Apenas han transcurrido tres meses desde que en
este blog se reseñaba la interpretación de Ara Malikian entre las piedras
milenarias de Mérida. (Si las piedras hablaran). En aquella ocasión el violinista se arropaba con la Ara
Malikian Symphonic para impregnar de su música la romana capital. Sobre el
escenario del Palacio de Congresos de Badajoz, antes de comenzar el concierto,
se vislumbran las posiciones que van a ocupar los músicos bajo unos tenues
focos. <<No traen la orquesta>>, susurran algunos seguidores
temerosos de la espectacularidad del evento. Los primeros compases con la
cuerda en pizzicato, y en semioscuridad,
revelan que el libanés se ha apoderado del escenario. Ara Malikian va a
efectuar su exorcismo, acompañado de sus habituales músicos, habitados de un
espíritu entre gótico y Mad Max.
Tras un prologo con los violines a modo de guitarra interpretando en pizzicato " Dzorarev", los siete magníficos atacan Backgammon, con un
humorístico homenaje final a “Misión Imposible”. A continuación “Pisando
Flores” llena de sus evocadoras notas sefardíes el auditorio. Previamente el
solista ha regalado al público su historia de cómo terminó tocando en bodas
judías, para componer finalmente este rítmico divertimento. Ara ha empezado a
calentar y su melena de león libanés comienza a sentir las primeras acometidas
de su peculiar (y física) forma de interpretar. Endiabladas digitaciones para
esta danza de inspiración judía. Aunque siempre me ha parecido que esta obra
fusiona lo "manouche" y lo hebraico con ese toque zíngaro que tanto hace disfrutar
al interprete. A estas alturas nadie echa de menos la orquesta. La certera viola
de Humberto Armas, el violín del multipremiado Jorge Guillen, la hábil
percusión de Nantha Kumar, el vibrante contrabajo de Tania Abad (estudios
superiores en el Conservatorio de Badajoz), el ritmo sincopado de Héctor “el
Turco” y la nostálgica cuerda del chelo de Cristina López, se han apoderado del
escenario (y del público). Tras narrar sus humorísticas peripecias con el cantante Boy
Georges (Ara podría ser un monologista de entidad, si decidiera dejar el
violín), la agrupación se enfrenta al “Paranoid Android” de Radiohead en una
hermosa versión, agradecida por el público. El armenio se saca de su manga (es
un decir, ya que su vestuario carece de ellas) su famosa Fantasía X, a la que
le añade el gentilicio de cada población que visita. Esto le permite
interactuar ( y bromear) con el público acerca de los nombres de las ciudades. Esta "Fantasía
Pacense" fue largamente aplaudida. A continuación entre historias de jamones
ibéricos y picos, Ara ofreció lo que según él era “jamón patanegra”: La Danza
Española, perteneciente al drama lírico “La Vida Breve“de Manuel de Falla.
Impecable la interpretación de esta obra juvenil del autor, impregnada de impresionismo y
de un tardío romanticismo, adoptando el tiempo de las seguidillas flamencas, algo peculiar a las dos danzas de esta
obra, donde se superponen perfiles melódicos y esquemas rítmicos flamencos variados.
Se imponía un cambio de
tercio y la formación acometió el “Vals para Kairo”. Esta hermosísima
obra, desmiente la teoría de Malikian de que sus obras son los “picos” del
jamón. Una melodía que remite a escenas chaplinianas o planos oníricos de
Fellinni. Hermosa, evocadora, compleja en su aparente sencillez. Una de las
favoritas de sus seguidores. Una versión no demasiado “canónica” del "Verano" de
Antonio Vivaldi, permitió el lucimiento virtuoso de los músicos, a la vez que
emocionaba al público. El malogrado David Bowie también tuvo su lugar con la emocionante versión
del Life on Mars. El músico de melena leonina se recrea en variaciones sobre la
melodía del británico, de gran belleza plástica y emotiva.
En todos los
conciertos una de las obras más celebradas por los asistentes es la tremenda
transcripción que la agrupación ejecuta del “Kashmir”, mascaron de proa de las leyendas del rock "Led Zeppellin". Esta pieza permite que Malikian “vaya a su bola”, con
improvisaciones, imitación de los “riff de las guitarras eléctricas y ese
soberbio dominio de las notas agudas, entre la complicidad del grupo que se
divierte mientras mantiene la base rítmica (con un contrabajo que nace desde
las tripas) para que el armenio recorra el mástil de su instrumento de cabo a
rabo. La partitura ejecutada (tras el correspondiente monólogo) fue "Misirlou". Una
canción tradicional del Mediterráneo oriental, cuya versión más popular fue la
realizada por Dick Dale; el pionero del surf rock; y popularizada por la película “Pulp
Fiction”. Ara dialoga con los otros
instrumentos cara a cara, corretea por el escenario y busca la complicidad de
un público entregado para dar palmas. A estas alturas podría tocar la música
del telediario que a sus fervorosos seguidores no les importaría. Tras este
ejercicio de perfección técnica, digitación envidiable, donde el intérprete se
explaya con sus onomatopeyas sonoras, rinde homenaje a Paco de Lucía con “Zyriab”.
Paco de Lucía la escribió como panegírico para el músico cordobés Abu l-Hasan Ali ibn Nafi, inventor del plectro. La melodía
arábigo-andalusí le permite emular los rapidísimos “picados” flamencos en su instrumento, mientras la viola le acompaña con un rasgueo guitarrístico, ejecutando un duelo
con el segundo violín y juega con las compleja notación de la obra.
No podía
faltar el Ara Malikian solidario que compuso para el genocidio del pueblo
armenio esa obra (inmensa al parecer de este cronista) que se llama "1915". Hermoso lamento
resuelto en notas que evocan llantos, como una letanía sorda. Como un ramillete
de lágrimas dormidas que producen inquietud y profunda tristeza. El Malikian
compositor, le hace sombra al Malikian intérprete
en este rendido homenaje a las víctimas universales de toda violencia. Sereno legado para el dolor humano.
Después de llevar al público durante el concierto
alrededor del mundo; y de la historia de la música; cesa en sus carreras, saltos
y equilibrios para destilar la obra con la que suele despedirse. No es mala
elección. Un hito de la música clásica: el "Air on the G string, de J.S Bach". Una pieza que
tras su aparente sencillez, esconde una belleza inabarcable. El arreglo
realizado por el violinista August Wilhelmj se ha convertido en estándar
para una melodía alquímica, con sus tonos largos frente a figuras que se van
moviendo. Con ese acento rítmico en las notas circuladas. Este momento permite
que Ara Malikian pasee por las escalinatas del Teatro Romano, por las escaleras
del Palacio de Congresos o por la Plaza Mayor de Coria. Le deja explayarse. Navegar entre un público entregado, mientras desgrana lentamente; sin apresuramientos; algunas de las notas más hermosas de la historia de la música. Un broche de oro para una noche mágica e inolvidable. Hasta la próxima, Ara Malikian.
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