Aunque
el nombre de Stephen King se asocia siempre con un imaginario cercano al cine
de terror, en parcialidad habría que decir que no son las adaptaciones de los
argumentos terroríficos las más afortunadas en su traslado a la pantalla,
salvado escasas y honrosas excepciones (y alguna obra maestra) son los
argumentos no-terroríficos; estrictamente; los que han aportado mayor calidad a
la pantalla. Stand By Me (Cuenta
Conmigo. Rob Reiner. 1986) es un
viaje interior, iniciático, hacia una madurez previa, protagonizada por cuatro
muchachos en estado de gloria. El casting
es arrebatador. Kiefer Sutherland jamás repitió esa certeza, Richard Dreyfuss
no precisa palabras, el malogrado River Phoenix realiza un papel de antología y
Cusack no necesita avales.
Stand by Me nos habla de esa época en que todo comienza a
cambiar, ese periodo inolvidable en que los asombros nos crecen, donde
cualquier instante adquiere una patina mágica e irrepetible que habitará de
nostalgia nuestro futuro. También ¿Por qué no?, nos habla sobre la perdida de
la inocencia y el encontronazo que supone la llegada al mundo adulto. Hermoso
parábola sobre la amistad cálida y cercana, antes de que los amigos fueran
sustituidos por monigotes virtuales y las conversaciones por una serie de
signos para tarados lingüísticos. Una época donde el mundo era más sencillo y
algo tan nuestro como la inocencia no era una entelequia extraña de la que nos
hablan los más viejos. La sombra de Mark Twain sobrevuela este guión en el que
la amistad y la inocencia, ya no son recuperables, incluso la misma trama está
recordada desde la visión de un adulto. Nada retorna, nada es igual y los
parques son mucho más pequeños de como los recordábamos.
“Soy un niño, y sólo seré un niño una
vez. Tengo el resto de mi vida para ser un imbécil”
Es, también, el film un brillante ejercicio de
puesta en escena y de trabajada ambientación cincuentera de los EEUU, habitado
de los grandes temas musicales del momento (Everyday;
Lollipop o Come Go with me)
complementan el iniciático viaje. Un viaje que nos hace retornar desde el
personaje de Cusak a aquellos días en que los parques y estanques nos parecían
mucho más grandes de como los recordamos.
El guión nos habla de ese otoño inolvidable en
que el mundo adulto choca como una locomotora contra nuestras vidas.
Stand by Me forma parte de un libro cuyas tres adaptaciones al
cine han sido de los mejor de King; Different
Seasons (Las cuatro estaciones, Ed.
Mondadori, 1992) Cada una se desarrollaba en una época del año. “Cadena Perpetua” en la primavera,”Verano de Corrupción” y el cuento de
invierno, que aún no ha sido realizado para el cine.
“El Otoño de la inocencia” quizás juega
con la doble traducción de “fall” como caída (de la inocencia) y como otoño.
Este film nos habla del fin de la ingenuidad, de esos jardines que ya nunca
serán los mismos, de la corta duración del territorio de la infancia. De un
mundo donde lo importante es descubrir algo tan elemental como que tipo de
animal es Goofy. El mismo Stephen King, dijo que era la mejor adaptación que se
había hecho de su mundo literario. Lo cierto es que Rob Reiner nunca repitió
carambola y esta hermosa película ha quedado como una “rara avis” dentro del
territorio del escritor, el director y los interpretes. La pegadiza melodía de Cuenta Conmigo, una hermosa plegaria de
Ben E. King; sobrevuela; aún después de morir los títulos de crédito. Stand by Me es la nostalgia elevada a
la enésima potencia.
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