Desde su primer cuadro “En
Familia”; el nuevo lance de Aran Dramática; deviene parábola sobre la
comunicación (o el exceso de ella) en un universo donde la demasía de
información y la utilización de redes; supuestamente sociales; nos desinforman,
saturan y distancian de quienes tenemos mas cerca. Su apuesta por lo coyuntural
y lo inmediato (corrupción, paro, etc) conecta con un espectador que reconoce
las vivencias y las alquimiza. La risa, se transmuta en catarsis colectiva.
Durante una hora (larga) se apuesta por el humor como válvula de escape de unos
vaivenes que, maldita sea la gracia que conllevan; en el mundo exterior a las
bambalinas.
En su anterior obra “Anomia” (nominada a los
premios Max), Aran Dramática nos mostraba los sótanos (literalmente) del poder,
planeaba sobre algunas de las corruptelas y mezquindades que han llevado a la
situación actual. Esa carencia absoluta de normas sociales, que ha convertido a
servidores del pueblo en golfería multiple y bellaquería vocacional, trasciende
épocas y topónimos. Espejo deformado de la picaresca clásica, el corrupto
nuestro de cada díal, el delincuente cotidiano de cuello blanco, ni siquiera
logra alcanzar ese status, ya que se abisma en la gualtrapía antes que en la
picaresca, en la mezquindad antes que en la agudeza. Espejo de un país
convertido en El Patio de Monipodio o una degradada Corte de los Milagros.
Reflejo sutil de nuestras particularidades carpetovetónicas (Si otros pillan,
yo también). En Familia, es un lúcido análisis de la perdida de conciencia
cuando hacemos aquello mismo que criticamos, aunque sea en “petit comité”. Han
pasado 25 años desde que Aran Dramática representara “Estrellas de Madrugada”,
una dura historia de supervivientes ambientada en los Juegos Olimpicos de 1980,
escrita por Alexander Galin y dirigida por el argentino Ángel Ruggiero. En el
camino han quedado aventuras osadas como el “Coriolano” de Shakespeare (tres
nominaciones a los Max) en versión de Fermin Cabal que (tras una labor de
desmoche) actualizaba los episodios dramáticos, pleno de paralelismos con
situaciones actuales, y servía de vehículo para el lucimiento de una Maria
Luisa Borruel `lena de matices escénicos. Una experiencia valiente en lo
económico y en lo humano, por el número de actores. El espacio escénico de “En
Familia” presenta el interior de una vivienda, la cotidianeidad y la ausencia
de subterfugios visuales, que prestan verosimilitud (y cercanía) al decorado.
La obra basa su dinámica interna en los cambios de cuadros, escenas parcas en
su desarrollo, aprovechando el espacio de una familia de clase media (acomodada)
con chalet en la playa, donde la carcoma está oculta bajo el parquet. Se
dinamiza con la aportación de nuevas tecnologías como el dialogo por cámaras
Web. Ejercicio de metateatro y profunda reflexión sobre la dramaturgia como
puente de reflexión social. La perdida de “virginidad” del Eugenio Amaya
director, hacia la introspección del autor, se produjo en la gestación de
“Anomia”. Difícil dualidad, solo reservada a escasos oficiantes. El público ríe
el desparpajo de las situaciones, aplaude y agradece el dinámico y satírico
montaje. Sonríe con el padre (excelente Quino Diez) que pretende medrar
realizando los mismos actos delictivos que crítica ante el televisor. Ríe
también con la sirvienta que borda; con su buen hacer; Beli Cienfuegos, y cuyo
marido sobrevive del “trapi”. Fresco y espontáneo, Elías Gonzales como el hijo
que vende hierbas nada aromáticas. Humana y eficaz interpretación de la madre
creada por Maria Luisa Borruel. Hay un notable manejo del espacio escénico y el
ritmo. Teatro cercano, texto de actualidad. Aunque lo coyuntural conlleva la
penitencia de lo efímero. Como a otras artes que comparten la fugacidad del
instante (música o danza) quien no estuvo, no lo disfrutó. Una compañía
extremeña. Una obra notable. Doble placer.
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