Basada en la novela de Gabriel
García Márquez
Adaptación: Natalio Grueso
Director: Carlos Saura
Intérpretes: Imanol Arias, Cristina de Inza, Jorge Basanta, Fran Calvo y Marta Molina.
Muchos años después el coronel Aureliano Buendía, frente al pelotón de fusilamiento….
Pocas frases en literatura consiguen alcanzar ese status mítico, fácilmente reconocible por el lector y condensar tanta historia en escasas palabras.
El protagonista de “El Coronel no tiene quien le escriba”; antaño héroe, hoy olvidado paria; guarda relación directa con esa cosmogonía creada por García Márquez. Es uno más de ese mundo de realismo mágico donde las citas a Macondo y al coronel Aureliano Buendía se entrecruzan en el texto, en un eterno retorno a la génesis literaria del personaje.
“El Coronel” aguarda en un agónico repetir de jornadas, una carta que nunca llega “porque nadie ha escrito”. Vaga por la casa, alimentando a un gallo de pelea, que es su único referente. Habita en antiguos conceptos como el honor o la dignidad, que el protagonistas trata de mantener frente a la presión social y el “qué dirán”. La escenografía es parca y los cambios de situación se producen a través de efectivas proyecciones naif (dibujadas por Carlos Saura), que nos sitúan en la Plaza, la cantina, etc. El problema del gallo se soluciona con una pantalla de plasma que simula ser el corral.
Imanol Arias se introduce en las carnes del viejo militar, mimetizando el gesto cansado, la tragedia y el intenso sentimiento por su “Doña”. Estos son los momentos más brillantes. Esas frases donde la fisicidad del amor se apodera del escenario, o esos otros donde el actor brilla en su faceta irónica. Utilizando la socarronería frente a la desgracia.
Porque bajo la apariencia de crítica social, de denuncia sobre una situación extrema, bajo el disfraz de la tragedia, está escondida una hermosa historia de amor, iluminada con sus luces y sombras por Paco Belda.
Está el cuidado y la paciencia que tienen mutuamente, los recuerdos, que Cristina de Inza desgrana con sabiduría escénica, la ternura del coronel, la esperanza y la dignidad. Con instantes y química tan intensos como un simple masaje ofrecido por tu amor, un baile improvisado que rememora mejores tiempos o un desnudo paraguas que ahora es un esqueleto. Memorable ese momento en que ambos amantes evocan la última vez que fueron al cine.
El texto es un grito de rebeldía, un compendio de la fortaleza humana frente a la adversidad y del amor intenso
Los dos actores consiguen crean un clima de complicidad entrañable donde la naturalidad de caricias, gestos y silencios, la vulnerabilidad, adquieren trazos de una naturalidad envidiable.
Trasladar los mundos mágicos de Gabo al escenario no es tarea fácil. Constreñir ese espacio mítico, ese imaginario particular y el sombrío cosmos en dos horas, deviene oficio de alquimista.
Pero esta adaptación de Natalio Grueso, consigue salvaguardar el lenguaje originario, manteniendo con naturalidad las peculiaridades del habla. Mucho más sencillas de admitir en la fuente novelística, aunque a los actores aquello de “doña” y ”carajo” les surge como si lo hubieran escuchado toda la vida.
La labor de poda ha sido necesaria. No se podían trasladar a escena
todos los personajes episódicos, todas las situaciones (el circo, el funeral multitudinario,
etc.). Pero queda la palabra densa y luminosa
del escritor, en una adaptación creada para adentrarse en el espectador a través
de la palabra. A través de una sinfonía de diálogos certeros, sarcásticos y
lacerantes. Sobre todo teniendo en cuenta que la narrativa de García Márquez
adquiere instantes cercanos al poema en prosa. Otros terriblemente hermosos: “Para amarte a ti, no necesito dinero”.
Imanol Arias consigue un personaje crepuscular, incluso en la fisicidad. La mejor forma de apreciar este trabajo es ver al actor moverse a la hora de salir a saludar. El personaje ha desaparecido. Pero queda en nuestros corazones para siempre.
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