Fotografías; Francisco Collado |
Comenzó
el programa con la conocida obertura de “La Bodas de Fígaro” K492. Una obertura
en Re Mayor, con tempo “presto”, que no usa ninguno de los temas propios de la
ópera como acostumbraba un Mozart ya adulto. Esta es la primera gran ópera
cómica alemana y esta trufada de logrados pasajes y melodías enriquecedoras
difíciles de destacar entre ellas. La orquesta acometió con precisión esta
conocida obra que se utiliza con frecuencia independientemente de la ópera como
un “estándar” orquestal, arrancando los aplausos de un público heterogéneo, formado
por españoles, lusos y alemanes. Con esta ópera, Mozart supera las convenciones
del género bufo y el virtuosismo latente en el estilo italiano del XVIII. Rica
en escenas galantes, que permite arias como la del conde “Hai Gia Vinta la
Causa” que sucedió a la obertura. Es frecuente en el autor contar en algunas
arias con una estructura basada en recitativos. Las frases se alternan con la
aparición de los instrumentos que aportan la preocupación, la sorpresa y la
rabia del conde, en un ejercicio verdaderamente “mozartiano”.
Esta es un aria
de enfado defendida con técnica y precisión por Samuel de Beck Spitzer. La belleza sublime del “aria de la condesa”, de progresión ceñidísima en intervalos, teñida de la tristeza del personaje y
su resignación, sucedieron a la anterior en el programa: “E Susanna non vien/
Dove Sono”, del Acto III. El sufrimiento del personaje se refleja en estas
arias. ¿Dónde han ido mis momentos mas bellos, de dulzura y placer?, se
pregunta la condesa. Juliane Banse supo imprimir la emoción necesaria y la
depurada técnica que requieren estas emociones musicadas, con largos legatos
que solicitan una respiración especializada y técnica vocal correcta, como todo
buen repertorio “mozartiano”. Mozart tomó el motivo del Agnus Dei, de su “Misa
de la Coronación” KV 317, cambiando la tonalidad a do mayor, en lugar de la
original en fa mayor. Mientras el conde reflexiona sobre los acontecimientos,
Susana acude a pedirle un frasco.
Esta es la excusa argumental para el
lucimiento del “duettino” del Conde y Susanna “Crudel, Perché Finòra”. El
concierto dio un giro con la obertura de “Cosí Fan Tutte” y la obertura de “Don
Giovanni”. “Cossi Fan Tutte” es un drama jocoso en dos actos. Considerada como
la menor de sus obras operísticas. La Obertura interpretada por la orquesta, ya
revela el tono juguetón que sucederá en el argumento de esta obra tardía del
compositor, con una lenta y majestuosa introducción, aparentemente trivial,
como ejercicio de armonía, con un diálogo juguetón entre los instrumentos, seguido
de temas vivaces con agilidad virtuosística para los vientos, dentro de la
ópera más incomprendida y problemática del genio salzburgues. A pesar de ser
una obra compacta sin altibajos, compuesta en la cumbre de su genio.
A continuación
la formación atacó otra Obertura, en esta ocasión comenzaron en re menor, antes
de un allegro en Re mayor alegre para introducirnos en el mundo de “Don
Giovanni”. Estamos ante una obertura
dividida en dos partes: un andante y un molto allegro. A estas alturas, el
público, preferentemente el germano, se encontraba ya del lado de los
intérpretes incondicionalmente. Lo cual elevó los aplausos en la conocida “Aria
de Madamina”, también conocida como “aria del catálogo”. Esta partitura del
primer acto, donde se van enumerando las “conquistas” del seductor libertino,
arranco sonrisas entre el respetable que conocía la obra. Cantadas por Doña
Elvira, y conocidas como: “In Quali Eccessi” (recitativo) mas el Aria “Mi Tradi
quell´alma ingrata”, se desgranaron a continuación.
Una pieza donde todo el
tormento de sentimientos, ira y resentimiento hacia el traidor Don Giovanni se desencadenan.
La soprano Juliane Banse, desató todo el vendaval de sensaciones, con uso
intensivo de coloratura, apoyada en una correcta expresión corporal. Después se
dio paso a la Obertura “Finta Giardianiera” K 196, una obra en tres actos del
austriaco, que resultó de un encargo para el carnaval de Munich de 1775,
compuesta a los diecinueve años. Esta breve opertura está formada por un
Allegro Molto, un Andantino Grazioso y un Finale, cuyos temas distan de
relacionarse con el resto de la partitura. Sirvió como excusa para dar paso al
dúo “La ci darem la mano”, aunque la pieza aparece etiquetada realmente como un
“duettino”. Se trata de uno de los dúos más populares de la historia
operística, a menudo utilizado en el cine. Otros compositores han realizado
versiones de esta hermosa obra. Compuesta en dos actos “La Clemencia de Tito”,
fue encargada para la coronación de Leopoldo II de Austria.
La agrupación
interpretó la Obertura de esta ópera histórica, con destacada intervención del
clarinete, ya que en la orquesta lo tocaba un amigo de Mozart: Antón Stadler.
Solemne como buena concepción italiana, ennoblecida y depurada por el genio del
autor. Constanze, la viuda del austriaco, realizó incansables esfuerzos para
rehabilitar esta última obra incomprendida, que compuso estando enfermo. Una
potente obertura con especial papel para los vientos. Amplia participación de
las cuerdas, con efectos marcados en el timbal, después flauta y oboe toman la
iniciativa jugando con fagot y cuerdas y una reexposición final de los temas
adquiriendo forma de sonata. A estas horas, la noche se había apoderado del nido
de águilas de Mârvao. Las piedras del Castelo se habitaban de oscuridad.
Algunos espectadores decidieron aprovechar el “fresquito” para cenar junto a
las piscinas naturales de Portagem, donde también se relajó el cuerpo
orquestal. Un fin de fiesta adecuado para una noche mágica.
Fotografías: Francisco Collado
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