viernes, 8 de junio de 2018

Diario de un Loco de Nikolái Gogol. Pablo Bigeriego. Salón RUHC




Pablo Bigeriego ha elegido un difícil texto, por lo que tiene de acercamiento a la insania y por sus referentes históricos, amen de ser un texto áspero y nada complaciente con la galería, excepto en leves apuntes. La certera descripción de la esquizofrenia que el escritor ruso vierte en su cuento, es trasladada por el actor en un “tour de force” al mundo de las tablas, sin perder nada de su potencia genésica. Bigeriego se introduce en el alma del funcionario Axenty Ivanovich Poprishchin y en su descenso “ad inferos” de la locura. Un ocaso paulatino, irremediable, con el espectador como acompañante inerme. Un descenso cada vez más acompañado de tintes delusivos e ideas erotomaniacas y referenciales. 

Un viaje a ninguna parte que el actor comienza en el registro de un funcionario crítico y satírico (como toda la obra de Gogol), para a continuación evolucionar con el personaje, no sólo síquicamente, sino también desde la fisícidad. Poprishchin (Bigeriego), va perdiendo paulatinamente su seguridad inicial, navegando a la deriva, divagando, hasta alcanzar las cotas de desesperación del epílogo:  ¡Madrecita, salva a tu pobre hijo! ¡Vierte unas cuantas lágrimas sobre su cabeza enferma! “Diario de un Loco no precisa en su traslación al teatro de una escenografía impactante. Bastan una silla, una mesa y un perchero, ya que la verdadera arquitectura se desarrolla dentro de la mente del protagonista, en base al verbo y a la expresión corporal. Este dietario hacia la locura pone a prueba al actor, exigiendo versatilidad y virtuosismo. La obra es considerada como una profecía del ascenso de los totalitarismos, encarnados en un empleado casi invisible que aboca a la megalomanía. Encarcelado en medio de un trabajo y una época, donde la dignidad va unida al cargo, no a la persona que lo desempeña. Parábola pesimista de una sociedad con delirios de grandeza, que en la voluntad de cambiar el mundo, termina extraviándose. “Diario de un Loco”, solicita amplitud de registro. Pablo Bigeriego cumple con creces el esforzado rol del enajenado. Cultiva los matices, tanto expresivos como declamatorios, lleva el personaje a extremos de lucidez dentro de su delirio,  hace cercano su sufrimiento y el paisaje humano del malogrado burócrata Poprishchin. Define certeramente la lucha entre la percepción de la realidad desarticulada, amenazante, y los deseos del protagonista. Estos con frecuencia aparecen mediante el empleo de la sinécdoque y la yuxtaposición. La desintegración del paisaje narrativo es utilizada, por única vez en la obra de Gogol, mediante el uso de la primera persona. Pertenece este cuento a la obra “Cuentos de San Petesburgo”, donde el autor se emplea a fondo (como en todo el ciclo de sus novelas peterburguesas) sobre el Imperio Ruso. Para ello utiliza el arma de la sátira y los monólogos de este antihéroe que comienza su periplo vital con: “Hoy ha tenido lugar un hecho extraordinario”. Gogol es un maestro del realismo social. Conoce como camuflar bajo el humor, la denuncia, nada grata. Embestir contra la férrea censura de la época. Un texto tan extraordinario que, en el breve espacio de la obra, se nos muestra vividamente el desarrollo del cuadro clínico del protagonista. Estamos ante un texto es ácido, con apuntes satíricos que circundan la identidad y el amor, dos pilares básicos del alma humana. Bigeriego expone con precisión el paisaje humano del  desdichado funcionario ucraniano, su deformación, su juego de espejos. Muestra la explosión de su mente ante la sociedad que lo encasilla y lo somete; crucificado en sus propios maderos; sin otra salida que la locura. 

Con certera progresión nos hace descender progresivamente al deterioro del “loco” y su mundo distorsionado, donde lo excéntrico se yuxtapone con lo ordinario, la grandeza con lo mezquino, lo trágico con la comicidad. El actor consigue hacer desfilar por nuestros ojos a todos esos personajes que no están en la escena: el Director, su amada, incluso los perros que hablan, síntoma de su latente desvarío. Un loco bastante más humano que el resto de los ausentes personajes. Llega este atormentado  monólogo a la RUHC después de su estreno en la Sala Aftasí. Poprishchin consigue habitar en la piel del espectador. Un espectador que podrá reconocer el homenaje e Espronceda  y su “Canción del Pirata” con un poco de atención: “A un lado el mar, al otro Italia, allá lejos se pueden ver las cabañas de Rusia.” o a “La Vida es Sueño” de Calderón de la Barca: ¿Qué quieren de mí, mísero que soy?, por no mencionar “El Coloquio de los Perros” de Cervantes. La obra crece a partir de la entrada del diario número 9, donde el humor adquiere un aspecto alucinatorio. Numerosos aplausos del público, que llenaba el salón de la RUHC.
Quino Díez (voz en off), Koke Rodríguez, encargado del sonido y la iluminación y Jorge Moraga, dirige la obra y ha diseñado el cartel.

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