sábado, 7 de agosto de 2021

Ara Malikian en el Alcazaba Festival de Badajoz. Noches de la Alcazaba

 

               


                                                                                                     

Ara Malikian aprovechó el concierto para reivindicar el sector de la cultura, uno de los más castigados durante esta crisis. A continuación ofreció una serie de canciones compuestas durante este encierro involuntario.

Es difícil definir o encasillar a un músico que se reinventa constantemente. Este trabajo está lleno de osadía y bebe de diversas fuentes. Si ya el eclecticismo del violinista armenio-libanés era la marca de la casa, aquí las raíces, las fuentes y las mixturas se solapan y arropan, formando un mundo conceptual inclasificable y “malikiano”.

El “Concerto Grosso” de Karl Jenkins es sin duda la joya de la corona. De aires barrocos e inspirado en el arquitecto italiano del siglo XVI, Andrea Palladio. Toda su obra se basaba en el equilibrio y el orden. La anécdota contada con su habitual sorna por el músico, relataba todo lo contrario cuando se enfrentaron a la partitura. Se trata de una obra marcada por simplificaciones extremas de ritmos, lentas progresiones armónicas. con efecto de saturación que el violinista se lleva, sin duda, a su terreno.



Por petición de sus hermanas, y con anécdota incluida, escribió una obra (Taline Nanig) con dos partes claramente diferenciadas y un tema central (donde las hermanas se pelean). El comienzo es de un radiante barroco veneciano, una melodía ascendente que reposa y reflexiona para dar paso al virtuosismo y jugar después a la fusión, sones cubanos y salseros se misturan en diálogo con el violín, permitiéndole un juego variado y lúdico de técnicas.

La elección de la banda para este concierto, acertada y soberbia, condiciona los esquemas de sonido, llevando el piano hacia atmósferas plenamente jazzísticas y los certeros punteos de la guitarra coqueteando con el rock. El violinista recrea los stacattos, se deleita en los mordentes y prolonga las notas hasta la extenuación jugando con efectos similares a quejidos o maullidos con notas agudísimas. Lo extravagante, el inconformismo  y la trasgresión sonora se convierten en la patente de esta gira, donde el libanés blande el arco como reivindicación y campo de batalla.

Deliciosa y original la obra, escrita a petición de su hijo “Calamar Robótico”, un despliegue de medios, notas en cascada.



No faltaron las versiones sobre obras clásicas, como la del bohemio Antonín Dovrák “Canción que cantaba mi madre”, acompañadas de su habitual humor a la hora de presentarlas. El resultado es un nostálgico diálogo entre piano (Iván “Melón” Lewis) y violín, respetando ese aire popular que solicita la obra, meciendo la melodía suavemente como un recuerdo de la infancia.

“Alien´s Office” es un tema dedicado a la oficina de extranjería de Londres, un tema evocador donde se misturan influencias árabes con expresionismo y vanguardia. Juego con la percusión buscando efectos de extrañidad, notas alargadas, agudos imposibles y diversos cambios de tempo hasta llegar al paroxismo, lo que permite al intérprete sus habituales “posturas”; saltos y derrapes.

A lo largo del concierto, Ara demostró sobradamente su amplio registro y su mágico concepto de la hibridación musical. Caminó de la mano de Chopin (Preludio en mi menor Op 28 Nº 4), realizó fraseos imposibles, se simbiotizó con el piano en un ejercicio lúdico y narrativo, pleno de expresividad o paseó por el hermosísimo Vals de Kairo.

El violinista de la melena leonina se despedía entre la suave brisa que acariciaba la alcazaba con su habitual “paseíllo” entre el público con una de las obras más hermosas de esta gira. “Nana Arrugada” es un precioso homenaje a los mayores que se fueron con la pandemia. Una sencilla melodía, envolvente, alquímica y emotiva, capaz de transmitir toda la nostalgia y el dolor al tiempo. Era ya el epílogo. La luna se ocultaba tras la Torre de Espantaperros y el público se llevaba los últimos acordes en sus corazones.



A estas alturas nadie duda de que el violinista ha desarrollado un género propio donde la acrobacia, el monólogo humorístico y lo efectista, se misturan con el virtuosismo, la sensibilidad y lo ecléctico. Genio y figura.









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