Todo un acierto de la organización del Festival incluir el
dúo formado por la cantante, pianista y compositora, Aymée Nuviola y el pianista Gonzalo Rubalcaba. Aymée y Gonzalo
fueron nominados al Grammy en la categoría de mejor álbum de jazz. Y puro jazz
fue lo que se escuchó entre las tablas del López de Ayala. Jazz que surgía
desde la garganta poderosa de la cubana con amplio diapasón, capaz de abarcar
el tempo más intenso en la timba bailable hasta delicadas baladas, donde el
terciopelo de su garganta modula espacios jazzísticos, apoyándose en la
soberbia técnica de Gonzalo Rubalcaba, pleno de matices en los instantes
vocales y con técnica desatada en los pasajes instrumentales.
La digitación del pianista es limpia, sobrecogedora. Los
alardes técnicos van unidos a una expresividad sorprendente. Rubalcaba es
músico enciclopédico, improvisador señero con amplio conocimiento de los
estándares estadounidenses y sus dobleces, pero capaz de hibridar ambos mundos,
de destilar el sonido isleño, misturado con sus conocimientos foráneos.
A lo largo del concierto dejó patente su cristalina
velocidad, esa velocidad tatumiama
que no pierde precisión al atacar la tecla. En sus interpretaciones se pueden
apreciar realces del clasicismo tantos años estudiado con flecos del bopper más puro. Cuando se entremezclan
con el aroma afrocubano, el resultado es una catarata de fragancias musicales.
Frente a la cantante, practica la contención, la casi ocultación, solapando la
tecla a un segundo plano, para revivir en la sección propia y regalar un
derroche de técnica, versatilidad, sentimiento (y simpatía) en fraseos intensos
y sublimes.
La mistura entre la tecla acariciada y el terciopelo de la
garganta de Aymée es de una profunda belleza. La interpretación de la cantante
es puro sabor, son en estado puro. Enriquecida por los matices jazzy de Rubalcaba, forman un intenso
tapiz de sentimientos, colores y humor. Aymée domina el escenario con señorial
presencia, plena de matices. Sabe cómo llegar al público y domina la escena, ya
sea en una interpretación canónica, ya sea recreándose en la improvisación más
desatada, sonera y salpicada de cubano humor.
Se merienda el bolero,
se lleva de calle al público con La Bemba Colorá o se arranca con
unas Lágrimas
Negras que quitan el hipo. Luce una tesitura media-grave de gran
profundidad, no demasiado amplia, pero cálida y potente, capaz de jugar con
improvisaciones vocales (lalaleos). El registro es capaz de abarcar plurales
estilos, dado su versatilidad. Pero lo más destacado en Aymée Nuviola es la
carnalidad del verbo, la intensa palpitación en la interpretación, la emoción
que se derrama. Ese caleidoscopio de sabores, formas y vivencias ¿Qué público
habría aventurado que en un festival de jazz iban a acabar cantando y bailando?
Todo un acierto de la organización de este XXXIV Festival de
Jazz. Palabras mayores.
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