-Existen personajes que se te aferran a
la piel. Que permanecen más allá de los aplausos desde la platea, de las
horas de ensayo.
Unos por su densidad humana o su simbolismo antropológico.
Otros por el recorrido humano y la exigencia vital a que somete al actor ¿En
que parámetros situaría a Cosme, el protagonista de “El Otro”, esa incursión
unamuniana en el mito de Caín y Abel?
-El personaje de “El Otro” es de
una profundidad extraordinaria, alguien que vive una experiencia sobrenatural
muy lejos de la comprensión humana, y eso a ojos de los demás lo convierte en
un loco; pero… ¿es un loco porque ha perdido la cordura o porque razona
demasiado? En esas profundidades se mueve el personaje. Ha sido un viaje
maravilloso. He aprendido que todos llevamos dentro una versión de nosotros que
no nos gusta, un gemelo al que podemos
llegar a odiar, nos molesta, incluso nos angustia y que escondemos, pero
pervive en nosotros hasta que morimos y debemos aceptarlo para ser felices . He llegado casi a la obsesión
con Cosme y Damián, por serle sincero al personaje; me he puesto como
actor a su servicio y he rehusado caer
en el artificio a la hora de interpretarlo. Esa ha sido mi intención. Por otro
lado he pensado mucho en su autor: su inteligencia, su obsesión por la otredad,
por la duplicidad de la personalidad; y por todo esto he llegado a entenderme,
a aceptarme y a quererme más.
-Alberto Conejero ha añadido un sesgo histórico de profunda raíz
hispana. Las referencias al conflicto civil, ya desde el primer cuadro, son
numerosas. Desde esa radio que transmite noticias del bando vencedor, hasta las
profundas metáforas universales sobre enfrentamientos fratricidas ¿Considera
que el teatro es una textura que solicita renovación o adaptación a los
tiempos?
-Debemos tener en cuenta las
necesidades del espectador del siglo XXI. Qué le interesa en este momento, qué
puede atraparle; y por otro lado, qué podemos aportar los creadores en la
actualidad que nos diferencie de anteriores versiones o puestas en escena. El
teatro de Unamuno es singular y en “El Otro” se habla de la personalidad, un
tema que obsesiona al ser humano desde que el mundo es mundo, es decir que goza
de una vigencia absoluta. Sin ninguna duda, la renovación teniendo en cuenta
todos estos aspectos es muy positiva; se puede preservar la esencia pero desde
una mirada contemporánea que cohabite con ella. Considero un acierto situar el
drama de Unamuno en la posguerra española, se entiende mucho mejor un texto que
se resiente por el paso del tiempo, podemos jugar con la ambientación -algo muy
atractivo de cara al espectador-, las metáforas, una guerra civil fratricida
con el odio de los dos hermanos protagonistas de la obra… Los clásicos perduran
en el tiempo pero las formas cambian y debemos mostrarlos acorde a la
actualidad.
-¿El teatro como arma, como revulsivo del espectador, como tesis? ¿O un
teatro como cultura en estado puro, que no se inmiscuya en lo coyuntural y
sirva únicamente como expresión artística? Pienso ahora directamente en mucho
del Teatro del Siglo de Oro (excepción de Fuenteovejuna), enfrentado; por
ejemplo; al teatro comprometido de
Bertolt Brecht o el social de Buero Vallejo.
El teatro debe ser un reflejo de
la sociedad actual, una obligación. Debe ser el altavoz imparcial del
ciudadano, el formador popular, no debe alejarse de su cometido. Considero que
todo el teatro es político, hasta la comedia más irrelevante, por mucho que se
disfrace únicamente de entretenimiento. El compromiso teatral está vinculado a
defendernos de las injusticias de manera pacífica y sublime; a través del
talento, elevarnos y emocionarnos, mostrándonos cómo actuamos los seres humanos
en diferentes circunstancias; acercarnos a los grandes dramaturgos de la
historia de la literatura que siguen siendo referentes, y de la misma manera a
los noveles. Es un escaparate que nos advierte de las miserias humanas y pone
en alza los grandes logros. Estoy convencido de la labor y el compromiso social
con el hombre.
-¿Que diferencias técnicas encuentra para su trabajo en teatro, en
series (Aída, Los Hombres de Paco, Un paso Adelante) o en el orbe
cinematográfico (El mal del arriero)?
-Muchas, la televisión y el cine
son dos medios que también me apasionan. No me dejan prodigarme tanto como en el teatro, pero
disfruto mucho trabajando para la cámara. Depende mucho también del personaje y
por supuesto del guión. Trabajar en cine te obliga a hacer el ejercicio
contrario que en el teatro. Es minimizar cada gesto, delegar en la mirada tan
difícil de captar en el teatro, equilibrar la voz, dejar de proyectarla… No es
nada fácil para un actor que viene del teatro y se entrena cada día en él. Los
primeros días de un rodaje me siento incómodo, tímido, midiéndome en exceso y
por tanto no disfrutando plenamente; pero una vez que te haces con el equipo y
el tono, y acabo entrando en la dinámica sin tener que observarme, lo disfruto
extraordinariamente. Es tan difícil llegar con tu personaje a la última fila
del patio de butacas en el teatro como soportar un primer plano ante la cámara.
-Un personaje difícil el de Elías Redondo, llevado por el viento de los
acontecimientos. Una parábola sobre La impunidad de la élite social. Le valió
la candidatura al Goya a “Mejor Actor Protagonista”
-Lo disfruté muchísimo. Me
encantó descubrir como crecía el personaje día tras día, adaptarme al
anacronismo del plan de rodaje; inicié el rodaje grabando la última secuencia
de la película. Tienes que tener una memoria
de elefante para recordar el estado emocional en que dejas al personaje
tras rodar una secuencia y grabar la que le sigue días o semanas después. Fue
una experiencia inolvidable y muy dura. Espero que no suene a tópico pero, por
ejemplo, estaba ambientada en primavera y rodamos en uno de los peores
inviernos que se recuerda: frío, lluvia, y vestidos con camisas y calzado
fresquito; tuve que bañarme desnudo bajo cero
en el lago de la cantera de Alcántara y salir del agua como si nada… Fue
más de un mes de rodaje donde no hubo un solo día en el que yo no estuviera presente.
Recuerdo madrugar mucho y acabar muy tarde. En fin, todo por mi primer
protagonista en el cine, por una película con la que quedé muy contento y con
un galón más de experiencia.
-Se atreve usted con todo. Dentro del ciclo de Música Actual, que
desarrolla la sociedad Filarmónica de Badajoz, se simbiotizó con una de las
agrupaciones punteras en el campo de la música contemporánea: Sonido Extremo.
“Coming Together” es una experiencia cargada de contenido social y humano,
donde recreaba las cartas que escribió un preso estadounidense a su hermano,
contándole la vida y el paso del tiempo en la prisión de Attica (Nueva York).
Imagino que un caramelo para cualquier actor…
-Desde luego que si, lo disfruté
muchísimo. Me encantó la obra, cómo está
compuesta, lo que cuenta y cómo lo cuenta: una estructura espiral que repite
frase tras frase entrando en un bucle inacabable. … Ahí hay una obra de teatro
que espero algún día poder hacer. Yo tenía experiencia previa con otras
formaciones musicales, como es el caso de la OEX. Con ella y con Jesús Amigo
grabé “Los Cuentos Fantásticos” de Terry Jones, “El camino hacia el jazz” y “La
Guía de Orquesta para Jóvenes” de Britten, por tanto había roto el hielo, sabía
lo que era formar parte de una obra musical donde el recitador es un instrumento más de la orquesta. Eso me
animó a aceptar la propuesta, aunque en el caso de “Coming Together” uno de los
retos más significativos fue tener que recitar en inglés. En cuanto a trabajar
con el equipo humano de Sonido Extremo, sus músicos, Javier González Pereira a
la cabeza y Jordi Francés en la dirección, fue una pasada.
-Las piedras milenarias del Teatro Romano de Mérida le han visto en la
piel de ese Edipo atormentado que adaptó Miguel Murillo, (del que tuve el
placer de hacer la reseña), o del heroico Ayax. Ahora se enfrenta a un montaje
arriesgado, de intensa violencia y crueldad ¿Levantará ampollas su “Tito
Andrónico”, vía Shakespeare?
Espero que sí. Me gusta no dejar
al público indiferente. Yo debuté profesionalmente con esta obra de Shakespeare
a los 21 años. Interpretaba a Quirón,
uno de los príncipes godos. Esta vez haré de Tito. “Tito Andrónico” no es una
obra inofensiva, es la historia de una venganza muy cruel, muy sanguinaria. Es
el primer drama de Shakespeare, aunque no su primera obra. Me fascinó siempre.
Somos muchos en este proyecto y todos estamos magnetizados por él. Nando López
ha tejido una versión maravillosa. Tito no es un héroe como lo es Ayax, ni un
ejemplar gobernante como es Edipo; ni forma parte del ideario grecolatino,
entre otras cosas porque no pertenece a ese repertorio. Es un soldado que ha perdido
a muchos hijos en las contiendas de Roma. No emociona tanto a simple vista,
pero está lleno de aristas que lo hacen grande y ahí es donde quiero explorar y
encontrar, porque intuyo que dentro de él alberga un tesoro que quiero
descubrir.
–“Edipo” le colocó en el trayecto a los premios MAX, como mejor actor
protagonista ¿Utiliza algún truco para no llevarse a casa estos personajes
atormentados? Si no hay sinceridad en la interpretación, estos iconos no funcionan. Y para esto hay que
dejarse la piel…
Tengo cierta empatía con estos
personajes. Me apasionan y sí, me los llevo a casa. Forman parte de mí durante
el proceso de ensayos a todas horas. Me encanta imaginar qué haría José Vicente
Moirón si le ocurriera lo que le ocurre a Edipo, a Ayax o a Tito; y esa máxima
es la que me permite acercarme de manera sincera al personaje. Me los llevo a
casa y les doy la bienvenida de manera amistosa. Me cambian la vida por un
tiempo y lo acepto como un regalo. Sé convivir con ellos sin que me causen
perjuicio.
-Desde el teatro desnudo de
“Algo en el aire”, huyendo del artificio, casi sin acción, caminando hacia
obras con profusión de recursos y escenografías impactantes ¿En qué territorios
se siente más cómodo?
En ambos. Siempre y cuando el
protagonista no sea el continente. El contenido es lo que debe primar. Lo que
me atrapa y hace que esté cómodo, al
margen de como lo vistan. Soy amante de lo sencillo y no de los fuegos
artificiales, pues se esfuman rápido y tiene que ver más con el “espectáculo”
que con el teatro. Soy partidario del minimalismo en el teatro, de sugerir más
que de mostrar. El teatro es imaginación y debemos dejar que el público se
inspire con lo que ve, no darle las tareas hechas y quitarles ese placer.
– ¿Hay espectáculos y personas que de un modo u otro representen un
hito en su vida artística. Le doy unos nombres: El Búfalo Americano (premio
Max), José Manuel Villafaina, Muerte de un Viajante, Pedro y el Capitán, El
Hombre Almohada (Premio Extremadura a la Creación 2008, Premio Arcipreste de
Hita a la mejor interpretación)…
Son momentos inolvidables y
personas que afortunadamente aún forman parte de mi vida, a las que sigo
admirando y recurriendo cuando las necesito. La vida por otro lado me ha
quitado otras personas demasiado pronto, por eso valoro la amistad por encima
de todo. Los premios y los espectáculos más relevantes en mi trayectoria hasta
el momento, son como muescas en las botas, me recuerdan la veteranía que ya me
acompaña. Son momentos y períodos mágicos, destellos de luz que me ayudan a
disipar y desechar los momentos oscuros de esta profesión, y me ayudan a
continuar. Cuando los recuerdo, pienso
en todos los compañeros y amigos que he podido hacer y pienso: “Esta profesión
crea una familia nueva por montaje, una forma de vivir maravillosa, una
filosofía de vida, y soy el tío más suertudo del mundo”.
-Sitúe en su vida “Teatro del Noctámbulo”…
Es mi columna vertebral
profesionalmente hablando. Qué difícil fue empezar y qué difícil mantenerse…
pero cuánta satisfacciones me ha dado y espero me siga dando. Teatro del Noctámbulo
es un proyecto que nace de la necesidad de poner en pie textos comprometidos
con la sociedad de hoy y donde abordar personajes que difícilmente te van a
ofrecer. En la Red Nacional, y por supuesto en Extremadura, hablan del sello
“Noctámbulo”. Comercialmente esto puede ser bueno o puede ser malo, según los
gustos y necesidades de los programadores, pero artísticamente es un orgullo
que cualquier profesional nos sitúe rápidamente en nuestra línea de trabajo,
muy reconocida, por la calidad de los espectáculos y por la búsqueda de nuevos
textos teatrales. Soy fan de Teatro del Noctámbulo, de quienes trabajan a mi
lado codo con codo, de cada actor, cada creativo, cada director que ha pasado
por la compañía; a todos ellos les debo que se hayan sumado a la exigencia que
marcamos con cada proyecto.
-El actor (al igual que los músicos) es un nómada vocacional, un
itinerante en el camino de la vida ¿En algún instante se arrepiente y añora una
estabilidad vital? ¿Cambiaría la adrenalina del estreno por la quietud y la
serenidad de otras profesiones?
-Es uno de los peores aspectos de
mi profesión, la itinerancia, ni siquiera la temporalidad. Estoy tan
acostumbrado a esa dinámica que ya no me asusta, pero es muy injusta y el
motivo de que muchos actores hayan tirado la toalla. Sé que si he tenido un año
bueno, tengo que ahorrar para el siguiente que puede que sea ruinoso. Es uno de
los problemas que planteamos en el Estatuto del Artista. No puedo añorar la
estabilidad económica porque nunca la he tenido, pero el bienestar emocional
que me proporciona esta profesión de alguna manera “compensa” el otro aspecto.
Hoy por hoy no me veo haciendo algo diferente, no cambiaría el estreno de una
obra de teatro por otra cosa, pero también estoy seguro de que si tuviera que dedicarme a otros menesteres
acabaría adaptándome. Hay otras muchas cosas que me gustan y no hago por mi
dedicación exclusiva al teatro.
–Su primer estreno fue “Mi
Rival” de Helder Costa con “A Barraca” de Lisboa. Allí se narraba la relación
entre un travestí (Leandro Rey) y usted en la piel de un policía ¿Si poseyera
una máquina del tiempo, cambiaría algo en sus interpretaciones, aportando la
experiencia y sabiduría posteriores?
–No, no lo haría. Me enternece
mirar atrás y cuando me veo interpretar en un vídeo de veinticinco años atrás,
me doy cuenta de cuánto he aprendido. Esta profesión es una carrera de fondo,
no un sprint y los veteranos del teatro dicen que se trata de un oficio que se
aprende y estoy de acuerdo. No soy el mismo actor que hace treinta años, he
ganado en experiencia y he perdido quizá en frescura.
-Para finalizar. Me atrevería a asegurar que una de las obras que más
piel le arranca es “Contra la Democracia”. Esa dualidad del actor debe causar
dolor, especialmente el personaje del genocida Leopoldo de Bélgica…
-Estoy de gira con ese
espectáculo. Qué gran texto y qué necesario en estos momentos. Es un disparo de
sal gorda. Aún nos sorprendemos con las lecturas que hacen los espectadores:
algunas cercanas a las nuestras y otras muy alejadas de lo que nos proponemos.
Pero así es el teatro descarnado, sin filtros, sin suavizante… Es una denuncia
muy seria de la manipulación política a la que estamos sometidos, y no hablo de
colores, ni de partidos, me refiero a la corrupción del poder político que
llevamos sufriendo desde hace mucho tiempo. Cualquier ciudadano que se sienta a
ver “Contra la democracia” se revuelve en la butaca porque es muy difícil que
no se sienta reflejado en cualquiera de las siete historias que contamos. Una
de ellas versa sobre el discurso de dos dirigentes políticos de distintas
épocas: Dick Cheney y Leopoldo II de Bélgica. Es incomprensible que con tanta
distancia generacional, ambos tengan el mismo discurso cruel e inhumano. Eso
demuestra que no aprendemos de nuestros errores, sino que volvemos a repetirlos.
Me toca interpretar a Leopoldo. El personaje entra en escena poniendo en valor
La Familia, como pieza angular de la sociedad y se le cae la baba hablando de
sus dos hijos pequeños. Al final de la escena acaba forzando y violando a una
camarera de veinte años…
No recuerdo haberlo pasado tan
mal con otro personaje, la vergüenza que sentía en los ensayos con la actriz
con la que interactuaba, con el director y el resto de actores. Y no quiero
recordar con el público en las primeras funciones; aún hoy después de muchos
bolos, lo sigo pasando fatal. Me reconforta el mensaje que queremos enviar, eso
lo justifica todo. El actor debe defender siempre su personaje, pero en este
caso se me hace imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.