Poner en escena una propuesta
metafísica como la unamuniana “El Otro” es una apuesta valiente, arriesgada y
plena de amor por las tablas. Ya en su época los estrenos de Unamuno, junto con
Valle Inclán, Gómez Carrillo o Martínez Sierra, reclamaban salas privadas y
publico minoritario. El existencialismo se mistura con un cierto aroma
policíaco y la metáfora del conflicto entre hermanos, convive con el misterio
que en boca de la Ama (excelente Celia Bermejo), adquiere tintes filosóficos:
¿Es que si conociéramos nuestro destino, nuestro porvenir, el día seguro de
nuestra muerte, podríamos vivir ?El teatro del escritor vasco es pura síntesis,
lenguaje diáfano, preciso, siguiendo la estela clásica, pero con amplia
querencia por el teatro experimental de la época. Este es un drama de fuerzas
primigenias que navega en aguas procelosas. La dualidad, el cainismo, el
subconsciente, son algunos de los temas a los que se aproxima el texto. Esos
gemelos, tan separados como los de la comedia de Plauto, se convierten de la mano
de Alberto Conejero en metáfora de una herida histórica abierta. En memoria y
reflexión sobre la barbarie (y sobre la locura y la muerte). Para ello las
licencias y referencias sitúan la obra en un espacio anacrónico (la postguerra
española). Una peculiaridad que se anuncia desde su inicio, cuando en la radio
un remedo del noticiario del Régimen, nos sitúa certeramente en el espacio
vital. Unamuno estrenó esta obra en 1932 con la compañía de Enrique Borrás en
el Teatro Real.
Aún quedaban unos años para el
conflicto de desgarraría el país, por lo cual la metáfora asume el nivel de
profecía. De este modo, desde la génesis de la obra de Unamuno, los dos
hermanos pasan a representar el absurdo y la sinrazón de una violencia histórica.
Las aportaciones musicales (Álvaro Rodríguez Barroso), transmiten la opresión y
angustia de los protagonistas o sitúan históricamente el instante con obras
como “El Vito”, que fuese recogido por Federico García Lorca. Un guiño certero
a la parábola histórica.
José Vicente Moirón peina con
intensidad su personaje (Cosme), sus ausencias, las metamorfosis de esta
difícil propuesta, extrayendo gran variedad de registros, declamando con
precisión, ritmo y elocuencia. El rencor fratricida bebe directamente de la
nueva psiquiatría de la época, jugando con la contienda histórica y planteando
diversos niveles, en un juego de espejos denso y lleno de interrogantes. El
texto está lleno de referencias clásicas y hebraicas, desde las mitológicas
Furias, que el protagonista dice que “vienen a atormentarle”, hasta la leyenda de Esaú y Jacob, los dos hermanos
que ya combatían en el vientre materno.
”El Otro” plantea dilemas
universales sobre la identidad del ser humano, las verdades incompletas, el
desconocimiento de nosotros mismos. Esta versión, dirigida notablemente por
Mauricio García Lozano, añade la conciencia histórica, el desdoblamiento de
Caín y Abel en un lugar “por donde cruza errante la sombra de Caín”. Machado
sabía bien de que hablaba, y la propuesta de El Desván Teatro, juega con los resortes de una memoria que aún
no cierra heridas, de la otredad entendida como enfrentamiento. Habla sobre la
capacidad de ser a la vez victimas y verdugos.
La mímesis de las mujeres, mutando en nacientes rivales para continuar
el ritual de destrucción, es el último eslabón de una cadena que sólo se
consuma con el sacrificio ritual del protagonista. El ritmo dramático es
creciente en cada cuadro hasta la catarsis final. La escenografía coparticipa
para ofrecernos esa sensación de opresión, de prisión interna. Lo hace bebiendo
de las fuentes del expresionismo alemán, con esos decorados de paredes
ligeramente inclinadas y cristales opacos que sugieren una prisión interior. Un
paisaje sin escape posible que hunde sus raíces en el juego entre la razón y la
locura. Es loable la recuperación de obras como “El Otro”, de escasa
representación desde su estreno (fue recuperada por Jaroslaw Bielsky en 1995),
que nos acerca a uno de los más intensos e incomprendidos dramaturgos hispanos.
Un teatro despojado de todo adorno, salvo lo esencial, donde la palabra es el
arma, la guía y la catarsis.
El resto del elenco define los personajes con
seguridad y ardor dramático. Desde el freudiano neuropsiquiatra Ernesto, encarnado por un certero Domingo
Cruz; de potente presencia escénica; a la profunda y simbólica Ama (Celia
Bermejo), transmutada en un taciturno demiurgo que sostiene alguna de las
mejores líneas del texto. Delicada e intensa Carolina Lapausa (Laura), para un
personaje desnortado de difícil desarrollo y Silvia Marty (Damiana) de
controlada dicción y amplios recursos corporales. El Otro es un espejo de
inquietudes no solucionadas, de heridas jamás cauterizadas. Una sacudida que,
de la mano de El Desván Teatro, deviene un espectáculo intenso, hipnótico y
desmitificador.
Proyecto Iberescena España-México
/ Coproducción Junta de Extremadura
Miguel de Unamuno / Alberto
Conejero
Dirección: Mauricio García Lozano
Escenografía y coordinación
artística: Diego Ramos
Diseño de producción: Domingo
Cruz
Producción México: Claudio Sodi,
Magnífico Entertainment
Actores (por orden de aparición)
Celia Bermejo / Paloma Woolrich
Domingo Cruz
Carolina Lapausa
José Vicente Moirón
Silvia Marty
Ayudante de dirección: Pedro Luis
López Bellot
Diseño de iluminación: Fran
Cordero
Composición musical y espacio
sonoro: Álvaro Rodríguez Barroso
Diseño de vestuario: Gala
González
Diseño gráfico: Al Rodríguez
Dirección técnica: José Manuel
Paz Corbelle
Asistencia técnica: Solomúsica
Confección de vestuario: Inma
Cedeño
Pintura y acabados de
escenografía: Pilar Triviño (CreArte), Luisa Santos, Diego Ramos
Comunicación: Toñi Escobedo
Construcción de escenografía:
Javier Parejo y Diego Parejo (Escenografías El Molino)
Fotografía: Ana Antolín
Video: El Centro de Documentación
Teatral (INAEM)
Maquillaje: Rocío González
Asistentes de producción: Mario
Martín y Javier Gutierrez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.