Yeraldín León |
Xavier Montsalvatge se
aproxima al mundo de la ópera después del éxito de “Cinco canciones negras”, su primera incursión en las vicisitudes de
la voz humana. Estas obras, escritas para la soprano catalana Mercé Plantada
(en realidad le había encargado una), plenas de antillanismo, que se
convirtieron en su obra más celebrada y grabada por Victoria de los Ángeles,
Caballé o Berganza.
El gato con botas es la primera de sus tres óperas. Montsalvatge
intenta parafrasear el estilo operístico característico del XVIII. Para ello
remeda los recitativos, las arias, el final feliz o los episodios de ballet,
consiguiendo que esta obra se represente prácticamente todos los años, incluso
en Broadway, posiblemente por su temática que se adapta a un público más joven.
Se estrenó en El Liceu el 1º de enero
de 1948 con libreto de Néstor Luján.
La obra está muy influenciada por el impresionismo. Pero no
es esta su principal lectura, que bebe de fuentes dispares y enriquecedoras.
Desde el cromatismo raveliano (sin duda basado en la lectura de L´Heure Espagnole), hasta el
nacionalismo de Manuel de Falla y las referencias dieciochescas. La partitura
es neoclásica y plena de efectos onomatopéyicos, que los cantantes recrean con
coreográfica certeza, recreando las notas con movimientos o directamente
onomatopeyas, surgiendo del cantante. Como el instante en que habla en el interior
de la trompa. Montsalvatge dibujó una partitura mitad ballet, mitad ópera bufa,
inspirándose en los personajes travestidos de la ópera del siglo XVIII.
Mar Morán |
Se ha aplicado una “reducción” de orquesta que, en el
original, además de la sección de cuerdas completa, requiere 3 flautas, 2
oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 2 trompetas, 4 trompas, 2 trombones, tuba,
arpa, piano o celesta, percusión: timbales, caja, xilófono, metalófono
triángulo, platillos y gong.
Está escrita originariamente para cinco voces (mezzosoprano,
soprano, tenor, barítono y bajo)
La cuerda ataca un vibrante staccato al alzar el telón. Desde
la escena inicial del molinero, se aplica un leitmotiv para identificar al
gato, consistente en dos rápidos glissandi ascendentes. La obertura es ligera,
chispeante con ciertas reminescencias de temas infantiles.
Desde este inicio queda patente el dominio del personaje que
tiene la mezzo tanto en lo vocal como en la expresividad corporal. Un hermoso
dueto con reminescencias de opereta nos presenta el plan del astuto gato.
Durante este andante ya se definen estos dos personajes con certeza.
Elena Rocha |
La obra retoma el clasicismo en su segundo cuadro con ese
recitativo a piano solo (calmato) que
es replicado por el gato en 6/8 con la graciosa canción infantil del Señor Don Gato. A lo largo de la obra,
las pinceladas irónicas y humorísticas serán notables.
En el Tercer Cuadro la melodía con añoranzas del verismo,
romántica, que preludia el brusco cambio (agitato)
y tras la subida del telón encontramos al barítono (Rey) a cuyo castillo llega
el gato ceremoniosamente en alas de un arioso
para presentarle los conejos. El rey le contesta con un recitativo cercano a la
vanguardia del siglo XX por su lenguaje atonal, que se convierte en aria. A
destacar el hermoso dueto de corte italiano: En vuestros ojos se asoma un blando fuego. El telón vuelve a caer
con la canción de Don Gato en forma
de coda.
En el Cuarto Cuadro, tras un interludio desarrollando el tema
del dueto, acontece el recitativo. Llega la astuta maniobra del molinero
ahogándose y la invitación al palacio del fingido marqués. La estratagema se
desarrolla en un número concertante donde los cuatro personajes misturan un diálogo
al modo pucciniano. La marcha real se transmuta en interludio cromático para
enlazar al siguiente cuadro. La melodía se desarrolla sobre una sola nota, como
un recitado.
Quinto Cuadro. Estamos ante un moderato de matiz genésica
impresionista. Los acordes cambian y se oscurecen cuando nos presentan el
palacio del ogro, sentado en su trono descomunal. El ogro aprovecha para hacer
un manifiesto alcohólico de tono grotesco con su aria da capo, con notables
efectos vocales cavernosos del barítono Manuel Torrado (Ogro), que se deja
engañar por el gato para convertirse en ratón. Las diversas transformaciones
del ogro son coreografiadas con imaginación y riqueza visual por la bailarina
que imita los diversos animales. El vals de la Danza del Papagayo evoca aires
ravelianos.
En adagietto, la Princesa y el Molinero se confiesan su amor,
después se transforma en trío con la intervención del rey, en un esforzado
juego de palabras que se cruzan para finalizar en “Éste hombre nos conviene a
los dos”. Tras el Finale concertante
llega la contradanza ceremoniosa a tempo
di polonesa, los personajes se despiden saludando al gato.
Sobre las tablas queda sólo el gato. “El cuento ha acabado y
mi misión también”. Después de desperezarse, los glissandi de su motivo suenan
mientras la luna ilumina su sueño.
Se presenta esta obra dentro de la producción propia con la Orquesta Sem Fronteiras (0SF), formada
por seis músicos portugueses y otros seis del Conservatorio Superior de Música
“Bonifacio Gil”, bajo la batuta del director italiano Enrico Pagano.
La mezzosoprano Yeraldín León, encarna con solvencia y larga
experiencia (debutó con este papel en el Taller de la UC DE Bogotá) la
personalidad del astuto gato, componiendo instantes humorísticos con adecuada
expresión corporal, desenvoltura vocal y extremada simpatía. La soprano pacense
Mar Morán anda sobrada de facultades, enriqueciendo con un timbre, casi
pucciniano, una ópera “aparentemente” ligera. Manuel Torrado pergeña un
personaje, de tonos metálicos, que se simbiotiza en las transformaciones con la
levedad de la bailarina Elena Rocha, perteneciente a Kalik Danza-Teatro y
coreografiada por Cristina Silveira. Tiago Matos posee certera declamación y
hermoso timbre en los recitativos (casi teatrales) y sobrada solvencia en un
papel que solicita vis cómica. Gabriel Alonso es el molinero que confía en las
artes del gato para su futuro.
La dirección técnica de la ópera ha corrido a cargo de Javier
González Pereira. Una acertada propuesta para acercar la cultura y el mundo
operístico a los más pequeños. La mistura entre danza, interpretación y canto
es fluida y el empaste con la orquesta y sus onomatopeyas musicales dota de ese
aroma naif y lúdico que solicita la representación del cuento infantil. Pero no
nos equivoquemos, el mismo Montsalvatge en la didascalia del libreto pone
énfasis en no “dar una interpretación
demasiado infantil”. De hecho las estructuras musicales y vocales son
cualquier cosa menos infantiles, aunque remitan, por coherencia, en
determinados instantes a canciones populares se inspiren en estos.
La utilización de un maping donde se van desarrollando
algunas escenas o acompañando como fondo, es de lo más acertada. Los dibujos de
tono inocente y bello cromatismo, crean un clima acorde con el argumento,
enriqueciendo los instantes y sirviendo de transición de sucesos.
Javier González Pereira |
Las actividades didácticas se han dirigido al público joven
en diferentes localidades como Olivenza, Montijo, La Codosera o Llerena. El día
anterior al estreno, el López de Ayala estuvo lleno de niños y jóvenes, alumnos
de los distintos conservatorios. Retomar este proyecto “Ópera Joven”, después de los tiempos aciagos que hemos vivido,
supone todo un acierto por parte de los promotores. Que instituciones como
Diputación de Badajoz se impliquen activamente en estos proyectos culturales de
base, es de agradecer. Ricardo Cabezas, Vicepresidente de la Diputación,
explicó claramente estos objetivos: “Hemos
producido un espectáculo de ópera (es decir, no nos hemos limitado a contratar
una producción ya existente) y, complementariamente, hemos conformado un
programa con un claro carácter divulgativo y pedagógico gracias a las
diferentes actividades propuestas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.