La
oferta de AMC tiene su génesis en un libro de Alexander Rose, que ha sido
adaptada por los creadores de Nikita (Craig Silverstein y Barry Josephson).
Original propuesta dentro del subgénero de series históricas, ya que se
aproxima a unos hechos escasamente conocidos y nunca tratados en la pantalla.
Durante la guerra de Independencia Norteamericana, un grupo de granjeros se
convierte en la primera cadena de inteligencia militar, influyendo en el
desarrollo de la contienda. Difícil lo tenía la aventura para salir adelante
teniendo como referentes en la cadena series del éxito de “Breaking Bad”,
“Walking Dead” “The Killing” o la aclamada “Mad Men”, su alto nivel de calidad
y número de seguidores.
Las cartas que desvelaron la trama de espías no fueron
descubiertas hasta 1930, lo que añade un plus a lo novedoso del argumento. Apasionante
recodo de la historia apenas explorado, consigue aumentar la densidad de la
trama cada capítulo, a pesar de no presentar un inicio espectacular (actitud
muy inteligente) con promesas vanas o pirotecnia que después agonizase a lo
largo de los capítulos. Jamie Bell (escapado de la piel del niño bailarín Billy
Elliot) asume un protagonista torturado por las circunstancias, que en los
inicios no termina de cuajar por sus modos interpretativos.
Los siguientes
capítulos asientan al personaje y sus hábitos dubitativos, su aparente
inexpresividad (diríase que carece de sangre) se van olvidando cuando se hace
con el personaje y lo moldea hasta convencer. AMC mima sus series y el diseño
de producción es de lo más destacable. La ambientación histórica y el detalle
están cuidados. Los estudiosos de la uniformología podrán comprobar la
verosimilitud y trabajo de archivo realizado.
Estos espías se encuentran en Las
Antípodas de los remilgados James Bond y los adrenalínicos Bourne
(indespeinables y glamorosos) Sufren en sus carnes los avatares de la contienda
y la miseria del anonimato. No pueden confesar a nadie lo que hacen. Los equívocos
y circunstancias empiezan a hacer mella en sus vidas familiares y caracteres. Armados
de poco más que tinta invisible, se enfrentan al ejército más poderoso de la época;
una ironía que el protagonista sea británico; las tropas de Su Graciosa Majestad
que no debían hacer ninguna gracia a los colonos. Rodada en Virginia, aprovecha
localizaciones de la película “Lincoln” y utiliza uno de los parques históricos
estadounidenses en Williamsburg (barrio multirracial y hipster) o el casco
antiguo de Petersburg, lo que da una idea del esfuerzo por realizar una
producción certera y ambiciosa. Turn mantiene el clasicismo conceptual de la
narración histórica al uso, con la desventaja de enfrentarla a otras ofertas de
criterio más contemporáneo y tratamiento menos puritano.
Quizás su excesivo
academicismo formal la haya relegado de las grandes ligas, frente a propuestas
más asimilables por un público ávido de incorrecciones políticas, violencia y sexo
explícito, como los que pululan en las series de máxima audiencia. El primer
episodio lo dirigió Rupert Wyatt, el británico que sorprendió con la notable
“El Origen del Planeta de los Simios”. La utilización de la luz nos remite a
aquellas escenas iluminadas con velas que Kubrick rodara para otra producción
de época, la excelente “Barry Lyndon”. Las interpretaciones son potentes,
destacando el carisma de actores como el escocés Angus McFayden (Saw), que
interpretase a Robert Bruce en “Braveheart”. Aquí dota de vida a Richards
Rogers, comandante de los irregulares Rangers de la Reina , de presencia icónica.
Excelente recreación del jefe del destacamento británico, la que oferta Burn
Gorman (Torchwood, Rises, The Dark Knight) plena de matices.
Notable el
descubrimiento de Samuel Roukin, que recrea al retorcido villano británico
(Capitan Simcoe), o el mismo torturado e hierático Georges Washington,
interpretado por Ian Kahn (Dawson Crece, Castle), el militar que encabezó el
levantamiento de las 13 colonias en 1776, contra los ocupadores británicos, con
el resultado que todos conocemos. Completa el elenco primordial, el correcto
Kevin McNally (Piratas del mar Caribe, Yo, Claudio) de físico ideal para el
personaje del padre de Jaime Bell. Aunque peca el conjunto de un cierto
maniqueísmo en cuanto a la presentación de las distintas nacionalidades,
manteniendo los roles clasicistas de malo/malísimo y héroe abnegado, pero no
exento de la humorada que ya se encontraba en las obras de Cecil B de Mille
como “Policía Montada del Canadá” o “Los Inconquistables”, pero con matices de
sadismo que no permitiría el rígido Código Cinematográfico de aquellos años.
El
enfrentamiento verbal y el duelo psicológico, son casi tan importantes como las
espectaculares escenas bélicas, rodadas con oficio y utilización correcta del
paisaje. La cabecera de la serie es un notable trabajo de sombras chinescas y
recortables de gran creatividad, con una melodía obsesiva. La segunda temporada
potencia la trama de espionaje y dota de entidad a los personajes, culminando
en una espectacular batalla donde el final abrupto (cliffhager) deja al
espectador pendiente de la habilidad de los guionistas en la siguiente
entrega. El desarrollo de la historia
busca más el sedimento, el estrato moral de los personajes y su desarrollo, que
la espectacularidad bélica y el derroche de hemoglobina. En el capítulo “croma”,
destacar algunos excesos visuales en las escenas portuarias o con barcos, que
devienen artificiales. Recomendable escucharla en versión original. Para
aquellos interesados en continuar disfrutando de esta época, existe otra excelente
producción (ahora las llaman “fresco histórico”) de la HBO sobre los “casacas rojas”:
llamada John Adams con Paul Giammatti (Sideways, El Ilusionista) y Sarah Poley (La Vida Secreta de las
Palabras) basada en la biografía del que llegó a ser presidente de E.E. U.U
y que arrasó en los Globos de Oro.
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