sábado, 24 de agosto de 2019

Tito Andrónico. La abyección como estética Teatro del Noctámbulo. 65 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida


                                        
Guillermo Serrano

 Con “Tito Andrónico”, el bardo de Stratford-upon-Avon se adelantaba bastantes años al Grand Guignol. Y es que, en esta propuesta de Teatro del Noctámbulo, los platos están servidos (literalmente) exhibiendo sobre los manteles miembros cercenados, decapitaciones, mixtificaciones, insania, iniquidad, violación o antropofagia. Un escenario casi espartano (Juan Sebastián Domínguez), permite a los actores utilizar sus dimensiones al completo, incluso con habilidosa utilización de la orchestra para la intensa finalización del primer acto, que destiló cercanía e intensidad dramática. Edward Ravenscroft refirió una tradición teatral según la cual, el drama se debía a un autor ajeno a la compañía, al que Shakespeare “dio tan sólo unos magistrales retoques”. Incluso algunos estudios la presentan como una parodia frente al estilo de Christopher Marlowe (en concreto el personaje del moro Aarón es una respuesta al Barrabás de Marlowe). El trabajo de Nando López (una lírica poda) ha sido titánico. La poesía de los textos envuelve y tamiza la terrible violencia que gravita sobre el pathos de los personajes, con el añadido de un monólogo propio (Tamora en la escena de Las Furias). Un drama con influencias de Séneca y Ovidio, con situaciones dramáticas tratadas con rudeza, inhumanas, y caracteres al gusto isabelino. El Renacimiento inglés imputa al Medioevo todas esta belicosidad y estética de la violencia, considerando en términos de barbarie todo lo anterior a la luz del proyecto humanista de la dinastía Tudor. Claro ejemplo es el personaje de Lucio (excelente Alberto Barahona), un sujeto político moderno que personifica el uso de la retórica. El diseño de iluminación (Carlos Cremades) resalta notablemente el dramatismo de los instantes. Como esa silueta espectral de Lavinia, surgiendo a contraluz, con los miembros cercenados, ramas como muñones y caminar tambaleante. 

Jose Vicente Moirón y Lucía Fuengallego
Carmen Mayordomo (reina Tamora), compone un personaje astuto, vengativo, con instantes de humor en esos diálogos para convencer al incauto Saturnino (Gabriel Moreno) de que perdone a Tito. La actriz hace gala de una dicción clara, potente emisión y ductilidad en la voz. Guillermo Serrano se lleva lo mejor de la casa en su icónico personaje del moro Aarón (tras ser acuchillado como Mucio). Un papel que le permite mostrar su versatilidad, su proyección vocal, un sentido del humor canalla y madurez escénica. Tito es un hombre atormentado, constreñido por las lealtades, oprimido por las leyes a las que se debe. José Vicente Moirón extrae a su héroe oscuro toda la savia envenenada del personaje. 

La insania, la predestinación o la abyección gravitan sobre su composición emocional, con instantes de enorme intensidad dramática y amplio calado humano. Su dominio de las texturas vocales, su capacidad para controlar el tempo y la declamación, su control de las emociones, componen una partitura de diversos niveles, acercando (y humanando) un personaje guiado por el ansia de venganza. Con certeros instantes de humor negro. Como ese histriónico cocinero en la antológica escena del banquete antropófago. Verdadera ceremonia sangrienta. El ámbito musical es resuelto con unas composiciones que se pliegan hábilmente a los instantes dramáticos. Desde el concepto marcial, la fanfarria, los vientos (desfile con antorchas) a los instantes atmosféricos con largos acordes sostenidos, temas vibrantes o sombríos. La composición de Antoni M. March se hibrida perfectamente con la textura dramática. Sin altisonancias. Sin eclipsar el ejercicio del texto. 

Lucía Fuengallego (Lavinia) extrae una gran paleta de matices de un personaje desgarrador, damnificado, que se ve obligado a utilizar el lenguaje corporal por razones obvias. Gran parte del mérito para convertir esta sangrienta propuesta en un Grand Guignol estilizado, procede del atemporal y efectivo vestuario de Rafael Garrigós y el eficiente maquillaje de Pepa Casado, que sustraen el conjunto de su negación de la clemencia, de su caos inhumano, situándolo en tierra de nadie.  Antonio Castro Guijosa y Teatro del Noctámbulo han construido una arquitectura dramática soberbia, de notable ritmo narrativo e intensidad humana que aprovecha las estructuras del escenario en escenas como la de Quirón y Demetrio (notables Alberto Lucero y José F Ramos) entre las columnas. Un montaje donde todos los actores merecen ser reseñados y que, acerca a los más profundos abismos del ser humano a través de la palabra y el gesto. A la inexorabilidad del destino que nos mueve como hojas en el viento. A la poesía vibrante del horror ¡Esto es teatro! Esto es un hermoso epílogo para el Festival.

Carmen Mayordomo

REPARTO
(por orden de intervención)
José Vicente Moirón
Alberto Barahona
Carmen Mayordomo
Alberto Lucero
José F. Ramos
Quino Díez
Lucía Fuengallego
Gabriel Moreno
Sergio Adillo
Guillermo Serrano
Juan Vázquez
Cándido Gómez
Carmelo Sayago
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Versión: Nando López
Música: Antoni M. March
Iluminación: Carlos Cremades
Escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Vestuario: Rafael Garrigós
Caracterización y maquillaje:
Pepa Casado
Ayudante de dirección: Pedro
Luis López Bellot
Producción ejecutiva: Isabel Montesinos
Dirección: Antonio Castro Guijosa
Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Teatro del Noctámbulo

jueves, 22 de agosto de 2019

LA CORTE DEL FARAÓN.65 FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA




 No es mi intención desviar esta reseña hacia conceptos ajenos a lo puramente artístico. Por eso presto a otras voces más capacitadas, asuntos tan candentes como la adecuación de las piedras milenarias para este tipo de espectáculos, la irrupción de lo coyuntural en los textos y la dramaturgia, o la utilización del argumento para introducir mensajes ajenos a la obra genésica o de cariz sesgado. La Corte del Faraón es una mixtura atípica donde encontramos elementos procedentes de la zarzuela, de la opereta junto a instantes arrevistados y cierto aroma de cuplé. El género sicalíptico contiene connotaciones de matiz sexual, diálogos cargados de insinuaciones y una querencia picante y vodevilesca. Imaginamos el impacto que supondría en el primer tercio del siglo XX en los proscenios. 
Esta obra es una mélange, donde el autor alcanza su madurez creativa mezclando esebouquet escénico que heredara del género chico, aplicando su habilidad como arreglista y su facilidad melódica para pergeñar una divertida (y subida de tono), parodia de Aida. Vicente Lleó recurre a dúos, tercetos, coros, pezzos de conjunto y cierta concesión al gusto popular en forma de cuplés, garrotines y danzas para dejarnos esta piedra angular del género “chico”, basada en la obra francesa “Madame Phutiphar”. De hecho, asume la cómica ridiculización de figuras legendarias tan cara a la opereta francesa. Aunque también acuse las influencias de la opereta vienesa y de Offenbach. Rodetacón Teatro se lleva a su terreno la sicalíptica propuesta, convirtiéndola en un musical fresco y rabiosamente divertido de la mano de Ricard Reguant y Juana Escabia, con certeras coreografías de Cuca Pon y tres canciones nuevas de Ferrán González.  Reguant ya presentò, en otra edición anterior, una excelente propuesta: “La Bella Helena” https://elgabinetedekaligari.blogspot.com/2017/08/la-bella-helena-los-monty-python-en-la.html. Los dobles sentidos, las insinuaciones y juegos de palabras, a día de hoy, no repercuten del mismo modo en una sociedad completamente distinta, pero conservan la “chispa” suficiente para arrancar unas carcajadas al espectador. 
El aspecto musical y, una vez superado un inicio con el sonido poco acertado, es impecable. Únicamente algunos instantes donde la potencia de la música eclipsa la comprensión del texto en los cantantes. Ferrán González deja de lado el tradicional concepto zarzuelístico para acercarse a un concepto mucho más moderno, con intervenciones de un coro perfectamente empastado (¡Victoria, victoria!) y apoyándose en la “escuela” y la experiencia en estos lares de Paco Arrojo. El resultado es un musical arrebatador donde cada interprete utiliza sus armas con solvencia. El placentino Paco Arrojo (soberbio timbre), control de la respiración y agudos cristalinos (va sobrado), compone un personaje divertido (El Casto José), con instantes exigentes en lo vocal. Dominio escénico de Itziar Castro (Faraón), que lleva su interpretación hacia la Revista o el Cabaret, rompiendo la cuarta pared e implicando al público con geniales improvisaciones (¿Eso es un móvil o es que te alegras de verme?), y solventando la parte vocal con soltura. Me sorprendió gratamente la versatilidad de Celia Freijeiro, actriz a quien conocía por obras como “La Playa de los ahogados” o “Todo es silencio”. Defiende el papel de Lota con una naturalidad pasmosa y una voz inesperada. El censor recreado Joan Carles Bestard es un difícil y esperpéntico personaje, que desarrolla con talento, controlando ese rol en el límite de lo grotesco. Destacar también el control del instrumento de Inés León (Raquel), cuya escuela en musicales queda patente en sus intervenciones. En su último tramo la obra deviene hacia situaciones que coquetean con el absurdo, pero la calidad actoral y la flexible dirección llevan a buen puerto esta aventura que divierte, entretiene y hace olvidar esos instantes oscuros, nefastos y contemporáneos con que han sembrado el libreto. El público participando en la dionisiaca ¡Ay, babilonio que mareo!¿Qué más se puede pedir?
REPARTO
Itziar Castro
Celia Freijeiro
Paco Arrojo
Inés León
Joan Carles Bestard
Javier Enguix
Noelia Marló
Basem Nahnouh
Antonio Maña
Cristina Esteban
Guillermo Pareja
Marta Castell
Pascual Ortí
Patricia Arizmendi
Tamia Denis
Rocío Martín

CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Adaptación: Ricard Reguant y Juana Escabias
Dirección y composición Musical: Ferrán González
Letrista: Xenia Reguant
Coreografías: Cuca Pont
Ayudante de dirección: Juana Escabias
Diseño de iluminación: Luis Perdiguero
Diseño de escenografía: Pablo Almeida
Diseño de vestuario: Maite Álvarez
Director de producción: Juan Carlos Parejo
Caracterización y maquillaje: Pepa Casado
Realización de escenografía: Gonzalo Buznego y Pablo Almeida
Confección de vestuario: Juan Ortega
Producción ejecutiva: Miguel Molina
Diseño de sonido: Félix Botana
Dirección: Ricard Reguant

Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y El Negrito Producciones

La Corte del Faraón.65 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida




 No es mi intención desviar esta reseña hacia conceptos ajenos a lo puramente artístico. Por eso presto a otras voces más capacitadas, asuntos tan candentes como la adecuación de las piedras milenarias para este tipo de espectáculos, la irrupción de lo coyuntural en los textos y la dramaturgia, o la utilización del argumento para introducir mensajes ajenos a la obra genésica o de cariz sesgado. La Corte del Faraón es una mixtura atípica donde encontramos elementos procedentes de la zarzuela, de la opereta junto a instantes arrevistados y cierto aroma de cuplé. El género sicalíptico contiene connotaciones de matiz sexual, diálogos cargados de insinuaciones y una querencia picante y vodevilesca. Imaginamos el impacto que supondría en el primer tercio del siglo XX en los proscenios. 
Esta obra es una mélange, donde el autor alcanza su madurez creativa mezclando ese bouquet escénico que heredara del género chico, aplicando su habilidad como arreglista y su facilidad melódica para pergeñar una divertida (y subida de tono), parodia de Aida. Vicente Lleó recurre a dúos, tercetos, coros, pezzos de conjunto y cierta concesión al gusto popular en forma de cuplés, garrotines y danzas para dejarnos esta piedra angular del género “chico”, basada en la obra francesa “Madame Phutiphar”. De hecho, asume la cómica ridiculización de figuras legendarias tan cara a la opereta francesa. Aunque también acuse las influencias de la opereta vienesa y de Offenbach. Rodetacón Teatro se lleva a su terreno la sicalíptica propuesta, convirtiéndola en un musical fresco y rabiosamente divertido de la mano de Ricard Reguant y Juana Escabia, con certeras coreografías de Cuca Pon y tres canciones nuevas de Ferrán González.  Reguant ya presentò, en otra edición anterior, una excelente propuesta: “La Bella Helena  https://elgabinetedekaligari.blogspot.com/2017/08/la-bella-helena-los-monty-python-en-la.html. Los dobles sentidos, las insinuaciones y juegos de palabras, a día de hoy, no repercuten del mismo modo en una sociedad completamente distinta, pero conservan la “chispa” suficiente para arrancar unas carcajadas al espectador. 
El aspecto musical y, una vez superado un inicio con el sonido poco acertado, es impecable. Únicamente algunos instantes donde la potencia de la música eclipsa la comprensión del texto en los cantantes. Ferrán González deja de lado el tradicional concepto zarzuelístico para acercarse a un concepto mucho más moderno, con intervenciones de un coro perfectamente empastado (¡Victoria, victoria!) y apoyándose en la “escuela” y la experiencia en estos lares de Paco Arrojo. El resultado es un musical arrebatador donde cada interprete utiliza sus armas con solvencia. El placentino Paco Arrojo (soberbio timbre), control de la respiración y agudos cristalinos (va sobrado), compone un personaje divertido (El Casto José), con instantes exigentes en lo vocal. Dominio escénico de Itziar Castro (Faraón), que lleva su interpretación hacia la Revista o el Cabaret, rompiendo la cuarta pared e implicando al público con geniales improvisaciones (¿Eso es un móvil o es que te alegras de verme?), y solventando la parte vocal con soltura. Me sorprendió gratamente la versatilidad de Celia Freijeiro, actriz a quien conocía por obras como “La Playa de los ahogados” o “Todo es silencio”. Defiende el papel de Lota con una naturalidad pasmosa y una voz inesperada. El censor recreado Joan Carles Bestard es un difícil y esperpéntico personaje, que desarrolla con talento, controlando ese rol en el límite de lo grotesco. Destacar también el control del instrumento de Inés León (Raquel), cuya escuela en musicales queda patente en sus intervenciones. En su último tramo la obra deviene hacia situaciones que coquetean con el absurdo, pero la calidad actoral y la flexible dirección llevan a buen puerto esta aventura que divierte, entretiene y hace olvidar esos instantes oscuros, nefastos y contemporáneos con que han sembrado el libreto. El público participando en la dionisiaca ¡Ay, babilonio que mareo! ¿Qué más se puede pedir?
REPARTO
Itziar Castro
Celia Freijeiro
Paco Arrojo
Inés León
Joan Carles Bestard
Javier Enguix
Noelia Marló
Basem Nahnouh
Antonio Maña
Cristina Esteban
Guillermo Pareja
Marta Castell
Pascual Ortí
Patricia Arizmendi
Tamia Denis
Rocío Martín

CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Adaptación: Ricard Reguant y Juana Escabias
Dirección y composición Musical: Ferrán González
Letrista: Xenia Reguant
Coreografías: Cuca Pont
Ayudante de dirección: Juana Escabias
Diseño de iluminación: Luis Perdiguero
Diseño de escenografía: Pablo Almeida
Diseño de vestuario: Maite Álvarez
Director de producción: Juan Carlos Parejo
Caracterización y maquillaje: Pepa Casado
Realización de escenografía: Gonzalo Buznego y Pablo Almeida
Confección de vestuario: Juan Ortega
Producción ejecutiva: Miguel Molina
Diseño de sonido: Félix Botana
Dirección: Ricard Reguant

Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y El Negrito Producciones