martes, 31 de octubre de 2023

Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Amarillo Producciones

 





La iconografía clásica de este drama, nos remite a la época elegida por Zorrilla para situar sus personajes: los últimos años del emperador Carlos V (1545). En una Sevilla bulliciosa, plena de picaresca y rufianesca, pero con una iconografía (y un aliento) mucho más acorde con el siglo en que vivió el autor, que con la calza corta, la jarretera, los jubones acuchillados o cruces de Calatrava del original. El mito de Don Juan encuentra más similitudes con el hálito enfermizo del Romanticismo que con el áureo siglo de hidalguía y picardía. El carácter del protagonista bebe de las fuentes de un romanticismo de manual. Es subversivo y tentador. Un arrogante que se encuentra con el ideal romántico de la pureza, del amor eterno y la redención, bastante alejados de los conceptos del decimosexto siglo, enfrentado a la tradición medieval que representa Don Gonzalo. 

Añadamos un amor “fou”, lejano a la  cordura, y el trágico final de un romanticismo arrebatador. Por esto ha sido todo un acierto que De Amarillo Producciones, opte por una evocadora vestimenta esproncediana (Luisa Santos), y estilizada para este convidado de piedra. La misma estructura del drama, rompiendo la regla neoclásica, alejándose de las tres unidades, sin respeto a la unidad de acción o al cauce temporal, unida al grandilocuente ejercicio en los ripios, la polimetría del verso, que contribuyen; no escasamente; a la familiaridad con la obra, acerca más a esa tormenta creativa e imaginativa dieciochesca.
¡Cual gritan esos malditos! Nunca un verso fue tan fácilmente reconocible y equivocado (cuán)  como el primer verso de Don Juan Tenorio. La compañía opta por una adaptación bastante fiel, en la que Miguel Murillo ha respetado el verbo original. Desaparecen en el primer acto los personajes de Centellas y Avellaneda, siendo sustituidos por un coro femenino enmascarado, acorde a la época festiva. 
También desaparece el personaje de la tornera del Convento, que no aportaba demasiado a la historia. La escena IV con Don Luis y Doña Ana también innecesaria desaparece, dando Don Luis las explicaciones sobre la llave en monólogo. Por último la aparición de Doña Inés tras la cena a Don Juan, tampoco se produce. La escena XI, según indicación del propio Zorrilla, con Inés y Brígida descubriendo los cadáveres, puede ser suprimida.
La escenografía modular es acertada y funcional, una rampa, una mesa, una celosía, que se van transformando acorde a las situaciones, aprovechada y exprimida en todas sus posibilidades, apoyada por la potente luminotecnia
El carisma de los personajes nace de las potentes interpretaciones de todo el elenco, Guillermo Serrano compone un personaje poliédrico, atormentado, que oculta bajo la máscara de la infamia, el deseo de un amor redentor, manteniendo el ritmo narrativo y gestual durante toda la representación, llegando a crear un personaje cercano y con cierta empatía, pese a sus villanías. En las antípodas del siniestro personaje que refería el “Don Juan” de Mayorga/Portillo. Una renovación del mito que parte más del lenguaje gestual, el ritmo interno, las pausas, los matices que de cambios en la versificación. Uno de los aciertos es la sublimación del verso hasta el punto de que casi desaparece rítmicamente, coqueteando con la prosa, jugando con el timing y el ritmo interno. Ana Batuecas, habita con certeza la piel de una mujer enamorada del "yo interior" del conquistador. 
Meme Tabares; dicción clásica, potente emisión de voz; maneja con soltura los apartes y la complicidad con el respetable. Dibuja una suerte de trotaconventos, una Brígida rica en recursos y matices vocales. Francis Lucas en el personaje de Ciutti está sembrado, compone un buscavidas simpático de bandolérica y hachada patilla, con gran dominio de la expresión corporal. Eficiente, Juan Carlos Castillejo, que borda al mundano tabernero (Bufarelli). Javier herrera, recrea al intransigente padre del calavera: Don Diego Tenorio. Gema González, pese a la brevedad de su papel, compone una encantadora y divertida criada Lucía. El eterno rival (y espejo) del burlador; Luis Mejías; está interpretado con eficiencia por Fermín Núñez. La abadesa de las calatravas es Elena de Miguel y Don Gonzalo de Ulloa es interpretado con solidez por Rafael Núñez.  

 En el epílogo, coreografía con influencias de Magritte. Una “Santa Compaña” envuelta en sudarios faciales asciende por la escalera en un instante de una belleza plástica y sobrecogedora. Este Don Juan es una experiencia visual harto recomendable.

Lo mejor: Las certeras interpretaciones de todo el elenco. La belleza de la escenografía, apoyada por las luces y el vestuario.

Lo peor. La colocación de los altavoces ocultaba en algunos instantes la emisión de voz. Que seguimos siendo una ciudad parca en aplausos. Un espectáculo de este nivel, con sabor intensamente extremeño, hubiera merecido mucho más calor.


sábado, 28 de octubre de 2023

Nada ni nadie. Distopía del fin de los tiempos. 46 Festival Internacional de Teatro de Badajoz

                            

Un paisaje post-apocalíptico. Dos hombres en la soledad de un mundo destruido. Un texto corrosivo, inteligente, ácido y reflexivo. Esta distopía donde el juego entre los dos personajes representa los anhelos, pensamientos y dudas de la humanidad. Una reflexión sobre el poder, la finitud humana y los diversos disfraces que adoptamos para enfrentarnos a la nada.

Apoyándose en una iluminación (Luis Perdiguero) minimalista y dramática (luz cenital, fondos desleídos, haces de luz) se obtiene una sensación de extrañeidad en un mundo agonizante. El texto de Jesús Lozano navega con fluidez entre los instantes de comedia y el drama humano más intenso. Y es este uno de los aciertos de esta propuesta, el equilibrio entre ambos mundos, que dota de un ritmo narrativo ágil y dinámico a la narrativa, enfrentando el abismo humano con el arma de un humor inteligente, habitado de ironía. Nada escapa al verbo acerado del autor durante los duelos verbales de Mac (Jesús Lozano) y Pit (José Antonio Lucia). La ingeniería social que trata de controlar el pensamiento y las conductas de los ciudadanos, asoman en los duelos ideológicos, los conflictos sociales, la manipulación. El acercamiento a la realidad se aleja de esa moda (tan al uso actualmente) de la complacencia frente a los grupos dominantes y la querencia por la lisonja. Algo que la inteligencia del espectador agradece. Los diálogos, alejados del panfleto y la servidumbre ideológica acostumbrados en estos tiempos; donde los textos parecen dirigidos a la subvención mediante el incensario; siguen la estela de otros textos del autor (El juego de los embustes, Alfonso X, la última cantiga). Obras en las que, bajo el disfraz de la comedia o el drama histórico, se asoma la denuncia del hecho coyuntural. De la mediocridad cotidiana.

El duelo actoral es potente, versátil, heterogéneo. Simbólico el vestuario (Inma Cedeño), en lúdica representación de la humana ambivalencia. Blanco el personaje avieso, maquiavélico y burlón de Mac, con su sesgo de una lucidez esperpéntica. Negro, con turbante bucanero, el personaje interpretado por Luis Lucia. Un truhan cínico convertido en esclavo de los juegos sádicos de su antiguo guardaespaldas en un páramo distópico, donde los matices de gris del ser humano se diluyen entre las arenas, huérfanos de luz.

En un simbólico bunker, que representa todos los anhelos de la humanidad, todas las preguntas sin respuestas, todos los dioses creados. La escenografía; parca y minimalista; es utilizada con acierto por los actores que caminan por las arenas en un juego de autodestrucción donde el verbo es tan importante como la gestualidad. Los insertos humorísticos de Mac y su socarronería sádica componen un personaje que termina por calar en el espectador, pese a su negatividad. Lucia le responde una réplica llena de sabiduría escénica y riqueza psicológica en este “juego” de la vida donde transitan como espectros en busca de una clave simbólica para entrar en el bunker (paraíso).

El espacio sonoro (Álvaro Rodríguez Barroso) es acertado, desnudo, esencial y se hibrida con acierto en los instantes en que el concepto distópico lo solicita.

Nada ni nadie es una parábola sobre el vacío existencial del ser humano, sobre el abismo primordial que acompaña al hombre desde su nacimiento. La ambivalencia de los iconos: blanco-negro, el bien y el mal, la oscuridad y la luz, devienen en poética desolación en la voz de dos actores cuyos personajes, palpitantes, habitan una metáfora de la humana naturaleza hasta el fin de los tiempos. La dirección es de Jesús Peña (Teatro Corsario). Todo un acierto.

 Autor: Jesús Lozano

Dirección: Jesús Peña

Intérpretes: José Antonio Lucia y Jesús Lozano

Compañía: María de Melo Producciones (Extremadura) 

Coproducción con el Festival de Teatro de Badajoz 

Duración: 70 minutos    

 

 

 

 

 

 

 


miércoles, 18 de octubre de 2023

Los vigilantes de la obra. Shakespeare en zapatillas. 46 Festival Internacional de Teatro de Badajoz

 

                             

 

La propuesta de Producciones Glauka opta por romper la cuarta pared desde el inicio. Un ejercicio de metateatro, donde los protagonistas se transmutan en personajes de Hamlet, compartiendo con el público sus divertidas peripecias.

Encargados de vigilar el decorado de la obra, deciden que van a representar a su manera la tragedia de Shakespeare. El resultado es un texto brillante y cercano, donde la desmesura y el surrealismo (a partes iguales) forman la estructura de una propuesta que divierte, entretiene e ilumina. El parco escenario presenta dos estructuras que al parecer son un castillo. Tras ellas, un burro para ropa, donde los actores se transmutarán en los diversos personajes. El disparate está servido de la mano de dos actores con amplio dominio de técnica e improvisación. El abanico de roles es dibujado con notable control del timing y una vis cómica desatada en la más pura estela de la Comedia del Arte. Así, Francis Lucas (autor del texto) se trueca en un príncipe algo almibarado y lerdo, se traviste en una Gertrudis de lo más cercano o en un burlesco Laertes, con querencias de esperpento, dibuja un irrepetible Polonio que cabalga sobre un cepillo junto al rey o remeda la escena de Yorick entre carcajadas.



El amplio dominio del lenguaje corporal de Lucas y su versatilidad, le permiten enlazar los personajes con fluidez y notable vis cómica. Una comicidad casi física, con reminiscencias del clow, que le permite componer instantes de enorme diversión.

Por su parte, Luis Lucia, compone soberbiamente el personaje de Claudio, un divertido, farsesco y ombliguista rey, un fantasma desopilante o una Ofelia jacarandosa que “va a tirarse al río”.

Deconstrucción perspicaz y altamente divertida de la obra del bardo. Donde los arquetipos se fragmentan y se convierten en avispados gags y en pura diversión de la mano de dos actores que nos narran una nueva visión del mito envuelto en el papel de aluminio de los bocadillos. Alfonso y Benito se convierten en dos presencias entrañables que recorren la sala de butacas a lomos de sus cepillos, dotando de dinámica a la propuesta y mostrando una comedia palpitante, dinámica, sin tiempos muertos, que sobrevuela la obra shakesperiana con el arma de un humor inteligente. “Algo huele a podrido en Dinamarca. Será la huelga de barrenderos”



 

martes, 17 de octubre de 2023

Menina, soy una puta obra de Velázquez. 42 Festival Nacional de Teatro "Vegas Bajas"

 

 

                                 




Desnudar el alma, desnudar el cuerpo. Una visita al Museo del Prado acompañará a una niña; que sufre rechazo por sobrepeso; durante mucho tiempo, con el mote de Menina. Allí comienza el viaje iniciático hacia el descubrimiento del propio yo. El escenario es parco, desnudo, inmaculado. Un enorme lienzo en blanco donde podemos imaginar el cuadro de Velázquez en diversos momentos y que sirve a la actriz para hacer transiciones, ya que rueda y se puede cambiar de posición. Durante su periplo vital será acompañada por Lady Di en un desdoblamiento vital e interpretativo. 

El lenguaje es cercano, el propio de una niña que narra su acoso a causa de la visión de los otros sobre su físico. La combinación de humor, quiebros e instantes de pura emoción surge con fluidez y es cercana al espectador, al que consigue atrapar proyectando las emociones con dominio del tempo, sin caer en la monotonía, espada de Damocles de los monólogos. Nuqui Fernández saca adelante esta tragicomedia con soltura, perfilando los instantes intimistas con precisión de orfebre y alternando con fluidez la vis cómica que es su punto fuerte.

Un viaje a través del sendero de la propia identidad, apoyado en una iluminación que juega con el expresionismo y el claroscuro y complementado con instantes musicales donde Nuqui saca toda su artillería interpretativa.

Navegando con la protagonista, veremos el día de su comunión, donde no le fue posible usar el vestido de su hermana, sus vicisitudes en el instituto, la falta de empatía de la sociedad y el candente tema del acoso escolar. 




La actriz va desgranando la peripecia vital de convivir con nuestra fisicidad con lo que somos. Con lo que nos hace únicos e irrepetibles. El texto, de carácter contemporáneo, consigue remover y alinear al público con las vivencias de “Menina”, comprender el viaje iniciático de la protagonista, sentir empatía. Nada de esto sería posible sin el buen hacer de Nuqui Fernández. Sin su paleta de registros, capaz de habitar en la piel del personaje, de extraer diversidad de matices y sesgos o transmitir emociones tan sólo con la palabra delante de un micrófono, con un foco sobre su rostro. Pese a los instantes de humor, el desgarro del alma está presente, el conflicto, la propia identidad, el sentimiento de encarcelamiento en la propia carne. Un grito desgarrador ante la falta de empatía de una parte de la sociedad, la escasa (o nula) educación de nuestros niños y jóvenes.

Menina va desnudando su cuerpo, al tiempo que desnuda el alma. Hasta converger en el camino de senderos que se bifurcan. Ella elige su propio camino y cambia una obra velazqueña por otra, transmutada en Venus. Resurgida de sus cenizas, despojándose del vestuario barroco de Rafael Garrigós. Un texto necesario, honesto, que golpea a una sociedad construida a base de clichés emocionales y físicos, de la mano de una actriz versátil y sincera, capaz de interiorizarlo para devolverlo al espectador pleno de luz y optimismo.

 Menina. Soy una puta obra de Velázquez’. Proyecto Cultura y Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Idea original y producción: Juanma Holguera. Autores: J.P. Cañamero, Pedro Luis López Bellot y Sergio Adillo. Dirección y dramaturgia: Pedro Luis López Bellot.  Intérprete: Nuqui  Fernández. Voz en Off: Cecilia Lag y Nuqui Fernández. Iluminación: Pedro L. López Bellot y Jorge Rubio. Escenografía: Pedro L. López Bellot. Espacio sonoro y música: Álvaro Rodríguez Barroso. Vestuario: Rafael Garrigós.

lunes, 2 de octubre de 2023

 

VIAJE A SILS MARIA. LA SERVIDUMBRE DEL TIEMPO

                                            

 
















Tempus fugit. El Tiempo Huye. Nunca una verdad fue tan certera. Junto a la acerada sentencia de Tomas de Kempis “Las cosas pasan, y tu con ellas”. Del paso del tiempo, de sus consecuencias devastadoras trata este film de Oliver Assayas, que gravita sobre la creación inmensa que regala Juliette Binoche de su personaje: la actriz María Enders. Ejercicio sobre la nostalgia del tiempo pasado y la irrecuperabilidad del mismo. Cuando ya solo nos quedan recuerdos de aquello que fuimos. Pero sobre todo análisis descarnado de esa resistencia que ofrecemos a la adaptación. A la obligada aceptación de que, aquello que somos, es el resultado de lo que fuimos. María Enders se encuentra cerca de esa edad en que los papeles que le ofrecen van a cambiar por completo. En ese momento e tientan para trabajar junto a Jo-Ann, una prometedora, díscola y desnortada actriz, que no reúne los valores que requeriría su éxito, y su vocación. Esto produce un seísmo en la vida de María, que aumenta cuando le ofrecen el papel antagonista de aquel que le diera la fama. Ahora es la joven promesa la que tiene en sus manos el caramelo dramático que la lanzó al estrellado hace años. 












La sombra de Bergman planea sobre esta emocional partida de ajedrez, y no sólo en el personaje ausente del director (amigo y Pigmalión de María), que fallece en la montaña. Esta es una sombra iluminando muchos otros dramas, que han bebido de las fuentes del director sueco. Este juego de espejos que ha nos ha dejado obras como “Passion Fish” (1992) de John Sayles, donde una actriz sufre un accidente que cambia su vida, “Tres Mujeres” de Robert Altman, que bebe directamente de las fuentes de “Persona” (Bergman) donde los personajes intercambian su estado en relación a los demás, o la poética La Doble Vida de Verónica” de Kièslowski (que también dirigió a Binoche en “Azul”), hasta la retorcida paradoja sobre el lado oscuro de “El Cisne Negro”, bucean en la frustración y la represión de las emociones (vía Mankiewicz). Ejercicio de metateatro. Acertado estudio sobre la sumisión, que permite vislumbrar en paralelo los dos planos (el real y el imaginario) que confluyen como un torrente, en la realidad de las tres protagonistas. Las interpretaciones son frescas, naturalistas, pero en la superficie se adivinan los tormentosos procesos que se ocultan bajo tierra. Kristen Stewart, redimida de sus incursiones adolescentes, define su papel con certeza y frescura (que se agradece). Binoche desata al personaje, que vive anclada en un pasado que no volverá, para enfrentarse a sus fantasmas. 
La evolución de María corre paralela a los ensayos del guión, que comienza a planear peligrosamente sobre la realidad de las dos mujeres, regalándonos momentos de extraordinario cine, conteniendo ácidas críticas sobre la vacía cultura juvenil actual y sus referentes cinematográficos. En cuando al personaje de Chloë Grace Moretz. ¿un remedo de Lindsay Lohan?, breve y conciso. No necesita más para enamorar al espectador. Profundo homenaje a la vocación actoral y rendido homenaje a la personalidad de Juliette Binoche, con el que Assayas obsequia a la veterana actriz francesa. Cine dentro del cine, con el protagonismo cedido al documental de Arnold Frank “Das Wolkephänomen von Manoja”, presente en el espíritu del drama, ya que la obra antaño representada por María se titulaba “La Serpiente de Maloja”. María derrama una ácida crítica de sagas galácticas, protagonizadas por la incipiente actriz que le hace sombra. 

Viaje a Sils María es una recreación de “Evas” con aromas de Mankiewicz, un triángulo tormentoso, un viaje interior sin retorno, escrito en el viento. La aparente frialdad de la dirección, esconde volcanes en erupción, procelosas corrientes subterráneas. Dividida en tres actos como una obra clásica de teatro. Cine dentro del cine, donde Binoche comenta que ha trabajado con Harrison Ford y Sydney Pollack. Assayas retoma a la actriz francesa desde el estrellato alcanzado en “La Cita” de André Téchiné (Rendez-Vous. 1985), donde el había trabajado como co-guionista, para desmontarla, desfragmentarla y operarla a corazón abierto.

Si en aquella ardiente película, la Binoche ya regalaba amplios registros de epidermis, en este viaje no sólo desnuda su alma. La actriz hace donación, para el agradecido espectador, de un maduro, esplendoroso y europeo desnudo, que causo la sorpresa de una pacata norteamericana Kristen Stewart, que optó en esta ocasión por braga-faja de componente antilúbrico. La renuncia y desaparición de la asistente de María Enders le permite, con su sacrificio, repetir en la vida real el rol que añora sobre las tablas teatrales. Para la californiana supone ascender un peldaño tras sus aventuras vampíricas tras el intento de desmarcarse de las “teenmovies”. Lo hizo con sus papeles en las apreciables “On The Road” (2012), una road movie de la contracultura, basada en Jack Kerouak, y con el film musical “The Runaways” (2010). El guión es un vórtice dramático donde convergen el texto interno (obra teatral) con el externo (las postrimerías de los personajes) hasta desembocar en un ejercicio metaliterario con la vida misma como definición, y la resistencia al paso del tiempo como eje. Un collage femenino (y feminista) donde brillan con luz propia las tres interpretes, pese a la sobria y contundente performance de los representantes masculinos. 















Esta revisitación de la Margo Channing (Bette Davis) de “Eva al Desnudo” pasada por el tamiz nietzscheano (Nietzsche encontró su Sangri-La entre los valles suizos) detrás de su aparente frialdad oculta un mundo de turbulencias y desasosiego. De hecho no hay nada más trascendental que las actitudes ante el paso del tiempo y la decadencia física, que amenazan al personaje (casi bipolar) interpretado por Juliette Binoche, consciente de la lozanía de su secretaria y de la arribista (magnética Chloë Grace Moretz) y su paso a segundo plano en este baile de máscaras. Ambigua la relación entre actriz y secretaria, entre actriz y teatro, entre la arribista y el cine como arte. "Viaje a Sils María" nos habla de la soledad, de la derrota, de la duda, de las relaciones condicionadas por la primacía de otro, de la previsible derrota ante el tiempo, a través del viaje poliédrico de las protagonistas.  La temática no lejana a otras obras del autor: Clean, Las Horas del Verano, L´Eau Froide o el cine dentro del cine que planteaba en su obra maestra "Irma Vep". Oliver Assayas levanta el edificio sobre la contundencia de la palabra, lo apuntala sobre el plano secuencia y el fundido a negro, para nivelar este equilibrio de poderes que se solventa mediante el verbo. Pese a tratarse de una creación seminalmente literaria, hay que reseñar la notable fusión de la palabra y el ámbito sonoro, aportado por obras clásicas como el hermoso Canon en Re Menor para Cuerda y Bajo Continuo, que se vuelva casi simbiótico en las secuencias de la lengua de niebla sobre el valle, interpretado por French Jean-Francois Paillard Chamber Orchestra. 



El canon fue marcado originalmente para tres violines y bajo continuo y emparejado con una giga. Ambos movimientos están en la clave de Re mayor. Aunque un cierto canon al unísono en tres partes, también tiene elementos de una chacona. Ni la fecha ni las circunstancias de su composición son conocidos, y la copia manuscrito más antiguo de la pieza data del siglo XIX.


También utiliza el score  la "Sonata nº 2 en D Minor de Haendel" o la Paavin of Alberti" del Hespèrion XX, liderado por el  español Jordi Savall y grabado en el disco "Elizabetan Consort Music". La BS, nos permite escuchar el melancólico “Largo “de la opera “Xerses” de Haendel. En el terreno de lo contemporáneo el soundtrack se decanta por obras jazzísticas como "Revue Parisiense. Blues and Root". After in Paris de Patrick Chantol o la banda escocesa de rock "Primal Scream", en un inteligente ejercicio de eclecticismo extremo.