Partiendo de un formato original y pleno de referencias
literarias: las jornadas en que divide el Coro Amadeus la vida (y la obra) del
clérigo extremeño Juan Vázquez, son al unísono deleite para los sentidos y cátedra
para el espíritu. Prologando con un Introito (canto que abre la misa Gregoriana
y que con la reforma de Juan XXII se nombró Antíphona) de la “Agenda
Defunctorum”, y enlazando con un texto de Garci Sánchez de Badajoz: “Quien me
otorgase, señora”, (obra publicada por Valderrábano trece años antes que por
Vázquez), la agrupación poblanchina nos introduce en las cuitas y vivencias cotidianas
del clérigo Juan Vázquez. Un recorrido biográfico-musical, donde la anécdota se
mixtura con el hecho histórico, contrapunteado por la notación certera del
polifonista. A modo de viaje iniciático, la coral transporta al espectador (deslumbrados
por los característicos neumas del “introito”) a una época de inquisidores,
pícaros y letrillas populares.
Lejana cotidianidad, donde lo místico, lo
profano, lo pagano y lo supersticioso viajaban en el mismo séquito. No es
preciso leer el notable currículo musical que el coro “Amadeus” aporta en el
folleto, para apreciar el perfecto empaste de voces, en la única obra sacra
escrita por Juan Vázquez y publicada en Sevilla (1556) por el impresor Martin
Montes de Oca. Vázquez fue el único polifonista que desarrollo de forma
unitaria y coherente el ritual de difuntos. Las voces de la agrupación
trascienden en el tiempo. Transportan a lejanas atmósferas, elaborando las
diferentes líneas melódicas, acompañadas de flauta de pico y arpa. Al modo y
costumbres de la época. Estamos ante una de las obras más completas del siglo
XVI para la liturgia de difuntos. Creada para un mundo que giraba alrededor de
la muerte y que representa el final de una era: la de la Música Renacentista.
A pesar del respeto por el “cantus firmus” gregoriano y por la tradición, la
creatividad del clérigo pacense erige (anticipando el Barroco) bloques sonoros
dotados de gran intensidad expresiva, junto a grandes arcos de tensión para su enorme
obra postrera. Vázquez sublima el cancionero popular en sus notaciones, eleva a
terrenos casi místicos las melodías mundanas como “De los álamos vengo, madre” (casi
un best-seller de la polifonía) “Con que la lavaré” o “Covarde Cavallero”. Sus
obras profanas, poseen una larga trayectoria de “elaboración en cascada”. Como
sucede con “De los Álamos vengo”, donde el camino pasa por la versión
vihuelística de Miguel de Fuenllana (Orphénica
Lyra, 1554) y la trascripción de esta para canto y piano por Felipe Pedrell
(Cancionero musical popular español)
hasta desembocar en la translación de Falla para su Allegro de su Concerto para
clave y cinco instrumentos. Fuenllana destacó por su habilidad en encontrar
acordes y contrapuntos aptos para acompañar las melodías populares; algunas de
estas letras tradicionales son: “De los álamos vengo”, madre, utilizada por Lope
de Vega; “Morenica, dame”, “Con qué la lavaré”, “De Antequera sale el moro” y
el romance de la pérdida de Antequera. Preparó así el advenimiento de la
melodía acompañada de los italianos.
El villancico “¿De
dónde venís, amore?”, parte de la tablatura del vihuelista Valderrábano desembocando en la transformación efectuada
por Joaquín Rodrigo en 1947 para sus “Cuatro madrigales amatorios”. Es evidente
su sabor arcaico. Dámaso Alonso ha comparado el texto con una jarcha. A
diferencia de otros coetáneos (Francisco Guerrero), Vázquez no eleva sus obras
profanas transformándolas “a lo divino”. La divinidad se haya en la certera
notación, en sublimar las diferente líneas melódicas, hasta convertirlas en
algo intangible en permanente evolución hacia el madrigal italiano. “Soledad
tengo de ti”. El texto es del poeta portugués Gil Vicente y pertenece a la
tragicomedia de "Don Duardos". Un formato lírico que aparece en
España en la segunda mitad del siglo XV, y que entonces constituía un género de
música popular laica. Para algunos estudiosos, Vázquez transformó el villancico
polifónico tradicional patrio en el “madrigal castellano”, por las innovaciones
que introdujo: repetición del estribillo y compases adicionales en forma de coda.
Algunos teóricos opinan que Vázquez “escribió más libros
de los que no ha sobrevivido ningún ejemplar, como se desprende del soneto
escrito por el licenciado Alonso de Barrera elogiando a Juan Vázquez y su
música:
"Y deste, imaginar y concertalla
Juan Vásquez tanta parte y tal alcanza,
qual muestran muchos libros que ha compuesto."
A diferencia de otros compositores también sacerdotes, Vázquez
publicó sus obras de argumento profano, incluyendo obras de tema amoroso, sin
buscar el reconocimiento y beneplácito de la conversión “a lo divino".
Quizás se hubiera evitado las visitas del nefasto “Santo Oficio”.
Vázquez asimila la herencia y la tradición de los
villancicos y romances de carácter popular de finales del siglo XV, como los
que divulga Juan del Encina o Francisco de la Torre , aunque inicia paulatinamente una evolución
hacia el madrigal italiano.
"¿Con qué la lavaré?" de Juan Vásquez, es un villancico
de inspiración pastoral, bucólica, henchido de todo el simbolismo de la poesía
de las clases llanas de su tiempo (véase, la referencia al agua de limones, puesto
que los cítricos eran considerados como afrodisíacos en aquel tiempo).
Vázquez fue axiomático en su época. El único compositor
del Renacimiento hispano que contó, en vida, con tres recopilaciones vocales
impresas en España.
Juan Bermudo, en su Declaración de instrumentos (Osuna,
1555), recomendaba sus villancicos como “modelos” para otros compositores.
El músico badajocense los acomoda a la escritura
contrapuntística, con frecuencia muy elaborada. Principalmente en el caso de
las canciones y de los sonetos. Aporta un tratamiento personal a melodías
sencillas (la celebérrima “De los álamos vengo”, cuyo tenor fue utilizado
incluso por Manuel de Falla en su “Concierto para Clave”, o la que utiliza para
“Salga la luna”). Organiza los versos en una serie de glosas contrapuntísticas,
sin solución de continuidad. La escritura puede llegar a ser rítmicamente
elaborada, como en “Quién amores tiene” o “Zagaleja de lo verde”, incluso más
simple, con carácter casi de danza (al estilo de una pavana, como en “Por
amores lo maldixo”, o de una renacentista gallarda, como en “Buscad buen amor”).
La canción “Si el pastorcito” presenta recursos expresivos derivados del
madrigal italiano (los silencios que entrecortan la palabra “suspiro”, o la
línea descendiente de todas las voces, finiquitada en un registro muy grave
sobre la última repetición del verso “si se descuida y duerme”, tratados con un
refinamiento que anticipa apegos de degustación “pre-barroca” en el sochantre catedralicio.
Su doble interés hacia el mundo popular y cortesano le llevó
a realizar en música lo mismo que “El Príncipe de los Ingenios” en literatura:
una magistral miscelánea – obtenida en sus villancicos con aparente naturalidad
– del ideal cortesano-caballeresco del siglo de oro, con el feraz universo de
la tradición popular hispana.
Destacar los hermosos timbres de las sopranos María Rodríguez
y María del Mar Machado, la pulsación certera y evocadora de Rosa María Rodríguez
en el arpa y la Flauta
de pico de Estefanía Pérez de remembranzas renacentistas. Empaste certero de
las voces. Etérea (y sentida) dirección de Alonso Gómez Gallego, propiciaron un
paisaje sonoro evocador y lúcido, detrás del cual se adivina un trabajo intenso
y gran amor por la obra bien plasmada, que el publico percibe, comparte y
agradece. Las diversas líneas sonoras levitaban como un corpus homogéneo, fruto
de horas de trabajo
Completaban el programa obras ajenas al autor pacense como
la oración ladina de gran belleza y melancolía “El Pan de la Aflicción ” que Jordi Savall
había incluido en la película "Paraísos Perdidos".
Un hermoso broche para este homenaje a la obra vazquiana. «El
pan de la aflicción», conmovedor lamento sefardí que acompañó a los judíos tras
su expulsión. Muchos de ellos llegaron a Polonia. «Todo el que tenga hambre, venga y coma; todo el que tenga menester,
venga y pascue. Este Año aquí siervos, al año el vinien en tierra de Israel”
Christophorus
Columbus - Paraísos Perdidos / Lost Paradises CD2 (2006). Jordi Savall.
Externos a la obra vazquiana se pudieron escuchar el
anónimo “Dum pater familias. En versión doble (instrumental y voz) el Alajmá
Aniyá y el “Duo Sheraphim Clamabant”, un motete de Francisco Guerrero, que ya
fuera grabado por Jordi Savall. (“Sacrae Cantiones” – Venecia, 1589 y 1597).
Detrás de una interpretación de este nivel, hay muchas
horas de sacrificio, perfeccionamiento técnico. Ilusión y mucho trabajo. Este
es el crisol donde se destilan las grandes obras. Enhorabuena.
Continúa siendo asignatura pendiente, la estancia de Juan
Vázquez en Vila Viçosa (1958) residencia veraniega de los Duques de Braganza,
por motivos de salud. Con certeza, marchó cargando en su baúl manuscritos y
partituras. En el siglo XVI, por Caya y Badajoz entraron, entre otros
personajes lusitanos, doña Isabel de Aviz, esposa del Emperador Carlos V, y
doña María de Aviz, primera esposa de Felipe II. Entre sendas comitivas que en
Badajoz recibieron a las princesas portuguesas, hallábanse los mejores músicos
de la corte española y con ellos, en ambas ocasiones, Antonio de Cabezón”. Así
se expresa Santiago Kastner. “Huelga decir –prosigue- cuan beneficiosos
resultaban para el desarrollo de la vida musical badajocense el paso y la
presencia de tantos músicos ilustres, oriundos de distintas regiones de España y
de Portugal, y de otros países. Noviembre de 1.548".
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