Ya desde los primeros compases de
esta Bella Helena queda patente su vocación de musical of Broadway. La obertura de Offenbach, con ese preludio de
vientos, que es toda una declaración de intenciones del contenido bufo e
iconoclasta de la obra, es sustituida por una pieza al más genuino estilo del
musical.
Diversos son los cambios y
arreglos en la orquestación y la estructura dramática con respecto al original
del teutón. Se transforma y “aligera” el aria “Au Mont Ida”; obra de enorme exigencia para el tenor; en un genuino
número de music hall: Evohé, que ces d‚esses, Ont de drôles de façons”.
Se conserva también la
extraordinaria y burlesca “Tzing la la, tzing
la la, Oya Kephale, Kephale, o la la”,
durante la entrada del controvertido Orestes y sus acompañantes. Desaparece el
personaje de la criada Bachiss. El dúo de Helena y Paris; una
melodía disneyana; transforma el original libreto: Va-t'en, va-t'en, mon amour te
suivra! Je crains leur fureur. Vete, vete, mi amor te seguirá! Temo su
furor. El diálogo se convierte en el divertido: ¿Quien es él?. Me fascina su mirada felina…. También se elimina
el coro que acompañaba al dúo. Se añade un
divertidísima y disparatada interacción del cornúpeta Menelao, oculto bajo el
diván, ya que en el libreto original tan sólo aparece al final del acto, junto a los reyes. Otro de los
aciertos es convertir la presentación de los reyes y el oráculo en uno de los
momentos más desternillantes y surrealistas del libreto.
No son estas las únicas
innovaciones. Aquí, los dos Ayax, que en el original eran un par de
zascandiles, se convierten en dos “reinonas
drag” y Aquiles se transmuta en un retardado y escueto Robocop. La melodía
del entreacto se escucha brevemente entre los dos actos en que resume esta
versión la tríada del original. Uno de los momentos más espectaculares es la “Tirolesa con Coro” donde el actor extrae
todo su registro vocal (La lai tou la la
la la), para finalizar en el divertido y prodigioso epílogo, de pegadizo compás.
Ma foi, partons pour Cythère!..tons pour
Cythère. También la inclusión del can-can, quizás la obra más conocida del
iconoclasta autor. Este pentagrama es utilizado para la presentación de Afrodita, una juguetona y pizpireta Rocío Madrid.
Se ha optado por el final alternativo. De las ocho versiones
existentes tan sólo una; la edición Gérard; tiene el epílogo frívolo y festivo por
el que ha optado esta adaptación. El resto terminan en una declaración de
guerra, que no es acorde con el ambiente dionisíaco y lúdico de la sátira.
El violonchelista Jacques
Offenbach fue un iconoclasta que aplicó la comicidad en el género naciente de
la opereta (aunque ésta se presenta como ópera “bufa”) para fustigar la
decadencia moral del Segundo Imperio Francés y la sociedad conservadora. Su
colaboración con los libretistas Henri Meilhac y Ludovic Halévy, autor de
“Carmen”; fue muy fructífera. El éxito de esta precuela de La Guerra de Troya,
fue inmediato, y este compositor alemán, pero afrancesado en sus conceptos,
llegó a ser el más representativo en el periodo que abarca el reinado de
Luis-Felipe hasta la III Republica. La
partitura de “La Bella Helena”, se hallaba a caballo entre el concepto culto de
la gran ópera y el desenfreno de la música popular y los cuplés. Herramienta
soterrada para la crítica a una sociedad de moral puritana, mediante la farsa y
lo bufo (no había otro modo de burlar a la censura). Los autores satirizaron y
ridiculizaron; camuflando en Olimpo bullicioso; vehiculando mediante lo caricaturesco
y el absurdo, la realidad oficiante. Offenbach utilizó la partitura para
contraponerse a una ópera que consideraba vacía de conceptos y contenidos, pese
a su estructura formal perfecta. No podían faltar las acusaciones de falta de
patriotismo para argumentos que se mofaban de instituciones intocables y
sagradas como el matrimonio y el fervor popular, hasta acusar a la música del
autor de que; en su decadencia; había facilitado la derrota ante Prusia. El
fanatismo no conoce límites ni épocas. La crítica de la ópera “ochocentista”,
de sus argumentos encorsetados, su lenguaje grandilocuente y disparatados
argumentos, había dado su fruto: el nacimiento de un nuevo género donde la
comedia alocada se mezcla con elementos musicales y sociales. Como curiosidad
añadir que el título que en principio se pensó para la opereta fue “La Prise de
Troye”, afortunadamente olvidado en beneficio de este “Bella Helena”
Fue tanto su éxito que impuso todo
un género, después imitado por otros compositores como Johann Strauss, Frank
Lehár o Arthur Sullivan. Offenbach es, sin duda, creador de una especie nueva,
aunque existían antecedentes como Hervé. Con esta creación reinó absolutamente
solo en un concepto musical genuinamente francés: refinado, ingenioso, con
perfiles definidos clásicos, de perfecta a indiscutible factura. Pero si fue el
padre de la opereta en el sentido de su dignificación y popularización, atribuirle
ser el creador de la Comedia Musical no es totalmente exacto. Offenbach sería
un precursor de este género cuyos estilemas, estructura musical, requerimientos
vocales y nivel conceptual no encajan enteramente en la Opereta. Para
remitirnos a los orígenes del musical tal y como lo conocemos, debemos
adjudicar el mérito a George M. Cohan, cuyas aportaciones se apartaban del burlesque, de la opereta o la revista,
creando una forma completamente nueva con obras como “Little Johnny Jones”
(1904). Se diferenciaba de géneros anteriores en que los personajes no eran
héroes mitológicos ni habitadores del Olimpo. Eran los vecinos de al lado.
Boxeadores, fabricantes, jockeys y otros tipos cotidianos, junto al aire ligero,
coloquial y alborozado de las letras (esencialmente norteamericano), alejado de
los, aún encorsetados, pentagramas gabachos. Añadan la utilización del baile
para avanzar el argumento y tendremos los orígenes del musical.
Offenbach vivió en el Paris de
los “boulevardiers”, la cuna de la bohême, donde postureaban (no es nada
nuevo) los dandis. Allí las cafeterías, teatros o cafés-conciertos estaban
invadidos por la jeusesse dorée, pero también de la vanagloria del imperio de
Luis Napoleón. Además tiene el atrevimiento de introducir historietas llamadas
“couplets”, diálogos hablados o bailes como can-can o rigodón.
Desde el libreto original, el
director Ricard Reguant y la pluma de
Miguel Murillo en la adaptación, han extraído ese rechazo al esquematismo
racional, la crítica estética que camuflaba la sátira política, el humor como
canal de la denuncia. Aquí y allá lo han aliñado con denuncia social bajo la
máscara del humor, con pinceladas surrealistas, dignas de "13 Rue del Percebe". Con
brochazos sin compasión a la mezquindad, la sociedad autosatisfecha, el
postureo y la falsedad moral que ya denunciase Offenbach. La apuesta estética
juega con el desorden vital. Desde la máscara de la mitología y una aparente y disparatada frivolidad, se destrenzan las
corruptelas políticas. Bajo el disfraz de la crítica estética surge el dedo
acusador contra la mediocridad, con esa querencia en la escena actual de
reflejar el hecho coyuntural del teatro de la vida sobre las tablas. Un filón
que no cesa, dada la inmensa cantidad de lerdos y zascandiles que se ubican en
los diferentes colores y banderías para dar juego en la ficción dramática,
frente a los que la mirada de Offenbach resulta totalmente contemporánea. El libreto de Miguel Murillo apuesta por la
ironía y el desenfado conceptual con jocosos diálogos de rabiosa actualidad, mixturados con elementos de cabaret, burlesque y music hall.
El mezquino y dogmático sacerdote
Calchas (aquí Calcas), se intentó suprimir del libreto original, porque
pensaban que ofendería al clero católico, nefasta idea, que afortunadamente no
llegó a puerto, y nos permite disfrutar de la notable interpretación del
mallorquín Joan Carles Bestard (Sé fuerte), dotado de una apreciable “vis
cómica”, con diálogos cargados de
segundas (e hilarantes) intenciones. El cornúpeta; e intelectualmente menguado;
Menélao; es defendido por Javier Enguix arrancando abundantes carcajadas entre
el respetable por la recreación disparatada y burlesca de su personaje. Pleno
de matices, se encuentra el Agamenón dibujado por el extremeño José Antonio
Moreno, de amplio y múltiple registro vocal que recrea un esperpéntico monarca
micénico (Me he equivocaaado, pido perdón), con abundantes referencias del Tex
Avery más disparatado, portando una cabeza de mamut a modo de mochila.
Es, sin duda, una de las mejores
escenas de la obra, digna del camarote de los hermanos Marx, donde las
alusiones a hechos y personajes de actualidad, gozaron de la complicidad del
público, siendo interrumpidos con aplausos.
Otra actriz extremeña, Clara
Alvarado (que repite musical en las piedras milenarias), interpreta a la
cortesana Partemis. (Parthoenis). El emeritense Cayetano Fernández, junto a Pablo Romo recrean a los dos
Ayax, un dúo de héroes mitológicos nada marciales. Los guerreros aqueos son
travestidos en dos “petardas” de logrado lenguaje corporal y amplio rango de
naturalidad en la interpretación. El Robocop helénico de Javier Pascual, prototipo
del acéfalo anabolizado, se apoya en su preparación física en halterofilia,
para vestir la piel de un personaje algo retardado. También se añade a modo de maestra de ceremonias, el personaje de Eris, interpretado por una encantadora Cata Munar. Destacar la desaparición de la criada Bacchus del libreto.
La interpretación de Gisela como
Helena deja patente que está curtida en musicales. La cantante aboceta una
Helena, casquivana, pizpireta que detecta el “olor a macho” y a “pastor
aromático”, con un amplio registro en el lenguaje corporal y una correctísima
declamación. El amplio rango sonoro de su instrumento hace el resto. Nada sería
igual sin ella. El toledano Leo Rivera también acarrea algunos musicales sobre
sus espaldas. Su interpretación del desvergonzado príncipe Paris (bucólico,
campestre) define un personaje simpático que sale airoso de canciones con gran
exigencia vocal. Atenea (Marta Arteta) y la esposa de Zeus (Hera), interpretada
por Graciela Monterde, con uno de los momentos más impactantes visualmente (la
danza de Hera) llenan de sensualidad las
caveas emeritenses con amplio dominio vocal y gestual, tras el que hay mucho
rodaje. No les andan a la zaga en sus perfomances Tamara Agudo como Leana y
Mikel Hennet en el rol del disipado Orestes. El excelente trabajo de
peluquería, máscaras y tocado ha estado a cargo de Pepa Casado, con vestuario
de Maite Álvarez.
Destacar el certero y eficiente
coro de bailarines, coreografiados por Maite Marcos, para esta celebrada coproducción de Rodetacón
y el Festival de Teatro Clásico de Mérida:
El polifacético Ferrán González
incorpora composiciones propias que orientan hacia el musical en los arreglos,
alejándose de la orquestación offenbachiana,
agregando voces a lo que antes eran arias o “aligerando” las melodías para
eliminar el hierro operístico. Xenia Reguant se ha encargado de dar sentido a
este pandemonium desde su labor de letrista. Los puristas no deben rastrear a Offenbach en este loco divertimento. Simplemente no está. Ni falta
que hace. Esta “Bella Helena” es un espectáculo rotundo, con ramalazos montypythonescos
y referencias al esperpento más carpetovetónico (la sombra de Valle-Inclán es
alargada). Por mucho que lo hubiera deseado Offenbach, en aquella época no le
hubieran dejado estirar tanto la cuerda.
REPARTO
Gisela
Leo Rivera
Rocío Madrid
Javier Enguix
Josean Moreno
Cata Munar
Cayetano Fernández
Marta Arteta
Graciela Monterde
Joan Carles Bestard
Clara Alvarado
Tamara Agudo
Pablo Romo
Mikel Hennet
Javier Pascual
CORO
Lara Martorán
María Amado
Alba Gómez
Jose Antonio Sáez
Helena Guerrero
Silvia Reguera
Daniel Balas
Marta Manchón
Nuria Llano
Marta Castell
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Adaptación: Miguel Murillo
y Ricard Reguant
Compositor y director musical:
Ferrán González
Letras canciones:
Xenia Reguant
Coreografias: Maite Marcos
Vestuario: Maite Álvarez
Escenografía: Pablo Almeida
y Gonzalo Buznego
Iluminación: Luis Perdiguero
Sonido: Ricardo Gómez
Máscaras, tocados y
caracterización: Pepa Casado
Jefe de producción:
Miguel Molina
Producción: Juan Carlos Parejo
Dirección: Ricard Reguant
Una coproducción de Festival
Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Rodetacón Teatro
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