Se
nos ha marchado el cantante de los ojos disímiles. Se ha ido dejando como
ultimo regalo una grabación de nombre premonitorio “Lazarus”. Pero en el mundo
real las leyendas no resucitan, tan sólo permanecen en nuestras vivencias, perdurando
en cada instante que los dejamos entrar, para levantar por un instante el telón
de grisura de nuestra cotidianeidad. David Robert Jones sedujo a la audiencia
con la odisea de un astronauta abandonado en “Space Oddity” que lo elevó a la
cumbre en el año 1969. Tan sólo sería el inicio de una carrera donde lo
camaleónico sería la marca de la casa.
Desde grabaciones complejas como “The
Man Who Sold the World”, sonido de hard rock como novedad y comienzo del juego
de la ambigüedad. En las entrevistas y portadas se ataviaba con un vestido, que
provocó todo tipo de reacciones pacatas y victorianas. Hasta la línea que
definiría el rock para la generación en Hunky Dory (1970). Aunque no todo fue fácil
en los inicios. Su grabación debut llamada “David Bowie”, tuvo la misma suerte
en las listas de ventas que su anterior sencillo.
Aquella amalgama de music
hall, rock psicodélico y pop, no pareció seducir al público con su atrevimiento
rompedor. También colaboró con “Queen” en el superéxito “Under Pressure”. La
cumbre de su faceta transformista llegaría con su ambiguo Ziggy Stardust (extraña
mezcolanza entre Iggi Pop y la música de Lou Reed), resultado de una grabación
conceptual que incluyó grandes éxitos (Rock´n´Roll Suicie, Starman, etc.) y al
que bautizó con el ampuloso título de “The Rise and Fall of Ziggy Stardust”. El
ambiguo alter ego Ziggy, y su ramalazo travelo, catapultaron a Bowie al
estrellato. Ziggy pasó a convertirse en personaje de culto, desafiando al
núcleo de lo que era la música rock de esos momentos.
Ziggy, el personaje,
fagocitó al creador, apoderándose de David y creando una fractura, que solo
desapareció cuando Bowie toma las riendas de Ziggy. Para entonces el hedonismo
le había conducido por senderos extremos, del Glam Rock a la experimentación a
todos los niveles, que le llevaron hasta el álbum “Aladdin”, donde comienza también
a ejercer de productor para artistas como Lou Reed, o escribir para “Mott the
Hoople” (All the Young Dudes). Su primer éxito en los EE UU, se produjo con un
tema coescrito con otro grande: John Lennon “Fame”. El minimalismo de “Low” se
apropiaría de su siguiente trabajo (1977), y representó la primera de sus tres
colaboraciones con el productor y amigo Brian Eno. (Ex Roxy Music) De esta cooperación
surgiría la influyente Trilogía de Berlín” (Low, Héroes, Lodger) Desde la
grabación apocalíptica (Diamond Dogs), coqueteaba con el “plastic soul” (término
acuñado por un músico de raza negra para describir a un artista blanco
interpretando música soul), que luego continuaría en “Station to Station”. La
inspiración de “Diamon” se encontraba en la obra de Georges Orwell (1984) y de aquella apocalíptica experiencia se
extrajeron dos sencillos y se filmó un documental, con un Bowie demacrado y
pálido, debido a su búsqueda de “otros paraísos”.
Aquejado del “síndrome de
hombre del Renacimiento, el londinense sentía avidez por probar géneros y
experimentar nuevos sonidos. “Lodger” fue una grabación apoyada por la crítica.
Es en 1983, con la presentación de Let´s Dance, cuando encontramos un Bowie
renacido (China Girl o Modern Love) le abrieron las puertas de una generación.
Sería dos años después, cuando se enfrentaría a una de sus bestias negras para
igualarla y fundir su carisma con él. Fúe la grabación de una versión de
“Dancing in the Street” del grupo “Martha and the Vandellas” con el icónico
Mike Jagger. El camaleón se camuflo de nuevo con la banda Tin Machina y su vida
sentimental se estabilizó con la modelo Iman, En 2013 tras una desértica década
grabó “The Nex Day”, para delicia de admiradores, que consiguió número 1 en
Reino Unido. El “Duque Blanco” se ha despedido con un funeral vikingo, quemando
sus naves con el álbum “Blackstar” presentado el día de su cumpleaños como
ofrenda a la posteridad. Bowie ha sobrevivido durante cinco décadas. No lo
tenía fácil. Poseedor de un personalísimo timbre, carecía de la calidad
compositiva de Lennon/McCarney, del arrollador carisma de Jagger, instrumentalmente
no se aproximaba al virtuosismo de un Hendryx, ni a la sensualidad y tesitura
de Elvis, tampoco el derroche creador de Elton o la potencia vocal de Tom Jones.
Pero Bowie representaba la
innovación, la profundidad intelectual de la propuesta y, sobre todo, él mismo
era su personaje. El de Brixton, ha coqueteado con diversos estilos e
influencias: blue eyes soul, jungla, adult comtemporary, o industrial,
aportando a todos ellos su potente personalidad y convirtiéndose en icono de la
cultura popular. El niño que se emocionó oyendo “Tutti fruti” o “Houng Dog” de
Elvis, desconocía que con los años otras generaciones bailarían al ritmo que el
marcaría. Su peculiar mirada bicolor fue el resultado de un puñetazo de un
amigo (George Underwood) que llegaría a diseñar las portadas de sus discos
iniciáticos. Atención especial merece el trabajo “Station to Station.
Nuevamente el personaje fagocita y se alimenta del artista. El nuevo “alter
ego” de David Bowie se llama <The Thin White Duke>.
Extraído de la letra
de la canción que titula el disco. No era otra cosa que una extensión de un
personaje cinematográfico que había interpretado en una extraña filmación de
culto “El Hombre que vino de Las Estrellas”. En este disco se preludia el
krautrock de sus próximas producciones mixturado con el funk y el soul de
“Young Americans”. El consumo de estupefacientes formó parte de su vida durante
estos años, creando extrañas situaciones en entrevistas y presentaciones.
En
“Héroes” incorpora más pop y rock, aunque levita el concepto minimalista. Incluye
sonido ambiente, sintetizadores y llegó al número 3, en UK. En el último disco
de la “Trilogía de Berlín” huye del minimalismo y el ambiental ,para volver a
ese rock de batería y guitarra de anteriores jornadas. También se ayuda de ecos
de World music, new wave y utiliza como fuentes escalas musicales no
occidentales. Tras su colaboración con “Queen” una película de culto:
Christiane F. resucito con un cameo al David actor, pero sobre todo queda la
banda sonora, regada por la música de Bowie. En 1982, un remake de Cat People”,
titulada en España “La
Mujer Pantera ”, la hechizante historia de terror sicológico
dirigida por Jacques Tourneur, y que lanzo al mundo del mito a la joven
francesa Simone Simón, vería un remake de la mano del calvinista Paul Schrader
(Taxi Driver, American Gigoló). En esta ocasión la piel (mucho más desvestida)
de la pantera corrió a cargo de una hermosa Natasha Kinski. El sencillo titulado
“Cat People” entró en el Top Británico. Su faceta altruista le llevó al Live
Aid, conciertos benéficos para paliar el hambre en Etiopía. Durante este evento
se estrenó el sencillo a dúo con Jagger, que llego a número 1 la primera
semana. “Never Let Me Down” supuso olvidar el bagaje del sonido ligero,
regalando retazos de industrial/tecno junto a un rock más potente.
Tras su boda
con la modelo Iman publica el disco Tim Machina II, al que su afán provocador
condena al ostracismo. Los desnudos (artísticos y de un gusto exquisito, según Bowie)
de los miembros del grupo en portada, requirieron aerógrafo censor y parche
ortopédico para tapar las zonas pudendas. En 1996, el francotirador Paul
Verhoeven le solicita como compositor para su fracaso comercial “Showgirls”.
Esta versión striper de “Eva al Desnudo”, recibió la canción “I´m Afraid of
Americans”, un tema potente y obsesivo, remezclado por Trent Reznor para su
lanzamiento como sencillo. El resultado fue dieciséis semanas en la lista
Biilboard Hot 100. En 2014 canta a dúo con Butterly Boucher para la película
animada “Shrek 2”
la pegadiza canción “Changes”.
Fue
en el 2014 cuando el británico de ojos diversos se convirtió en el ganador más
longevo de los premios Brit. “Blackstar” se lanzó el día de su cumpleaños como
homenaje a un creador irrepetible y carismático. Bowie consiguió extraer ideas
del mundo que le rodeaba para incorporarlas a sus partituras, inventó
personajes, creo universos, mixturó teatro, canción y se acercó a la pantalla
con diferente suerte.
Estudió
mimo y teatro bajo la dirección de Lindsay Kem. Sus papeles en teatro y
televisión siempre han llevado la huella de su peculiar personalidad. Desde el extraterrestre
del director de culto Nicolas Roeg en “El Hombre que Bajó de las Estrellas” un
pequeño gran clásico, hasta “El Ansia” de Tony Scout (1983) cuya estética
parece diseñada para el propio mundo del cantante. “Dentro del Laberinto”
constituye un film de culto con diferentes lecturas. De la mano de Jim Henson,
el Rey de los Duendes encarnado por Bowie, es inolvidable para la retina de los
acérrimos seguidores. El londinense siempre figurará en el imaginario colectivo
por su pantalón marcando virilidad y su ambigua relación con Jennifer Connelly.
A pesar de los varapalos de “Fuego Camina Conmigo” es impagable poder
contemplar la perfomance de Bowie en la serie.
Su interpretación en “El Truco
Final” eleva el nivel de una trama laberíntica, que fue perjudicada por
coincidir con otra obra de mayor calaje comercial (El Ilusionista) pero que no es
desdeñable en absoluto. El personaje de Bowie (Tesla) es de lo más jugoso.
Incluso entre el excelente trabajo del resto de actores. Otras de sus
producciones son más olvidables a pesar de que su atractivo deja una impronta
en obras menores como Absolute Beginners o Yellowberad, olvidable comedia de
los Monty Pitón. Siempre quedara la riqueza de su vibrato, su modo de cambiar
la voz en las secciones. Bowie también fue un multiinstrumentista y compositor.
En su etapa inicial se pueden rastrear influencias de los escritores Aleister
Crowley, o H.P. Lovecraft. Bowie sofisticó y dignificó el rock y lo convirtió
en metáfora, lo salvó del cuero y le dio sofisticación. Quizá sea el último de
una estirpe de artistas que sobrepasan las etiquetas para convertirse en referentes,
para habitar como iconos; con derecho propio, los espíritus de sus adoradores.
Su eclecticismo, su piel de camaleón le han hecho viajar en tantas direcciones
musicales que es difícil encontrar un artista que no beba de sus fuentes.
Marilyn Manson, Lady Gaga, Boy George, Spacehog, Groove Amanda y tantos otros,
tendrían algo que decir al respecto. Este “Duque Blanco”, al que prefiero
recordar con su elegante indumentaria de cabaret años treinta (Station to
Station), al piano, su perfil esculpido en mármol. Otros preferirán recordarlo
como el ambiguo Jareht, dentro de su laberinto acompañado de una preciosa y
oferente Jennifer Connelly. O regresando a las estrellas de las que vino para
llevar agua a su planeta. Para mí siempre será el andrógino prisionero Jack
Celliers, que provoca la catarsis del oficial nipón (Ryuichi Sakamoto), en un
relato sobre la represión íntima y social, un metáfora sobre la necesaria
metamorfosis que tanto practicó en su vida. Su último trabajo, premonitorio, de
resonancias bíblicas, “Lazarus”, el único hombre que nos recuerda que nadie
puede resucitar. Donde quiera que estés. Feliz Navidad Mr Bowie…
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