La voz exótica de María Joâo, acompañada del “Carlos Bica Quartet”, sonó dentro de la XXXII Festival Internacional de Jazz de Badajoz. La trayectoria de la cantante dentro del jazz es luminosa y ha regalado su estilo único por los escenarios de todo el mundo, siendo la única artista portuguesa nominada para el Premio Europeo de Jazz. Pocas vocalistas pueden transformas las canciones del modo en que lo hace María Joâo. La lisboeta alquimiza cada fraseo, explora el territorio desconocido de cada nota y lo transforma en el crisol de su prodigiosa garganta.
Su forma de acercarse con nuevos prismas a los temas estándar, a clazicazos que solicitan respeto en la reelaboración, es de un apabullante desparpajo. Pero no nos confundamos, para llegar a transmutar una (casi irreconocible) Norwegian Wood en un regalo auditivo, hacen falta muchas tablas, mucho terreno ganado al tiempo. La vocalista juega con lo intimista, se mueve con levedad mientras reescribe en su garganta las partituras. Uno de los pies permanece siempre en las cadencias jazzísticas, en el feeling atávico de la selva, en los sonidos del club, habitado de humo. La otra, puede estar en cualquier parte. Desde las onomatopeyas vocales de Björk, hasta la música medular de Caetano Veloso. Desde apropiarse del espíritu de Billie Holiday hasta desembocar en ese potente y recreado himno a la felicidad que es “What a Wonderful World”, donde la cantante se recrea en registros imposibles y su flexibilidad vocal le permite bromear con la tesitura de “Satchmo” (Louis Armstrong). No cabe duda de su capacidad para la improvisación y ese formidable dominio del scat, que le permite crear sílabas, proyectar sonidos imposibles, juguetear con los matices, exprimir la fonética hasta límites insospechados.
Los fraseos de María Joâo pugnan en duro combate entre la técnica y la emoción. Entre el aullido desgarrado y el matiz que nace de esa destreza que dan las horas de estudio. Hay calidez y altas dosis de empatía cuando se descuelga con un cover de “Come Together” para quitar el hipo y hace participar al público en el estribillo.
A lo largo del concierto se rastrean las influencias brasileñas, africanas, lo experimental, el pop. Aquí el mestizaje es la marca de la casa y la creación de nuevos espacios adentra al público en texturas desconocidas que están impregnadas de un sello particular que bebe de diversas raíces. María Joâo y Carlos Bica se reencuentran después de 25 años, añadiendo la guitarra de André Santos y el teclado de Joâo Fariñas. La cantante lisboeta es capaz de crear atmósferas etéreas, de navegar entre suaves acordes de teclado cercanos a la new age o de recrear un estándar como Proud Mary, dotándolo de una renovada identidad. La guitarra, jugando en armónicos, el contrabajo; unas veces en imitación, otras en contrapunto; el teclado fluido y los ornamentos vocales de María Joâo, conformaron una noche mágica dentro de la XXXII Festival Internacional de Jazz de Badajoz.
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