lunes, 20 de agosto de 2018

Una Bolsa de Canicas. 2017. Christian Duguay


                




A veces en la sencillez y  la falta de pretensiones se encuentra la fórmula para obtener una obra que, si bien no roza la genialidad, cumple con creces sus objetivos. A nadie se le escapa que el cine relativo al holocausto juega siempre peligrosamente en la liga de lo políticamente correcto. Es difícil el acercamiento a hechos tan luctuosos sin el temor de herir sensibilidades, de minimizar la tragedia, de no poder imbricar lo dramático en lo cotidiano. “Una Bolsa de Canicas” nos acerca a la mirada infantil de aquellos años terrible. Aunque Hitchcock recomendara no trabajar con niños, lo cierto es que los protagonistas de este film mantienen el tipo, el difícil equilibrio de una historia donde infantes y atrocidades se dan la mano. Una prueba de fuego que ya superaron otras propuestas como la surrealista “La Vida es Bella”; la dogmática “Adiós Muchachos”, la fábula de “El Niño con el Pijama de Rayas” o la visión del otro lado que nos muestran los adolescentes en la excelente “Die Brücke” (El Puente. 1959) y “Lore” (2012), dónde una chica de la juventudes Hitlerianas va descubriendo en la posguerra la gran mentira del mundo en que ha vivido. Cercana en la temática a aquella maravillosa “La Rafle” (2010), que nos hablaba de la redada del Velódromo de Invierno, cuando los colaboracionistas franceses encerraron a prisioneros judíos, para su envió a los campos de concentración. En difícil equilibrio entre la ternura y la osadía, entre la huída del maniqueísmo para la presentación de los personajes. Se agradece que el oficial de las SS sea un burócrata rodando en la rueda de la maldad, más cercano a esa “banalidad del mal” propuesta por Annah Harendt, que a los clichés sádicos y estadísticamente improbables de otras propuestas. Basada en el libro escrito por uno de los hermanos protagonistas (Joseph Joffe), la obra de Christian Duguay goza de una espléndida fotografía, teñida de melancolía, que acompaña a los niños en ese viaje iniciático hacia un mundo que se está derrumbando. Las interpretaciones, especialmente las infantiles, son notables. La historia está narrada con elegancia y una gramática bien confeccionada.

Jacques Dollan dirigió en 1975 la primera versión. La novela recibió diversos rechazos (hasta cuatro) de las editoriales y fue premiada en 1974 por la Academia Francesa. Esta primera adaptación cinematográfica no fue del agrado de Joseph Joffo. La historia pasaría después por el teatro y el comic. El relato huye, en clave de fábula, de todo lo grotesco, que podría haber generado el guión. Para ello crea una textura algo artificiosa y una pulida puesta en escena, vocacionalmente preciosista, donde; incluso los instantes más violentos; poseen una contención admirable. El breve, pero intenso, rol de Christian Clavier como médico que realiza las comprobaciones antisemitas, aporta la sabiduría y el peso de la experiencia. La visión del niño que no comprende lo que está ocurriendo es mucho más intensa en el libro, una situación que Jojo vive como una aventura, plena de artimañas para sobrevivir en la Europa ocupada por el nacionalsocialismo. El lenguaje utilizado en la novela es escueto, presuroso, de ágil lectura, lleno de humor, dolor infantil y espontaneidad. La historia de los hermanos que tratan de vivir en la impostura, fingiendo no ser judíos, para poder sobrevivir se deja leer de un tirón. Es de aplaudir que esta obra llena de angustia y sufrimiento, también sea un grito de esperanza y amor, no de odio. Muestra de ello es el epílogo donde el niño siente piedad por los colaboracionistas y los salva.
 En una escena terrible el padre abofetea al niño mientras le pregunta repetidamente ¿Eres Judío? A lo que el niño contesta que “no”.
-Es mejor recibir una bofetada, que perder la vida por miedo a recibir una...
Los niños aprenderán bien la lección en especial en sus continuos interrogatorios por parte del oficial de las SS.
El difícil equilibrio entre tragedia y comedia es sorteado por el director y los actores con solvencia. El puntaje musical (Armand Amar) a veces peca de falta de comedimiento y sobrevuela con exceso el viaje hacia Ítaca de los dos muchachos. Hay instantes tan intensos que el humor supera al horror, como el metafórico cambio que hace Jojo de una estrella amarilla por una bolsa de canicas. “Una Bolsa de Canicas” nos habla del miedo a los diferentes. Algo que todavía no parecemos haber superado.




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