiscencias de los Coen es la marca de la casa. La estratificación de la sociedad coreana adquiere tonos de ironía demencial que en las manos de Bong Joon.Ho, se traduce en un sentido del humor enfermizo y con vocación de parábola y revulsivo social. Una de las mejores propuestas del año.
23 de Noviembre. It must be heaven de Elia Suleiman. El director vuelve a su Palestina natal con ese cine, deudor de Jacques Tati, su humor hierático para constatar lo que separa a Palestina del resto del mundo o la conecta. Sátira, ironía, simetría en las composiciones o coreografías donde da un repaso a diversos elementos humanos o cinematográficos. Estructurada en diversas “set pieces”, con el silente Sueliman como hilo conductor. Trasunto de aquel Monsieur Hulot tatiano, juega con el absurdo para introducir al espectador en temas como la falta de identidad, las barreras físicas o la recuperación de las raíces. Y lo hace, únicamente, mirando. Transformando la mirada en denuncia, asombro o tesis. Imprescindible narración visual para intentar comprender la complejidad del mundo moderno.

La hija de un ladrón
24 de Noviembre. La Gomera de Cornelieu Porumboiu. Arrancando al son del “The Passenger” de Iggy Pop, el director rumano nos presenta a un turbio policía de Bucarest que trata de sacar de la cárcel a un hombre de negocios aún más turbio. El silbido gomero, utilizado como comunicación, da para muchas risas en este golpe criminal para “bobos”. Estamos ante un film repleto de referencias cinéfilas con gag a lo “Psicosis” o una protagonista que se llama Gilda, con disfraz de mujer fatal. Este recorrido lúdico, que adopta los códigos de cine de género clásico, se presenta con la textura personal y excéntrica del director. Un ejercicio lúdico que camufla la historia de amor tras la máscara del “noir”. Jugando con la comicidad en momentos incómodos y con una banda sonora operística de lo más acertada.
25 de Noviembre. Ema de Pablo Larraín. Película inclasificable y audaz con trasfondo de pareja y niño adoptado, a golpe de reguetón. Con estructura hiperfragmentada, es una extraña mixtura de poética, amores y odios. Macarra, grotesca o contradictoria. La existencia atormentada de una pareja joven, salpicada con potentes coreografías y con retorcidos y truculentos diálogos. El cineasta consigue introducir al espectador en la visión del mundo de la protagonista, totalmente alejada de códigos tradicionales. Secuencias musicales (con cierta reminiscencia de Holy Motors), coreografías trémulas y; sobre todo; una esquiva mirada que evita el moralismo. Hay un experimentalismo autoconsciente en la forma, en la estructura de rompecabezas engañoso con hálito de helénica tragedia. Los escenarios de baile son subyugantes: canchas de baloncesto, espacios industriales…donde se desarrolla la primigenia danza, orgánica expresión del poder sexual femenino.


La Gomera
26 de Noviembre. Los Miserables de Ladj Ly. Libre interpretación de la novela de Víctor Hugo en formato policial. Un grupo de jóvenes, después de la fiesta del Mundial de Francia, deben volver a la cruda realidad en la “banlieue”; la periferia marginal parisina. El lenguaje visual navega entre micro-zooms vibrantes y enérgicos travellings con un argumento que toma referencias del “Training Day” de Antoine Fuqua, con policías en territorio comanche. Las referencias con la novela genésica nos muestran que poco ha cambiado el mundo para las clases desfavorecidas. El ritmo es potente y la cámara es ágil. El propio director vivió experiencias similares por lo que la textura tiene mucho de orgánica, mucho de rabia personal y mucho de honestidad.

27 de Noviembre. La hija de un ladrón de Belén Funes. No encontramos ante un ópera prima sobria, conmovedora, con ecos de Ken Loach o los hermanos Dardenne: cámara en mano, planos de seguimiento, con un profundo carácter social. La directora narra con doliente minimalismo, con pequeñas pinceladas, el pasado. Situando su relato en el presente con buena articulación en las secuencias y notables duelos verbales. La pugna interpretativa entre Eduard y Greta Fernández (padre e hija en la realidad), dibuja los perfiles de cada personaje, siendo la emotividad (Sara) y la contención (Manuel). El egoísmo, la custodia de los hijos, la lucha por salir adelante, la dureza de las relaciones, son parte de una trama llena de humanidad, con diversas elipsis en las que no se informa al espectador de hechos que no necesita saber. Enorme interpretación de Greta Fernández, una de las mayores promesas de su generación.
28 de Noviembre. Y llovieron los pájaros de Louise Archambault. La directora canadiense adapta la novela de Jocelyne Saucier sobre el renacimiento vital de tres ancianos. Estamos ante la renovación del “feel good movie”, una narración cordial que se desarrolla en paisajes excelsos. “Y llovieron los pájaros” nos habla del ocaso y la plenitud, de recorrer tu propio camino a una edad avanzada, de reivindicar la propia autonomía pese al transcurso de los años. El humor está presente en esta tesis donde el progreso y la modernidad no necesariamente se presentan como un avance. Hermoso poema sobre la libertad de elegir, con diversos subtemas como la eutanasia, el aislamiento, la oportunidad del amor. Una hermosa melodía sobre el ocaso entendido como renacimiento.
29 de Noviembre. Fortuna de Germinal Roaux. Con una excelente fotografía en blanco y negro nos cuenta la historia de una pequeña refugiada etíope. Una mirada personal sobre el tema de los menores que llegan sin compañía a Europa. Imágenes potentes para llevarnos al territorio de la empatía, para despertar nuestros adormecidos sentidos, para saborear los instantes cotidianos. El primer amor, el invierno, el frío y una intensa poesía para presentarnos un drama humano, pleno de espiritualidad. Un acercamiento al duro golpe existencial que supone abandonar todo lo que conoces y la incertidumbre sobre la vida. Una moderna parábola sobre las fronteras y la dignidad humanas. Geniales interpretaciones de Bruno Ganz y Kidist Siyum Beza. El film deja en el aire multitud de preguntas sobre el destino y el futuro de la protagonista. Aunque quizás se encuentren en los ojos limpios de su burrita. Su única y verdadera amiga que se funde con ella en la nieve.


sábado, 9 de noviembre de 2019

Identidad. 2003. James Mangold. En la mente de muchos

                              
                                                        






Identidad (Identity. James Mangold. 2003) es una no confesada actualización de Diez Negritos (Agatha Christie), dentro de la convulsa mente de un asesino múltiple. Un motel de carretera donde coinciden una serie de personajes, obligados a desviarse de sus respectivas rutas, es el lugar donde comienzan a ser asesinados. El objetivo es descubrir que les ha conducido hasta ese lugar, pero nada es lo que parece en este juego mental. El motel se convierte en ratonera, donde la simbiosis de los diez personajes se convierte en un problema matemático ¿Cuál es la identidad del asesino? Con reminiscencias de “Tres ratones ciegos” de Agatha Christie y de “La escalera de Caracol”, el director juega con los planos detalle, golpes de efecto, o enfatiza los primeros planos como lenguaje para transmitir la inquietud y el estado alterado de esa forzada comunidad, convertida en involuntario Cluedo en la mente de un perturbado. La idea de que nuestras elecciones ya han sido previstas con anterioridad, de que nuestros destinos ya están predeterminados, juega con el difícil lastre del escenario único como en The Thing (John Carpenter. 1982) o La Ventana Indiscreta (Rear Widow. Alfred Hitchcock. 1954) y se basa en el puzzle con giro final. 
Cada personaje contiene un defecto y un secreto, algo que los involucra, dentro de un motel que es como un personaje vivo, latente, basado en sombras y colores, con el añadido de una naturaleza hostil en el exterior. A lo largo del film iremos comprendiendo que esta claustrofobia está provocada para que los personajes no puedan escapar ¿pero porqué? ¿Por qué el personaje de John Cusack (Ed) es el único que tiene chubasquero ¿Sabía que iba a llover? A lo largo de las dos historias, el director pone bajo juicio la viabilidad de la justicia, de la ley y la medicina moderna, con esa visión agnóstica y posmoderna en que desemboca el cine a finales del siglo XX. Las dos historias van mostrando paralelamente el juicio; en una madrugada lluviosa; a Malcom Rivers, con trastorno de personalidad múltiple, que asesinó a varias personas en un complejo residencial. Simultáneamente, la narración del hotel se va desarrollando con el asesino que traslada el policía, escapando. Ha comenzado el juego de las identidades. Nos hallamos ante una película poliédrica, trufada de homenajes a los clásicos donde el espectador es partícipe de la investigación, siendo objeto de todo tipo de engaños como aparentar que la vista del juico tiene lugar en el futuro, tras los acontecimientos del motel. La realidad es que se trata de distintas diégesis y cada una constituye una historia diferente aunque el epílogo las una indisolublemente. El director juega con el binomio verosímil-inverosímil según el plano de la historia que se desarrolle en ese momento, siendo el juzgado el mundo de lo real (ficcional verosímil) y el motel el mundo donde los fenómenos se pueden convertir en inexplicables. El momento culmen es cuando Edward (Cusack) escapa de su mundo hacia la diégesis del juicio y comprendemos que la identidad del perturbado asesino nos ha estado controlando desde el principio. La historia paralela al juicio está profundamente imbricada en la identidad (o personalidades) del sujeto, con estructura de bucle. El motel es un espacio cíclico donde los personajes se ven atrapados. También las identidades de los otros personajes están condicionadas por el imaginario mundo en la mente del ¿protagonista? Edward es un antihéroe, Paris tiene planes de futuro (y abandona al motel con vida), el grupo familiar está disgregado, la antipática Caroline se convierte en la primera víctima, la pareja de novios está rota, el policía no es lo que parece. La diégesis final de la historia del motel se engarza directamente en la trama del juicio, la dualidad del personaje muestra su verdadera identidad en una sorprendente vuelta de tuerca. Lo insano también forma parte del inframundo como si fuera un personaje más. La suciedad, la claustrofobia, la soledad del motel, lo enfermizo de los personajes, la desolación de la América profunda, las interminables carreteras solitarias. Hay una oscuridad posmoderna y pesimista que flota sobre todos los protagonistas. 
Pero no es más diáfana la historia que se desarrolla en los tribunales, donde la ley es presentada como una maraña de recovecos legales, de trampas, de artificios donde un culpable; bien asistido legalmente; puede escapar de rositas. Es difícil empatizar con la personalidad de ninguno de los personajes y el director nos conduce hacia un escaso interés por las vidas (y muertes) de los figurantes para concentrarnos en el deseo de averiguar la identidad del asesino. Como todo el cine posmoderno, la cinta es un continuo autorreferencial cinéfilo, siendo Doce hombres sin piedad (12 Angry Men. Sidney Lumet. 1957), la inspiración del la diégesis de la sala de juicios. Identity maneja certeramente los resortes del género, las referencias o los homenajes. Un ejercicio sobre la insania y las múltiples identidades, antimítico, lastrado de perdedores donde prevalece lo negativo, representado en la enigmática identidad del asesino múltiple. 

viernes, 8 de noviembre de 2019

Coro Juvenil do Instituto Gregoriano de Lisboa. Ciclo “The Children Singers”. 2019


                                              


La agrupación dirigida por Filipa Palhares comenzó este precioso concierto con la monodia del “Ave Maris Stella”, dividiendo las voces en dos secciones, una de la cuales avanzaba desde el fondo de la Parroquia de San Juan de Ribera, consiguiendo un efecto envolvente para este canto de la Liturgia de las horas, de autor anónimo. Esta obra viene acompañada de una curiosa leyenda. Cuando el gentío llegó a la casa donde se hospedaba Santa Brígida con la intención de quemarla, la santa preguntó a Nuestro Señor que debía hacer y éste le contestó que permanecieran en el mismo lugar. “Reúnanse en grupo y y canten el himno “Ave Maris Stella” y yo os guardaré de todo peligro”. Se utiliza para las  II Vísperas y  El más antiguo registro conservado actualmente está en el Codex Sangallensis, un manuscrito datado en el siglo IX y conservado en el monasterio suizo de San Gallen. 
El título "Estrella del mar", que aquí se aplica a María, procede de la interpretación de un pasaje del Antiguo Testamento (primer libro de los Reyes) en donde se describe cómo una pequeña nube se eleva sobre el mar y anuncia la venida de la lluvia al profeta Elías mientras oraba en el monte Carmelo, poniendo así fin a una larga sequía. Se aplica esta imagen a María, pues ella anuncia la venida del Salvador, fuente que sacia la sed de Dios. El prometedor inicio con la frescura de las voces del coro, el sólido empaste y las diversas texturas que imprimieron al canto llano, no fueron sino el avance de un exquisito programa. Bien elegido y mejor desarrollado. El homenaje al terruño llegó de la mano del clérigo Juan Vásquez con enriquecedoras versiones de las archifamósas obras “Con que la lavaré” y “Duélete de mi señora” fácilmente reconocibles para el público pacense, aunque la casquivana “Marizápalos” no guarde relación con lo extremeño. Bellas intervenciones de las solistas, para la más famosa canción del XVII español (con reminiscencias de folía), que Juan Cererols elevaría “a lo divino” en “Serafín que con dulce armonía”. El arco temporal recorrido por el coro fue amplio y celebrado por el público. “Veni Domine” de Felix Mendelssohn es una envolvente melodía, plena de suaves matices y texturas circundantes, que se eleva para llamar la atención del Señor. Uno de los momentos más emocionantes fue la interpretación de Luvor, uno de los “Dois cantos espirituais da ilha da Madeira” del compositor y doctor en antropología política  Alfredo Teixeira. “Cubana y Española” es un tanguillo español, transformado en habanera del maestro autodidacta de Torrevieja, Ricardo Lafuente, ampliamente celebrada por el público. 
Tundra” del compositor noruego Ola Gjeilo, donde las líneas vocales (altísimas) son resueltas con precisión por las voces para definir un frío invierno, con movimientos agitados del piano. Estamos ante una música coral nórdica de excepcional belleza, llena de pureza y cautivadora. Y de texturas vocales radiantes. Morten Lauridsen es el único compositor norteamericano que puede definirse como místico. “Sure on this shining night”  (Tercer movimiento de Nocturnes), es una obra serena, indefinible, cuyo lenguaje u estructura es elaborado por el Coro Juvenil  hasta extraer un material fluido y contemplativo. Una verdadera oración a la naturaleza, en medio de la cual compone este autor.
 “Cinco canciones de amor hebreas”, es una suite que es en sí una declaración de amor. Posee un intensa conexión entre letra y música (los poemas estaban  escritos por su novia) y está  escritos en hebreo. “Temuná” es la primera canción y hace referencia a la fisicalidad del amor:

Una imagen está grabada en mi corazón


Moviéndose entre la luz y la oscuridad

Una especie de silencio envuelve tu cuerpo

Y tu cabello cae sobre tu cara

Con algunas líneas homofónicas y en modo mixolidio,la soprano en líneas altas, se expresa una melancolía y una sensualidad, comunicadas por el ritmo, la tonalidad y el uso exclusivo de las voces de mujer y voces blancas.

Comienza casi como una canción de cuna que evoca una pacifica oscuridad.


Kalá Kallá significa “novia ligera” y es un juego de palabras homófonas, que se le ocurrió al autor mientras su esposa le enseñaba hebreo por primera vez. Es una hermosa postal de sílabas de nota única (la,la,la) alternadas con ligados de notas múltiples, para expresar un contraste entre ternura y alegría exuberante. Las dos caras del amor entre estas personas. La textura, la armonía, la melodía y el ritmo también subrayan el contraste en el estado de ánimo.


The seal lullaby” está inspirada en un poema de Ruyard Kipling titulado “The White Seal”, oscuro y rico. Nada condescendiente con los niños, que no llegó a cuajar con los estudios de cine (una pena), que decidieron hacer Kung-Fú Panda. La canción de Eric Whitacre, iba a ser banda sonora de una película de Walt Disney, que no se llegó a realizar. Cuenta la historia de una foquita blanca (Coti), que quería salvar a sus hermanos, a sus amigos... de los cazadores de pieles. Y ella, tenía miedo del hombre. Por eso su madre le cantaba esta nana, The Seal Lullaby. El resultado que obtiene el coro es de una armonía luminosa, onírica, que solicita precisión, empaste y entonación certeros.

La aportación lusa al programa es “Marta”, una preciosa obra de Eduardo Jordâo. Uso del rubato en una melancólica y tristísima melodía. Una de las obras más intensas y hermosas del programa.

Marta, com todo o seu esplendor,
Farta de promessas de amor.
Marta, morta,
Vive a vida até morrer,
Mas morta por viver



Jubilate Deo” de Jay Althouse, (más conocido como arreglista) es una majestuosa fanfarria, de conclusión triunfal. Sobre el acompañamiento percusivo del piano, se deslizan frases flotantes y contundentes, con un concepto rabiosamente contemporáneo, que coquetea con el godspell y el jazz.
John Rutter es uno de los más reputados compositores para música coral. Amén de ser director de uno de las más brillantes agrupaciones: “The Cambridge Singers”. 
Rutter organiza la obra “Heavenly Airplane” (One of these nights about twelve o' clock), en ritmos del rock and roll más clásico, con reminiscencias jazzísticas del estilo de los años 20. A pesar de su concepto melódico, se trata de una obra religiosa. Una canción popular de las montañas Ozark de Missouri, recopilada por Vance Randolph en la década de los 30. El texto se encontraba en la clásica edición de W. H. Auden de “The Oxford Book of Light”. Sin duda tendría su propia melodía, localmente optimista, pero la actualización del texto lo convierte en un tren del evangelio, dentro estilo de los 50. Forma parte de esa aspiración de los escritores espirituales anónimos, que se dispararon más allá del mundo que conocían, buscando la tierra prometida. Desde el cruce del “río profundo” hasta el carro de Elijah. La melodía vocal está llena de notas “blue” y bemoles, sostenida por los acordes básicos del rock temprano, con presunción estilística final, donde todos susurran un enfático ¡Yeah! Un ejemplo de la versatilidad de este director y compositor.
El “espiritualShine on Me, un tradicional, arreglado por el estadounidense Rollo A. Dilworth, fue la obra elegida para cerrar el programa, con notable intervención de la voz godspell de la solista. Un broche de oro para un programa certero, ecléctico y ampliamente celebrado por el público.