Una propuesta atípica y valiente la ofrendada por el Coro de
Cámara Amadeus en la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de Puebla de
la Calzada. Un paseo, como rezaba el programa de mano, que llevó a los
asistentes a través de la “azione
teatrale”, un género que presupone motivos mitológicos y utilización de
coros y danzas. Gluck planteó la obra en términos de reforma operística,
tratando de huir de la complejidad musical y las tramas recónditas de la ópera
reinante. “Orfeo y Eurídice” bebe de
la ópera francesa, huye del virtuosismo vocal y las arias da capo y acude al
recitativo con acompañamiento.
La mezzo Angela García Aparicio solventó un
papel claramente creado para “castrati” (aunque Berlioz la reescribió para
mezzo), con seguridad y control vocal. Orfeo y Eurídice es todo un ejemplo de las
melódicas lineales de mediados del setecientos, donde la intervención del coro
adquiere un aspecto noble y profundo, que la agrupación desarrollo en momentos
de una notable belleza; con eficiente empaste y tono dramático soberbio que
solicita la obra; pero respetando la voluntaria sencillez de la escritura que
huye de melismas y contrapuntos, con predominio de los silábico. Gluck se
aplicó a la huida de la floritura (casi en las antípodas del barroco) y la
búsqueda del canto expresivo. Un momento de gran hermosura es “Ah se intorno a quest´urna funesta”, de
una profunda emotividad barroca, una solemne tristeza. Toda una antología de
séptima disminuida. También resultó especialmente emotivo el” Trionfi Amore”.
Destacar las intervenciones de Sara Carmona como Eurídice y María José Luengo
(Amor).
Para la segunda parte, la agrupación seleccionó dos villancicos
de raigambre extremeña, rescatados por Alicia Terrón en la Catedral de Coria y
por Alonso González Gallego en el Real Monasterio de Guadalupe. Para esta
interpretación se contó con los violinistas Maruxa Vázquez y Miguel Ángel
Navarro y el habitual y certero piano de José Luis Pérez, que ya había
interpretado las reducciones del “Orfeo. Esta técnica, que adquiriera otra
dimensión en manos de compositores como Listz o Beethoven, permite agilizar los
ensayos parciales de las óperas y aumentar la difusión de obras por su ahorro
de medios, multiplicando su posibilidad de ser escuchada. La vocación escénica
de la obra “A Belén a ver al Niño” de Manuel del Pilar, se traduce en el uso de
recitativos, coros, duetos. En aquellos días la influencia italiana introduce nuevas
secciones a imitación de la cantata, con recitativos, arias da capo, según el
modelo operístico de referencia. La obra, casi con estructura de danza
cortesana en sus arreglos, refleja vivencias sociales y reivindicativas de la
época muy por encima de la tradicional letra de adoración al niño o de matiz íntegramente
religioso tan al uso en el XVII, que lo había convertido en mucho más complejo polifónicamente.
La Soprano Sara Carmona Navarro hizo gala de la versatilidad de su instrumento
en un humorístico dúo con el tenor pacense César Carazo. Fray Manuel del Pilar
(1716-1794) fue un compositor y excelente poeta de la “edad de plata” del
Monasterio de Guadalupe y está representado por doscientas ochenta y seis
composiciones en el archivo firmadas con su nombre: Jerónimo. Amén de otras veinte
que rubricó con el nombre laico de Manuel Piquer. Él, junto a Fray José de
Barcelona, introduce los vientos en orquestas catedralicias (oboes, trompas o
flautas) y los convierte en habituales, hasta ese momento habían sido
instrumentos esporádicos, siendo una aportación claramente jerónima. El villancico
es de una musicalidad jubilosa y “Amadeus”, con su habitual calidad, extrae
todos los matices hasta estallar en ese estribillo final “Eso es quedar iguales amo y criado” que arrancó numerosos y sentidos
aplausos.
Cuando el antiguo tenor Juan José Bueno solicitó la obra que
había entregado al Cabildo para las votaciones de Maestro de Capilla el
villancico “A Belén Zagales” (sig. 7/18), el Cabildo le contestó que “no había
lugar a dicha pretensión”. Debió ser un músico bastante díscolo, ya que el
Obispo quiso despedirlo por “sus continuas desobediencias”. No tuvo demasiada
suerte en sus intentos para Maestro de Capilla donde se encuentra su “Motete a
Cuatro Voces”; compuesto para la oposición en 1778 y merecidamente rechazado
por sus faltas y errores, aunque años más tarde llegaría a maestro interino de
la seo cauriense. Amadeus interpretó con su habitual carisma este hermoso
villancico. Una vez más reseñar la encomiable labor de esta agrupación por
rescatar nuestro patrimonio y sembrar cultura. Sobre todo, en los tiempos que
corren. Enhorabuena.
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