Ha llovido un poco desde que en
1993, se constituye un taller de teatro inclusivo para integrar a personas con
discapacidad visual, aunque con cabida para otras discapacidades. Ha llovido,
digo, desde “La Heroica Villa” de Carlos Arniches hasta esta apuesta por una Lisístrata inclusiva y; sobre todo;
reivindicativa. La trayectoria de la agrupación teatral la ha llevado,
fundamentalmente, por el terreno de la comedia. Miguel Mihura, Carlos Arniches,
Miguel Murillo, Oscar Wilde han sido algunos de los autores que han llevado a
las tablas, siendo dirigidos por diferentes profesionales del mundo teatral
extremeño. Mª José Mangas Durán adapta y dirige esta adaptación de la comedia
de Aristófanes.
Como era acostumbrado en el comediógrafo, el texto (aparte de
la vida cotidiana ateniense), destila su actitud frente al absurdo de la guerra.
Partiendo de una huelga sexual femenina frente a la pérdida humana que supone
el belicismo la agrupación presenta una divertida, desenfadada y picante
versión en una Hélade, donde los hombres caminan sufriendo de priapismo
permanente a causa de la abstinencia. Vuelve a utilizar el ateniense una
asamblea de mujeres, como ya hiciera en Las
Asambleístas.
Esta Lisístrata fue la primera heroína del teatro
aristofánico. Un espartano atrezzo (si se me permite el juego de palabras),
compuesto por algunas ruinas y columnas sirve a la compañía para desarrollar
una historia de completa actualidad, donde están presentes diversas
reivindicaciones. Las mujeres ocupan la Acrópolis para controlar los impuestos y mantienen a
ralla el furor varonil en divertidos y bien diseñados diálogos que los
espectadores agradecen.
El autor juega con el doble sentido (¿Qué asunto es ese grande, grueso, agitado
durante los insomnios?), o “las de
Salamina han hecho la travesía de madrugada, bien abiertas de piernas y
montadas en sus potros”. La unión de las mujeres es grande frente a la
pueril amenaza masculina y los intentos de revertir la situación chocan con la
unidad y valor de las mujeres. También revolotean temas como la corrupción (los cargos públicos que andan revolviendo
algún tumulto para poder robar) o las situaciones ridículas (postureo)
donde puede verse a un guerrero impresionante, con escudo de Gorgona, comprando
corvinas en el mercado.
Hay un mesurado y efectivo uso del semicoro y los picantes diálogos son tratados con un
vodevilesco sentido del humor: “Padecemos
de jodientitis, para decirlo con suma brevedad”, se queja la heroína. Si
hubiera sido musicada esta obra podría formar parte de aquel género sicalíptico
que invadió los proscenios a principios del siglo XX. Algún apunte personal
como la escena entre Mirrina y su marido Cinesias donde, tras largas
dilataciones para no practicar la unión carnal, Mirrina le echa un perfume (en
el original Perfume Rodio) Aquí, el castrador bromuro. La Porciúncula solventa con soltura
este texto, donde se invita a “hacer el amor y no a guerra”, divirtiendo (que no
es poco). Hace uso del espacio coral, sobreponiéndose a las limitaciones y
consigue provocar las risas de los espectadores, en una reivindicación con
disfraz de comedia. Una Lisístrata inclusiva y reivindicativa ¿Qué más se puede
pedir?
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