Con “Tito Andrónico”,
el bardo de Stratford-upon-Avon se
adelantaba bastantes años al Grand
Guignol. Y es que, en esta propuesta de Teatro del Noctámbulo, los platos están servidos (literalmente)
exhibiendo sobre los manteles miembros cercenados, decapitaciones,
mixtificaciones, insania, iniquidad, violación o antropofagia. Un escenario
casi espartano (Juan Sebastián Domínguez), permite a los actores utilizar sus
dimensiones al completo, incluso con habilidosa utilización de la orchestra para la intensa finalización
del primer acto, que destiló cercanía e intensidad dramática. Edward
Ravenscroft refirió una tradición teatral según la cual, el drama se debía a un
autor ajeno a la compañía, al que Shakespeare “dio tan sólo unos magistrales retoques”. Incluso algunos estudios
la presentan como una parodia frente al estilo de Christopher Marlowe (en
concreto el personaje del moro Aarón es una respuesta al Barrabás de Marlowe). El trabajo de Nando López (una lírica poda)
ha sido titánico. La poesía de los textos envuelve y tamiza la terrible
violencia que gravita sobre el pathos de los personajes, con el añadido de un
monólogo propio (Tamora en la escena de Las Furias). Un drama con influencias
de Séneca y Ovidio, con situaciones dramáticas tratadas con rudeza, inhumanas,
y caracteres al gusto isabelino. El Renacimiento inglés imputa al Medioevo
todas esta belicosidad y estética de la violencia, considerando en términos de
barbarie todo lo anterior a la luz del proyecto humanista de la dinastía Tudor.
Claro ejemplo es el personaje de Lucio (excelente Alberto Barahona), un sujeto
político moderno que personifica el uso de la retórica. El diseño de
iluminación (Carlos Cremades) resalta notablemente el dramatismo de los
instantes. Como esa silueta espectral de Lavinia, surgiendo a contraluz, con
los miembros cercenados, ramas como muñones y caminar tambaleante.
Jose Vicente Moirón y Lucía Fuengallego |
Carmen
Mayordomo (reina Tamora), compone un personaje astuto, vengativo, con instantes
de humor en esos diálogos para convencer al incauto Saturnino (Gabriel Moreno)
de que perdone a Tito. La actriz hace gala de una dicción clara, potente
emisión y ductilidad en la voz. Guillermo Serrano se lleva lo mejor de la casa
en su icónico personaje del moro Aarón (tras ser acuchillado como Mucio). Un
papel que le permite mostrar su versatilidad, su proyección vocal, un sentido
del humor canalla y madurez escénica. Tito es un hombre atormentado,
constreñido por las lealtades, oprimido por las leyes a las que se debe. José
Vicente Moirón extrae a su héroe oscuro toda la savia envenenada del personaje.
La insania, la predestinación o la abyección gravitan sobre su composición
emocional, con instantes de enorme intensidad dramática y amplio calado humano.
Su dominio de las texturas vocales, su capacidad para controlar el tempo y la declamación, su control de
las emociones, componen una partitura de diversos niveles, acercando (y
humanando) un personaje guiado por el ansia de venganza. Con certeros instantes
de humor negro. Como ese histriónico cocinero en la antológica escena del
banquete antropófago. Verdadera ceremonia sangrienta. El ámbito musical es
resuelto con unas composiciones que se pliegan hábilmente a los instantes
dramáticos. Desde el concepto marcial, la fanfarria, los vientos (desfile con
antorchas) a los instantes atmosféricos con largos acordes sostenidos, temas
vibrantes o sombríos. La composición de Antoni M. March se hibrida
perfectamente con la textura dramática. Sin altisonancias. Sin eclipsar el
ejercicio del texto.
Lucía Fuengallego (Lavinia) extrae una gran paleta de
matices de un personaje desgarrador, damnificado, que se ve obligado a utilizar
el lenguaje corporal por razones obvias. Gran parte del mérito para convertir
esta sangrienta propuesta en un Grand
Guignol estilizado, procede del atemporal y efectivo vestuario de Rafael
Garrigós y el eficiente maquillaje de Pepa Casado, que sustraen el conjunto de
su negación de la clemencia, de su caos inhumano, situándolo en tierra de
nadie. Antonio Castro Guijosa y Teatro del Noctámbulo han construido
una arquitectura dramática soberbia, de notable ritmo narrativo e intensidad
humana que aprovecha las estructuras del escenario en escenas como la de Quirón
y Demetrio (notables Alberto Lucero y José F Ramos) entre las columnas. Un
montaje donde todos los actores merecen ser reseñados y que, acerca a los más
profundos abismos del ser humano a través de la palabra y el gesto. A la
inexorabilidad del destino que nos mueve como hojas en el viento. A la poesía vibrante
del horror ¡Esto es teatro! Esto es un hermoso epílogo para el Festival.
Carmen Mayordomo |
REPARTO
(por orden de intervención)
José Vicente Moirón
Alberto Barahona
Carmen Mayordomo
Alberto Lucero
José F. Ramos
Quino Díez
Lucía Fuengallego
Gabriel Moreno
Sergio Adillo
Guillermo Serrano
Juan Vázquez
Cándido Gómez
Carmelo Sayago
CUADRO ARTÍSTICO TÉCNICO
Versión: Nando López
Música: Antoni M. March
Iluminación: Carlos Cremades
Escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Vestuario: Rafael Garrigós
Caracterización y maquillaje:
Pepa Casado
Ayudante de dirección: Pedro
Luis López Bellot
Producción ejecutiva: Isabel Montesinos
Dirección: Antonio Castro Guijosa
Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico
de Mérida y Teatro del Noctámbulo
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