Totalmente disímiles en concepto visual. Dos modos diferentes de hacer arte. Un nexo en común: la calidad y el buen hacer de cineastas que utilizan el lenguaje de la mirada para revolver conciencias, evitando la ínfulas con que; otros provocadores vacuos y banales; adornan producciones de escasa calidad para perpetrar sus desvaríos. Del buen hacer de Eastwood, poco se puede decir. El creador de Malpaso, balancea su cine alternando producciones alimenticias con obras personales (la industria manda) en una hábil obtención de fondos para reutilizarlos en sus proyectos. En El Intercambio nos propone una fotografía esplendida, luminosa. De paleta cromática clásica. Los planos de una contenida Angelina Jolie y la narración certera, nos desvelan mansamente los estados de ánimo y la opresión del entorno. En El Lector, la iluminación es de factura europea. Pocas actrices soportarían, como
Y lo hace acompañada de una música minimalista y espléndida, mixturada con la narración y firmada por el incombustible director. Si Harry el Sucio, dudara sobre a que pasión dedicar sus ocios, el mundo de las bandas sonoras le quedaría eternamente agradecido si decidiera continuar por esa senda. Pero, como ha conseguido demostrar después el ex-alcalde de Carmel; a pesar de anunciar su retiro cuando firmó esta obra; aún le quedaban varios cartuchos. ¡Maestro!
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