Este Cyrano dibujado por José Luis Gil se nos antoja
humano y cercano. Una aproximación valiente, arriesgada, para este mítico “negro”
sentimental que pone su palabra al servicio del amor ajeno y su espada al
propio servicio. En un París lleno de espadachines, este soldado-poeta pasea su
pasión (y su frustración) a lo largo de mas de dos horas, bien estructuradas
y no pesan sobre el espectador. Emocionante y bien resuelta la escena del balcón,
de hermosa estética, con lucimiento de los protagonistas. Cyrano (José Luis
Gil) le envía sus versos al oído al amante Christian (Álex Gadea) para que este
transmita a Roxana (Ana Ruiz) su amor oculto en un momento lleno de plástica,
embrujo y enredos. Notable también la escena de la lucha del protagonista con
el petimetre aristócrata, un verdadero juego dramático con escenas de esgrima
intercaladas con los diálogos de uno de los mejores pasajes de la obra. Aunque a
Cyrano se le da mejor la esgrima del verso que la otra. El Director Alberto Castrillo-Ferrer ha
intercalado números musicales que dotan de dinámica al conjunto y sirven como
oasis dramático, números que sirven para mostrar el buen hacer de los
protagonistas en este género. Hay un uso adecuado de la escenografía (Alejandro
Andujar y Enric Planas), una gran estructura que al mismo tiempo es taberna, teatro,
balcón o monasterio, con el recurso del maping en instantes que recrean
pendencias o una carta escrita que crece sobre la pared. Rocío Calvo se desenvuelve
en sus diversos personajes, dotándolos de vida y humorada con enorme vis cómica.
Ciertamente José Luís Gil le ha echado un par de narices a esta ansiada versión
del antihéroe rostandiano, obteniendo una visión intensa, divertida y plena de
ingenio.
Así se dicen los versos, así se proyecta la voz. Así se hace teatro.
No le va la zaga Ricardo Joven (Pastelero Ragueneau) con amplio registro y
dominio escénico, o un sorprendente Álex Gadea (Christian). La bella Roxana (Ana Ruiz)
desarrolla una mujer que pisa fuerte, creciéndose en el tramo final, si bien se
podría mejorar el tempo, los matices o la musicalidad en algunas frases. Carlos Heredia y Javier
Ortiz, completan un elenco plural y eficiente. La música (David Angulo) tanto
en su vertiente diegética, que se desarrolla cercana al musical, como la no
diegética, con amplios espacios sonoros, es de gran belleza y cumple con
certeza. Un hermoso poema sobre la belleza oculta y la apariencia en un mundo
que, al parecer, no ha cambiado demasiado.
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