La primera escena es toda una
declaración de intenciones. El cataclismo personal y social que provoca la crisis
económica, llevado al extremo de la resistencia humana. El guión (preciso y
certero) forzará a Alberto (Valentín Paredes) a regresar; como en el mito de Sísifo;
al mismo infierno del que escapara. Un destino inexorable y sin remisión abocará
a este predestinado grupo hacia la catarsis final, donde no existe el futuro.
Rodrigo Rivas dirige un “noir” atípico, seco, crudo y sin concesiones. El autor
dinamita los cánones del género, reconstruyendo los arquetipos que sustentan el
tradicional concepto del Cine Negro. Porque en esta producción extremeña están destruidos
todos los pilares que sustentan la clásica arquitectura del thriller. La “femme
fatale” (excelente Belén López) es una desdichada que se ve envuelta en la
vorágine para obtener resultados que nunca alcanza. Genaro el “villano”, es un
gañán, de humor castizo y carpetovetónico, redimido por la gratificante interpretación
de Carlos Tristancho. El amante policía, recreado por el leones Roberto Enríquez
(Los Borgia), es un pringado sin ningún carisma, únicamente interesado en su
tórrida relación con Mara (Belén López).
El mafioso y dueño del Club de
alterne, no remite a los prototipos al uso. Este makinavaja, interpretado
notablemente por Juan Carlos Tirado (El Cerco de Numancia), es un ejemplar
ibérico “pata negra”, con un sentido del humor corrosivo y filosofía casposa.
Pablo Bigeriego (Coriolano) extrae toda su savia a una sanguijuela
administrativa. Uno de esos personajes que el respetable está deseando que sea
pasado por las armas desde la primera línea. El extremeño Valentín Paredes dota
de vida a un difícil personaje atormentado, que debe expresarse a base de
miradas y silencios. Rodada íntegramente en escenarios extremeños (Hervás y
Plasencia), esta producción de Derivas Films S.L. y Estudios Aurigas, se adentra en un
suspense cotidiano, en una herida; nada luminosa; de un país en crisis, en el
“fatum” que dirige los pasos de esas personas que no han elegido y que pierden
las riendas de sus vidas, hasta llegar al límite. Rivas acomete su ópera prima
con vocacional morosidad narrativa, cámara en mano, esgrimiendo el primer plano
para condensar emociones, con un tempo
pausado hasta la debacle final. Hay un cromatismo apagado en la paleta (César Pérez
Herranz) apoyado por una banda sonora ambiental, efectiva que acompaña y refuerza
los instantes dramáticos, compuesta por Oscar López Plaza (Un novio para
Yasmina).
Una férrea dirección que extrae lo mejor de las pasiones humanas,
como en la interpretación de la “sufridora” Raquel Infante (Amar es para
Siempre). Una revisitación en clave provinciana del “noir” menos académico, que
ha recibido, merecidamente, el premio del público del X Festival Internacional
de Cine Policiaco de Lieja y pasó por la sección oficial del 42 Festival de
Cine Iberoamericano de Huelva., hasta clausurar esta onceava edición del
Festival de Cine Inédito de Mérida. Un debut prometedor. Un viaje sin retorno
hasta el primer fotograma, de la mano del destino. Un paso más para el
patrimonio cinematográfico de nuestro terruño. Enhorabuena.
Lo mejor: La naciente industria
extremeña con producciones como Garantía Personal, El País del Miedo, Genti di
Muerti. Un Novio para Yasmina, El Emblema.
Lo peor: El comienzo, treinta
minutos después del horario anunciado. La (ligera) claustrofobia de la sala.
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