A
veces en la sencillez y la falta de
pretensiones se encuentra la fórmula para obtener una obra que, si bien no roza
la genialidad, cumple con creces sus objetivos. A nadie se le escapa que el
cine relativo al holocausto juega siempre peligrosamente en la liga de lo
políticamente correcto. Es difícil el acercamiento a hechos tan luctuosos sin
el temor de herir sensibilidades, de minimizar la tragedia, de no poder
imbricar lo dramático en lo cotidiano. “Una Bolsa de Canicas” nos acerca a la
mirada infantil de aquellos años terrible. Aunque Hitchcock recomendara no
trabajar con niños, lo cierto es que los protagonistas de este film mantienen
el tipo, el difícil equilibrio de una historia donde infantes y atrocidades se
dan la mano. Una prueba de fuego que ya superaron otras propuestas como la
surrealista “La Vida es Bella”; la
dogmática “Adiós Muchachos”, la
fábula de “El Niño con el Pijama de
Rayas” o la visión del otro lado que nos muestran los adolescentes en la
excelente “Die Brücke” (El Puente. 1959)
y “Lore” (2012), dónde una chica de
la juventudes Hitlerianas va descubriendo en la posguerra la gran mentira del
mundo en que ha vivido. Cercana en la temática a aquella maravillosa “La Rafle” (2010), que nos hablaba de la
redada del Velódromo de Invierno, cuando los colaboracionistas franceses
encerraron a prisioneros judíos, para su envió a los campos de concentración. En
difícil equilibrio entre la ternura y la osadía, entre la huída del maniqueísmo
para la presentación de los personajes. Se agradece que el oficial de las SS
sea un burócrata rodando en la rueda de la maldad, más cercano a esa “banalidad
del mal” propuesta por Annah Harendt, que a los clichés sádicos y
estadísticamente improbables de otras propuestas. Basada en el libro escrito
por uno de los hermanos protagonistas (Joseph Joffe), la obra de Christian
Duguay goza de una espléndida fotografía, teñida de melancolía, que acompaña a
los niños en ese viaje iniciático hacia un mundo que se está derrumbando. Las
interpretaciones, especialmente las infantiles, son notables. La historia está
narrada con elegancia y una gramática bien confeccionada.
Jacques
Dollan dirigió en 1975 la primera versión. La novela recibió diversos rechazos
(hasta cuatro) de las editoriales y fue premiada en 1974 por la Academia
Francesa. Esta primera adaptación cinematográfica no fue del agrado de Joseph
Joffo. La historia pasaría después por el teatro y el comic. El relato huye, en
clave de fábula, de todo lo grotesco, que podría haber generado el guión. Para
ello crea una textura algo artificiosa y una pulida puesta en escena,
vocacionalmente preciosista, donde; incluso los instantes más violentos; poseen
una contención admirable. El breve, pero intenso, rol de Christian Clavier como
médico que realiza las comprobaciones antisemitas, aporta la sabiduría y el
peso de la experiencia. La visión del niño que no comprende lo que está
ocurriendo es mucho más intensa en el libro, una situación que Jojo vive como
una aventura, plena de artimañas para sobrevivir en la Europa ocupada por el
nacionalsocialismo. El lenguaje utilizado en la novela es escueto, presuroso,
de ágil lectura, lleno de humor, dolor infantil y espontaneidad. La historia de
los hermanos que tratan de vivir en la impostura, fingiendo no ser judíos, para
poder sobrevivir se deja leer de un tirón. Es de aplaudir que esta obra llena
de angustia y sufrimiento, también sea un grito de esperanza y amor, no de
odio. Muestra de ello es el epílogo donde el niño siente piedad por los
colaboracionistas y los salva.
En una escena terrible el padre abofetea al
niño mientras le pregunta repetidamente ¿Eres Judío? A lo que el niño contesta
que “no”.
-Es
mejor recibir una bofetada, que perder la vida por miedo a recibir una...
Los
niños aprenderán bien la lección en especial en sus continuos interrogatorios
por parte del oficial de las SS.
El
difícil equilibrio entre tragedia y comedia es sorteado por el director y los
actores con solvencia. El puntaje musical (Armand Amar) a veces peca de falta de comedimiento
y sobrevuela con exceso el viaje hacia Ítaca de los dos muchachos. Hay
instantes tan intensos que el humor supera al horror, como el metafórico cambio
que hace Jojo de una estrella amarilla por una bolsa de canicas. “Una Bolsa de
Canicas” nos habla del miedo a los diferentes. Algo que todavía no parecemos
haber superado.
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