jueves, 21 de enero de 2016

Los Hermanos de Negro

                                     

Hubo un tiempo en que los derechos de la infancia eran agua mojada, tiempo en que la miseria obligaba a los padres a alquilar a uno de los hijos para salvar a otros. Una generación condenada a malos tratos en manos de facinerosos, esclavitud que hoy en día no ha desaparecido. Las multinacionales y grandes empresas, utilizan a niños trabajando en condiciones inhumanas en los paises del tercer mundo para abaratar el coste de sus productos, que después compramos amablemente en nuestro primer mundo.

“Los Hermanos Negros” es una novela de Lisa Tetzner que ha servido de lectura a varias generaciones de niños suizos. Lisa Tetzner tuvo que sufrir en sus carnes el enfrentamiento a la perversa ideología que imperaba en Alemania (se exilió en 1933), fijando su residencia en Suiza. Está considerada una de las mejores cuentistas alemanas. Precursora de la literatura infantil antifascista es autora de una visión en nueve tomos sobre la vida infantil cotidiana en medio de una Alemania sometida al terror: “Los Niños del nº 67. Una Odisea Infantil”. Basaba sus escritos en situaciones reales, en fragmentos de tiempo. En intensas microhistorias que reflejaban la influencia de la sociedad, y las circunstancias sobre el ser humano. Herman Hesse la consideraba “la mejor narradora de cuentos alemana”

Para pergeñar su narración, la autora se inspiró en la crónica titulada “Pequeños Esclavos Suizos”, donde se contaba la experiencia de niños que; a mediados del XIX, eran vendidos por su familia como aprendices de deshollinador. Procedían de las más humildes aldeas de montaña. La enfermedad, desnutrición y duras condiciones de trabajo, influían en la alta mortalidad de aquellos escuálidos infantes en régimen de semiesclavitud. El resultado es un “tocho” de quinientas páginas, publicado en 1940. La historia de Giorgio (Fynn Henkel), forzado a abandonar su casa y marchar a Milán, para pagar las medicinas de su madre, ha cautivado a generaciones de niños suizos.

El mundo que ya planteara Dickens en su “Oliver Twist” fue una desconsolada realidad para estos muchachos. Publicado en 1961 por Editorial Noguer (Colección Mundo Mágico), y calificada de “folletinesca”. Con más de quinientas páginas, no cuajó demasiado en un país que vivía también una negrísima situación soterrada. Una España garbancera, con olor “a cerrado y sacristía”, donde todavía mangoneaba el fulano de la voz atiplada y silueta feminoide. 

En 1973 se descataloga y pasa a ser la historia de un fracaso. Una novela que no pudo triunfar por la extensión del texto, o por la excesiva protección hacia los niños a los que no se deseaba este tipo de lecturas (pobreza, muerte, esclavitud) No se aprovechó durante la eclosión de Novela Histórica en los Noventa, ni en la literatura “comprometida” de los ochenta. Una lastima. Ciertamente no faltan reminiscencias de libros como “Corazón” de Edmundo de Amicis, donde abordamos la también conocida, y triste, historia de Marco (De los Apeninos a los Andes) en busca de su madre. A pesar de su crudeza; por el camino se van quedando los amigos; a pesar de la enfermedad, la miseria y la dura visión de un mundo adulto sin escrúpulos, en “Los Hermanos Negros”, queda un lugar para la esperanza. 


 
 Hay un tono mucho mas optimista que en los relatos de realismo social de Dickens. Hay fe en un futuro mejor, hay fe en la amistad más allá de las humillaciones a que son sometidos. No olvidemos que se trata de un libro destinado al público infantil.
El ilustrador suizo Hannes Binder, trasladó la obra al lápiz. Binder es conocido en nuestro mercado por su obra “El Viaje de Kuno” (Editorial Libros del Zorro Rojo. 2008), una narración iniciática y poética donde Kuno, montado en su patinete viaja hacia el Polo Norte, y que atrapa por lo no narrado. Acostumbrado a la adaptación de obras literarias, especialmente del género policíaco. 

Binder nos muestra en sus dibujos lo imaginado por Tetzner: valles profundos y feraces, ríos caudalosos, la hermosa catedral de Milán apuntalando el cielo, la negritud de las chimeneas (y del alma humana), el mercado colorista y bullicioso, el grito de los deshollinadores ¡Spazzacamino!, para abrirse paso en las entrañas de las chimeneas hasta mediados del siglo XIX. Este género a caballo entre el comic y la novela, utiliza la fuerza del blanco y negro para potenciar el dramatismo, recreando la técnica del grabado describiendo la época con exactitud, aún a costa de mutilar los textos por razones de extensión. La Novela Gráfica obtuvo diversos premios, debido a su trabajo de documentación y su excelente ejecución. Los “Kaminfegerbub” se unen en una necesaria cofradía para defender sus intereses frente a la banda de “Los Lobos” que les extorsiona. De esta sociedad secreta surge un profundo sentido de la camaradería, la amistad y la lealtad, que les hace más llevadera su triste realidad. La muerte de uno de los deshollinadores reconcilia a los dos grupos frente al enemigo común. La obra ha sido adaptada a serie televisiva de gran éxito en seis capítulos, al anime (Blue Sky de Romeo) e incluso al musical en el año 2007. En 2012 el director suizo Xavier Koller, comienza a filmar su versión de esta obra literaria. Koller obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera en 1991 por su obra “Viaje a la Esperanza”, un manifiesto sobre la emigración y la discriminación. Como curiosidad reseñar que le arrebató el premio a la excelente Cyrano de Bergerac, interpretada por Depardieu.



Para la versión cinematográfica, el director acorta notablemente la novela, eliminando bastante intensidad dramática, y dotándola en su segunda parte de un espíritu leve para no cargar las tintas en exceso. Claramente dickensiana en su sólida primera parte, el enfoque hacia un público juvenil (Jugendbuch), deslíe el mensaje social y trata de llenar de optimismo el desenlace. El diseño de producción es notable y la recreación atmosférica introduce en un mundo saturado de hollín y negritud. De hecho en la edición española de la novela, se les denomina la banda de “los caras negras”. En algunos instantes hay reminiscencias visuales de aquel “Oliver Twist” desarrollado por Polansky, pero gravita la sensación de cine pasado de moda, de hallarnos en alguna de las películas (mucho más correctas políticamente) del David Lean de “Cadenas Rotas” o “Oliver Twist”. El argumento bascula hacia un optimismo vital, donde pequeños Robin Hood luchan contra la injusticia, y la amistad puede conseguirlo todo. Incluso los personajes negativos pierden fuelle, para convertirse en anecdóticos (incluso patéticos). Está claro que el autor no desea cargar las tintas y presentar un optimista y bienintencionado argumento para jóvenes, que se agradece en medio de tanta distopía violenta y tantos futuros alternativos preñados de violencia.


 Vértice fundamental de este drama dulcificado es la amistad del protagonista con Angeletta (Rubi O. Fee), la hija del hombre que lo emplea. Una amistad tierna e inocente, que en la novela original culmina con la vuelta de los protagonistas casados, ejerciendo Giorgio de maestro, final que se nos escamotea en el film. También el maestro que los ayuda en la novela genésica, es cambiado por un sacerdote en el celuloide. Quizás no válido como drama social al uso (está claro que no es un producto Loach, Buñuel o Moore ) resulta un agradable fresco histórico para todos los  públicos. Para ello ha sido preciso eliminar los tintes más morbosos y la violencia explícita. Incluso el episodio del ahogamiento de los muchachos en el barco que los lleva a Milán, es tratado como algo lejano, fuera de campo, sin profundizar en el drama. Literatura y cine profundamente alejados de las superproducciones al uso para público juvenil y que inciden en sentimientos, experiencias vitales (fraternidad, solidaridad), antes que en pirotecnia y efectos especiales. Destaca la división radical entre los dos mundos a nivel visual y fotográfico. Las apestosa negritud de las chimeneas, los inhabitables e inmundas casas, frente a los paisajes del Tirol, el hermoso lago Kaltem, Rovereto o Neumark. Xavier Koller dota el film de excesiva corrección política, de una visión dulcificada para el público receptor del mensaje, lo cual da como resultado un aroma demodé, casi de años 80. 
La apuesta por un humor inofensivo; excesivamente pueril; contrasta con la trágica desolación de la historia. Las interpretaciones sin ambivalencias, casi planas, con el fin de no chirriar demasiado. Los espectadores más jóvenes están preparados para recibir productos de mayor calado social. De hecho el activismo político y social de los autores del texto, requería una profundidad social de la que carece la película, mas orientada a un concepto “disneyano” de la realidad, con simplificación de los arranques de nobleza y un exceso de sentimentalismo. No cabe duda de que hay oficio en el texto fílmico, que el film es equilibrado, pero se echa de menos algo de carne en el asador. Un homenaje más intenso, para dos autores que han cubierto la vida de dos generaciones con sus libros de crítica social. A destacar la interpretación de Moritz Bleibtreu en el papel del traficante de niños; claramente dickensiano; aunque el resto del elenco (con la excepción de la deliciosa Angeletta, de una naturalidad pasmosa), peca de cierta falta de carisma para la enjundia del argumento. Una página de la crónica negra en la historia de Suiza. Las escobas humanas, escuálidas y sometidas a la inhalación constante del hollín que los enfermaba o mataba.

lunes, 18 de enero de 2016

Sherlock Holmes: La Novia Abominable

                                    

 



Las Series quedan con frecuencia relegadas a un segundo plano en la retina del cinéfilo, quizá consideradas como productos menores o sucedáneos de su hermano mayor. Pero la eclosión actual del lenguaje televisivo, y la abundancia de productos al alcance del espectador han propiciado la creación de un novedoso lenguaje visual en estas realizaciones, alcanzando altas dosis de calidad y estableciendo una nueva sintaxis fílmica. Nada nuevo bajo el sol. Los más avezados cinéfagos recordarán series de extraordinaria calidad que pasaron a ser míticas. Baste reseñar la fabulosa “The Twlight Zone”, donde primaba lo sorpresivo de las resoluciones y la calidad, en el escaso metraje de que dispone un capítulo, además sirvió de semillero de futuros grandes actores. En aquella década primaban los productos de anticipación científica o fantásticos en estado puro (Tierra de Gigantes, Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo, Los Invasores) que los espectadores devoraban aguardando el capítulo semanal que volvía a dejarlos con lo que hoy denominamos “cliffhanger” (el “suspense” de toda la vida) antes de la invasión de los anglicismos. Pero junto a estas fantasías anticipatorías o distópicas como la mítica “La Fuga de Logan” o la archifamosa “V”, convivían realizaciones de qualité. Obras complejas de la narración televisiva como “Los Vengadores” o “Los Intocables”, donde el español medio se acercó al mundo del hampa y a Elliot Ness, realizada espléndidamente y con interpretaciones soberbias, de la mano de directores emergentes. Mención aparte merecen sagas que con mayor o menor regularidad en su calidad sentaban en el sillón a toda la familia y que con el tiempo se han convertido en míticas. “Thriller”, titulada “Tensión” o “Pesadilla”, dependiendo del país, presentada por un enorme Boris Karloff, que semanalmente introducía en el mundo del misterio. “Galería Nocturna”, realizada por el mago de la pequeña pantalla Rod Serling. En los setenta llegaron las creaciones que arrasarían los hogares. 


El espectador aguardaba impaciente la llegada del siguiente capítulo que le revelara que novedosas perfidias tramaba Falconetti el “malo” de “Hombre Rico, Hombre Pobre”, con  un naciente Nick Nolte, a cuantos golpearía “el pequeño saltamontes”, encarnado por  David Carradine en Kung Fu, o como resolvería sus cuitas el protagonista de Poldark. En el terreno patrio no andábamos escasos de calidad con creaciones como la mítica “Historias para no dormir” de Ibáñez Serrador, que llevó el escalofrío a los hogares o las adaptaciones literarias de “El Quinto Jinete”. El espacio “Novela” batió record de audiencia con señeras entregas de clásicos literarios como “Los Tres Mosqueteros”, con un naciente Sancho Gracia o “El Conde de Montecristo”. Aquellas modestas producciones sirvieron para acercar los clásicos, a los hogares, junto a los añorados “Estudio 1”, islas de cultura en un mar sociopolítico proceloso y tendencioso.


El lenguaje narrativo actual nada tiene que ver con las tendencias al uso en otras épocas. Series como Breaking Bad, Mad Men, The Wire, True Detective y tantas, otras gozan de unos enormes presupuestos, dirección certera y posibilidades inmensas frente a los artesanales y vocacionales trabajos de décadas anteriores. También ha cambiado radicalmente el enunciado visual, junto con la sociedad. Secuencias y diálogos imposibles antaño, son el pan nuestro de cada día de hogaño. Los avances conceptuales, los profundos cambios en los conceptos y modos de conducta se reflejan en la visión del mundo que nos muestran las producciones, algunas con derroche de medios como “Juego de Tronos”, impensables para los artesanales decorados y escasos medios de los voluntariosos realizadores de otras décadas.



Sherlock Holmes consigue aunar el clasicismo formal de las producciones de la BBC, y su fastuoso sentido de la verosimilitud en el diseño de producción, decorados y situaciones, con el lenguaje más moderno en la cámara. La solidez del producto se soporta; indudablemente; sobre la solidez interpretativa de Benedict Cumberbatch y los demás actores. Este Holmes sociopata, extravagante, politoxicómano, ligeramente Asperger y narcisista, es de lo mejor que dado el personaje en pantalla. Sin desmerecer las grandes aportaciones clásicas de la saga interpretada por Basil Rathbone, el plúmbeo Holmes de “Asesinato por Decreto” (Critopher Plummer) o la extraordinaria sátira del enorme Willy Wilder en “La Vida Privada de Sherlock Holmes”, pasando por la fallida (pero esforzada) creación de la serie “Elemental”. El Holmes de Cumberbatch juega en las grandes ligas, situando al personaje en un antes y un después. 

Destaca el dinamismo en los diálogos, su sentido corrosivo y las constantes referencias, que hay que analizar con detalle para no perder el hilo conductor. Pero sobre todo es de agradecer esa atención al detalle que hace que las producciones de BBC sean un sinónimo de calidad. En este episodio extra de “La Novia Abominable” tan sólo un pequeño; de tantos; detalle para reseñar. Cuando un vendedor de periódicos se detiene a hablar con Sherlock, lleva en sus manos, no un periódico cualquiera para salir del paso, es una reproducción fiel de los “Penny Dreadful” que se repartían en la época. No podía faltar la Némesis de Holmes, en este caso el matemático Moriarty, un cerebro a su altura que aparece en el primer episodio de la serie titulado “El Gran Juego”. Este fue el nombre dado al conflicto anglo-ruso en el que es herido Watson según el episodio. En el aspecto de diálogos, es fácil perderse alguna referencia si no se está muy atento Cuando Holmes habla de las aficiones de su criada, hace referencia a un “alienista Vienés”, en clara referencia a un pujante Sigmund Freud.


Destacar el juego con la narración, los diferentes planos que nos introducen en un juego de muñecas rusas (Matrioskas) y las diversas capas de lectura de los acontecimientos que navegan entra la reivindicación militante (no haré spoiler) y los abismos del inconciente. Juego de espejos y referencias cruzadas, metaliteratura y cinefilia juegan sus bazas en unos diálogos donde los personajes se convierten en protagonistas de su propia ficción con referencias a “El Sabueso de los Baskerville” o la narración “Las Cinco Pepitas de Naranja” (a que se hará referencia con las capuchas de la logia, en el epílogo, ya que trataba sobre el Ku Klus.Klan y las semillas recibidas por un oficial en el original). También se juega con un Watson que ya ha publicado algunas aventuras como “El Carbunclo Azul” en el periódico The Strand Magazine, donde aparecieron realmente las primeras narraciones de este detective victoriano. La modernidad esta íntimamente unida al clasicismo narrativo (sociedades secretas, brumas londinenses, conjuras esotéricas, malvados tradicionales al uso) junto a transiciones de cámara o recursos claramente teñidos de vanguardia como esa conversión de humo en la mano de Sherlock o la habitación sesgada, en donde detienen el tiempo para repasar los hechos. Respetuosa versión (y actualización) del personaje que pasa por lo que los italianos denominan “aggiornamento”(puesta al día). 


Esta puesta a punto no pierde un ápice del clasicismo, es respetuosa con los cánones y los puristas, pero insuflando de un profundo sentimiento de modernidad y vanguardia a su carácter decimonónico, preñado de diálogos que requieren perspicacia y atención. Un inteligente rompecabezas con sabia dirección de secundarios, como esa espléndida Catherine McCormack que termina sabiendo a poco, o la casera y el propio Lestrade (Rupert Graves) con sobrias y contundentes interpretaciones, no exentas de ironía y riqueza literaria. Incluso lo que pudiera parecer fallido o erróneo en este fastuoso juego de espejos, termina revelando la realidad. Los más avezados serlóckfilos, sabrán que me refiero al diálogo sostenido en el siglo XIX, donde Moriarty le dice a Holmes que es el virus de su disco duro….intencionalmente anacrónico. Otro matiz a destacar. El término virus (ya mencionado desde 1150) se usaba en las discursiones con cariz filosófico para referirse a los hechos (data). Hay incluso una simbólica, metafórica y vibrante cascada (como en el epílogo de “Juego de Sombras”) que remite a símbolos freudianos y catárquicos. Excepcional el juego con los planos: Sherlock jugando en el aire con recortes de periódico, habitaciones sin paredes, el palacio interior mostrado como una pantalla táctil, junto a carromatos y cocheros victorianos…


A destacar las escenas con Mycroff (edematoso y morcillón) devorando toneladas de pasteles en el Club Diógenes (otra referencia) y los sustanciosos diálogos con su hermano pequeño. De hecho esta relación con Mycroff es referente y pilar básico en la serie, ya que es el talón de Aquiles de Holmes, a quien su hermano acusa de “swotting up” o hacer el empollón. Watson (excelente Martin Freeman) es el reverso de Holmes. Aferrado a la tierra, irónico y mordaz, da la replica humana y cotidiana a las prisiones interiores de Holmes, valorando su amistad por encima de convencionalismos. Todos los diálogos están salpicados de un humor “british”, perspicaz y con profundo respeto a la inteligencia (nótese el duelo a tres bandas en el claustro de la iglesia no consagrada) y al espectador. Los saltos en el tiempo son mesurados, certeros, incluso con aroma de parodia, para presentarnos el enfrentamiento verbal con su “alter ego” Moriarty (fabuloso Andrew Scott) y la catarsis final, entre paradojas temporales, guiños a la serie genésica y metalenguaje. Bien podría plantearse la serie como iconoclasta y destroyer, pero nace del respeto por lo sustancial del personaje, aunque trufada de diálogos imposibles en su referente literario. Las actualizaciones no tienen por que estar reñidas con la inteligencia y el respeto al público:
-Déle algunas líneas o es capaz de matarnos de hambre…
-Hay una mujer en mi sala de estar. ¿Es intencionado?
-¿De dónde sacas esas expresiones?
-Míralo. Tan contento. Es inmoral…


Las referencias literarias son constantes. Cuando Holmes se refiere a Lestrade como: "Mi Boswell está aprendiendo. Que rápido crecen". Esto es un guiño a “Escándalo en Bohemia”, una narración holmeniana, donde se refiere a Watson diciendo: Estoy perdido sin mi Boswell (escritor y abogado de la época)

Las referencias originales se encuentran ahí. La esencia holmeniana (pipas de espuma, sombrero de cazador, capas Inverness, violín, Baker Street, etc.) pero el recorrido vital del icono literario, crece, se revisita, siembra de ambigüedad el envarado original, lo extrae del corsé decimonónico, lo dota de modernidad y carisma. Este “Untold Tale” (historia no contada) podría haber sido firmado por el Watson reseñador de historias La excelente fotografía (Suzie Lavelle) y la dirección de Douglas Mackinnon son milimétricas. Dotan al producto final de una patina de qualité. Presentado como puente para la próxima temporada, esta delicatessen visual es la promesa de nuevos laberintos cognitivos del ”hombre fuera de su tiempo” que; sin duda; ofertarán regocijo y goce a los seguidores de la saga. No en vano ha sido el especial mas visionado, superando ocho millones de espectadores en el estreno. Aunque esta “abominable consorte” no es exactamente un relato conandoyleano, se hace referencia a tamaña arpía en una narración titulada “El Ritual de los Musgrave”. Allí Sherlock revisa casos antiguos como una “relación completa de Ricolleti y su novia abominable”. Este Ricoletti también aparecía en el episodio 3 de la segunda temporada como criminal de la lista de los más buscados. En cualquiera de los casos los seguidores esperaran con impaciencia “la oblicuidad de la eclíptica”. Es posible que todo esto resulte “elemental” para los adictos a la serie. Pero la realidad es que no  encontrarán esta frase en ninguna línea de la obra de Doyle.


martes, 12 de enero de 2016

David Bowie que estas en los cielos…




Se nos ha marchado el cantante de los ojos disímiles. Se ha ido dejando como ultimo regalo una grabación de nombre premonitorio “Lazarus”. Pero en el mundo real las leyendas no resucitan, tan sólo permanecen en nuestras vivencias, perdurando en cada instante que los dejamos entrar, para levantar por un instante el telón de grisura de nuestra cotidianeidad. David Robert Jones sedujo a la audiencia con la odisea de un astronauta abandonado en “Space Oddity” que lo elevó a la cumbre en el año 1969. Tan sólo sería el inicio de una carrera donde lo camaleónico sería la marca de la casa. 

Desde grabaciones complejas como “The Man Who Sold the World”, sonido de hard rock como novedad y comienzo del juego de la ambigüedad. En las entrevistas y portadas se ataviaba con un vestido, que provocó todo tipo de reacciones pacatas y victorianas. Hasta la línea que definiría el rock para la generación en Hunky Dory (1970). Aunque no todo fue fácil en los inicios. Su grabación debut llamada “David Bowie”, tuvo la misma suerte en las listas de ventas que su anterior sencillo. 

Aquella amalgama de music hall, rock psicodélico y pop, no pareció seducir al público con su atrevimiento rompedor. También colaboró con “Queen” en el superéxito “Under Pressure”. La cumbre de su faceta transformista llegaría con su ambiguo Ziggy Stardust (extraña mezcolanza entre Iggi Pop y la música de Lou Reed), resultado de una grabación conceptual que incluyó grandes éxitos (Rock´n´Roll Suicie, Starman, etc.) y al que bautizó con el ampuloso título de “The Rise and Fall of Ziggy Stardust”. El ambiguo alter ego Ziggy, y su ramalazo travelo, catapultaron a Bowie al estrellato. Ziggy pasó a convertirse en personaje de culto, desafiando al núcleo de lo que era la música rock de esos momentos. 

Ziggy, el personaje, fagocitó al creador, apoderándose de David y creando una fractura, que solo desapareció cuando Bowie toma las riendas de Ziggy. Para entonces el hedonismo le había conducido por senderos extremos, del Glam Rock a la experimentación a todos los niveles, que le llevaron hasta el álbum “Aladdin”, donde comienza también a ejercer de productor para artistas como Lou Reed, o escribir para “Mott the Hoople” (All the Young Dudes). Su primer éxito en los EE UU, se produjo con un tema coescrito con otro grande: John Lennon “Fame”. El minimalismo de “Low” se apropiaría de su siguiente trabajo (1977), y representó la primera de sus tres colaboraciones con el productor y amigo Brian Eno. (Ex Roxy Music) De esta cooperación surgiría la influyente Trilogía de Berlín” (Low, Héroes, Lodger) Desde la grabación apocalíptica (Diamond Dogs), coqueteaba con el “plastic soul” (término acuñado por un músico de raza negra para describir a un artista blanco interpretando música soul), que luego continuaría en “Station to Station”. La inspiración de “Diamon” se encontraba en la obra de Georges Orwell (1984)  y de aquella apocalíptica experiencia se extrajeron dos sencillos y se filmó un documental, con un Bowie demacrado y pálido, debido a su búsqueda de “otros paraísos”. 

Aquejado del “síndrome de hombre del Renacimiento, el londinense sentía avidez por probar géneros y experimentar nuevos sonidos. “Lodger” fue una grabación apoyada por la crítica. Es en 1983, con la presentación de Let´s Dance, cuando encontramos un Bowie renacido (China Girl o Modern Love) le abrieron las puertas de una generación. Sería dos años después, cuando se enfrentaría a una de sus bestias negras para igualarla y fundir su carisma con él. Fúe la grabación de una versión de “Dancing in the Street” del grupo “Martha and the Vandellas” con el icónico Mike Jagger. El camaleón se camuflo de nuevo con la banda Tin Machina y su vida sentimental se estabilizó con la modelo Iman, En 2013 tras una desértica década grabó “The Nex Day”, para delicia de admiradores, que consiguió número 1 en Reino Unido. El “Duque Blanco” se ha despedido con un funeral vikingo, quemando sus naves con el álbum “Blackstar” presentado el día de su cumpleaños como ofrenda a la posteridad. Bowie ha sobrevivido durante cinco décadas. No lo tenía fácil. Poseedor de un personalísimo timbre, carecía de la calidad compositiva de Lennon/McCarney, del arrollador carisma de Jagger, instrumentalmente no se aproximaba al virtuosismo de un Hendryx, ni a la sensualidad y tesitura de Elvis, tampoco el derroche creador de Elton o la potencia vocal de Tom Jones.

 Pero Bowie representaba la innovación, la profundidad intelectual de la propuesta y, sobre todo, él mismo era su personaje. El de Brixton, ha coqueteado con diversos estilos e influencias: blue eyes soul, jungla, adult comtemporary, o industrial, aportando a todos ellos su potente personalidad y convirtiéndose en icono de la cultura popular. El niño que se emocionó oyendo “Tutti fruti” o “Houng Dog” de Elvis, desconocía que con los años otras generaciones bailarían al ritmo que el marcaría. Su peculiar mirada bicolor fue el resultado de un puñetazo de un amigo (George Underwood) que llegaría a diseñar las portadas de sus discos iniciáticos. Atención especial merece el trabajo “Station to Station. Nuevamente el personaje fagocita y se alimenta del artista. El nuevo “alter ego” de David Bowie se llama <The Thin White Duke>. 






Extraído de la letra de la canción que titula el disco. No era otra cosa que una extensión de un personaje cinematográfico que había interpretado en una extraña filmación de culto “El Hombre que vino de Las Estrellas”. En este disco se preludia el krautrock de sus próximas producciones mixturado con el funk y el soul de “Young Americans”. El consumo de estupefacientes formó parte de su vida durante estos años, creando extrañas situaciones en entrevistas y presentaciones. 


En “Héroes” incorpora más pop y rock, aunque levita el concepto minimalista. Incluye sonido ambiente, sintetizadores y llegó al número 3, en UK. En el último disco de la “Trilogía de Berlín” huye del minimalismo y el ambiental ,para volver a ese rock de batería y guitarra de anteriores jornadas. También se ayuda de ecos de World music, new wave y utiliza como fuentes escalas musicales no occidentales. Tras su colaboración con “Queen” una película de culto: Christiane F. resucito con un cameo al David actor, pero sobre todo queda la banda sonora, regada por la música de Bowie. En 1982, un remake de Cat People”, titulada en España “La Mujer Pantera”, la hechizante historia de terror sicológico dirigida por Jacques Tourneur, y que lanzo al mundo del mito a la joven francesa Simone Simón, vería un remake de la mano del calvinista Paul Schrader (Taxi Driver, American Gigoló). En esta ocasión la piel (mucho más desvestida) de la pantera corrió a cargo de una hermosa Natasha Kinski. El sencillo titulado “Cat People” entró en el Top Británico. Su faceta altruista le llevó al Live Aid, conciertos benéficos para paliar el hambre en Etiopía. Durante este evento se estrenó el sencillo a dúo con Jagger, que llego a número 1 la primera semana. “Never Let Me Down” supuso olvidar el bagaje del sonido ligero, regalando retazos de industrial/tecno junto a un rock más potente. 



Tras su boda con la modelo Iman publica el disco Tim Machina II, al que su afán provocador condena al ostracismo. Los desnudos (artísticos y de un gusto exquisito, según Bowie) de los miembros del grupo en portada, requirieron aerógrafo censor y parche ortopédico para tapar las zonas pudendas. En 1996, el francotirador Paul Verhoeven le solicita como compositor para su fracaso comercial “Showgirls”. Esta versión striper de “Eva al Desnudo”, recibió la canción “I´m Afraid of Americans”, un tema potente y obsesivo, remezclado por Trent Reznor para su lanzamiento como sencillo. El resultado fue dieciséis semanas en la lista Biilboard Hot 100. En 2014 canta a dúo con Butterly Boucher para la película animada “Shrek 2” la pegadiza canción “Changes”.

Fue en el 2014 cuando el británico de ojos diversos se convirtió en el ganador más longevo de los premios Brit. “Blackstar” se lanzó el día de su cumpleaños como homenaje a un creador irrepetible y carismático. Bowie consiguió extraer ideas del mundo que le rodeaba para incorporarlas a sus partituras, inventó personajes, creo universos, mixturó teatro, canción y se acercó a la pantalla con diferente suerte.



Estudió mimo y teatro bajo la dirección de Lindsay Kem. Sus papeles en teatro y televisión siempre han llevado la huella de su peculiar personalidad. Desde el extraterrestre del director de culto Nicolas Roeg en “El Hombre que Bajó de las Estrellas” un pequeño gran clásico, hasta “El Ansia” de Tony Scout (1983) cuya estética parece diseñada para el propio mundo del cantante. “Dentro del Laberinto” constituye un film de culto con diferentes lecturas. De la mano de Jim Henson, el Rey de los Duendes encarnado por Bowie, es inolvidable para la retina de los acérrimos seguidores. El londinense siempre figurará en el imaginario colectivo por su pantalón marcando virilidad y su ambigua relación con Jennifer Connelly. A pesar de los varapalos de “Fuego Camina Conmigo” es impagable poder contemplar la perfomance de Bowie en la serie.


 Su interpretación en “El Truco Final” eleva el nivel de una trama laberíntica, que fue perjudicada por coincidir con otra obra de mayor calaje comercial (El Ilusionista) pero que no es desdeñable en absoluto. El personaje de Bowie (Tesla) es de lo más jugoso. Incluso entre el excelente trabajo del resto de actores. Otras de sus producciones son más olvidables a pesar de que su atractivo deja una impronta en obras menores como Absolute Beginners o Yellowberad, olvidable comedia de los Monty Pitón. Siempre quedara la riqueza de su vibrato, su modo de cambiar la voz en las secciones. Bowie también fue un multiinstrumentista y compositor. En su etapa inicial se pueden rastrear influencias de los escritores Aleister Crowley, o H.P. Lovecraft. Bowie sofisticó y dignificó el rock y lo convirtió en metáfora, lo salvó del cuero y le dio sofisticación. Quizá sea el último de una estirpe de artistas que sobrepasan las etiquetas para convertirse en referentes, para habitar como iconos; con derecho propio, los espíritus de sus adoradores. Su eclecticismo, su piel de camaleón le han hecho viajar en tantas direcciones musicales que es difícil encontrar un artista que no beba de sus fuentes. Marilyn Manson, Lady Gaga, Boy George, Spacehog, Groove Amanda y tantos otros, tendrían algo que decir al respecto. Este “Duque Blanco”, al que prefiero recordar con su elegante indumentaria de cabaret años treinta (Station to Station), al piano, su perfil esculpido en mármol. Otros preferirán recordarlo como el ambiguo Jareht, dentro de su laberinto acompañado de una preciosa y oferente Jennifer Connelly. O regresando a las estrellas de las que vino para llevar agua a su planeta. Para mí siempre será el andrógino prisionero Jack Celliers, que provoca la catarsis del oficial nipón (Ryuichi Sakamoto), en un relato sobre la represión íntima y social, un metáfora sobre la necesaria metamorfosis que tanto practicó en su vida. Su último trabajo, premonitorio, de resonancias bíblicas, “Lazarus”, el único hombre que nos recuerda que nadie puede resucitar. Donde quiera que estés. Feliz Navidad Mr Bowie…