Camuflado tras el disfraz de la comedia banal o de cascos ligeros, el desternille y el refocile no están reñidos con la carga de profundidad y la invectiva dirigida hacia el corazón de una sociedad de matiz voluntariamente corrupta que habita el dislate y la apariencia.
Esta sátira intemporal (sobre idea de Conrad Seiler) nos presenta a dos personajes decimonónicos que intentan ejercitarse (con escaso éxito) en el noble arte del suicido mientras desgranan las miserias y sevicias de una sociedad abocada al barranco sin redención. Una luz tenue, que nace de la farola, ilumina la primaveral noche donde los desconocidos tratan de escapar de la “nueva realidad”. El texto es camaleónico, escondiendo las arcabuzadas sociales tras el dibujo del chiste banal, el ansia del alma fugitiva tras el deleite de la risa cristalina.
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Inma Cedeño y Jesús Lozano |
Dos almas paralelas, hastiadas de hipocresía, apariencias, fulleros y vividores varios que ante la niebla se asoman a las aguas iluminadas por la luna. En Un puente al más allá permanece en la superficie ese sentido trágico de la vida de que hace gala el autor de Almendralejo, que toma referencias de su querencia por la Filosofía (y licenciatura) y su obsesión sobre el fin de los tiempos. No deja de haber referencias entre el inhóspito paisaje ionescano de “Nada ni nadie” y el desnudo puente al más allá. También las hay en la expresión corporal burlesca y el gag satírico del personaje interpretado por el propio autor en las dos obras. O en vano, la trama del intramundo de Jesús Lozano se hilvana a través de todas sus obras, incluso aquellas que aparentar estar más alejadas del conjunto como “Alfonso X, la última cantiga.
Inma Cedeño y Jesús Lozano, con un magnifico sentido del timing, mantienen una narrativa fluida, con aprovechamiento del espartano espacio escénico y soltando cargas de profundidad en un texto que es capaz de citar a Víctor Jara (la vida es eterna en cinco minutos) o despacharse con las reacciones humanas ante eventos incontrolables. Lozano es poliédrico y hace gala de una amplia paleta de registros lindando con el expresionismo. La vis cómica de Cedeño lo complementa, lo enriquece y lo mistura todo en una túrmix desternillante (a la par que ácida), desopilante (a la par que sardónica). El excelente vestuario (María de Melo) está hecho a medida de los personajes que se encentran como en una segunda piel, siempre políticamente incorrecta.
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Un puente al más allá |
Bajo el disfraz de la comedia negra, Lozano hurga en las heridas de esta sociedad patética, caricaturiza los roles de los sexos, los lugares comunes, los nefastos mantras ideológicos. Todo ello apoyándose en el verbo y un espacio minimalista. Teatro de la palabra que, tras el disfraz del vodevil, desvela las vergüenzas y partes pudendas de la sociedad. Se agradecen textos de esta intensidad, que no juegan con lo coyuntural. Que huyen de la mamandurria conceptual y “lo que se lleva” a la caza de subvenciones. Que sale pitando antes que agotar los temas de “moda”, las obsesiones recurrentes y los textos “bienquedáos”.
Y además consigue que te desternilles. Teatro…
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