Se
une esta obra de Miguel Murillo a los homenajes que en el IV centenario de
Miguel de Cervantes se vienen celebrando sobre las tablas de los teatros
españoles. Aún no apagados los aplausos que levantó Rafael Álvarez “El Brujo” en el Festival de Teatro de Badajoz con su acercamiento humorístico/filosófico
al ilustre escritor en Los Misterios del Quijote, o la propuesta de la
compañía Morfeo Teatro que extrajo la
vena más satírica y corrosiva del autor alcalaíno en El Retablo de las Maravillas La propuesta de Murillo; por
estructura y concepto; está más cercana a la perspectiva postmoderna de
revisitación (y actualización) de los clásicos
que profetizara la compañía Ron Lalá, de la que aún esperamos ver por estos
lares sus excelentes aportaciones En un lugar del Quijote o la refrescante e
inteligente Cervantina. De la mano de la compañía villanovense “Teatrapo”, el
dramaturgo pacense, presenta a un Cervantes atípico. La obra comienza a pié de escenario,
buscando la complicidad del público. Tarea harto ingrata para el cómico si no
hay implicación del respetable, oficio que precisa de tablas y soltura. En estas lides, solventa su
personaje con eficacia y bonhomía
sanchopancista, el conquense Juan Carlos Castillejo. (El mal del Arriero).
El texto nos muestra al Cervantes cautivo en “Los Baños de Argel”, al
Cervantes en ergástula por malversación durante su etapa de recaudador de
impuestos, al Cervantes que tiene una hija con la esposa de otro. El hombre excomulgado, el que siente una;
nada sana; ojeriza por Lope de Vega, el que tiene puesto el pie en el estribo…”Soñando
Cervantes” es un espectáculo que juega con las sensaciones, con los aromas y los
platos de la era cervantina. No en vano se presentó en “Grastroweekend” (Los
Manjares de Cervantes), o en Alcalá de Henares donde la propuesta era mucho más
interactiva y los atavíos del siglo décimosexto se transmutaban en trajes de
cocinero. La obra trasgrede claramente las tres unidades Aristotélicas, mezcla
lo trágico con lo cómico, lo lúdico con lo dramático en un juego de espejos perspicaz
y jocoso. El espectador acompaña con palmas cuando la cofradía gastronómica
interpreta el “Chin, chin con la olla
podrida” o sufre con la agonía del escritor junto a la Muerte Velada,
sonríe con las peripecias del orate Don Quijote o siente la angustia del pie
“puesto ya en el estribo”. La apuesta era arriesgada. La hibridación cómico/trágico/lúdico, requiere “desfacer” algunos lances. El texto de Murillo los sortea con
eficacia, apoyado por la notable interpretación actoral, la original música,
la ecléctica escenografia y sumando elementos audiovisuales mixturados con tramoya clásica.
A Eva Marciel ya la había disfrutado el
público pacense de esta guisa, cuando desgranó sobre este escenario los hermosos diálogos de La Puta Enamorada, merecidísimo premio Max al mejor texto. Una obra de mágico verbo, solventada con excelencia por la actriz, que luce con donosura los ropajes del
siglo áureo como una segunda piel. Eva Marciel emite la voz con claridad, juega
con los tempos, las inflexiones, aprovecha su timbre cristalino, o coquetea con
la expresión corporal para ofrecer una Dama Velada y una Catalina de Salazar,
de lo mejor de la función. Destacar la “vis cómica” de Jose Carlos Valadés (maestro de
ceremonias), interpretando al jocoso "Licenciado Gastro-Prieto", la versatilidad
de Chema Pizarro (excelente y trabajado timbre) recreando la locura poética de
Alonso Quijano, la festiva interpretación de Roser Pujol; que compone una Dulcinea certera y humorística; contrapunteada por la mundana Teresa Panza que dibuja Manuela Serrano, con certeza y gracejo. Jose Antonio Sayagués soporta
el peso del ilustre manco sobre su verbo nítido, siempre apoyado por la
acertada escenografía de Laura Ferrón/Diego Ramos y las imágenes en movimiento de Nieves
Ferrer/ Félix Méndez tras los ventanales.
En esta panoplia cervantesca están presentes y mixturados personajes y escritor,
en un ejercicio de metateatro que transita por La Galatea, la amante y
actriz Ana Franco, la falsa princesa Micomicona, Auristela (Los Trabajos de
Pérsiles y Segismundo), El Licenciado Vidriera o la mora Zoraida de “Historia del
Cautivo”. La partitura es solventada con su acostumbrada eficiencia (ya
escribió la música de “El Caballero de Olmedo”) por el especialista Luis
Delgado (La Musgaña, Los Músicos de Urueña), utilizando modos tonales
habituales en la era de la vihuela y la zampoña, con profusión de percusión o
reviviendo unos aires de “tarantella”, cuyo alegre compás puede seguir el
público con palmas. La colección de instrumentos musicales en tiempos de
Cervantes, comisariada por este compositor, se encuentra itinerante con el
titulo de “Sonando Cervantes”, sin la “ñ”. Todo un “gastroespectáculo" de la
compañía villanovense, que bajo la certera dirección de José Fernando Delgado
arrancó numerosos aplausos de los “comensales” que llenaban la platea. No es
moco de pavo en una ciudad harto menesterosa para la ovación. Enhorabuena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.