La
oferta de La paz perpetua es mucho
más arriesgada. No sólo el plano sonoro se mueve entre la atonalidad y una
línea vocal que navega ampliamente por el recitativo y el rappresentativo. Los tres perros protagonistas (Emmanuel, Odín y
John-John) son dispares en personalidad y actitud vital. Sus roles vocales
están claramente diferenciados y obedecen a instantes vitales determinados
dentro de una partitura, rabiosamente vanguardista. Toni Marsol, en el papel de
Casius, es puro metal en su instrumento de cálido color, depurada técnica y
control, con una emisión plena de recursos. El pastor alemán (Enmanuel) lo
borda el contratenor Christian Borrelli con sus reminiscencias barrocas
(algunos instantes recuerda a Jaroussky). Posee un instrumento dúctil y de
dulce calado para el oído, con fastuosos agudos y voz bien colocada.
Juan
Noval-Moro ofrece una voz diamantina y redonda, de varios quilates. En el
extremo opuesto, Christian Díaz (John-John), con metal profundo y penetrante en
una garganta de diestra proyección. El libreto sale airoso del difícil equilibrio
entre lo bufo y lo trascendente (casi metafísico). Una dicotomía siempre resbaladiza
para los intérpretes, que se mueven en un escenario realizado por los alumnos
del IES San José de Badajoz y que difiere de su referente teatral, sabiamente
coordinados por Susana Gómez.
Jordi Francés |
El
único personaje humano está interpretado por Isabella Gaudí, cuya tardanza en
intervenir vocalmente compensó con creces, con amplia extensión y notable
agilidad, excelentes notas en la zona alta y un intenso timbre.
La paz perpetua encierra toda la insumisión que se solicita a la ópera
contemporánea, el riesgo y la ruptura, la iconoclastia y la búsqueda de nuevos
lenguajes tanto en la partitura como en la escenografía y el pathos. La fractura
con las estructuras clásicas es patente y la vocación de hibridación necesaria.
El acercamiento a temáticas de una sociedad contemporánea es otro de los
factores que significan estas nuevas creaciones. Los sofismas, paradigmas y preguntas
que realizan los perros protagonistas representan las inquietudes de toda una
humanidad. Si llega mediante la trasgresión de los modos clásicos, aún mejor. Si
se acercan desde la ruptura de la convención, pues bienvenido. En La paz perpetua encontramos un lúcido espejo
de la emocionalidad humana y las dudas sobre sus postrimerías a la que, el
espectador, no puede ser ajeno. Mientras lo despiden con esa hermosa coda final de Enmanuel, la única melodía al uso de toda la partitura.
Juan Mayorga |
Dirección
musical: Jordi Francés
Dirección
escénica: Susana Gómez
Escenografía:
Ricardo Sánchez Cuerda
Vestuario:
Gabriela Salaverri
Iluminación:
David Pérez Hernando
Orquesta:
Ensemble Sonido Extremo
Diseño
de cartel: Gianni Ferraro
Caracterización:
Sara Abigail Álvarez
Realización
de vestuario: Gabriel Besa
Realización
de elementos escenográficos: Alumnos del IES San José de Badajoz.
Sobretitulación:
Javier Antunez
Maquetación:
Enrique del Barrio
Ayudante
de producción: Lorea Ayo Batante
Coordinador
Ópera Joven: Javier González
Pianista
repetidora: Beatriz González
Regidora:
Blanca Travieso Merino
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