jueves, 19 de noviembre de 2020

Comedia en negro. Suripanta Teatro. MAE. Muestra de Artes Escénicas de Extremadura

 

                                          

 Suripanta Teatro inaugura la MAE (Muestra de Artes escénicas de Extremadura) con una hilarante y certera versión de Black Comedy de Peter Shaffer. Una potente escenografía que juega con una habitación superior (siempre velada) y un juego escénico que nos remite a las comedias “de puertas” o la peripecia argumental de Darío Fo. La avería eléctrica que coloca a los personajes en un mundo al revés de oscuridad es una suerte de Macguffin que permite el desarrollo de una anarquía que, va ascendiendo como una inmensa e imparable ola. Shaffer esbozó la obra basándose en las convenciones de la iluminación teatral, siendo apoyado por Kenneth Tynan, del cual recibió consejos sobre la estructura y ayuda para encontrar la forma dramática de la obra. La escenografía (Ana Garay) del ático del Londres sesentero nos presenta unos muebles “prestados” del piso del vecino con la intención de impresionar al coleccionista millonario Bamberger (Jesús Martín Rafael). De este modo Brindsley (Simón Ferrero) mantiene a sus invitados en la oscuridad física e intelectual, ya que les oculta el “préstamo de muebles” mediante el aprovechamiento de las sombras. 









La iluminación inversa permite al espectador visualizar las múltiples peripecias de los personajes a plena luz, mientras ellos fingen estar en la oscuridad. Esta premisa convierte “Comedia en negro” en un eficiente ballet en la sombra. Una hilarante comedia, a veces disparatada, a veces lúcida, a veces ácida pero tan bien descrita que la frescura inunda las tablas.

Los actores sortean con eficiencia el riesgo de la caricatura con espontaneidad y “savoir faire”, jugando con la potencialidad de la comedia del arte en cuanto a expresión corporal con algunos instantes de puro clown, defendidos por el elenco con  precisión coreográfica. Los siete actores de Suripanta, condenados a la oscuridad, desarrollan este embrollo vital  con carpintería teatral certera y un envidiable sentido del ritmo. Tropezones, dobles sentidos, gestos expansivos, palpaciones, equívocos y toda una serie de recursos son empleados sobre un escenario donde no se puede mirar al compañero esperando la réplica. Es el público quien ve lo que ellos no están viendo. La fisicidad juega un papel muy importante en las interpretaciones, destacando la espontaneidad (y los estragos) de Ana García (Carol) y el envarado coronel Melkett (Pedro Rodríguez). Suripanta destila a ritmo de ametralladora esta farsa de humor excéntrico netamente brithist, con destacadas interpretaciones de Eulalia Donoso (Mrs. Furnival), especialmente en sus momentos etílicos, Pedro Montero (Harold) en su insufrible vecino anticuario o la vengativa y caustica Clea (Nuria Cuadrado), de nada sutil ironía y amplios recursos cómicos. La premisa inicial se prolonga y se extiende hasta conformar un argumento propio de los hermanos Marx donde el absurdo se vuelve cotidiano y normal.

La iluminación (Juanjo Llorens), juega con perspectiva inversa, bajando las luces en los instantes en que los actores encienden velas o cerillas y manteniéndose tenue en la zona de la habitación superior y la ventana izquierda por donde transitan una y otra vez los personajes   

Suripanta nos presenta una construcción sólida, de perfecta comedia coral con personajes ágiles, extravagantes y caóticos, dentro de la más pura tradición escénica. Los actores juegan con gran habilidad con lo estereotipado de los personajes y lo arquetípico del pathos, magnificados por el hábil recurso de la iluminación invertida, ofreciendo una intensa y lúcida oda al género de farsa.

 

 

 

sábado, 14 de noviembre de 2020

Sheila Blanco Puro Gershwin Trío. Teatro López de Ayala. XXXIII Festival Internacional de Jazz de Badajoz.

 

                                            


Es un regalo para el público pacense poder disfrutar en Badejazz de formaciones con el nivel de Sheila Blanco Puro Gershwin Trío. Detrás está el trabajo y la dedicación  de Javier Alcántara y Pablo Romero que elevan el listón de este festival cada año. La agrupación manifiesta esa complicidad que convierte los instantes en algo taumatúrgico, ya sea desde la prodigiosa garganta de Sheila, su dominio del scat, las bellas armonizaciones al piano de Federico Lechner o las notas cristalinas que nacen en la semiacústica de Israel Sandoval. El programa fue una paleta de obras del compositor George Gershwin con algunos de sus mejores estándares  y otras obras más difíciles de escuchar. “I love You Porgy , tema de amor de “Porgy and Bess”, compuesto para dúo,  con uno arreglos sutiles y plenitud vocal de la cantante. “Nice work if you can get it”, era una “canción de baúl”, que el autor había guardado para uso futuro. La guinda del pastel la puso la bellísima nana “Summertime”, con deliciosa cadencia de milonga. Sheila Blanco se mueve con comodidad en todas las alturas, extrae cómodas notas de su instrumento, juega con la improvisación y domina el scat con soltura y poderío.

El concierto fue una paleta del mundo musical del compositor de Brooklyn, destilada a fuego lento desde los intensos cromatismos del teclado, fundidos con los acordes exactos y límpidos punteos a la guitarra de Sandoval. Sheila Blanco juega con el gesto y la expresión corporal, coquetea con las estructuras armónicas y aporta un componente fuertemente teatral a cada pieza, elabora las síncopas con riqueza y soltura. “Someone to watch over me” es una de las más potentes melodías de amor  jazzísticas. Un elegante arreglo pianístico precede a la voz de Sheila, apenas un susurro que crece para dejar al respetable de una pieza. “But not for me” fue prefaciada con un original monólogo al piano, seguida de la melodía escalonada que; a pesar de aparentar simpleza por su rango de poco más de una octava; permite a la cantante un lúdico ejercicio de scat en diálogo constante, en imitación con los instrumentos. En “A foogy day”; una canción escrita por los hermanos Gershwin en menos de una hora; la cantante destila la melodía atmosférica y atemporal con afinados juegos de scat. Esta es una obra de notas repetidas, con ricos acordes que desprende melancolía, con saltos repentinos de cuartas y quintas.



El aroma de Broadway y los callejones de Nueva York desfilan por un escenario donde los intérpretes se han convertido en sumos sacerdotes del swing y los juegos vocales. Como en la poderosa “I got rhythm”, donde Lechner abandona el piano para el juego vocal que requiere esta canción del musical Girl Crazy. La obra está construida en la progresión acordal conocida como “rhythm changes”, que es uno de los vehículos de improvisación más comunes  en jazz y se consolidó como  forma estándar  El dúo juega con las cuatro notas que utiliza de la escala pentatónica, añadiendo toques de humor a la sincopada melodía, que fue ampliamente celebrada por el público. La voz de Sheila Blanco destila terciopelo, vibra con la intensidad del sonido de la selva o remite al musical más canónico. 

Destacar esa complicidad entre los músicos, nacida de horas de estudios, que convierte un espectáculo en algo memorable. Nada mejor para cerrar un concierto de altísimo nivel en los extraños tiempos que corren. Enhorabuena.



jueves, 5 de noviembre de 2020

El Payaso y la Estrella. 37 Festival Ibérico de Música

 




El Payaso y la Estrella. 37 Festival Ibérico de Música

Emotivo espectáculo de raigambre hispana

 

Posee la zarzuela contornos que definen y diferencian sus andanzas como género. Desde ese reflejo costumbrista (y castizo), donde los personajes son cotidianos y palpitantes (nada parecido a geishas o heroínas bíblicas), hasta la presentación cotidiana de los enredos amorosos y su querencia por lo cómico. Sus personajes están directamente extraídos de imaginario popular, abocetados desde el patio de vecinos, pasando por una tasca desvencijada o incluso ampliando a un ambiente urbano o marinero. Pero donde se distingue la idiosincrasia de la zarzuela es en sus referencias sonoras. De todas ellas estuvo sembrado este concierto de la OEX. Un emotivo espectáculo, de profunda raigambre hispana. A base de retazos de zarzuelas de Sorozábal, el eterno incomprendido, y de Moreno Torroba. Su archirival en lo musical y lo ideológico.

Sobre las tablas vimos escenas de una excelente escritura; en la orilla del sainete; como “La del manojo de Rosas”, ejemplo de la última época creativa de la zarzuela, casi en el límite de su agostamiento, defendida con intensidad y dramatismo por los intérpretes.

Federico Moreno Torroba era director de la SGAE y nunca disimuló su hostilidad hacia Sorozábal, que le acusó de delación y conspiración. Sorozábal asumió el riesgo de mantener una compañía propia y vivir con dignidad, en medio de sus enemigos y apoyado por un público que interpretaba sus puestas en escena como un acto militante. Ideologías aparte, este concierto es un delicioso paseo por escenas, paisajes y paisanajes de aquella época. Desde la conjugación de los ritmos tradicionales con el fox trot o la farruca, en la búsqueda de modernidad de “La del manojo de rosas”, hasta los inteligentes toques orquestales,  aderezados de sprechgesang, con armonías modernistas y referencias de Broadway de “Black, el payaso”. Un precioso e intenso dúo de Carmen Solís y David Menéndez.

Carmen Solís

Disfrutamos también de la sutil orquestación, la melancolía, el apego a la tradición y el colorido encanto hispano de la comedia lírica Luisa Fernanda (en realidad escrita para mezzo). Vibramos con el soterrado humor (hoy no será políticamente correcto) de Don Manolito, un brillante musical,  inmerecidamente olvidado.

La soprano Carmen Solís, soberbia en los agudos, generosa y homogénea en el resto, destila elegancia en el timbre con hermosos vibratos. También se pudo escuchar “Sino vendrá”, de la ópera chica “Adiós a la bohemia”, una obra que se representaba preferente en programa doble. Casi siempre como complemento a otras obras mayores del autor, debido a que el canon musical y argumental, la apartaban de la habitual zarzuela. También se escucho la emotiva romanza de barítono “Adiós dijiste”, defendida por la voz redonda,  poderoso andamiaje y emisión,  sonoridad plena y caudalosa de David Menéndez. La zarzuela es territorio donde el cantante debe adaptarse, ya que no puede haber distanciamiento entre la voz hablada y cantada que rompa la continuidad.

Orquesta de Extremadura

La voz de cabeza en los roles femeninos limita el registro y debe tener libertad para jugar en todo el registro de forma uniforme, aunque con la ligereza solicitada por el género. Los excesos al levantar el velo del paladar se traducen en escaso entendimiento del texto, algo que en la zarzuela es imperdonable. También se solicita precaución para no dañar la voz al proyectarla hablando.

La OEX, con acertado timbre, rememoró instantes que remitían a raíces “jondas”, reminiscencias castizas o incluso cabareteras, en un programa que permitió escuchar obras de escasa audición en directo. El tenor Daniel Izquierdo resuelve con solvencia sus personajes, solicitando la voz algo más de cuerpo en algún instante. Violeta Siesto, amén de clara emisión, se acompaña de notable expresión corporal. La dramaturgia estaba en las manos de la experimentada Susana Gómez, que creó unas amenas y “educativas” transiciones, dotando de dinámica las estampas de la mano del actor Elías González y la acertada iluminación de David Pérez.

El Payaso y la Estrella es un emotivo espectáculo que destila amor por un género propio, irrepetible y cercano. Un soberbio espectáculo de profunda raigambre hispana.

David Menéndez