El sevillano Gustavo Adolfo
Bécquer es el epítome de la literatura romántica (o postromantica), de tono
íntimo, con ramalazo ligeramente cursi en lo poético, y preñada de influencias
fantásticas, leyendas locales y tradiciones en lo narrativo. Desde las faldas
del Moncayo, recuperándose de su enfermedad, escribió “Cartas Desde mi Celda”,
que han servido de adaptación (bastante libre) para este capítulo de El Quinto
Jinete.
Tomando referencias de tres de estas cartas: la historia de la Tía Casca , las brujas
del Trasmoz y el castillo del Trasmoz, el guionista construye una historia eficiente y bien resuelta. La
llegada de la sobrina del sacerdote a un villorrio miserable, sirve de pretexto
para desarrollar una historia con tintes fantásticos. Todo el mundo rehuye a la Tía Casca , una anciana
revulsiva, de quien se sospecha que ejerce la brujería.
El sacerdote, los
sábados realiza exorcismos mirando la torre del castillo, que dicen construyó
el diablo, para que las brujas no puedan realizar el Sabbat. La Tía Casca tienta a la joven con un vestido para
la fiesta a cambio de un favor: que cambie el agua bendita por otra que ella le
dará, para que pierdan poder las oraciones y puedan volver a juntarse con el
macho cabrío. Este será el inicio del fin para todos.
Sostenida sobre la
notable interpretación de Társila Criado, una de las grandes damas del teatro, nacida en Cáceres, interprete de La Malquerida,y que legó a actuar en Broadway. Társila se estrenaba televisivamente a una
avanzada edad, con una repugnante (y efectiva) caracterización como Tía Casca.
Sorprende que se haya elegido este texto, frente a otros de corte fantástico,
con mayor densidad, del sevillano. Como Maese
Pérez, el organista, El Monte de las Ánimas o El Miserere.
Aunque alguna de estas narraciones fueron trasladadas después a la pantalla en
la serie de Televisión Española “Cuentos y Leyendas”
La narración está llevada con pulso y la historia de la joven
atraída por el lado oscuro, roza límites imposibles en épocas anteriores. En
especial durante la celebración dionisíaca del Sabbaht, donde las expresiones
orgiásticas de las participantes, tienen connotaciones de sensualidad que los
antiguos censores habrían disfrutado eliminando. La elección de Enriqueta Carballeira (toda una veterana de Estudio 1) como sobrina del párroco, que de la inocencia pasa a formar parte de la cohorte
demoníaca, es acertada. Su rostro refleja la inocencia primeriza y el éxtasis
de la transformación. No tan acertada es la alternativa de actores no
profesionales, seleccionados entre el agro profundo, rostros de querencia pasoliniana,
cuya presencia y movimientos escénico no acaban de cuajar.
Certera la
ambientación del miserable predio donde habitan, y del nada prometedor entorno
rural, de pizarra y barro. El episodio adolece del mismo defecto que los otros:
la chirriante y televisiva utilización de los temas musicales. No se trata de
su falta de calidad, en casi todos los capítulos son eficaces, acordes con el
contenido y la época. Pero se utiliza un volumen elevado en instantes que no lo
precisan, y pecan de machaconería e insistencia. La Bruja
resulta un estimulante producto, por el apoyo de secundarios de la pequeña
pantalla como Jose Orjas (Mosén Gil) o Luis Marin (Juan). La fusión de las
Cartas Quinta, Sexta y Octava del romántico literato, han dado lugar a un guión, que sin
llegar a memorable, se deja ver, gracias a la eficiencia de los interpretes.
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