Cuando el espectador y el cronista se enfrentan a espectáculos que; no sólo destilan la faceta artística y cultural; sino que están impregnados de situaciones humanas, universales o de mensajes atemporales y ecuménicos, se enfrentan al riesgo de dejarse navegar por lo coyuntural, enfrentado al hecho estrictamente dramático. Leemos en estos días reseñas que se nos aparecen más posicionamiento ideológico, narrativa al servicio de la cuota identitaria o servidumbre y tibieza, antes que el sesgo analítico que merecen los espectáculos y los profesionales que se han esforzado en presentar una oferta digna, esforzada y atractiva. Sobre estos particulares podríamos verter ríos de tinta, pero lo adecuado y obligado es centrarse en los valores dramáticos, estéticos y artísticos de las obras.
Valentin Paredes |
Las Suplicantes deviene mistura de la obra de Esquilo, de mayor valor lírico
que dramático, seleccionando la primera parte de la tetralogía (no aparece la
boda de las Danaides con los egipcios y la masacre de éstos en la noche de
bodas), con la escrita por Eurípides, donde las madres suplican la devolución
de los cadáveres del ejército argivo, caídos ante las siete puertas de Tebas.
Las Suplicantes, dirigida por Silvia Zarco, aglutina ambas historias
acertadamente, con fluidez y ritmo narrativo, sosteniendo las transiciones
sobre elaboradas coreografías (Gema Ortiz) y; sobre todo; con la revitalización del Coro,
esa parte medular de la vida cultural de los helenos, que era una verdadera
inmersión en los valores culturales, políticos o rituales de la comunidad.
Esquilo introduce el Coro dotándolo de carácter propio, dándole una
marca singular a la obra. Esta voz colectiva ha sido coordinada por Alonso
Gómez Gallego. La amplia experiencia del músico se ha derramado y fructificado
sobre los coreutas. Alonso ha trabajado concienzudamente el aspecto de emisión
y ritmo de las distintas agrupaciones sonoras. El resultado es un tratamiento
propio de una agrupación músico-coral. El control en los tempos, difícil e
imprescindible, los ritmos, los cánones, las superposiciones, los ecos y las
difíciles entradas en bloque, que solicitan sentido del tempo y empaste en las
voces, amén de la potenciación de las dinámicas aplicadas a la declamación.
El resultado es de un profundo lirismo, no exento de
componente heroico. Un canto sucesivo de los distintos coros como flujo y
reflujo oceánico, que narra con fluidez el pathos, bajo el disfraz de la
belleza vocal. Podría hablarse de una partitura sin música, dada la exactitud
de las conjunciones, la belleza de los tempos, la proyección límpida. Un único
escollo (fácil de superar con más ensayos) surge de la diferencia apreciable
entre las voces moduladas y entrenadas, junto a otras con menos tablas. Surge
aquí la eterna denuncia del escaso tiempo para ensayos de las compañías
extremeñas (y el escaso erario otorgado). No cabe duda de que nos encontramos
ante una propuesta ambiciosa que aprovecha el espacio romano en su totalidad
(quizás esta sea un lastre para otros escenarios), un espectáculo que potencia
lo visual y lo plástico sin demérito del verbo y la línea dramática.
El aspecto musical es irreprochable. La voz sedosa, el poderío racial y el clasicismo de Celia Romero en el papel de Ceres con un tema soberbio “O habré de parir tu memoria”. El certero empaste y la dilatada experiencia de Amadeus (con ensayos virtuales incluidos). El esfuerzo realizado por la agrupación ha sido encomiable dadas las circunstancias en que se han desarrollado los ensayos y la numerosa colaboración de profesores. La música incidental del esparragalejano Eugenio Simoes se hibrida a la perfección con las piedras milenarias, arropando los momentos líricos o potenciando los dramáticos en perfecta simbiosis. Hasta ese soberbio epilogo morriconiano durante los aplausos.
La espectacularidad no opaca la densidad y belleza del verbo
áureo. Las palabras de Eurípides y Esquilo nos hablan de pasiones
universales, pasiones atemporales, del
reencuentro con un pasado que no parece tan lejano. Hay diálogos soberbios como
el del heraldo, donde la esgrima verbal sobre totalitarismos y democracia, está
recreada con la presencia señera de un Valentín Paredes de clásica dicción y
helénica presencia, frente a un convincente mensajero de Tebas (Rubén Lanchazo).
O el certero diálogo entre el rey de Argos (David Gutiérrez) y las Danaides. La
correcta dicción y presencia escénica del actor conduce las palabras del
diálogo, con el coro convertido en una única voluntad, en un juego verbal
dinámico y modélico. Es difícil destacar en una obra coral, donde la
individualidad del actor se somete a la estética del colectivo. María Garralón
compone una madre doliente con poderosa y expresiva voz, plena de matices.
Cándido Gómez deambula en un rol de talante ornamental, (Danao), que no permite
desplegar su arsenal interpretativo. Entre los corifeos/as destacan el desgarro
de Maite Vallecillo y Bely Cienfuegos entre el Coro de Madres o Carolina Rocha,
Pilar Brinquete y Laura Moreira entre las Danaides.
La iluminación (Rubén Camacho) juega con el entorno
monumental regalando instantes expresionistas y composiciones de una hermosa
plástica. Destacan instantes de intenso dramatismo como el desfile de los
cuerpos amortajados, el combate (casi de amazonas), la coreografía con los
remos o el encuentro de las madres con los espíritus de sus hijos. También es notable la atmósfera durante la aparición
del Coro Amadeus, sin obviar la importancia en todo montaje del vestuario (Pepa
Casado, Luisi Penco y Lali Moreno) que otorga credibilidad, riqueza cromática y
enriquece el discurso y la geometría humana de las coreografías, que se mueven
por la geométrica y acertada escenografía de Luisa Sanz.
Los pequeños deslices de la obra, dirigida por Eva Romero,
son atribuibles; sin duda; al escaso tiempo permitido para los ensayos. Algunos
desvíos en las coreografías y dirección de actores, algun atasco fortuito.
Algún titubeo. Nada que el tiempo y el rodaje no mejoren y fructifiquen. Se
enfrenta esta producción a dos circunstancias complejas debido a su
espectacularidad. Su concepto coreográfico, creado para aprovechar el Monumento
Romano es difícil de adaptar a según qué escenarios. El otro, es hacer
coincidir las agendas de Celia Romero y Amadeus en el caso de que se aspire a
continuar con las interpretaciones en directo.
Es obligada una reflexión sobre uno de los mensajes, que
pudiera ser válido en los tiempos de los dramaturgos helénicos, pero hoy en día
oculta una peligrosa opción moral. Los otros, ya dije, los dejo en manos de
aquellos que van encontrando reminescencias, similitudes y mensajes militantes.
Unos guiados por el oportunismo, otros por las doctrinas y otros por la
golosina coyuntural. Quizás los árboles no les han dejado ver el bosque y han
pasado de puntillas sobre el peligro de una opción que justifica guerras o invasiones
cuando se cree que la causa es justa. No hay que olvidar que en la obra es tan
sólo un recurso dramático. En un mundo real sería semillero de totalitarismos.
Aunque el epílogo con los albos cantores de Amadeus está
cargado de emotividad, es de una plástica soberbia y musicalmente señero; si el
tiempo y el presupuesto lo permiten; se debería componer una obra original que
se imbricase con el texto y el contenido de la obra. Será un epílogo soberbio
para una aventura esforzada, hermosa y luminosa.
Autora: Silvia Zarco – Versión libre de las homónimas de
Esquilo y Eurípides
Dirección: Eva Romero
Intérpretes: Carolina Rocha, Cándido Gómez, David Gutiérrez,
Eduardo Cervera, María Garralón, Valentín Paredes, Rubén Lanchazo, Javier
Herrera.
Cante: Celia Romero
Coro Danaides: Laura Moreira, Pilar Brinquete, Nuria
Cuadrado, Gema Ortiz Iglesias, María Valero, Ruth Frutos, Maribel Lozano
Capote, Nieves Gonzálvez, Silvia Gómez, María Cendrero.
Coro Madres: Beli Ciemfuegos, Raquel Bravo, Maite Vallecillo,
Manola Tejada, M. Victoria Cerrato, María Eugenia González.
Coro Egipcios Y Soldados: Eduardo Cervera, Rubén Lanchazo,
Javier Herrera, Alberto Serrano, Juanan Cardoso, Nandy López, Tomás Casatejada.
Niño: Roberto Monago González / Víctor Pulido Barrero
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Dirección: Eva Romero
Texto: Versión libre de Silvia Zarco sobre las obras
homónimas de Esquilo y Eurípides
Diseño escenografía: Elisa Sanz (APEE)
Diseño de iluminación: Rubén Camacho
Música original: Eugenio Simoes
Productora: Maribel Mesón
Jefe de Producción: Juan Antonio Mancha
Asesoría Coral: Alonso Gómez Gallego
Diseño de vestuario y caracterización: Pepa Casado
Coreografía: Gema Ortiz Iglesias
Espacio sonoro: Adolfo Sánchez Mesón
Fotografía: Jorge Armestar
Realización de vestuario: Luisi Penco y Lali Moreno
Ayte. de dirección y regiduría: Pedro Forero
Ayte. de escenografía: Jose Peña
Aytes. de caracterización: Isabel Martín y Gema Galán
Distribuye: MB Distribución
Una coproducción del Festival de Mérida y Maribel Mesón.
Con la colaboración del Excmo. Ayuntamiento de Guareña.
Con la participación del Coro Amadeus-IN de Puebla de la
Calzada, La Escuela Municipal de teatro del Excmo. Ayuntamiento de Guareña y la
Asociación Cultural Párodos de Talarrubias. Agradecimientos al Ayuntamiento de
Talarrubias.
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