miércoles, 22 de enero de 2020

A5 Vocal Ensemble. Quinto libro de madrigales de Monteverdi. Espacio Turina


                        

Dentro de la esforzada aventura emprendida por A5 Vocal Ensemble, única en nuestro panorama musical, de resucitar y revitalizar los libros de madrigales del compositor cremonés, ahora le ha llegado el turno al libro que supuso el punto de inflexión hacia la seconda prattica. Monteverdi subordina la expresión musical a la palabra, conduciendo  el figuralismo a sus más altas cotas. El Ensemble ya tiene experiencia en estos lances, amplio dominio de las texturas monteverdianas y potente expresividad “pintando palabras”.
Ya desde el primer madrigal Cruda Amarilli; que fue refutado por Artusi; se aprecia ese sabor revolucionario y el dominio del cromatismo, que tan caro le era al italiano. Suave y claro el traspaso desde las dos primeras secciones, donde predomina la textura homofónica, dominio de la disonancia (novena y séptima) en el compás 13 (con permiso de Artusi). Aunque para disonancias, las 14 que se escucharon entre los compases 19 y 23 (retardos) y que la agrupación resuelve con su habitual fluidez, para agonizar en una cadencia típicamente renacentista, recreando este drama en miniatura.

Es de agradecer la proyección que durante el concierto se efectúa sobre el escenario en la cual es posible leer los poéticos y melancólicos textos en italiano y español, aumentando el grado de comprensión, con la emotividad y nostalgia trasmitida por A5 Vocal Ensemble. Nos hallamos ante un género en el que la palabra es alquimizada por la música, para mostrarnos una enorme paleta de estados emocionales y afectivos en esta obra-bisagra con lo anterior y lo que viene.
En O Mirtillo, Mirtill'anima mia, A5 Vocal Ensemble desarrolla los recursos del madrigal, integrándolos con las demandas de la monodia, reitera pequeñas frases, de modo minuciosamente repetitivo, consiguiendo un fino y seductor equilibrio en sustancia y proporciones. Esta obra reúne cadencias intensamente renacentistas. Muchos la consideran la predecesora del Libro VI (Lamento de Ariadna)
Monteverdi llevo al extremo el hablar con canción (chi con canto parla), por ello los textos son de una deliciosa cadencia, profunda melancolía, intenso retrato amoroso y se prestan a una profunda pintura polifónica. A partir de este libro, la escritura del cremonés se acerca, sin posibilidad de retorno hacia paisajes más cercanos a la ópera en miniatura o la cantata dramática.
La presencia del bajo continuo es obligatoria en los seis últimos madrigales, compuestos para cinco o seis voces.

Un pequeño interludio para lo instrumental ofreció una deliciosa interpretación de la Sonata quarta sopra l´aria di Ruggiero, de Salomone Rossi  (El judío),  pionero en el desarrollo del trío de sonata y violín, con patrón armónico repetitivo (o bajo de fondo). Salomone colaboró con Monteverdi en el drama lírico Maddalena. Preciso y alborozado, el violín de Raquel Batalloso, en acertado diálogo con la viola de Irene Gómez Fernández. Rossi conocía las primeras colecciones de madrigales de Monteverdi, e incluso tomó varios de sus textos en varias ocasiones para sus propias composiciones. 
La segunda parte del concierto traería obras como Amor, se giusto sei, con amplio juego cromático, melismas y un sonido suave y equilibrado para un texto donde el amante desea que la mujer que sea su esposa, sea la correcta.
T'amo, mia vita,  es una meditación entusiasta de un joven amante que ha escuchado a su amada pronunciar esas palabras. Monteverdi establece las cuatro palabras para soprano en solitario, repitiéndolas entre líneas de la ensoñación del joven como si se repitiera una y otra vez en su mente.
La agrupación convierte el soberbio epílogo Questi Vaghi Concenti (a 9), una verdadera sinfonía con ritornello) en una brillante cantata. Compuesta siguiendo el modelo popularizado por Andrea Gabrieli. Aquí los cambios en la textura siguen íntimamente los tonos subjetivos del texto, avanzando en el concepto de uso de coro de la época, que lo usaban para simple efecto de eco. Las dos mitades, usan variaciones del material sinfónico, crean una gama deslumbrante de colores vocales al veneciano modo. Este es un anticipo de la música teatral a gran escala que ya asomaba desde el futuro. La interpretación de A5; junto con el resto de cantantes, es voluptuosa, plena de alegría de vivir, decidida a celebrar la fresca belleza que se le ofrece.
Como oferente regalo se ofreció un preludio del Sexto Libro, el Zefiro Torna, oh di soavi accenti. Un poema de Petrarca, publicado en El Canzionere;  elevado a lo sublime por la música de Monteverdi. Y también por los músicos que, sobre el escenario, extrajeron de este aire una interpretación dinámica, lúdica, de un cromatismo vitalista; y premonitorio; de lo que será su próximo trabajo (esos soberbios trinos ornamentales). A5 Vocal Ensemble se ha embarcado, para fortuna de los aficionados, en una tarea enciclopédica, mastodóntica, faraónica. El resultado de este enorme trabajo y de las horas de pulido, tallado y esmerilado, queda patente sobre el escenario. Afortunados aquellos que tienen el privilegio de disfrutarlo.





lunes, 20 de enero de 2020

Azahar Ensemble. XI Ciclo de Música Actual de Badajoz. De la textura como estética


     
         Azahar Ensemble. XI Ciclo de Música Actual de Badajoz. De la textura como estética

Roberto Gerhard fue un autor heterodoxo y cosmopolita. No satisfecho con la música nacionalista de su época, viajó hasta Austria para encontrarse con Arnold Schönberg, que estaba revolucionando la música europea y quedó cautivado por sus enseñanzas. Su obra orquestal ha eclipsado la música de cámara, donde escribió algunas obras maestras, en las que su riguroso sentido de la forma está ausente casi por completo.
Para su Quinteto de viento, emplea por primera vez la técnica serial, aunque no dodecafónica, con una clara influencia de Schönberg. Hay fuertes inclinaciones homofónicas. Sin ser tonal en la estructura general, lo es en los pequeños detalles. Deudora de la tradición vienesa de la sonata, pero invadida de inflexiones de la música popular española. Esa obra fue entregada a Schönberg por al autor como trabajo de fin de curso y fue blanco de la crítica por su radicalidad. 
El compositor defendió en un artículo la superación de los posicionamientos estéticos trasnochados y provocó un escándalo. Estamos ante una obra de estructura formal sólida con la horma plástica del modelo vienés. Los dos primeros movimientos están gobernados por una misma serie de sonidos (enfrentándose a la teoría de Schönberg). En el tercero y cuarto los procedimientos de construcción melódica pasan a un segundo plano. Además introduce un pequeño motivo extraído de La Consagración de la Primavera.

El color instrumental que solicita la partitura, es recreado con precisión por Azahar Ensemble, así como  los aspectos rítmicos de eso que se definió como “dodecafonismo mediterráneo”. Encontramos el uso de acordes repetidos de función climática y reminiscencias folclóricas; no tomadas de ningún cancionero; insertadas en el entramado serial. Esto se ve claramente en la sección del trío del tercer movimiento, donde el oboe desarrolla la melodía de carácter popular, doblada por la flauta en tercera menor superior. Claramente recurso popular. Se puede considerar este quinteto como una inflexión y una declaración de principios del autor, ante una etapa caracterizada por la individualidad estética, que convierte esta obra en paradigma de la modernidad.








Un Tápis. Unicornio (2015) es la obra basada en el famoso tapiz de La Dama y El unicornio, en el cual se inspiró el multipremiado compositor Joan Magramé para componer expresamente para el Azahar Ensemble. Comienza con una cadencia etérea, misteriosa, complaciéndose en notas largas, conduciendo hacia un espacio sonoro creciente, que no trata de transmitir ideas, sino elaborar imágenes sensoriales a partir de nuestra tradición cultural. El juego instrumental es evocador, de gran equilibrio, con gestos melancólicos. Con algún instante que bebe directamente de una danza cortesana. El epílogo retoma, tras un crescendo, el equilibrio del prólogo, conduciendo a un estado de sorprendente quietud. Agonizando de nuevo en notas largas. Toda la obra es un delicado tapiz sonoro en si mismo, que diluye la individualidad del instrumento y lo convierte en textura plural.
Del compositor palentino Santiago Lanchares, el  quinteto  interpretó “El Sueño de Sapur”, un encargo del CNDM.  La obra de estreno es un encargo del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) que participa con la Sociedad Filarmónica de Badajoz en la producción del XI Ciclo de Música Actual de Badajoz. Este ciclo también cuenta con el patrocinio de la Junta de Extremadura, Diputación de Badajoz, Fundación CB y Fundación Ibercaja.
Una obra de gran sensibilidad, con motivos y modos arabescos, que está dedicada al walí  persa de Badajoz, considerado como un protector de las letras y las artes. La interpretación recibió numerosos aplausos de un público entregado y agradecido por el motivo pacense que inspiró la obra.
Carl Nielsen es un compositor conocido por sus sinfonías. El Quinteto  Op. 43 es una  auténtica obra de madurez. Destacar la claridad deslumbrante de la flauta (Frederic Sánchez Muñoz) y esa alegría con que irrumpe tras la presentación del tema inicial. El fastuoso timbre galánico del oboe de María Alba Carmona Tobella de breves salpicaduras. Miquel Ramos Salvadó, extrae dibujos del clarinete, que reparte a lo largo y ancho del registro, concibe rúbricas volubles, zigzaguea. Desde la trompa de Antonio Lagares Abeal, surgen recuerdos vagos. Entra la melancolía,  la trompa trae consigo recuerdos entre venatorios y taciturnos.
Más adusto, el fagot de María José García Zamora, combinando timbres y armonías en un rico cromatismo, no exento de cierta humorada, para este diálogo psicológico entre cinco personajes. En cualquier caso, obra de absoluto dominio formal. El tema de las variaciones es la melodía del coral “Min Jesus lad mit hjerte få”, desarrollado de una forma peculiar y alegre, entre seria y elegíaca, hasta el suave epílogo con ese indudable tempo de solemnidad que solicita una ceremonia religiosa.
Azahar Ensemble finalizó el concierto regalando un hermoso arreglo del Oblivion, del argentino Astor Piazzolla, donde demostró una vez más su capacidad para lograr un rico empaste y un cromatismo homogéneo en instrumentos de timbres tan disímiles y autónomos.







Laberinto.Anatomía del presente de Marino González Montero. De dioses y hombres


Desde el primer diálogo, queda patente que la propuesta de Marino González Montero enlaza directamente con su anterior obra Muerte por Ausencia.
El autor-director opta por redescubrir aquella escenografía espartana. Nos regala, de nuevo, esos  personajes solitarios, pero imbricados. Además introduce directamente al espectador, en el primer texto, cuando el personaje de Hombre cuenta como “La única forma de llegar al presente y la muerte, es la ausencia”. La propuesta formal navega entre el existencialismo más atroz, coqueteando con el teatro del absurdo y revitalizando el mito clásico con la presencia de esa diosa políglota y el trágico hado que sobrevuela a los personajes. Un fatum del que es imposible escapar y que, tampoco es posible exponer, para no revelar el elaborado desenlace. Aquí, el autor vuelve a rizar el rizo con un punto de encuentro final para los personajes, demoledor y desolador, como ya hiciera en su anterior obra.  Deambulando entre las ruinas de una iglesia-teatro, las presencias (llamémosles así), celebran un ritual de ausencias. Una ceremonia donde la nada, lo irracional o la comicidad nihilista se aposentan en sus ¿vidas?

Este descenso al laberinto borgiano es al mismo tiempo derrota y victoria. Como la misma esencia de la vida. Una vida que, los protagonistas (Hombre y Mujer), parecen haber abandonado en algún instante. El espectador se encuentra ante un teatro nada complaciente, un teatro donde el texto es el soporte vital del pathos. Donde la emoción surge de la identificación con personajes que deberían sernos ajenos, pero que conforme avanza la historia, van dejándonos su calidez y su aliento.  Caminamos con ellos hacia ese abismo nietzcheano que, sin duda, se va a asomar dentro de nosotros. Intentamos retomar el miltoniano Paraíso  Perdido, pero la sensación de liberación solo puede proceder de la palabra. Del verbo como catarsis.

Tyche (Ana García) propone a las dos presencias un viaje a través de la música y la palabra como camino iniciático. Camino que al final  deviene catarsis emocional. Toda la arquitectura de la obra se apuntala sobre un soberbio texto que, enraizando en lo clásico, mixtura posmodernidad, sentido del humor, absurdo o filosofía. En la justa medida. En un excelente equilibrio entre lo humano y lo divino, entre la mundanidad y el pensamiento en estado puro. Acierto que se traduce en el ritmo narrativo, en la alquimia entre texto y puesta en escena. Mención aparte merece la labor compositiva de Claudio Gutiérrez al enfrentarse a unos textos, a priori, casi imposibles de musicar. Canciones que sirven de sendero e instantes de reflexión, defendidas con solvencia.


Laberinto, anatomía del presente, es tan solo un título coyuntural, casi accidental. Las vivencias y cuitas de los personajes son universales y atemporales. Se enraízan en la tragedia clásica, se asoman al abismo nietzcheano, después de haber toreado a ese Minotauro que todos llevamos dentro, y se avecinda en el nihilismo de Sartre. Pero Marino González maneja un lenguaje posmoderno (a la par que clásico) al que los intérpretes saben dotar del necesario pálpito para que el dolor trascienda alegría, para que podamos vencer al abismo con el arma de la palabra y la ironía.
El elenco extrae una paleta de amplio cromatismo de los acerados diálogos, de la sutil poesía que sobrevuela el texto. Este es uno de los grandes aciertos de esta propuesta dramática: la recuperación de la creación per se, el retorno a lo teatral como texto, la palabra como alquimia y la petición a la platea para participar en la reflexión ofrecida. Y; sobre todo; el respeto al espectador, no considerado como un consumidor de obras cómodas y de escasas entendederas. A día de hoy se agradecen proyectos en los que el espectador salga del teatro llevándose a casa algo más que unas efímeras carcajadas.
Ana García elabora un difícil personaje, una diosa díscola, políglota, que trata de guiar a Hombre y Mujer lejos de los buhoneros y vendedores de humo que acechan en la realidad. Paca Velardiez es la Mujer, con un intenso sesgo dramático, de amplia inflexión y recorrido. Jesús Manchón vuelve a destilar su personal punto de ironía y dominio  del timing, para extraer aristas y matices. Quizás toda la realidad de la humanidad se condense en ese gesto final, tierno, revelador, catártico, de un hombre que lo ha perdido todo y le ofrece su paraguas a otra persona “Por si afuera llueve”.
Con obras de este calibre, podemos afirmar que el teatro extremeño está en el buen camino. Como diría la diosa Tyche: !Chapeau!