A estas alturas de la lírica,
todo aficionado cabal conoce que el ronlalismo ya no es sólo una apuesta
estética e ideológica, un acto de reivindicación en clave actual de lo que
siempre lo fue, o un modo de justicia para aquellos autores, injustamente adjudicados
por el espectador "moderno", al polvo y la naftalina (voto a bríos,
Sancho amigo) desde el desconocimiento supino o el postureo posmoderno. Los ronlaleros han convertido su estilo casi
en un género, donde se mixturan las más
diversas técnicas y posibilidades escénicas. Desde el homenaje al clow, toma
prestados recursos de la screwball comedy diálogos rápidos, situaciones
ridículas con una clara intención de evadir al espectador. Sin olvidar su
permanente juego de referencias con el musical, pasado por el tamiz de la
agrupación que se traduce en efectivas piezas de calidad indudable desde el
humor; en su vertiente satírica y ácida; sin hacer ascos a la astracanada o el
esperpento si el momento lo requiere. Es la marca de la casa.
Este espectáculo
de Ron La Lá con la Compañía Nacional de
Teatro Clásico, destila el aroma del amor a las tablas, de deferencia para la platea
(y a los palcos). Porque tras su aparente sencillez, bajo el disfraz de lo
popular y lo accesible, se oculta un profundo respeto a la inteligencia del
espectador. Algo que en los tiempos que corren se agradece. Que los árboles de
la diversión, el acompañamiento de palmas a las canciones y la risa, nos dejen
ver la carga de profundidad de unos textos de rabiosa actualidad, nacidos del
verbo irrepetible y placentero de Cervantes. Este repaso; a ritmo de
ametralladora; por algunas de las más ingeniosas obras del ilustre manchego (La Gitanilla, El Celoso Extremeño, Rinconete y Cortadillo, etc, permite a los
"ronlaleros" extraer todo su arsenal sobre la escena, para regalar
uno textos universales, atemporales y enriquecidos, donde el talento y el humor
(en su vertiente más inteligente) se derraman sobre el escenario.
La larga
trayectoria del grupo en estos lances queda patente en su dominio del espacio
escénico. La potente escenografía (Carolina Gonzalez), con esos inmensos
percheros simbólicos donde se transforman los comediantes, los eficaces y certeros momentos musicales. Añadan el original vestuario (Tatiana de Sarabia) y la
precisa dirección de Yayo Cáceres; ya fogueados en la hazañas clásicas; desde
aquella rompedora "En un Lugar del Quijote", o flambeados en los
Entremeses de su obra "Siglo de Oro, siglo de Ahora" (Folía). No hay duda de que el
grupo ha pulido y enriquecido su original estilo. En "Cervantina" los
personajes se van superponiendo y solapando en las voces de los actores para
componer diversos cuadros. Algunos de aciertos tan extraordinarios como
"La Gitanilla", donde la vis cómica de Daniel Rovalher, arranca sanas
carcajadas entre el respetable, o la histriónica musa recreada por el timbre
portentoso de Iñigo Echevarría. Pero no
terminan ahí los méritos de los comediantes, ya que recrean el uso del
lenguaje cervantino, introduciendo sus propias artimañas. Y lo hacen de forma
tan certera que tan sólo por sus anacronismos podrían ser detectados por
quienes no conozcan la obra del insigne manco, que nunca hablaría en sus textos
del IVA, ni de Carmena....El universo del genio de Alcalá de Henares, está en
buenas manos (y en excelentes voces). A diferencia de muchos montajes
actuales, los "ronlaleros" proyectan la voz y juegan con matices,
ritmos y cadencias, por no mentar el acierto y calidad de las canciones, así
como su certera veta satírica, bajo la Dirección Musical de Miguel
Magdalena. El epílogo, apoteósico. Los comediantes desfilan descendiendo al patio del Castillo de Niebla, entre las gradas, cantando:
" No hay vacuna ni aspirina,
que cure la cervantina"
Ciertamente, amigo Sancho, ni
tampoco mejunje que sane el mal enquistado del ronlalismo, cuando éste se aposenta en el ánima y
eleva el espíritu del espectador. Enhorabuena.
Aquesta folia fermosa
de mago y titiritero,
plena de amor e de rosa,
no dejará a nadie entero.
!Que vienen los ronlaleros!
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