Miguel Murillo ha elegido, muy acertadamente, un
personaje-icono para reivindicar; con la excusa de las tensiones políticas y
sociales de la Alejandría del siglo IV; el sempiterno enfrentamiento entre
razón y fanatismo (o sectarismo). Toda la propuesta es pura metáfora que,
aunque encarnada en la figura de la filósofa neoplatónica, podría ser válida
para otros personajes históricos como Giordano Bruno, Copérnico o Galileo, todos
ellos represaliados por la radicalidad del pensamiento humano.
Pedro Antonio Penco ha construido una atmósfera donde los
elementos encajan, fundiendo lo ceremonial con los instantes lúdicos,
aprovechando el monumento para dar agilidad a las escenas que se suceden con
dominio del timing, intercalando acertadamente los instantes en que el coro de
planetas irrumpe o las acometidas del loco de Cirene, consiguiendo una
armoniosa dramaturgia y altos niveles plásticos que enriquecen el discurso
narrativo. La utilización del espacio dinámico es modélica con situaciones como
el desfile del obispo y sus acólitos o los ágiles cambios de cuadro, jugando
con las entradas y portales del monumento.
Contribuye a ello el excelente diseño de vestuario de Rafael
Garrigós, donde la túnica helénica se mistura con la soberbia imaginería del
Coro de Errantes (Cristina P. Bermejo, Ana Gutiérrez, Elena Rocha, Jorge
Barrantes y Sergio Barquill), o la marcialidad del atuendo de Orestes, pasando
por los andrajos de la plebe del “Loco de Cirene” o los figurantes. Mención
aparte merece la indumentaria negra y púrpura de los fanáticos parabolanos. Garrigós
cuida al detalle la paleta cromática, jugando con el rojo anaranjado para
Hipatia (único personaje con este color) y otorgando a cada uno su paleta de
color que navega entre burdeos, ocres, verdes oscuros que se complementan,
buscando una coherencia visual.
Paula Iwasaki se enfrenta a la grandeza de las piedras
milenarias con arrojo, con naturalidad y con un intenso juego dramático,
sensualidad e inteligencia. A destacar el bagaje teatrales que aportan actores
con papeles cortos, pero intensos, dejando patente la clase, las tablas y su
buen hacer escénico. Uno de los puntos fuertes de este montaje es esa capacidad
de ensamblar el universo coral para dar veracidad a la propuesta.
Certero, rico en matices, de soberbia declamación (con su
habitual vis cómica) es el personaje de “El
loco de Cirene”, al que da vida un soberbio Francis Lucas. Pleno de emoción
y sabiduría teatral el texto de Gema González, en un intenso rol de madre judía
que se enfrenta a los parabolanos, guardaespaldas del obispo. Uno de los platos
fuertes está reservado para Daniel Holguín, insuflando vida a un personaje que
nada entre dos aguas; el representante del Imperio: enamorado de la mujer libre,
hecha carne. Holguín demuestra sus tablas acometiendo con esmero el personaje,
enriqueciéndolo con controlada dicción, potente emisión, mesura y gran
intensidad humana. Plena de oficio y naturalidad el rol de Zaira, Pepa
Pedroche, contrapunto luminoso y socarrón al inmenso drama que se está
gestando. Y contradicción también, que todo hay que decirlo. Quienes sostienen
la lucha de la razón, también mantienen la esclavitud. Además es una mujer que
sólo percibe el placer femenino en el lecho, frente al éxtasis luminoso de
Hipatia, que rechaza las proposiciones amatorias de Orestes. Guillermo Serrano
construye con oficio, clara declamación y naturalidad un personaje controvertido,
que vivió admirando a Hipatia, aunque en realidad murió antes que ella, Sinesio
de Cirene, que se despidió de Hipatia en su carta postrera.
Los diálogos entre Hipatia y Teón de Alejandría (excelente
Alberto Iglesias) resumen las inquietudes vitales de la humanidad. Su zozobra
ante lo desconocido, su percepción de naufragio que sólo puede arribar a puerto
mediante el conocimiento y la razón. En el extremo opuesto se les enfrentan el
Obispo copto Cirilo, al que da vida con solvencia de siglos Rafa Núñez y el
cabecilla de los fanáticos parabolanos, Pedro el Lector, un convincente José
Antonio Lucía. Defiende con solvencia y enorme oficio su papel Juan Carlos
Castillejo (Olimpio), mercenario de infinidad de batallas teatrales.
La música de Mariano Lozano potencia la intensidad de los
instantes dramáticos, jugando con lo atmosférico según la situación, dando
primacía a la percusión o creando unos potentes e intensos coros etéreos para
dotar de una textura profética las escenas.
Hipatia nos habla de los sectarismos, extremismos y
supremacismos; de todos los colores; que nos rodean peligrosamente hoy en día.
Unos camuflados con piel de cordero, otros abiertamente peligrosos. Por su
texto desfila la cohorte de intolerantes, los sectarios, los inmovilistas y los
que pretenden decirle a la sociedad como deben pensar, que palabras deben
utilizar y donde se encuentra la verdad. Una paleta de personajes de rabiosa
actualidad. Tan actuales como los vendedores de humo (y desgraciadamente, tan
atemporales).
Como atemporales son los modos de pensamiento hermético,
estancado y anquilosado, como el del Obispo Cirilo, que desencadena el drama
cuando dice: “Eva fue la única que peco y se dejó seducir”.
Vidas, pensamientos, zozobras y anhelos que desfilan por un
imaginativo y geométrico escenario, diseñado por Diego Ramos, donde el Coro de Errantes, dirigido por
Cristina Silveira, sirve a modo de conciencia y transición escénica, en una
utilización inteligente, lúdica y dinámica del clásico recurso. Las tarimas se
hibridan con las columnas y piedras milenarias. Los altares y las elipsis se
integran con naturalidad en el inmenso escenario, donde el dominio del tempo
del director impide cualquier atisbo de distracción al espectador. Donde la
iluminación (ahora fuego, ahora estrellas, ahora paleta cromática) de Fran
Cordero, Jorge Rubio y Beatriz Lubián, dota de vida al soberbio escenario.
La escena del asesinato de Hipatia ralentiza la realidad, en
una intensa concepción plástica, formada por la cruz y la filósofa.
Si hay un elenco que se merece la alfombra roja es éste. De
Amarillo Producciones lo ha vuelto a hacer. Extremeños, actorazos,
profesionales de primera línea. Y un texto soberbio de Miguel Murillo, que bebe
de las fuentes genésicas de la Hélade, pero se convierte en universal y pleno
de actualidad ¿Acaso no lo son todas las grandes tragedias? Me quito el cráneo…
REPARTO
Paula Iwasaki
Daniel Holguín
Alberto Iglesias
Guillermo Serrano
Pepa Pedroche
José Antonio Lucia
Rafa Núñez
Juan Carlos Castillejo
Francis Lucas
Gema González
CORO
CORO DE ERRANTES
Cristina P. Bermejo
Ana Gutiérrez Bravo
Elena Rocha
Jorge Barrantes
Sergio Barquilla
FIGURACIÓN
Carmen Fernández
Nieves Mateos
Matilde Álvarez
Pablo Olmos
Raúl Mateos
José Guijarro
Julio Piñero
Pedro Álvarez
Pedro Galván
Francisco
Samuel Serrano
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Dramaturgia: Miguel Murillo
Ayte. dirección: Carlos Sañudo
Dirección del coro: Cristina Silveira
Diseño de escenografía: Diego Ramos
Realización de escenografía: “El Molino”
Realización de pinturas y acabados de escenografía: “Alarife La Serena S.L.”
Maquinista: Carlos Mohedano
Vestuario: Rafael Garrigós
Realización vestuario: Luisi Penco, Lali Moreno, Isabel Trinidad
Composición musical: Mariano Lozano
Técnico de sonido: Oliver González Amado
Diseño de iluminación: Jorge Rubio, Fran Cordero
Iluminación: Beatriz Lubián y Jorge Rubio
Caracterización y maquillaje: Juanjo Gragera
Atrezo: vistequienteviste
Ayte. producción: Javier Herrera
Producción: Gema González Garrido
Dirección: Pedro A. Penco
Agradecimientos:
Escuela de Arte y Superior de Diseño de Mérida. Taller de Joyas.
Asociación “Emerita Antiqua”
Excmo. Ayto. de Esparragalejo (Badajoz)
Sala Trajano. Mérida
Tintes María Calderón
Mada Marín
Excmo. Ayto de Mérida
IFEME
Una coproducción del Festival de Mérida y De Amarillo Producciones
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