La propuesta de Verbo Producciones nos llega con una osada mistura donde se combina lo autobiográfico, lo ecuménico, el teatro testimonio y el documentalismo. La herida desgarrada, el compromiso del artista con la realidad o la denuncia de la violencia están presentes en un texto que se apoya en diversos recursos visuales. El concepto es minimalista, tanto del espacio escénico como de lo musical, habitado de inquietantes silencios, con dolorosos y valientes testimonios en off que acerca a un teatro militante y necesario.
Lo simbólico juega un
papel fundamental. Desde un inicio con la protagonista en posición fetal, hasta
ese encierro dentro de una caja de cartón, que oprime, constriñe, que cercena
los sueños y apaga la dignidad de la persona. Paca Velardiez se desgarra, se
abre en canal, se eviscera, en un ejercicio de exorcismo colectivo que solicita
del dolor y del recuerdo (por punzante que sea) para llegar a la catarsis y la liberación.
Un hábil uso del video maping permite
que la actriz se desdoble en diversos hombres de Vitrubio, al estilo de la anatomía
de Da Vinci, en metáfora sobre la sororidad y el dolor compartido. Un espejo devuelve la luz y la autoimagen distorsionada.
La intención del texto
y el montaje no buscan la celebración del hecho teatral (supeditado al mensaje),
ni una estética que opaque la herida del mensaje. Estamos ante un teatro de la
vivencia que vierte lo íntimo sobre las tablas sin disfraces, sin hipérboles ni
la excusa de lo artificioso. El monólogo rompe la cuarta pared para integrarse
como confesión, como búsqueda de la sanación, como reflexión sobre el amor, las
relaciones, el necesario respeto y lo preocupante de la actitud de las nuevas
generaciones hacia la mujer.
Teatro de la verdad,
donde no existe un demiurgo creador que imagina las vidas de otros, los
sentimientos ajenos (o inventados). Del grito a la palabra nace de la realidad
de la propia actriz que comparte líneas
escritas por ella, incluso mensajes telefónicos, una de las armas utilizadas
para el control sobre las víctimas, en una hábil e inteligente utilización del
recurso visual.
Interpretar el propio
personaje no es tarea cómoda. Habitar el territorio de la supervivencia, remover
en la herida que no cicatriza, desnudarse y mostrar el dolor palpitante es una
tarea valerosa y arriesgada. La elección elude la dramaturgia al uso. La actriz
y directora lo denominan “documental expandido”. Sin embargo cumple con uno de
los requisitos fundamentales del teatro: provocar un pensamiento en el
espectador. Provocar la pregunta. Y esa mostración de la íntima tragedia provoca
empatía y universaliza la esperanza. Bajo la acertada dirección de la actriz
Ana García, Paca Velardiez se convierte en alfa y omega de la “obra”. Pero no estamos
ante un monólogo un sensu estricto, las voces de otras protagonistas se suman
en distintos espacios para narrar sus realidades y unirlas a la voz de Paca
Velardiez. El teatro también es un arma, la palabra es un arma cargada de
futuro, una herramienta que remueve conciencias, que socava los cimientos de un
sistema erróneo, injusto, tatuado en las bases de la sociedad que se nutre de la
desigualdad y la injusticia.
La actriz y la
directora consiguen emocionar sin personaje, evitando la explicitud, huyendo
del efectismo que podría haber desembocado en exceso. La intensidad nace la lo
real de la proposición, de la imposibilidad de escapar al personaje ya que es
ella misma. La realidad se superpone a lo ficticio de una escritura dramática.
La realidad está habitada de cicatrices, de laceraciones en el alma, de tránsito
y (sobre todo) de esperanza. Y hay mucha en este acertado montaje escénico que
nadie debería perderse.Ana García
Dirección: Ana García
Intérprete: Paca Velardiez
Compañía: Verbo Producciones
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