miércoles, 28 de julio de 2021

Hipatia de Alejandría. La razón frente a los sectarism0s. 67 Festival de Teatro Clásico de Mérida

 

                            

Pedro Antonio Penco

Miguel Murillo ha elegido, muy acertadamente, un personaje-icono para reivindicar; con la excusa de las tensiones políticas y sociales de la Alejandría del siglo IV; el sempiterno enfrentamiento entre razón y fanatismo (o sectarismo). Toda la propuesta es pura metáfora que, aunque encarnada en la figura de la filósofa neoplatónica, podría ser válida para otros personajes históricos como Giordano Bruno, Copérnico o Galileo, todos ellos represaliados por la radicalidad del pensamiento humano.

Pedro Antonio Penco ha construido una atmósfera donde los elementos encajan, fundiendo lo ceremonial con los instantes lúdicos, aprovechando el monumento para dar agilidad a las escenas que se suceden con dominio del timing, intercalando acertadamente los instantes en que el coro de planetas irrumpe o las acometidas del loco de Cirene, consiguiendo una armoniosa dramaturgia y altos niveles plásticos que enriquecen el discurso narrativo. La utilización del espacio dinámico es modélica con situaciones como el desfile del obispo y sus acólitos o los ágiles cambios de cuadro, jugando con las entradas y portales del monumento.



Contribuye a ello el excelente diseño de vestuario de Rafael Garrigós, donde la túnica helénica se mistura con la soberbia imaginería del Coro de Errantes (Cristina P. Bermejo, Ana Gutiérrez, Elena Rocha, Jorge Barrantes y Sergio Barquill), o la marcialidad del atuendo de Orestes, pasando por los andrajos de la plebe del “Loco de Cirene” o los figurantes. Mención aparte merece la indumentaria negra y púrpura de los fanáticos parabolanos. Garrigós cuida al detalle la paleta cromática, jugando con el rojo anaranjado para Hipatia (único personaje con este color) y otorgando a cada uno su paleta de color que navega entre burdeos, ocres, verdes oscuros que se complementan, buscando una coherencia visual.

Paula Iwasaki se enfrenta a la grandeza de las piedras milenarias con arrojo, con naturalidad y con un intenso juego dramático, sensualidad e inteligencia. A destacar el bagaje teatrales que aportan actores con papeles cortos, pero intensos, dejando patente la clase, las tablas y su buen hacer escénico. Uno de los puntos fuertes de este montaje es esa capacidad de ensamblar el universo coral para dar veracidad a la propuesta.



Certero, rico en matices, de soberbia declamación (con su habitual vis cómica) es el personaje de “El loco de Cirene”, al que da vida un soberbio Francis Lucas. Pleno de emoción y sabiduría teatral el texto de Gema González, en un intenso rol de madre judía que se enfrenta a los parabolanos, guardaespaldas del obispo. Uno de los platos fuertes está reservado para Daniel Holguín, insuflando vida a un personaje que nada entre dos aguas; el representante del Imperio: enamorado de la mujer libre, hecha carne. Holguín demuestra sus tablas acometiendo con esmero el personaje, enriqueciéndolo con controlada dicción, potente emisión, mesura y gran intensidad humana. Plena de oficio y naturalidad el rol de Zaira, Pepa Pedroche, contrapunto luminoso y socarrón al inmenso drama que se está gestando. Y contradicción también, que todo hay que decirlo. Quienes sostienen la lucha de la razón, también mantienen la esclavitud. Además es una mujer que sólo percibe el placer femenino en el lecho, frente al éxtasis luminoso de Hipatia, que rechaza las proposiciones amatorias de Orestes. Guillermo Serrano construye con oficio, clara declamación y naturalidad un personaje controvertido, que vivió admirando a Hipatia, aunque en realidad murió antes que ella, Sinesio de Cirene, que se despidió de Hipatia en su carta postrera.



Los diálogos entre Hipatia y Teón de Alejandría (excelente Alberto Iglesias) resumen las inquietudes vitales de la humanidad. Su zozobra ante lo desconocido, su percepción de naufragio que sólo puede arribar a puerto mediante el conocimiento y la razón. En el extremo opuesto se les enfrentan el Obispo copto Cirilo, al que da vida con solvencia de siglos Rafa Núñez y el cabecilla de los fanáticos parabolanos, Pedro el Lector, un convincente José Antonio Lucía. Defiende con solvencia y enorme oficio su papel Juan Carlos Castillejo (Olimpio), mercenario de infinidad de batallas teatrales.

La música de Mariano Lozano potencia la intensidad de los instantes dramáticos, jugando con lo atmosférico según la situación, dando primacía a la percusión o creando unos potentes e intensos coros etéreos para dotar de una textura profética las escenas.



Hipatia nos habla de los sectarismos, extremismos y supremacismos; de todos los colores; que nos rodean peligrosamente hoy en día. Unos camuflados con piel de cordero, otros abiertamente peligrosos. Por su texto desfila la cohorte de intolerantes, los sectarios, los inmovilistas y los que pretenden decirle a la sociedad como deben pensar, que palabras deben utilizar y donde se encuentra la verdad. Una paleta de personajes de rabiosa actualidad. Tan actuales como los vendedores de humo (y desgraciadamente, tan atemporales).

Como atemporales son los modos de pensamiento hermético, estancado y anquilosado, como el del Obispo Cirilo, que desencadena el drama cuando dice: “Eva fue la única que peco y se dejó seducir”.

Vidas, pensamientos, zozobras y anhelos que desfilan por un imaginativo y geométrico escenario, diseñado por Diego Ramos,  donde el Coro de Errantes, dirigido por Cristina Silveira, sirve a modo de conciencia y transición escénica, en una utilización inteligente, lúdica y dinámica del clásico recurso. Las tarimas se hibridan con las columnas y piedras milenarias. Los altares y las elipsis se integran con naturalidad en el inmenso escenario, donde el dominio del tempo del director impide cualquier atisbo de distracción al espectador. Donde la iluminación (ahora fuego, ahora estrellas, ahora paleta cromática) de Fran Cordero, Jorge Rubio y Beatriz Lubián, dota de vida al soberbio escenario.



La escena del asesinato de Hipatia ralentiza la realidad, en una intensa concepción plástica, formada por la cruz y la filósofa.

Si hay un elenco que se merece la alfombra roja es éste. De Amarillo Producciones lo ha vuelto a hacer. Extremeños, actorazos, profesionales de primera línea. Y un texto soberbio de Miguel Murillo, que bebe de las fuentes genésicas de la Hélade, pero se convierte en universal y pleno de actualidad ¿Acaso no lo son todas las grandes tragedias? Me quito el cráneo…




 

REPARTO

Paula Iwasaki
Daniel Holguín
Alberto Iglesias
Guillermo Serrano
Pepa Pedroche
José Antonio Lucia
Rafa Núñez
Juan Carlos Castillejo
Francis Lucas
Gema González

CORO

CORO DE ERRANTES
Cristina P. Bermejo
Ana Gutiérrez Bravo
Elena Rocha
Jorge Barrantes
Sergio Barquilla

FIGURACIÓN
Carmen Fernández
Nieves Mateos
Matilde Álvarez
Pablo Olmos
Raúl Mateos
José Guijarro
Julio Piñero
Pedro Álvarez
Pedro Galván
Francisco
Samuel Serrano

CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO

Dramaturgia: Miguel Murillo
Ayte. dirección: Carlos Sañudo
Dirección del coro: Cristina Silveira
Diseño de escenografía: Diego Ramos
Realización de escenografía: “El Molino”
Realización de pinturas y acabados de escenografía: “Alarife La Serena S.L.”
Maquinista: Carlos Mohedano
Vestuario: Rafael Garrigós
Realización vestuario: Luisi Penco, Lali Moreno, Isabel Trinidad
Composición musical: Mariano Lozano
Técnico de sonido: Oliver González Amado
Diseño de iluminación: Jorge Rubio, Fran Cordero
Iluminación: Beatriz Lubián y Jorge Rubio
Caracterización y maquillaje: Juanjo Gragera
Atrezo: vistequienteviste
Ayte. producción: Javier Herrera
Producción: Gema González Garrido
Dirección: Pedro A. Penco

Agradecimientos:
Escuela de Arte y Superior de Diseño de Mérida. Taller de Joyas.
Asociación “Emerita Antiqua”
Excmo. Ayto. de Esparragalejo (Badajoz)
Sala Trajano. Mérida
Tintes María Calderón
Mada Marín
Excmo. Ayto de Mérida
IFEME

Una coproducción del Festival de Mérida y De Amarillo Producciones



 

 


miércoles, 14 de julio de 2021

Las Migas y Pedro de Castro en el Festival de Flamenco y Fado de Badajoz

 

Primicia Julio con una de esas noches fresquitas que regala de vez en cuando, para uso y abuso del espectador. En la Terraza del López de Ayala, el segundo día del Festival de Flamenco y Fado de Badajoz, mistura dos corrientes musicales totalmente disímiles: La pulsación lírica, atlántica y plena de saudade de la guitarra portuguesa de Pedro de Castro; uno de los instrumentistas más talentosos del momento portugués; y el aroma netamente andaluz de la fusión con “Las Migas”.

Pedro de Castro derrocha versatilidad, no exenta de inspiración, posee esa técnica. Nacida de largas horas de romperse las falanges y un gusto exquisito a la hora de seleccionar las obras del concierto. Un repaso por los ancestros de la guitarra portuguesa. Alumno de José Luís Nobre Costa, ha desarrollado las enseñanzas adquiridas en un estilo propio, pleno de energía, mágica digitación y expresividad, bebiendo directamente de las más profundas raíces.

Sus melodías transportaban a nostálgicos paseos por Alfama y a noches lisboetas de habitadas de lluvia.

Pedro de Castro domina el mástil, somete las técnicas son soltura y expresividad, desde las notas apagadas, hasta tremendos picados o cristalinos trémolos, siempre teñidos de saudade, que sirvieron para recorrer la geografía de la guitarra tradicional portuguesa de Lisboa y Coimbra con composiciones de clásicos como Jaime Tiago dos Santos, Antonio Bessa o ese nostálgico paseo por la luz lisboeta que surgió de la admiración de un compositor polaco titulada “Lisboa, puente al cielo”. También escuchamos la hermosa hibridación del “Vals chileno”, de complicadas ejecución y notable belleza cromática. Pedro de Castro estuvo acompañado por el contrapunto del la Viola-baixo de Francisco Gaspar, de certera ejecución y riqueza expresiva y la viola de fado de André Ramos. Un soberbio paseo por la tradición más señera y la nostalgia de la guitarra portuguesa.

Con “Las Migas” llegó el acabose. Aún quedaba mucha noche para dejar que el duende se apoderara de la terraza del López de Ayala. Las Migas llegaban con “Empatía” debajo del brazo. Un trabajo sobre lo que es ponerse en la piel del otro. Y la piel, la pusieron “de carne de gallina” que dicen en mi pueblo. Con la señera voz de arena de la emeritense Carolina Fernández “La Chispa” por bandera. Y es que esta cantaora tiene musgo en la garganta, musgo y polvo de luna. Carolina desvela los matices con gusto y sabiduría, con dulzura y temperamento. No en vano viene de compartir escena en los tablaos con los mejores.

“Las Migas” trajeron frescura a la noche pacense, ya de por si fresca, recorriendo su “Empatía” y retornando a éxitos de discos anteriores. Estas mujeres son pura fusión, mestizaje en estado puro. Un espectáculo integral, luminoso y enriquecedor en su versatilidad. Lo mismo se arrancan por unas bulerías pata negra que bordan un son cubano, desgranan una soberbia versión de la peretiana “Barcelona tiene poder” que se arrancan con una tremenda transcripción de “Me mueve el aire” de Chipi, lo mismo se marcan un tremendo solo de violín de sabor andalusí,  que un picáo flamenco en la guitarra, pleno de técnica y embrujo. Marta Robles (fundadora y guitarrista), Alicia Grillo (guitarrista), Roser Loscos (violinista), son guerreras del flamenco con pedigrí.

La noche prometía con esa bomba que es “Con lo bien que yo estaba sola”, pasando con solera por ese tremendo estribillo de “Soñé”: No me mires, que miran que nos miramos…

Hubo tiempo para homenajear a la zarzamora en medio de un compás por bulerías que quitaba el sentío o para ese remanso de belleza que es “Mensajes en el mar”, una canción de ida y vuelta potente, una obra de lontananza. Mestizaje en estado puro. Las Migas, llenaron la noche pacense con un espectáculo pleno de elegancia y duende,  donde la estética juega un importante papel. Desde esos zapateáos tremendos de “La Chispa”, pasando por el diseño de vestuario o el sentido de trasgresión, respetuoso con las raíces, cabal y pasional, pero enriquecido con nuevos horizontes. Olé!

 

 

 

lunes, 12 de julio de 2021

El ladrón de cadáveres. Robert Wise. 1945

 

                                                


Hubo un tiempo en que una cinta de terror era pura atmósfera. Guiones sólidos, actores aún más sólidos, fotografía que jugaba con las sombras y un presupuesto infame que obligaba a crear inquietud a base de construir un entorno creíble, sombrío, amenazador.

Val Lewton fue uno de aquellos brillantes profesionales que vivieron aquella época., una etapa brillante en lo creativo, soberbia en lo expresivo. Con escasos medios y mucho talento produjo obras tan señeras como El Ladrón de cadáveres (The Body Snatcher. Robert Wise. 1945)

Partiendo del relato de Robert Louis Stevenson, ambientado en un Edimburgo decimonónico, de callejones húmedos, científicos sin escrúpulos y sombras siniestras.

Aunque Lewton escribió la adaptación bajo un seudónimo (Carlos Keith) su huella es clara en toda la película. Fogueado por su anterior etapa como guionista en MGM, apostó por el texto del autor de “La isla del Tesoro”, jugando con un terror sutil y de matiz atmosférico e inquietante.

Toda la estructura se apoya sobre las notables interpretaciones de Henry Daniell, Bela Lugosi y Boris Karloff en el inolvidable papel del cochero John Gray, un tipo brutal, primitivo, de mirada torva y alma aún más torva.



Gray comienza a surtir al Doctor MacFarlane de “mercancía” procedente de los cementerios, de forma ilegal, para su estudio anatómico. MacFarlane (soberbio Henry Daniell) cree que la ética debe dejarse de lado por la ciencia. En cierto modo es la Némesis y el otro lado del espejo del ladrón de cadáveres. Director (Robert Wise) y guionista apostaron por el terror psicológico. Aquel que emana de las miradas, los diálogos, los inquietantes  decorados, los desencuentros y, sobre todo, el componente moral de sus actos.

La guinda del pastel se ofrece cuando el inmoral Gray abastece de cuerpos frescos al doctor, asesinando a un joven invidente, cantante callejera. Es el instante del no retorno. El resurreccionista ha sobrepasado los límites de la moral que el doctor puede soportar.

Durante todo el relato se observa una relación de poder por parte de MacFarlane hacia el cirujano. Es una relación sádica y tensa, producto de una deuda que el médico tiene con el truhán cuando durante el juicio de los famosos Burke y Hare (ladrones de cadáveres) defendió al doctor para que saliera libre. Aquí la metacinematografía está presente, haciendo referencia a dos personajes que han sido versionados en diversas ocasiones en la pantalla y que compartían la nefasta profesión de MacFarlane.



El director de fotografía (Robert de Grasse), ofrece un juego espléndido de luces y sombras. Una ciudad expresionista, de asfalto húmedo, parcheadas sombras, pasadizos y sombras abisales. La escena del crimen de la cantante ciega es un prodigio descriptivo que juega con los sonidos, la imagen y el fuera de campo. La dualidad humana también causa inquietud y terror, como en la escena que la que Karloff se muestra encantador con una niña, educado y cortés, aunque sea un personaje maquiavélico, cuya relación con el doctor es de manifiesta superioridad psicológica, permitiéndose licencias impensables.

La lucha de clases está presente de forma soterrada en conversaciones, actitudes y  modos. El rencor que ambos sienten, la envidia, la prepotencia, forman parte de ese nexo antinatura que les une y que culminará con uno de los instantes más terroríficos del cine (si obviamos la escena que maltrata a un perrito que guarda la tumba de su dueño) En el film se utilizan diversos recursos enriquecedores con el objeto de crear inquietud y malestar. Siluetas siniestras, manejo de angulaciones, picados y contrapicados, profundidad de foco o dividir el encuadre utilizando elementos del decorado. Edimburgo se convierte en una ciudad en sombras.

También encontramos instantes de gran intensidad como la secuencia donde los niños juegan, dejando apartada a la niña Georgina en su silla de ruedas (Sharyn Moffett). Los instantes finales son sorprendentes en lo narrativo y lo estético, creando una obra modélica e imprescindible del género.



El juego con la lluvia obsesiva, incesante, el caballo que se desboca, el romanticismo enfermizo del paisaje, la crueldad de la naturaleza (no superior a la de los dos hombres), el sonido horrísono de los truenos…las fronteras entre el bien y el mal.

El siniestro cochero, John Gray, transporta al cadáver de una mujer que; en su mente; se convierte en el Doctor McFarlane ¿o no es un sueño? Una voz espectral repite el apodo con el que el cochero se mofaba, en siniestra confianza, del médico <<Toddy, Toddy>>. El mensaje final es que no hay que dejarse ver por los camposantos salvo para dejar flores o habrá que atenerse a las consecuencias.



 

 

martes, 6 de julio de 2021

From Bach to Radiohead. 67º Festival internacional de Teatro Clásico de Mérida



 

Una selección de obras misturadas, creaciones señeras de distintas épocas y géneros. Un juego paradójico de conceptos musicales y estilos. Una travesura de geografías y geometrías musicales, cuyo mensaje acerca al espectador la convivencia de los distintos ámbitos. Las influencias y la riqueza compartidas de los creadores.

El guitarrista Juan Francisco Padilla ha realizado los arreglos de esta aventura que permite fusionar a Bach con Radiohead o Cacho Castaña con Henry Purcell. Así de sopetón al espectador se le aparece de lo más osado y bizarro. El resultado, destilado por la OEX, bajo la batuta de Michael Thomas, es un soberbio ejercicio de simbiosis, sincretismo y mestizaje musical.

Para ir abriendo boca nada mejor que la “Toccata” del maestro alemán. Una versión enriquecedora, que daría paso a un clasicazo de la banda británica “Fade Out”, direccionada por los arpegios de guitarra.



“The Trooper”, obra emblemática de la banda Iron Maiden, es una canción escrita por el bajista Steve Harris, que hace referencia a la batalla de Balaclava, reflejada en la película La carga de la Brigada Ligera, sobre el poema de Lord Alfred Tennyson. El tenor Zapata realiza el abordaje de la canción, desde un punto de vista técnico, con pulcritud, limpieza de emisión y  académico diafragma. De la cercanía de los dos mundos dice mucho los elaborados calentamientos vocales (netamente liricos) que Bruce Dickinson realizaba en el camerino antes de cantar. Quizás para los oídos acostumbrados al heavy, la propuesta pueda resultar excesivamente pulcra, académica y diafragmática (el heavy es puro desgarro gutural, laringe, raspados y oscuridad) o se extrañen ante las notas cortantes y secas del arreglo. En cualquier caso una propuesta diferente, con el violín solista remedando los riffs de la guitarra eléctrica. La versión encandiló a un público, que en el bis final (guiados por Zapata,) colaboraron vocalmente con entusiasmo.

Arvö Part escribió su Spiegel im Spiegel (Espejo en Espejo) antes de su salida de Estonia. La pieza tintinabular está escrita con el habitual tempo meditativo y concepto minimalista del autor. La fusión con el No surprises, deviene un ejercicio de belleza. Sobre todo en el instante en que se funden las dos melodías. La meditativa escritura (originalmente escrita  para piano y violín), enriquecida por la orquestación, se funde con el insinuante arpegio de No Surprises con delicadeza y nostálgica belleza.  La OEX desarrolla un sutil y sugestivo paisaje para una de las obras más hermosas del concierto.



Una canción humorística de Rossini, “La Danza”, sirvió a modo de interludio y vehículo de lucimiento para el tenor, pleno de facultades y con una notable vis cómica.

Mención aparte merece la versión del Zyryab de Paco de Lucía y Joan Albert Amargós, con sus quiebros andalusíes y sus reminiscencias orientales, basada en el músico al que se atribuye la invención del plectro y el añadido de la quinta cuerda del laúd.

Una composición del director: “Harold in Islington”, resultó una agradable sorpresa. Una obra basada en un ostinato que desarrolla un tema notablemente british, que podría servir de banda sonora para una serie de la BBC. Melodía descriptiva que nos lleva a imaginar a Harold, el amigo, repartiendo bocadillos con su bicicleta.

La islandesa Björk es la autora de la siguiente composición, titulada Hyperballad. Una difícil y arriesgada propuesta que el perfecto empaste de la OEX saca adelante con notable originalidad. El violín de Michael Thomas ejecuta la parte vocal (en el caso de esta cantante, bastante difícil), con una orquestación que ralentiza el tempo original y obtiene un resultado lúdico y optimista. Casi a caballo entre una concepción  New Age, alargando el preludio para desembocar en un juego de la cuerda dialogando con la percusión.



Garganta con Arena fue escrita por el cantante argentino Cacho Castaña, dedicada al cantante Navarro, Juan de Goyeneche. Sin duda uno de los momentos más brillantes del concierto. José Manuel Zapata emociona y convence en esa recreación de aire netamente porteño. La viola de gamba  (Rubén Rubio) ejerciendo de bajo electrónico,   la orquesta a compasillo y el público que aplaude intensamente la obra que luego sería recuperada en los bises finales.

El epílogo fue firmado por una obra señera de Radiohead, la subyugante Paranoid Android, donde el juego de guitarra, arropada por la orquesta, destila una versión atractiva recreando la canción-fetiche de la banda británica.

From Bach to Radiohead es una intensa experiencia para los sentidos. Un paisaje armónico dónde se funde la creación de diversos autores por encima del tiempo y el estilo, que complacerá al melómano avezado o al espectador ocasional. La orquestación de Juan Francisco Padilla y la plenitud sonora de la OEX, pintan una paleta divergente, señera y ¿porque no?,  feraz en diversión y goce.

Orquesta de Extremadura

 

Rubén Rubio, guitarra y viola de gamba

 

Juan Francisco Padilla, guitarra y arreglos musicales

 

José Manuel Zapata, tenor

Michael Thomas, director y violín solista

 

Johann Sebastian Bach. Toccata en Re menor

Radiohead. Fade Out

Iron Maiden/Shostakóvich. The Trooper

Arvo Pärt. Spiegel im spiegel

Radiohead. No surprises

Gioachino Rossini. La Danza (Tarantella Napolitana)

Paco de Lucía. Zyryab

Michael Thomas. Harold in Islington

Björk. Hyperballad

Cacho Castaña. Garganta con arena

Radiohead. Paranoid Android