Las Series quedan con frecuencia
relegadas a un segundo plano en la retina del cinéfilo, quizá consideradas como
productos menores o sucedáneos de su hermano mayor. Pero la eclosión actual del
lenguaje televisivo, y la abundancia de productos al alcance del espectador han
propiciado la creación de un novedoso lenguaje visual en estas realizaciones,
alcanzando altas dosis de calidad y estableciendo una nueva sintaxis fílmica.
Nada nuevo bajo el sol. Los más avezados cinéfagos recordarán series de
extraordinaria calidad que pasaron a ser míticas. Baste reseñar la fabulosa
“The Twlight Zone”, donde primaba lo sorpresivo de las resoluciones y la
calidad, en el escaso metraje de que dispone un capítulo, además sirvió de
semillero de futuros grandes actores. En aquella década primaban los productos
de anticipación científica o fantásticos en estado puro (Tierra de Gigantes,
Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo, Los Invasores) que los
espectadores devoraban aguardando el capítulo semanal que volvía a dejarlos con
lo que hoy denominamos “cliffhanger” (el “suspense” de toda la vida) antes de
la invasión de los anglicismos. Pero junto a estas fantasías anticipatorías o
distópicas como la mítica “La
Fuga de Logan” o la archifamosa “V”, convivían realizaciones
de qualité. Obras complejas de la narración televisiva como “Los Vengadores” o
“Los Intocables”, donde el español medio se acercó al mundo del hampa y a
Elliot Ness, realizada espléndidamente y con interpretaciones soberbias, de la
mano de directores emergentes. Mención aparte merecen sagas que con mayor o
menor regularidad en su calidad sentaban en el sillón a toda la familia y que
con el tiempo se han convertido en míticas. “Thriller”, titulada “Tensión” o
“Pesadilla”, dependiendo del país, presentada por un enorme Boris Karloff, que
semanalmente introducía en el mundo del misterio. “Galería Nocturna”, realizada
por el mago de la pequeña pantalla Rod Serling. En los setenta llegaron las creaciones
que arrasarían los hogares.
El espectador aguardaba impaciente la llegada del
siguiente capítulo que le revelara que novedosas perfidias tramaba Falconetti
el “malo” de “Hombre Rico, Hombre Pobre”, con
un naciente Nick Nolte, a cuantos golpearía “el pequeño saltamontes”,
encarnado por David Carradine en Kung
Fu, o como resolvería sus cuitas el protagonista de Poldark. En el terreno
patrio no andábamos escasos de calidad con creaciones como la mítica “Historias
para no dormir” de Ibáñez Serrador, que llevó el escalofrío a los hogares o las
adaptaciones literarias de “El Quinto Jinete”. El espacio “Novela” batió record
de audiencia con señeras entregas de clásicos literarios como “Los Tres
Mosqueteros”, con un naciente Sancho Gracia o “El Conde de Montecristo”.
Aquellas modestas producciones sirvieron para acercar los clásicos, a los
hogares, junto a los añorados “Estudio 1” , islas de cultura en un mar sociopolítico
proceloso y tendencioso.
El lenguaje narrativo actual nada
tiene que ver con las tendencias al uso en otras épocas. Series como Breaking
Bad, Mad Men, The Wire, True Detective y tantas, otras gozan de unos enormes
presupuestos, dirección certera y posibilidades inmensas frente a los
artesanales y vocacionales trabajos de décadas anteriores. También ha cambiado
radicalmente el enunciado visual, junto con la sociedad. Secuencias y diálogos
imposibles antaño, son el pan nuestro de cada día de hogaño. Los avances
conceptuales, los profundos cambios en los conceptos y modos de conducta se reflejan
en la visión del mundo que nos muestran las producciones, algunas con derroche
de medios como “Juego de Tronos”, impensables para los artesanales decorados y
escasos medios de los voluntariosos realizadores de otras décadas.
Sherlock Holmes consigue aunar el
clasicismo formal de las producciones de la BBC , y su fastuoso sentido de la verosimilitud en
el diseño de producción, decorados y situaciones, con el lenguaje más moderno
en la cámara. La solidez del producto se soporta; indudablemente; sobre la
solidez interpretativa de Benedict Cumberbatch y los demás actores. Este Holmes
sociopata, extravagante, politoxicómano, ligeramente Asperger y narcisista, es
de lo mejor que dado el personaje en pantalla. Sin desmerecer las grandes
aportaciones clásicas de la saga interpretada por Basil Rathbone, el plúmbeo
Holmes de “Asesinato por Decreto” (Critopher Plummer) o la extraordinaria
sátira del enorme Willy Wilder en “La Vida Privada de Sherlock Holmes”, pasando por la
fallida (pero esforzada) creación de la serie “Elemental”. El Holmes de Cumberbatch
juega en las grandes ligas, situando al personaje en un antes y un después.
Destaca
el dinamismo en los diálogos, su sentido corrosivo y las constantes
referencias, que hay que analizar con detalle para no perder el hilo conductor.
Pero sobre todo es de agradecer esa atención al detalle que hace que las
producciones de BBC sean un sinónimo de calidad. En este episodio extra de “La Novia Abominable ”
tan sólo un pequeño; de tantos; detalle para reseñar. Cuando un vendedor de
periódicos se detiene a hablar con Sherlock, lleva en sus manos, no un
periódico cualquiera para salir del paso, es una reproducción fiel de los “Penny
Dreadful” que se repartían en la época. No podía faltar la Némesis de Holmes, en este
caso el matemático Moriarty, un cerebro a su altura que aparece en el primer
episodio de la serie titulado “El Gran Juego”. Este fue el nombre dado al
conflicto anglo-ruso en el que es herido Watson según el episodio. En el
aspecto de diálogos, es fácil perderse alguna referencia si no se está muy
atento Cuando Holmes habla de las aficiones de su criada, hace referencia a un
“alienista Vienés”, en clara referencia a un pujante Sigmund Freud.
Destacar el juego con la
narración, los diferentes planos que nos introducen en un juego de muñecas
rusas (Matrioskas) y las diversas capas de lectura de los acontecimientos que
navegan entra la reivindicación militante (no haré spoiler) y los abismos del
inconciente. Juego de espejos y referencias cruzadas, metaliteratura y
cinefilia juegan sus bazas en unos diálogos donde los personajes se convierten
en protagonistas de su propia ficción con referencias a “El Sabueso de los
Baskerville” o la narración “Las Cinco Pepitas de Naranja” (a que se hará
referencia con las capuchas de la logia, en el epílogo, ya que trataba sobre el
Ku Klus.Klan y las semillas recibidas por un oficial en el original). También
se juega con un Watson que ya ha publicado algunas aventuras como “El Carbunclo
Azul” en el periódico The Strand Magazine, donde aparecieron realmente las
primeras narraciones de este detective victoriano. La modernidad esta
íntimamente unida al clasicismo narrativo (sociedades secretas, brumas londinenses,
conjuras esotéricas, malvados tradicionales al uso) junto a transiciones de
cámara o recursos claramente teñidos de vanguardia como esa conversión de humo en
la mano de Sherlock o la habitación sesgada, en donde detienen el tiempo para
repasar los hechos. Respetuosa versión (y actualización) del personaje que pasa
por lo que los italianos denominan “aggiornamento”(puesta al día).
Esta puesta
a punto no pierde un ápice del clasicismo, es respetuosa con los cánones y los
puristas, pero insuflando de un profundo sentimiento de modernidad y vanguardia
a su carácter decimonónico, preñado de diálogos que requieren perspicacia y
atención. Un inteligente rompecabezas con sabia dirección de secundarios, como
esa espléndida Catherine McCormack que termina sabiendo a poco, o la casera y
el propio Lestrade (Rupert Graves) con sobrias y contundentes interpretaciones,
no exentas de ironía y riqueza literaria. Incluso lo que pudiera parecer
fallido o erróneo en este fastuoso juego de espejos, termina revelando la
realidad. Los más avezados serlóckfilos, sabrán que me refiero al diálogo
sostenido en el siglo XIX, donde Moriarty le dice a Holmes que es el virus de
su disco duro….intencionalmente anacrónico. Otro matiz a destacar. El término
virus (ya mencionado desde 1150) se usaba en las discursiones con cariz
filosófico para referirse a los hechos (data). Hay incluso una simbólica,
metafórica y vibrante cascada (como en el epílogo de “Juego de Sombras”) que
remite a símbolos freudianos y catárquicos. Excepcional el juego con los
planos: Sherlock jugando en el aire con recortes de periódico, habitaciones sin
paredes, el palacio interior mostrado como una pantalla táctil, junto a
carromatos y cocheros victorianos…
A destacar las escenas con
Mycroff (edematoso y morcillón) devorando toneladas de pasteles en el Club
Diógenes (otra referencia) y los sustanciosos diálogos con su hermano pequeño. De
hecho esta relación con Mycroff es referente y pilar básico en la serie, ya que
es el talón de Aquiles de Holmes, a quien su hermano acusa de “swotting up” o
hacer el empollón. Watson (excelente Martin Freeman) es el reverso de Holmes.
Aferrado a la tierra, irónico y mordaz, da la replica humana y cotidiana a las
prisiones interiores de Holmes, valorando su amistad por encima de
convencionalismos. Todos los diálogos están salpicados de un humor “british”,
perspicaz y con profundo respeto a la inteligencia (nótese el duelo a tres
bandas en el claustro de la iglesia no consagrada) y al espectador. Los saltos
en el tiempo son mesurados, certeros, incluso con aroma de parodia, para
presentarnos el enfrentamiento verbal con su “alter ego” Moriarty (fabuloso
Andrew Scott) y la catarsis final, entre paradojas temporales, guiños a la serie
genésica y metalenguaje. Bien podría plantearse la serie como iconoclasta y
destroyer, pero nace del respeto por lo sustancial del personaje, aunque trufada de diálogos imposibles en su referente literario. Las actualizaciones no
tienen por que estar reñidas con la inteligencia y el respeto al público:
-Déle algunas líneas o es capaz
de matarnos de hambre…
-Hay una mujer en mi sala de estar.
¿Es intencionado?
-¿De dónde sacas esas
expresiones?
-Míralo. Tan contento. Es
inmoral…
Las referencias literarias son
constantes. Cuando Holmes se refiere a Lestrade como: "Mi Boswell está
aprendiendo. Que rápido crecen". Esto es un guiño a “Escándalo en Bohemia”, una
narración holmeniana, donde se refiere a Watson diciendo: Estoy perdido sin mi
Boswell (escritor y abogado de la época)
Las referencias originales se
encuentran ahí. La esencia holmeniana (pipas de espuma, sombrero de cazador,
capas Inverness, violín, Baker Street, etc.) pero el recorrido vital del icono
literario, crece, se revisita, siembra de ambigüedad el envarado original, lo
extrae del corsé decimonónico, lo dota de modernidad y carisma. Este “Untold
Tale” (historia no contada) podría haber sido firmado por el Watson reseñador
de historias La excelente fotografía (Suzie Lavelle) y la dirección de Douglas
Mackinnon son milimétricas. Dotan al producto final de una patina de qualité.
Presentado como puente para la próxima temporada, esta delicatessen visual es
la promesa de nuevos laberintos cognitivos del ”hombre fuera de su tiempo” que;
sin duda; ofertarán regocijo y goce a los seguidores de la saga. No en vano ha
sido el especial mas visionado, superando ocho millones de espectadores en el
estreno. Aunque esta “abominable consorte” no es exactamente un relato
conandoyleano, se hace referencia a tamaña arpía en una narración titulada “El
Ritual de los Musgrave”. Allí Sherlock revisa casos antiguos como una “relación
completa de Ricolleti y su novia abominable”. Este Ricoletti también aparecía
en el episodio 3 de la segunda temporada como criminal de la lista de los más
buscados. En cualquiera de los casos los seguidores esperaran con impaciencia
“la oblicuidad de la eclíptica”. Es posible que todo esto resulte “elemental”
para los adictos a la serie. Pero la realidad es que no encontrarán esta frase en ninguna línea de la
obra de Doyle.
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